Partida Rol por web

Las cosas empezaban a dibujarse bonitas, a pesar de que el latigo había desaparecido el enemigo ya estaba claro y a alcance, había entrado en cuerpo a cuerpo y en ese sentido John podía hacer un poco mejor las cosas que ha distancia. Inmediatamente pensó en mantenerlo a esa distancia inicial por lo que fue casi un acto reflejo el lanzar su mano hacia el enemigo para sujetarlo y mantenerlo a corta distancia y con la misma lanzarle un golpe al pecho sin soltarlo en ningún momento al tiempo que gasta un punto de sangre para fortalecer todos sus músculos, estando en cuerpo a cuerpo ya era algo personal y sabía que el enemigo tenia igual capacidad de daño por la distancia.

En ese momento John no pensó. Actuó de manera instintiva y agarró rápidamente al hermano de clan que tenía frente a él, para que no escapase, con tal fuerza que el hombre perdió el pie un momento y el político fue capaz de acertarle un golpe en pleno esternón propinado con toda la fuerza de que fue capaz. El cainita encajó el golpe sin verlo venir y, por unos momentos, quedó bloqueado. 

En ese momento Zaina había vuelto a la carga. Con la velocidad propia de los Assamitas lanzó un tajo de una de sus armas al Lasombra que más cerca tenía. Éste fue capa, sin embargo, de volatilizar su hombro en el último momento, por lo que el exótico cuchillo atravesó limpiamente una capa de humo negro. Sin embargo, el segundo arma de Zaina volaba ya en dirección a su pecho y él ni siquiera se había percatado. Se clavó en él segundos antes de que se diese cuenta, atravesando justo el lugar que ocupaba el corazón. Pero el ataque no quedó ahí, sino que Zaina desgarró el pecho del hombre hacia un lateral según extraía el arma, haciendo brotar una cantidad de Sangre que John no creía que pudieran tener dentro, y después le rebanó la cabeza con las dos armas de un limpio tajo. 

La Assamita no se detuvo ahí, sino que se volvió de nuevo, justo en el momento en que la mujer dirigía hacia ella una lanza que surgía de su propia palma, fabricada con un humo que parecía haberse vuelto denso por completo. 

Sin embargo, John no pudo ver cómo terminaba aquel encuentro porque el Lasombra que tenía enfrente se enderezó por fin, dispuesto a devolverle el golpe. Sin embargo, el hombre lo tenía tan fuertemente agarrado, que apenas pudo coger fuerza y su puñetazo, dirigido al hombro del brazo de John que lo sujetaba, no surtió el efecto deseado, pues John apenas sintió un leve golpe sin mayor consecuencia. 

Aquello le permitió un instante para echar un vistazo a los dos Malkavian, por si acaso, pero ninguno de ellos se movía. Ambos se mantenían de pie, cada uno en un extremo del callejón, con la mirada fija el uno en el otro a pesar de todos los que se estaban moviendo por medio, sin parpadear, sin moverse un centímetro. En sus rostros se reflejaba la concentración y sus labios estaban prietos, ambos parecían estar haciendo un gran esfuerzo, pero ¿qué estaría pasando? Tras fijarse más detenidamente, el político descubrió que sus ojos, a pesar de no haber cambiado de color, estaban totalmente mates, no tenían brillo ni expresión alguna, como si fueran cáscaras vacías en ese momento, leves reminiscencias de lo que un día fueron...

Las cosas empezaban a salir bien para el equipo y sin duda alguna John no se quedaba atrás a pesar de ser un novato en el mundo de la noche, él había logrado asestarle un muy buen golpe a una criatura más antigua, Zaina por su parte parecía una carnicería ambulante, había tazajeado a su contrincante sin darle a este chance de preguntarle como quería los cortes y Evan y el otro sujeto, bueno solo ellos saben lo que estaban pensando, no parecía nada fácil, los golpes en la mente siempre eran más dificiles de sanar que los físicos así que mejor ni asomarse por allí. 

No obstante el objetivo de John estaba a menos de 30 cms de distancia y no con Zaina o Evan, este logro un amague para golpearlo pero fue ineficaz, más por la experiencia de combate cuando humano John sabía que la suerte no tocaba 2 veces y debía culminar a este enemigo lo más rápido posible, más no tenia ningún objeto afilado en el que pudiese apoyarse salvo sus colmillos y ya que tenía a su enemigo bien sujeto pensó en recargar su reserva y debilitar al contendor al mismo tiempo restandole sangre con la cual apoyarse.

