Partida Rol por web

¡Lo había conseguido! ¡Le había cercenado en dos! Estaba extasiada... ehm... o lo estaba al menos hasta el momento en el que me pringó todo el potingue verde, mezcla sangre y visceras de cucaracha.

—¡Ugh...! —exclamé al instante, mientras me miraba las salpicaduras de las mangas con cara de absoluto asco.

Sin duda, después de aquella batalla, pensaba limpiarme en el río... y esta vez Uzumi no podría detenerme...

Pero, hasta entonces, teníamos que deshacernos de la otra cucaracha. Sí, aquella que permanecía correteando por el techo y escupiendo aquel extraño líquido. Líquido que, al ver cómo se transformaba al endurecerse, provocó en mí un escalofrío al imaginarme el destino de aquellos que caían presa de las cucarachas: no sólo sufriendo las heridas que podía provocar, sino sintiendo cómo depositaban sus huevos en ellos sin poder hacer nada para defenderse y evitarlo.

Era aterrador...

...

Cuando Grettel empezó a golpear su escudo con la espada, yo sacudí la cabeza intentando quitarme de la mente aquellos pensamientos y tratando de centrarme de nuevo.

Respecto a la intención de mi compañera llamando la atención del bicho, no hizo falta que explicase nada para que imaginara su plan. Después de todo, habíamos compartido academia militar, y las instrucciones nos las sabíamos de memoria: quien tiene mejor protección defiende, quien tiene mejor movilidad flanquea.

Así pues, tras asentir con la cabeza como toda respuesta a sus palabras, me reposicioné discretamente... evitando romper la atención que Grettel estaba creando para hacer que la cucaracha le atacase. Como no podía ser de otra forma, mi intención era buscarle el flanco cuando ésta fuese directa a por mi compañera, y... al igual que antes, acabar con la amenaza con un ataque certero por la espalda.

Acabaré contigo como he hecho con tu amiguita. Serás pan comido.

Eso sí, esta vez evitaría en la medida de lo posible acabar aún más pringada del asqueroso y maloliente líquido verde...

- Buen trabajo señoritas - Me preparo para atacar al enemigo que queda cuando oigo la orden de Grettel. Sin protesta ni duda, cambio mi pose a una mucho más defensiva desenvainando un kunai en mi mano izquierda para poder hacer fuerza con ambas manos en caso de que la criatura me embista. - Comprendido. Uzumi, a mi espalda. Si tú caes estaremos en problemas.

Retrocedo sin hacer aspavientos ni dar la espalda a la criatura y usando mi cuerpo para proteger la antorcha a fin de evitar que la apague de un escupitajo y nos deje a oscuras.

- Pelirroja, si el bicho viene a por mi no te pongas celosa. Tu dale con todo y listo. No pienso morirme sin cumplir lo que hablamos. La luna fue testigo y no pienso defraudarla - Mi voz suena jovial y fuera de lugar dadas las circunstancias, pero tanto si la motiva como si la enfurece acortará la vida de la cucaracha

-¡Aaaah...!- Exclamé al no lograr más que romper el suelo con su maza, temblequeando por completo a causa de las vibraciones. No tardé mucho en apartarme, teniendo que dejar abandonada mi maza un instante, todo para evadir por los pelos ese escupitajo blanquecino y desagradable que la criatura lanzó hacia mi luego de evadir su ataque. Parpadeé, estremeciéndome con una mezcla de temor y asco al ver el resultado final de ese ataque...

Entonces tomé mi arma de nuevo. ¡Tenía que acabarla pronto! Y estaba apunto de preparar un ataque, pero el grito de Grettel y las advertencias de Tanukime me pararon en seco. -Pero... Pero... El yokai...-

 Miré mi maza y luego al espantoso bichejo. Esa leve pausa bastó para que el valor adquirido por la adrenalina desfalleciese y, luego de estremecerme una vez más, corrí tras Tanukime para usarlo de escudo humano.

-¡U-Ustedes pueden!- Les di ánimos desde detrás del muchacho, aún intercambiando la mirada entre mi arma y el bichejo. ¿Qué más podía hacer...?

El insecto empezó a abrir de nuevo las mandíbulas, goteaba ese líquido espantoso de su ¿boca? ¿gládulas? o lo que fuera que tenía, dispuesto a volver a disparar, con cruel obsesión a Uzumi, pero en el último momento, los gritos de la enana llamaron su atención. 

