El mosquetero se contagió de la sonrisa. -Esos dos se merecen todo lo malo que logréis que les suceda.- dice el Boggan con cierta alegría vindicativa. -Me aseguraré de que nos os dejen de lado. Seguro las cortes querrán actuar cuánto antes. Incluso el barón MacBeth tendrá que admitir que atrapar a esos Thallain es prioridad. Y ya que Errol parece haber demostrado capacidad de trabajar en equipo...- dice mirando al pelirrojo.
-... Es posible que tenga que salir más de la corte de vuestro señor. ¿Eh, Fawda? Supongo que vendrá como una sorpresa para todos los reinos escuchar el nombre de un advenedizo elevarse más allá de sus... capaces consejeros- dice el mosquetero entre dientes con visible malicia.
-Seguro podemos tratar este asunto con más discreción- dice el Eshu con visible incomodidad, mirando seriamente a Errol. -Perseguir y atrapar a los Thallain requiere más que lanzarse ciegamente a la acción. Habéis corrido con demasiada suerte. Pero incluso el gran D'Orsigny tendrá que admitir que las cosas hubiesen podido salir muy mal y estaríamos hablando ahora mismo de la última cena de un basilisco- dice, restando mérito a vuestras hazañas.
-Es preferible que la experiencia prime sobre la temeridad- dice, elevando el rostro en una apariencia de falsa sabiduría.
-Patrañas. Yo mismo les he entrenado y guiado. No me esperaba menos. En peores peligros he estado yo, y no he contado con más que un puñado de buenos consejos de una buena mentora- dice mirando a Deanna con una sonrisa amable -y mi fiel Mordedora.- dice encarando al Eshu.
-Mis pupilos ya están listos para hacerse un nombre propio. Y es innegable que lo que han hecho por la baronesa es más de lo que has hecho tú- comenta.
-Es suficiente- dice la baronesa y ambos Kithain guardan silencio. La baronesa, como una estatua de hielo, se impone con su gélida presencia.
-Al margen de lo sucedido, es cierto que os debo mi eterno agradecimiento. Habéis demostrado inigualable valor y sin vuestra ayuda, no habría podido recuperar a Alice, ni hubiésemos descubierto la siniestra presencia de los Thallain y de Anna White. Os aseguro que Cnag Chócaon recibirá su castigo y que cerraremos los accesos no autorizados al Ensueño. Por eso también os agradezco, sin vosotros no habríamos descubierto al traidor ni el peligro del túnel serpenteante. Yo tengo una idea de las artes de Anna White, y quitaremos el encantamiento sobre la pequeña Alice.- dice respirando.
-También tendréis mis recomendación ante la corte del duque, para que la autoría de vuestros actos no sea usurpada, ni vuestra ayuda sea desestimada. Os ofrezco también una recompensa por vuestros actos...- dice mientras se dirige hacia el escritorio, y saca un pequeño objeto metálico que brilla como el oro. Un objeto circular que cabe en la palma de la mano y que tiene el aspecto de un guardapelo, que tiene grabado un árbol blanco. Lo abre para revelar una superficie blanca y una flecha negra. Una brújula.
-Este artefacto ha pertenecido a mi casa por muchas vidas mortales. Ahora os lo ofrezco como regalo. Es una brújula de aventuras. Cuando estéis en el Ensueño, os puede guiar a Búsquedas, aventuras y peligros, pero también a grandes descubrimientos y tesoros.- dice extendiéndola hacia Orsi, quien la recibe con una venia.
-En cuanto a Errol, sé que no hacéis parte de la misma cuadrilla. Pero te ofrezco mi respaldo ante el duque y los barones cuando lo necesitéis.- dice con un asentimiento.
-Descansad un poco más. En cuánto estéis listos para partir, os liberaré de vuestro juramento- dice la baronesa. -Neakail. Cuando estéis listos para partir. Quisiera hablar contigo- añade la Sidhe.
Decidme si queréis hacer algo más, o descansáis y si no, pasamos al cierre y al epílogo.
En términos de juego, lo que te ofrece la baronesa es la oportunidad de anular el defecto Mentor Peligroso en una situación importante en donde lo puedas necesitar.
Hinché el pecho en cuanto el jefe dijo que no era un basilisco cualquiera. Desde luego que no lo era, y sin embargo nos lo habíamos cargado. Bueno, algunos de nosotros, mientras otros intentaban esconderse o huían como conejitos. Pero no iba a decir eso delante de todos, claro que no. Aunque sí podía mostrarme orgulloso. Me lo había ganado.
Más orgullo mostré cuando habló el sátiro señalándonos a ambos. Vale que me estaba dando parte del mérito de lo que había sido cosa suya. Pero también nos estábamos repartiendo el de habérnoslo cargado, así que no sería yo el que aclarase el malentendido.
Sin embargo, cuando Fawda contestó, fruncí el ceño.
—No ha sido suerte, estaba todo controlado —protesté.
Y era cierto. Estaba controlado lo más importante, al menos: cómo huir si las cosas se ponían feas. O al menos así había sido casi todo el tiempo. Así que miré a Fawda de buen humor, alzando las cejas.
Sin embargo, cuando el viejo volvió a hablar, no me gustó tanto lo que dijo. Iba a protestar de inmediato, pero el silencio que la baronesa sembró también me quitó esa idea. Por el momento.
Escuché su agradecimiento y cómo enumeraba las cosas que no habrían sido posibles sin nosotros. Me faltó la mención al basilisco, pero qué se le iba a hacer. Quizá esa mujer no era consciente de la heroicidad que suponía. Salvo que ese fuera el peligro del túnel serpenteante, que podía ser. Vaya eufemismo. Putos sidhes.