En un movimiento rápido libero sus colmillos al mismo tiempo que se traía las venas del cuello del enemigo hasta la boca y hundía sus colmillos para empezar a drenar su sangre y restaurar su reserva al máximo. Posiblemente eso le permitiría acabar el combate y poder asistir a sus compañeros.

Zaina pareció captar la mirada de John mientras se movía como una flecha rodeando a la Lasombra que la enfrentaba. 

-Están luchando en la Umbra -le dio tiempo a advertirle-, nada podemos hacer nosotros ya... ¡John! ¿Qué coño haces?

Pero el hombre ya no la escuchaba. Había clavado sus dientes en el cuello de su contrincante, manteniendo férrea la presa del brazo con la que le rodeaba el cuello sin permitir que éste se moviese, y estaba succionando, disfrutando del sabor de la sangre nueva.

En ese momento llegó el ataque de la mujer contra la que la Assamita peleaba y ésta tuvo que volver a concentrarse, defendiéndose a duras penas. Pero aquello no fue lo único que sucedió en ese preciso momento. Justo cuando Zaina recibía el golpe de las sombras dándoles un tajo con sus armas curvas, el cuerpo inerte de Evan cayó al suelo. 

-¡Evan! -gritó la mujer, pero el cainita no se levantó. 

En el mismo instante, John había dejado de prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, así que no se percató de que el brillo de los ojos había vuelto al rostro del Relaciones Públicas. Tampoco de que el cuerpo de su compañero se desmigajaba, desvaneciéndose en polvo, como si el paso del tiempo que había vivido hubiese hecho mella en él todo de una vez, esparciendo sus migajas al viento. 

Zaina sí lo vio y la llama de su ira se encendió en la mirada de la joven guerrera. Estaban empezando a perder la ventaja que habían logrado segundos atrás y además acababa de caer un vástago a su cargo. Así que gritó. No fue un grito de miedo ni de dolor, sino de rabia. Si John hubiera estado contemplando la escena, habría advertido, no sin cierto asombro, que parecía como si sus músculos se contrajesen todos a la vez; habría visto lo que nadie había visto nunca, que una mujer negra empalidecía, de pronto, sin previo aviso, hasta límites jamás sospechados para una persona de color. 

Pero John no prestaba atención. Así que no se dio cuenta de que, de pronto, la Assamita se movía cien veces más rápido que antes. De pronto sus golpes eran cincuenta veces más contundentes. Zaina falló un primer intento, pero seccionó de un certero movimiento apenas perceptible el vientre alto de su contrincante y le sacó el corazón de un tirón, con la otra mano, al segundo. Después, sin esperar siquiera una fracción de segundo, soltó las armas y se plantó tras la Lasombra, a quien arrancó la cabeza de un fuerte tirón retorcido. 

Sin embargo, aquello fue su derrota, pues tras caer el cuerpo de su enemiga al suelo, desplomándose como el peso muerto que era, no pudo evitar girarse rápidamente para enfrentar al joven Malkavian que quedaba, sin percatarse de que, efectivamente, era un Malkavian. Así que, en su rápido movimiento, lo miró a los ojos. Y entonces para ella todo desapareció.

Pero claro, de nada de aquello John se percató. Había cerrado los ojos merced al gusto que estaba sintiendo mientras bebía. Cuando se sació, continuó succionando, a pesar de que el espeso líquido, gélido cual hielo, se le escapaba por las comisuras y caía sobre el ya gran charco del suelo. 

De pronto Zaina cayó al enlosado, sujetándose la cabeza con ambas manos y comenzó a gemir de forma lastimera, como nadie se habría imaginado jamás que haría un Assamita. Y el Malkavian se acercó a ella, triunfante, dispuesto a dar el golpe final. 

Pero John continuaba sin percatarse. Estaba tardando más de lo que había pensado que tardaría en un momento e incluso, durante unos segundos, pareció que su presa iba a lograr escaparse, pero no fue así. Finalmente, el político no pudo succionar más. La última gota de sangre del Lasombra al que se había enfrentado cayó al suelo y entonces comenzó a percatarse de algo... allí dentro había algo más. Una sombra, una reminiscencia... un... ¿alma? Algo le decía que su acto no había terminado todavía, para bien o para mal. 

Zaina dejó de gemir repentinamente. Su cuerpo quedó inmóvil y sus ojos se tornaron opacos, apagados. Los del Malkavian también.