La cosa volvió a saltar, sacudiendo sus alas, hasta acabar con la mitad de su cuerpo apoyado en la pared y los cuartos traseros en el techo, como suele ser habitual en los insectos cuando empiezan a iniciar el descenso por las paredes.

Esta vez volvió a escupir esa inmunda pasta contra Grettel, pero ella interpuso el escudo. Notó el ruidoso sonido ^{*Plam Plim Plam*} metálico al recibir el golpe. Su escudo quedó cubierto de esa especie de líquido, que en segundos cristalizó, haciendo que luciera repleto de pinchos afilados de color hueso.

Aliviada al ver a mis compañeros en la retaguardia, sigo avanzado llamando la atención del bicho con éxito, viendo como el insecto se gira hacia mí, para ser objetivo de su asqueroso escupitajo.

Quedando perpleja al ver esa pasta espeluznante formaba esos de pinchos afilados de tono hueso, dando gracias a los dioses que no hubiéramos sido ni Uzumi ni yo. Aferrando fuertemente el escudo, protegiendo cuerpo y brazo, y escuchando las palabras jocosas y de ánimo de Tanukime.

Viendo mi escudo lleno de pinchos afilados, ni me lo pienso, salto sobre la cucaracha llevando el escudo por delante e impactar con esos improvisados de especie de cuchillos.

-“Vamos, Juliette, antes que pueda reaccionar.”

Uzumi a mi espalda, Grettel conteniendo al bicho y Juliette asegurándose que no escape, parecemos profesionales y todo. Quizás salgamos de esta y todo. Una sincera sonrisa asoma en mi rostro - Bien, ahora que las posiciones son las que deben, puedo atacar con tranquilidad - con un gesto claramente entrenado cambio de mano el Kunai y lo lanzo al insecto que ha tenido la desfachatez de darme la espalda - No eres el único que sabe lanzar muerte a distancia, aunque admito que tu método es mucho más impresionante.

Todo intento de tener la retaguardia de la cucaracha se vio truncado por la posición que adoptó: aún en el techo usándolo, junto con la pared, como aliada. Aun así, era cuestión de segundos que acabáramos con ella.

La primera en actuar fue Grettel, que... tras protegerse del líquido blanquecino con su escudo... se abalanzó sobre ella usando éste ahora como arma improvisada de ataque. Además, si aquello no era suficiente, Tanukime hizo alarde de sus habilidades y lanzó uno de esos cuchillos tan extraños que tenía él.

En cuanto a mí, por supuesto no pensaba quedarme atrás... así que, aprovechando el momento, me lancé hacia ella soltando una estocada alta y directa a la parte mas accesible que tenía: su cabeza.

Eso sí, la posición en la que me encontraba no me lo ponía nada fácil: justo debajo de la cucaracha y con Grettel a escasos centímetros de mí quizás preparada para volver a saltar con el escudo por delante de fallar yo, ¡quién sabe! Y luego estaba, por supuesto, el repelús de que, de acertar mi ataque y cortarle la cabeza, acabara... ehm... digamos que duchada literalmente hablando en más potingues verdes y pringosos de cucaracha...

En fin, que todo ello hizo que mi ataque fuera de todos menos preciso. Con suerte le cortaría un poco, con mucha suerte incluso lograría cortarle la cabeza (con tiempo de apartarme para evitar la ducha); y... si no, algo más que probable, la espada sólo golpearía la pared o apenas podría quebrantar su exoesqueleto...

Mientras mis compañeros aún combatían contra esa criatura yo, en silencio, comencé a retroceder aún más. Estaba aprovechando la oportunidad, aprovechando que se encontraban distraídos en ese momento mirando hacia el techo para rehuir de sus miradas. Tenía claro que el combate se estaba complicando un poco, que esa criatura estaba demasiado alta para Grettel y en una posición difícil de pelear para cualquiera...

Y entonces respiré profundo, lentamente quitándome el collar de hueso que llevaba conmigo, pasándolo lentamente por mi rostro y comenzando a murmurar una plegaria en voz baja, mientras movía de un lado a otro mi collar, como si estuviese dibujando en el aire... O más bien escribiendo. Leves trazos de luz comenzaron a seguir los movimientos que realizaba, dando forma a una suerte de escritura, iluminando algo más la instancia.

