Una figura encapuchada merodea por el centro a altas horas de la madrugada. Llueve, así que el hecho de llevar capucha no llama demasiado la atención. Entra en un local, una tetería medio escondida en una calleja cerca de Las Descalzas. Le hace al dueño un saludo con la cabeza y, sin mediar más palabra, avanza hasta el fondo, hasta una puerta de la que un gran letrero pende. Pone "privado". La figura, sin sacar las manos de los bolsillos en ningún momento más de lo necesario, atraviesa el umbral y se adentra en la habitación contigua. Allí se desemboza. Su larga melena roja cae por su espalda. Se quita la chupa de cuero y se sacude un poco.
-¿Eileen? -pregunta dubitativa otra joven que la espera dentro.
Entonces la mujer que acaba de entrar la mira directamente, desafiante. En sus ojos brilla la ira y de su boca escapa un hilillo de sangre.
-No -dice la misma que ha hablado, de ojos azul claro y un moderno peinado corto entre negro y morado- Maeve.
-Casi me atrapan. ¡Condenado Sabbatt! -responde Maeve- me he topado con una manada de Lasombra... el neonato que venía conmigo...
Se calla, baja la mirada.
-Lo siento -dice la otra- yo ni siquiera he podido llegar a ellas... es decir, no las han encontrado, pero había un gran número de Tzimisce vigilando la zona. Creo que saben que están por ahí.
-Tenemos que buscarnos otra forma de hacerlo -asiente Maeve, mientras se limpia el reguero de sangre con una mano, que luego relame hasta dejar limpia-. ¡Caín! ¡Por poco no lo cuento, Azara!
-¿Cómo te has librado?
-Escalando -y a la muda pregunta de la otra joven, que levanta las cejas esperando más, continúa riendo-: soy trapecista, ¿recuerdas? He corrido por un cable del tendido y los he despistado. Pero mi buena paliza me he llevado antes.
-¿Estás bien? -la nueva voz proviene de la puerta, un hombre adulto, con el pelo largo y ojos negros como la noche acaba de cerrarla tras de sí- acabo de venir de hablar con Helena y Álex. Aarón lleva tiempo detrás de una manada de Lasombras. Si los vuelves a ver, Maeve, corre. Son de los más peligrosos que hay por aquí. Y esos Tzimisce que dices tú, Azara, por lo visto también están armando gran revuelo. Además, hay unos cuantos renegados liderados por alguien que no sabemos qué es, que también están empezando a adquirir poder. Son nuestros tres objetivos principales.
-Vaya, al menos tenemos al fin algo concreto -responde Azara- ¿y los demás?
-A otras cosas. Nosotros tenemos nuevos planes -responde Rafael, que así se llama el recién llegado-; parece ser que mi fama de sentimental les ha hecho gracia... y como eso de educar chiquillos por los que no había permiso previo parece que se me da bien y que logro que lleguen a límites insospechados en lo que a poder se refiere -dijo señalándolas a ambas con las palmas extendidas, esbozando media sonrisa sesgada- han decidido que me toca recoger a los nuevos. Nos quedamos con los errores, los chiquillos inesperados y los de las emergencias.
-Fantástico, más hermanos pequeños -sonríe la de pelo corto.
-Oh, sí, fantástico... -Maeve no lo tiene tan claro.
-Ah, y tenemos Elíseo. Al menos provisionalmente -añade Rafael con una sonrisa- es un lugar llamado Café Gijón, en la calle Arenal, muy cerca de la Biblioteca. El dueño es un aliado de Ángela y cuando cierran al terminar las cenas, ella lo vuelve a abrir... al menos para algunos VIP.
Las dos mujeres sonríen.
-Mi pequeña Ángela -dice la más joven, Azara- qué maravilla de Guardián.
Rafael sonríe, asiente con la cabeza.
-Es hora de irse. Vamos a casa, pronto amanecerá. Mañana empezaremos el reclutamiento, mañana será otra noche.
Azara sonríe, se levanta, coge su impermeable y lo sigue rápidamente, como si de su propia sombra se tratase. Maeve se queda un momento más en la habitación, a solas. Se mira el esmalte de uñas roto en la pelea.
-Esto se nos está yendo de las manos... Eileen, no creas que voy a aguantar despierta mucho más...
Finalmente suspira resignada. Vuelve a ponerse su chupa de cuero y sale al exterior, tras sus dos compañeros. Los tres se alejan con paso rápido, por calles céntricas, donde algunos de los mortales más madrugadores empiezan a salir, amparados por el incipiente bullicio y al abrigo de las sombras aún.
El frío se está asentando en Madrid. Las calles comienzan a amanecer mojadas y llenas de hojas secas. El otoño avanza y lo que al principio fue para la Camarilla una heroica lid se está convirtiendo en un exterminio.
Pero esta noche se han llevado a cabo reuniones. Se ha debatido y se ha decidido. Esta noche los planes se han pergeñado y las cosas, poco a poco, tienen que cambiar... más les vale.