Entonces John, ajeno a todo lo demás, se dio cuenta de que tenía razón. Aquello no había terminado aún... no al menos hasta que todo... todo  fuera absorbido. Así que John, a pesar de saber que no había más sangre y sin tener mucha idea de qué más hacer, succionó de nuevo. Y entonces esa sombra, esa reminiscencia, desapareció. 

El Malkavian abrió los ojos y su mirada brilló, reflejando la perniciosa sonrisa que esbozaban sus labios. La Assamita, inerte, inmóvil, desapareció. Se volatilizó. Se deshizo en polvo y niebla...

Y de pronto John cerró los ojos de nuevo, fuertemente; segundos después se sintió mejor. Su cuerpo se revitalizó, su cabeza se colapsó de información y sus músculos se agarrotaron. Cayó de rodillas al suelo, libre del apoyo del otro Lasombra, que se había desvanecido también, en polvo y humo, y apoyó las manos contra el sucio pavimento. Y entonces de nuevo abrió los ojos. Ahora era alguien diferente, no sabía si mejor o peor, pero era diferente. No sólo por todo aquello nuevo que sentía, sino por la bestia alojada en su interior, algo que hasta ahora no le había costado mantener bajo control, pero que en ese momento sintió hacerse más fuerte, sintió crecer. Por suerte, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, John aún pudo resistirla... a duras penas. 

Aquello fue lo que asustó al cainita y lo hizo volver a la realidad. De pronto alzó la cabeza y contempló el panorama: el Lasombra que Zaina había matado previamente yacía en el suelo, en medio de un charco de una sangre que dudosamente sería toda suya puesto que la mujer que atacaba a la Assamita se encontraba también descabezada a su lado, con el corazón tirado enfrente. De Zaina, sin embargo, y de Evan, no había rastro... tan sólo dos montones de polvo, similar al que él mismo tenía a sus pies, al lado de un exultante Relaciones Públicas que ya había elegido su próxima presa y se acercaba hacia él, paso a paso, lentamente, tratando por todos los medios de captar con sus ojos la mirada del joven neonato...

John lo había logrado, logro terminar con uno de los enemigos, sin embargo, la suerte para Evan y para Zaina había sido muy diferente, solo el polvo ocupaba los lugares donde sus cuerpos estaban, las Relaciones Públicas para ellos habían sido infructuosas, ese sujeto, había algo en sus ojos que podía destruir a sus contrincantes, John no tenía idea de que era, también podía sentir la mirada de este sobre él, buscandole, no debía mirarle, no debía...!

Por otra parte la experiencia fue nutritiva, John sentía una mayor fuerza en él, su conocimiento en el arte de las sombras fue sutilmente refinado, al menos por el momento y era algo que debía utilizar a su favor, necesitaba un arma, el cuchillo de Zaina, quizás eso le podía servir, el problema era que estaba cerca del cuerpo del Relaciones Públicas sin embargo, era la única carta que podía jugar, tener en sus manos a toda costa ese cuchillo y asi intentar batallar con el monstruo que mato a sus compañeros.

El callejón era oscuro, era su ambiente solo debía estirar las sombras, hacer de estas sus más fuertes aliadas, y de repente así fue. John pudo alar 6 (ó 9, que hacemos con el 10? xD)metros de densa oscuridad en su área intentando hacer seguro el camino hacía el arma de Zaina, ganando cobertura para sí e intentando despistar al último enemigo!

No había sonido en aquella nube solo oscuridad y un terrorífico camino a la victoria o la muerte!

John consiguió ensombrecer el callejón para no tener que mirar al Malkavian a los ojos... y para que éste tampoco lograra mirarlo a él. Y entonces echó a correr.

"Buen truco" escuchó entonces en su mente "pero recuerda que tengo más que ojos...".

John alcanzó el cuchillo y descubrió que su gemelo estaba al lado, los agarró los dos, uno con cada mano, pero entonces notó un severo empujón y algo lo lanzó callejón adentro, haciéndolo rodar por el suelo. Aquello no se lo había visto venir, así que le pilló por sorpresa y lo sacó de la zona de sombras, golpeándolo con la pared, que frenó su viaje por el asfaltado. Ambos cuchillos salieron disparados de sus manos.