-Ilumina nuestra aventura...--Purga todo lo que es impuro...-

-¡Omikami!-   

Abrí los ojos de golpe, señalando a la criatura y dando paso a que ese kanji brillase con más intensidad antes abalanzarse contra el insecto... Pero no me quedé a ver ese resultado. Inmediatamente le di la espalda tanto al enemigo como a mis compañeros.

Uzumi aprovecha la oscuridad. Aprovecha que está lejos del grupo, en la retaguardia, para retomar su forma de Oni y poder así utilizar un hechizo sin que la vean, volviendo a su disfraz inmediatamente después de usarlo. ¡No puede permitirse quedarse de brazos cruzados ante una situación de peligro, sobretodo frente a un ser impuro, eso sería mal visto por los Kami! 

Grettel, a pesar de ser la más bajita en estatura del grupo, demostró por qué nunca había que menospreciar la fuerza de un enano ni tampoco su cabezonería. La chica dio unos pasos para coger algo de carrerilla y se impulsó con sus cortas, pero fuertes piernas, elevándose del suelo para embestir al insecto, que ya preparaba de nuevo uno de esos asquerosos ataques, cuando de pronto resuena un estruendoso impacto. El escudo golpeó de lleno en el morro del bicho, mientras podía verse, casi en cámara lenta, como Grettel lanza un grito de guerra tras la protección del escudo, las esquirlas de cristal saltaron hacia todas partes destrozándose en mil pedazos, mientras que algunas de ellas atravesaron la armadura natural de la bestia, haciéndola caer. Grettel aterrizó en el suelo, de rodillas, sin perder de vista a su enemigo, que ahora yacía bocaarriba, luchando por incorporarse.

Juliette, pese a estar colocada correctamente bajo la criatura, falló su estocada, el filo de la espada golpeó en la pared, haciendo que saltaran las chispas durante un segundo. Nadie la culpaba ¿¿Como iba a esperar que una enana fuera a pegar semejante salto digno de una atleta??

Un destello salió de la oscuridad, un brillo que se iba incrementando cada vez más hasta oirse un silbido que sobrepasó velozmente cerca de Juliette, haciendo que algunos de sus cabellos flotaran en el aire, y acabó con un ¡Clak! cuando el Kunai, certero e implacable de Tanukime impactó en el vientre de la cucaracha, en un punto mortal, salpicando líquido verdoso.

Y para rematar la jugada, quiza pocos se dieron cuenta de que Uzumi recitaba un salmo en la oscuridad. Solo se hizo notar cuando unos grabados extraños brillaron mágicamente durante unos segundos en el aire, antes de desaparecer lentamente, como quien apaga una vela y solo queda un pequeño rastro de espectro lumínico que va esfumándose hasta desaparecer.

Lo que produjo, en cambio, fue más espectacular, porque el insecto prendió en llamas hasta quedar prácticamente reducido a cenizas. El Kunai de Tanukime cayó al suelo. Estaba frío pese a que los restos de la criatura acababan de arder como una hoguera en un aquelarre.

Y de pronto, se hizo el silencio, salvo por la respiración, algunas agitadas, otras más calmadas, de los reservistas, que habían realizado su primer combate "real" sobre el terreno. Y no se les había dado mal. Pese a la pestilencia a insecto quemado que les rodeaba, claro está.

Cuando el kunai de Tanukime casi rozó mi rostro, meciendo mi cabello en el proceso... abrí los ojos con sorpresa, e incluso contuve el aliento por un instante. Sin embargo, no aparté la mirada de la cucaracha hasta que estuve completamente segura de que había muerto. En ese instante, me giré y miré a Tanukime con mirada asesina.

—Ni se te ocurra volver a hacer eso —le aseveré, antes de bufar molesta.

Créeme, no es por la tirria que le tenía, que también, sino porque a nadie le gustaba sentir el soplo de la muerte acariciando su rostro. Había atinado, sí... pero un fallo en su lanzamiento y hubiera sido yo quien hubiera acabado dañada... o tal vez muerta. Debía ser consciente de ello...

Fuera como fuese, el reproche no duró mucho antes de que la cucaracha empezara a arder espontáneamente y yo mirara sorprendida como iba reduciéndose progresivamente en cenizas. Al menos hasta que caí en la cuenta de lo que estaba pasando y centrara mi atención en Uzumi.

Eso sí, el tufillo a cucaracha quemada hizo que arrugara la nariz con desagrado.

