Los jóvenes se ponen en marcha. Sacando fuerzas de quién sabe dónde, tiran de esos artilugios llamados rickshaws como si fuesen una simple estructura de papel. En vuestro trayecto por la ciudad, volvéis a pasar por delante de los lujos y excesos del Cathay y, progresivamente, la jungla artificial se va masificando. Llegado el momento os veis esquivando a otros rickshaws que vuelan a izquierda y derecha. Vuestros chicos y los que vienen de frente se saludan con cierta cordialidad. Parece que en Shanghái, si tienes un amigo, eliminas a un potencial enemigo, y más si vives en la calle.
Atravesáis nubes de humo producidas por freidurías callejeras que salpican aceite a discreción, tenderetes donde se sacrifican animales en plena calle, a elección del comprador, y... Buaj, ¡cómo odiáis la costumbre de los chinos de escupir continuamente!
Os adentráis en el corazón del Asentamiento Internacional hasta que los jovenzuelos se detienen frente a un edificio con tintes occidentales es su estructura, aunque los ribetes en las columnas delatan su mano de obra. Es un edificio de dos plantas de ladrillo rojo. La entrada lleva un arco de madera grueso y sin muchas florituras. Arriba, las columnas que ascienden hacia lo alto, sostienen un techo negro con una especie de terraza, aunque desde abajo es imposible distinguir si es practicable o no. Es allí donde ondean varias banderas correspondientes a las naciones del Asentamiento Internacional. Es la británica la que ondea en el centro y por encima del resto.
Sobre la puerta, es un magnífico grabado sobre piedra, reza:
COMISARÍA DE POLICÍA - ASENTAMIENTO INTERNACIONAL
警察局 - 国际结算
Entráis.
Continuamos en la ESCENA 2: BASSERMAN Y EL CADÁVER.