El Relaciones Públicas se acercó a él, despacio. Saboreaba su victoria. Pero entonces algo sucedió. Un clack, un chasquido, un silbido. Y de pronto la cabeza del Malkavian salió disparada hacia arriba y Nadia apareció, saltando desde un tejado. 

-Perdonad la tardanza -dijo, corriendo en su dirección- los otros dos han sido muy duros de pelar... He matado a uno pero el otro ha escapado... -entonces se percató de la escena- ¿qué ha pasado aquí? ¿Dónde está Evan...? ¿Y Zaina...?

Miró a John, inquisitiva.

Al momento que John  toma los cuchillos y piensa que puede tener algo de control de la situación el Relaciones Públicas le demuestra que esta muy distante en cuanto a poder de él, con la misma que toma los cuchillos sale empujado fuera de la zona de sombras, se encontraba expuesto y con la misma que tomo pierde lo único que podía darle una posición de ventaja, los cuchillos, al parecer sus noches iban a ser más cortas de lo que este esperaba pues pocos metros le separaban de su enemigo., y este ya escribía el destino.

Repentinamente algo cambio, tres sonidos muy sutiles y apenas perceptibles y luego el volar de la cabeza de aquel enemigo que amenazaba la existencia de John al tiempo que Nadia caía desde uno de los tejados, el peligro había culminado pero bajo un altísimo costo, 2 de los 4 compañeros de equipo habían caído, John se incorpora, recoge los cuchillos de Zaina y con ambos en las manos responde mientras los ve, Cayeron en batalla, ese sujeto era demasiado poderoso y si no es por tu llegar yo también habría caído, yo elimine a mi contendor, pero Evan bueno allá estan sus cenizas y Zaina acabo con tres pero contra ese no pudo, John cae sobre una de sus rodillas, DEMONIOS ERA MUY FUERTE!, dice con lamento en su tono de vos, se incorpora nuevamente camina de prisa hasta hasta las ropas de los enemigos caídos y rompe 2 trozos de tela para intentar colectar las cenizas de los ya muertos compañeros de equipo, una para Zaina y otra para Evan.

Qué hacemos ahora? creo que deberíamos regresar a el Elíseo...

Dice a Nadia esperando respuesta de esta.

Nadia tragó saliva al escucharlo, más por costumbre que porque lo necesitara. Se armó de valor y levantó la cabeza... 

-Al menos sus almas podrán descansar en paz, al fin -murmuró; después vio lo que estaba haciendo John y le puso una mano en el hombro-; no te molestes, se habrán desvanecido antes de llegar al Elíseo... llamaré a alguien para que limpie esto -terminó, señalando a los dos cuerpos que Zaina había vencido. 

Entonces, ayudando a John a levantarse, se encaminó hacia la salida del callejón.

-Vámonos antes de que alguien nos vea cerca... llévate las armas de Zaina, si venciste a uno de ellos en una de tus primeras noches, ella estaría orgullosa, seguro que querría que las tuvieses. 

Mientras caminaban en dirección al Café Gijón, el cainita tuvo un momento para observar detenidamente sus nuevas armas. Se trataba de dos espadas curvas, parecidas a cimitarras, pero algo más cortas, gemelas. El filo estaba sólo en el lado exterior, mientras que el interior había sido repujado con filigranas de plata. La empuñadura, por otro lado, asemejaba dos enormes dragones abriendo la boca y el fuego que éstos expulsaban se extendía por las hojas a modo de grabado. 

John escucho atentamente las palabras de Nadia, era una pena que ni las cenizas de ellos se pudieran conservar, habría sido agradable el continuar luchando al lado de estos.

Ya, camino al Elíseo John pudo detallar las cuchillas, eran hermosas, su diseño era muy delicado, luego recordó, la tarjeta, y miro a su superiora para preguntarle, Nadia, ese sujeto me dío una tarjeta, ese último, de donde será? se puede hacer algo con ella?

Nadia observó la tarjeta que John le tendía.

-Sí, es posible que logremos algo. Dásela a Rafael o a alguna de sus arcontes cuando os reunáis de nuevo, yo tendré que dar parte de lo encontrado al grupo de Vigilantes de Aarón y de... en fin, de Zaina y Evan... -terminó, un poco apesadumbrada, bajando la cabeza. 

John cogió la tarjeta y se la guardó. Ambos iniciaron su camino entonces en dirección al Elíseo. No hablaron mucho, cada uno pensaba en sus cosas. Las horas habían pasado, los acontecimiento se habían sucedido, había mucho que contar... y mucho que reflexionar.