—Ehm... ¿era necesario hacer eso? —le pregunté finalmente, aunque con cierto tono divertido en mi voz.

Hiciera falta, o no, aquello provocó que recordara algo que tenía en mente desde que comenzamos el combate. Por lo que fui hasta la antorcha, la recogí y... posteriormente, avancé hacia el cuerpo/nido. Luego, guardando cierta distancia, observé a simple vista si tenía algo que pudiera ayudarnos en la misión, pues no pensaba tocar para comprobar sabiendo la utilidad que tenía el cadáver actualmente...

Sin mucho más que decir, prendí fuego a las vestimentas y... con algo más de tiempo debido a las dificultades de no tener aceite con el que acelerar el proceso, al cuerpo...

Quizás no era un digno funeral, pero era lo mejor que se podía hacer en un sitio como aquel. Además, si el cuerpo estaba repleto de huevos de insectos de ésos, sería mejor pulgarlo cuanto antes. No queríamos tener que enfrentarnos a una infección de crías de cucarachas más adelante, ¿verdad?

Grettel, con una sonrisa manifiesta en la cara y recobrando el aliento, después de la embestida. Viendo con la oportunidad de tener al bicho patas arriba, cuando percibo la cara sorprendida y de enojo de Juliette, cuando pasa peligrosamente un Kunai cerca de ella, clavándose en mitad de la cucaracha.
Cuando para mi mayor sorpresa veo como desde lo alto de sitio, viniendo por mi espalda una bola de fuego hasta impactar en el insecto, envolviéndole en una llamarada. Retrocediendo rápidamente hacia atrás, para no ser alcanzadas por esas llamas y alzando la mano para taparme boca y nariz, para evitar inhalar el olor desagradable a bicho churrasco.

-“Bien hecho, compis” les digo, mientras incorporándome y echando un vistazo alrededor para comprobar el estado de mis compañeros.

-"Ahora por donde; todavía no hemos encontrado ningún rastro de la doncella ni de su captor”

Ahora con calma, mientras Juliette, improvisa es funeral al muerto, voy observando el lugar

Aguanto estoico la reprimenda de una Juliette furibunda y como bromea con Uzumi por haber incinerado a una de las criaturas. Recojo el kunai y espero paciente a que Juliette termine el funeral por el operario muerto antes de confrontarla.

- Juliette, tenemos que zanjar esto de una vez - mi voz suena con un tono nuevo, enfado - Por qué demonios me odias. Y no me vengas con que el kunai te pasó cerca, me odiabas desde que me viste. Nada más ponerme los ojos encima sólo viste lo que tus prejuicios te mostraron. - Hago una breve pausa recobrando la compostura - Tenías hambre y te alimenté, pudiste haberte visto envuelta en problemas y os protegí. El pervertido de Sebastien pagaba un pico por vuestras bragas y le mandé a la mierda. Voy delante para asegurarme que no corráis peligros innecesarios y sólo pido que te molestes en conocerme. ¿Que me quieres odiar? vale, pero al menos que sea por algo que he hecho, no por algo que asumes que he hecho. ¿Quieres saber de donde salió el dinero de la cena? Fue una recompensa por hacer que las drogas adulteradas que llevaba nuestro simpático transportista enano en la carreta no llegasen nunca a las calles a destrozar vidas. - Hago una breve pausa - Y si crees que mi formación fue en algo deplorable recuerda que a ti te entrenaron para matar y a mi para evitar tener que hacerlo.

Una vez he soltado el discurso a Juliette me dirijo a Grettel - Me pareció ver que te hirieron, asegúrate de que Uzumi compruebe que no te han inyectado ningún tipo de ponzoña. - le digo suavemente y le paso una mano por la mejilla, si se deja, antes de dirigirme a Uzumi con una sonrisa - Espectacular, Uzumi, simplemente espectacular.

Me dirijo a la puerta y escucho atentamente para ver si algo o alguien se dirige hacia nosotros atraído por el ruido.

Al oír a Juliette preguntar sobre si era necesario o no el haber pedido ayuda a los ancestros no pude evitar reír con muuucho nerviosismo, especialmente al voltearme y ver cómo el bicho ese terminó convertido en un higo.

-¡P-Pero...! Es que... Pensé que les iba a dar más problemas... Y quedarme mirando sin hacer nada iría en contra de las enseñanza de los Kami... ¡Así que sí, era necesario!-

Concluí, asintiendo, aprovechando de arreglar mi cabello con ahínco mientras volvía a acercarme al grupo. Me tomaría un buen rato en quedarme tranquila y dejar de hacerlo. 

-Ahora, ahoraaa...- Miré alrededor, pensativa... Y entonces vi a Juliette acercarse peligrosamente al muerto con la antorcha. -¡Espera, espera! Tengo que revisar algo, aún no...- Me apresuré a ir hacia ella y luego de ello... Inmediatamente me puse a revisar el suelo para buscar ese objeto brillante, lo que sea que cayó del cuerpo en un principio y nos alertó de esos insectos raros. Incluso le pedí a Juliette que levantase los pies para ver si es que ella llegó a pararse sobre este.

Eventualmente cuando Juliette comenzase a quemar el cuerpo me apartaría, manteniéndome con la cabeza agachada y los brazos cruzados tras la espalda. Los funerales de ese estilo no eran precisamente de mi agrado, pero sabía mejor que comenzar a inmiscuirme en las tradiciones de los demás, al menos de momento. Era consciente de que no había mucho más que hacer tampoco.

Por suerte todo acabó pronto y ya podríamos continuar con explorando las ruinas... O eso pensé. Que Tanukime increpase de pronto a Juliette me descolocó. No pensé que le molestase tanto el actuar de Juliette. 

-Yo... Yo confío en que Tanukime es una buena persona.- Agregué, sin realmente  saber si debía inmiscuirme mucho más allá o no. -¡V-Voy a... Grettel, aquí!- Y, sin perder más el tiempo, fui corriendo hacia ella, la tomé del brazo y comencé a revisar sus heridas para poder tratarla. No usaría magia esta vez, sino métodos más convencionales y tradicionales: hierbas, vendas, esa clase de cosas.

Miro atónita el cruce el acusaciones entre Juliette y Tanukime, haciendo que me olvidada del dolor en el brazo.

-“Este ni es el sitio ni el momento de echarse en cara lo ocurrido, lo principal y más importante es encontrar lo que hemos venido hacer, investigar las cloacas y el contratiempo del secuestro de la doncella.

-"Ya habrá tiempo de hablar al calor de la chimenea y con una jarra de vino, sobre vuestras diferencias.”

Tras una breve pausa tensa y con voz enérgica, -“Esta claro, compañeros. tenemos que estar concentrados.”

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Mirando a Tanukime; -“Si, me hirió esa cucaracha, ha sido un leve rasguño.”

Ante la caricia de Tanukime, incline la cabeza y haciendo que me sonrojara levemente.

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Ante la voz enérgica de Uzumi, me hizo reaccionar y sacándome de mi ensimismamiento momentáneo y me recompusiera.

-“Voy.” mientras me dirijo al encuentro, me saco el escudo del brazo y me cuelgo a la espada con esfuerzo. ofreciéndole el brazo a Uzumi.

-“Gracias compi.” guiñándole un ojo y sonriéndole.

La reacción de Uzumi fue de lo más graciosa. De hecho, no pude evitar sonreír pensando por dentro:

«Yaaa...»

—¡Oh! ¡Sí! Me ha quedado claro: era súper necesario —contesté, antes de soltar una pequeña risilla contenida.

Sin embargo, cuando... tras la improvisada desinfección de crías de cucarachas (después de que Uzumi buscara lo que quería buscar), Tanukime se acercó a mí para hablarme con aquel cúmulo de palabras... la posible expresión de diversión en mi rostro se fue esfumando poco a poco. Mi gesto pasó primero de la diversión a la sorpresa porque Tanukime me respondiese, luego a la incredulidad, y finalmente al enfado... De hecho, mi ceño se frunció creándome unas pequeñas arrugas en el entrecejo...

¿De verdad le había molestado tanto?

Otras veces había sido más dura que él que en esta ocasión. De hecho, lo que le había dicho no era para tanto como para que reaccionara de la forma en la que reaccionó... y quizás era eso lo que más me irritaba en esta ocasión.

—¿Pero qué te pasa a ti? —pregunté, molesta—. Yo no tengo nada que zanjar contigo.

No obstante, cuando dijo todo lo que había hecho por «mí», sonreí con cierta ironía y me encogí de hombros con indiferencia...

—Yo no te pedí que hicieras nada por mí, así que no me vengas ahora con eso esperando que te dé una palmada en el hombro y te diga: ¡oh, gracias Tanukime~!

Y pensaba continuar con aquella discusión... pero... antes de pudiera hacerlo, Grettel se acercó a nosotros y puso algo de orden. Mientras lo hacía, yo no dejaba de mirar directamente a los ojos a Tanukime. Sin embargo, cuando ella terminó de hablar, suspiré molesta una vez más y miré para otro lado...

—No te odio, y te defenderé si ocurre algo aquí que haga peligrar tu vida. Puedes creerme o no, me da igual... es decisión tuya.

Dicho aquello, le di la espalda y me aparté de él haciendo como la que iba a revisar la habitación por si había algo de utilidad mientras esperaba a que Grettel y Uzumi estuvieran lista para seguir avanzando... aunque solo era pura fachada. En aquel momento lo que quería era cierto espacio.

El individuo parecía una especie de macabro avispero, pegado en una esquina de la pared. Salvo por las extremidades que sobresalían de ese nido, podría pasarse por alto fácilmente. Aunque todavía goteaba un poco, la mayoría de esa masa estaba endurecida, y los aventureros ya habían visto lo que hacía ese líquido cuando se secaba, por lo que ese pobre diablo seguramente llevara muerto un tiempo.

La antorcha hizo que el cuerpo prendiera rápidamente, convertido pronto en una vívida bola de fuego. La chica no iba por mal camino, porque empezaron a llover pequeñas crías de esas cosas por todas partes, que no eran mucho más grandes que unos escarabajos diminutos.

Por suerte, Uzumi había recordado la pieza de metal antes de que Juliette quemara el cuerpo.

Bajo la luz intensa del cuerpo ardiendo, Uzumi pudo leer que era una placa de identificación: Renard Ojosnegros Equipo de limpieza.

Al menos habían encontrado a uno.

En la pared más al norte, incrustados en la pared, una serie de mecanismos avanzados (para ser la frontera, pero muy atrás con respecto al Imperio o a una fortaleza enana) se movían mediante la fuerza del agua del río, que no dejaba de fluir por unas tuberías de metal. En la parte izquierda de la sala se encontraba un barril tumbado, junto a una caja normal de madera, de esas grandes que usan para almacenar de todo, desde fruta a herramientas. En la parte derecha de la habitación, solamente había una especie de escalón de piedra en forma de asiento que cubría la pared de lado a lado, donde descansaban algunas viejas herramientas como un martillo de madera pequeño y un arco de sierra sin hoja.

Cuando me aparté de ellos... mi enfado fue calmándose poco a poco, dejando paso a una ligera sensación de culpa.

Tanukime tenía razón. Desde que le conocí, había sido muy dura con él. Pero... es que era un semibestia, y además ejercía el trabajo de ladronzuelo. ¿Podíamos fiarnos de alguien como él? No es que tuviera nada en contra de los semibestias, no es como si fuera una racista ni nada por el estilo... pero padre decía que cuando se les daba la mano a uno de los de su raza, cogían el brazo entero y se aprovechaban de aquellos que habían sido considerados con ellos.

... y yo sólo quería evitar que aquello pasara.

Pero...

...

...pero a pesar de todo, Tanukime... no aparentaba ser nada de lo que padre me había inculcado respecto a los suyos: parecía educado, guardaba ciertos modales, y... a pesar de algunos coqueteos con Grettel, no parecía tener malas intenciones con ninguna de nosotras tres. Además... no podía negarlo pero... era guapo.

¿He sido dura con él?

Quizás sí... Lo admitía. Pero no debía culparme por ello. Yo no había hecho nada malo. O, al menos, no tanto como para que reaccionara de la forma en la que reaccionó... ¿verdad? Fuera como fuese, sin saber bien porqué, me topé con el barril y la caja de madera... y, quizás para despejar un poco mi mente de posibles autoacusaciones, decidí dar vía libre a mi intriga y ver qué había dentro de ella.

El crujir de la madera añeja de la tapa superior al separarse del borde resonó con eco en la sala. Juliette miró dentro. Todo estaba oscuro y la promesa de tener algo valioso dentro debido al peso empezó a crecer en ella. Primero vio un punto brillante, luego otro apareció de la nada. Juliette intentó separarse cuando una pinza salió repentinamente de la caja y agarró su mano.

Nadie se lo había contado, pero las leyendas de cofres malditos eran ciertos. Ahora lo había comprobado ella misma. Había caído, en la trampa, de un mímico.