Acto seguido me froté mentalmente las manos cuando habló de una recompensa. Fue una decepción ver que no era una para cada uno, sino una para todos, y que se la daba al viejo. Eso sí era marginarme, por pelirrojo. Miré a Fawda, valorando si reclamar un pago por mis servicios, pero oír mi nombre de boca de la mujer y lo que dijo después me quitó esa idea de la cabeza. No era idiota. Su respaldo para mí solo podía ser mejor que una brújula de mierda dividida entre cinco. Podría ser útil, por ejemplo, si esa brújula acababa dividida sólo entre uno, en mi bolsillo. Por ejemplo, no es que pretendiese robarla ni nada.
—Muchas gracias, baronesa —dije con una pequeña inclinación.
Después me dirigí hacia el viejo. Me había decidido a ser educado. Dejaría las cosas claras, pero con tacto.
—Señor D'Orsigny —enuncié con tono de respeto, como si de verdad ese anciano pudiera tener mucho que enseñarme—. Habéis entrenado muy bien a vuestros pupilos, es lógico que no tengáis dudas al respecto. Os habéis ganado con trabajo el derecho a enorgulleceros. Si no fuera por ellos yo quizá estaría en una casa ardiendo, o la tal Anna White me hubiera arrancado un brazo como un mordisco. O ni siquiera habría llegado allí al no tener un fuego fatuo al que seguir —enumeré, asegurándome de nombrar aportaciones casi de cada uno, antes de seguir con seriedad—. Pero las cosas como son. Si no fuera por nosotros —enuncié señalado a Fawda con la mirada— ellos estarían en el estómago de un basilisco, o trabajando para él tal y como estuvieron a punto de jurarle que harían. Hacéis bien en reclamar la gloria de vuestros éxitos, pero no merméis los méritos o la contribución de los demás. Os hace parecer poco más que un maldito viejo cascarrabias.
Vale. Quizá con ese final me había dejado llevar un poco, pero esperaba que el resto pesase más. Aunque si no, ¿qué iba a hacer? Intentar atropellarme con su carrito de la tercera edad.
Dicho aquello me giré hacia los demás. Quizá no les hiciera gracia lo que acababa de decir, pero yo no podía evitar sonreír.
—Bueno, chicos. Si antes de partir adonde sea os apetece, podríamos tomar algo. —Miré al sátiro—. Me han dicho que hay un bar cojonudo llamado el Ensueño.
Y es que lo de ir en busca de los asquerosos esos podía ser importante... Pero no me parecía tan urgente como para no recuperarnos antes en condiciones. Y recuperación sin cogorza, ni era recuperación ni era nada. Además, ver a Neakail y a Leonore borrachos tenía que ser la hostia. Y a Deanna... Bueno, a Deanna también, aunque por otras cosas bien distintas. ¿Parecía que ya estaba cogida? Sí. Pero no sería la primera vez que las tornas cambiaban.
- Eh oye, pelirrojo.- dijo, antes de que el chico se marchase, después de haber escuchado cómo asociaba las palabras "maldito viejo cascarrabias" con Orsi- Ahora que caigo al verte con tu compañero, juraría que se me metió una pelusa en las orejas... Y que seguro que no te escuché decir su nombre en el túnel, cuando matamos al basilisco, después de que le echásemos el muerto a Magog y Sir Andreas. - dijo, con expresión pensativa- Que sin la ayuda de Fawda no lo habrían conseguido. Que era un puntal. O algo así. ¿Es el mismo Fawda? ¿En carne y hueso? -mencionó, suspirando finalmente, antes de hacer un gesto como de quitarle importancia al asunto- Bah, todo el mundo sabe que los gatos no saben lo que dicen. No me hagas caso.-concluyó, dedicándole un guiño, al pelirrojo, y acto seguido devolviendo la sonrisa a Orsi- Una gran mentora, sin duda.-indicó, suspirando- Cualquiera diría que es gracioso que tuviese cientos de aprendices y que a día de hoy varios se encuentren en la misma sala.-dijo, mirando a Errol y a Orsi, alternativamente, antes de señalar al primero- Mándame un directo por Instagram. Si buscas mi nombre en google seguro que te sale, que tengo pocos seguidores. No es como si te fuera a hacer caso o algo, pero vaya, supongo que tendremos que hablar...-concluyó.
- Lady Ban, os agradezco en mi nombre, y en el de mis compañeros, vuestro presente.-dijo, levantándose, ahora sí, con cierta dificultad por el dolor de las quemaduras, para inclinarse ligeramente, aún arrebujada en su manta, y acercarse a mirar la brújula, con la curiosidad propia de los gatos- ¿Puedo... Puedo tocarla, Orsi?- preguntó, aunque ya estuviese apoyando los dedos sobre el objeto, y lo hubiese olisqueado un poco.
Desconocía el dato que daba Kyran, así que tuvo que mirarle cuando rebeló lo que habían hecho creer a las quimeras. Jamás se permitiría el lujo de reflejarlo externamente, pero por dentro pudo sentir la dulce caricia del alivio. Lo que vieron por fuera, fue un mero asentimiento por su parte.
Las viejas rencillas entre Orsi y el tal Fawda le eran un poco ajenas. Era evidente la hostilidad entre ambos, pero su mentor nunca había dado muchos detalles al respecto. Se perdió en el debate a dos, hasta que Lady Ban zanja la riña y toma la palabra. El nocker no pierde entonces detalle de lo que después acontece.
Dio gracias interiormente de que la brújula fuera depositada en manos de Orsi y no en otras. Él haría un uso justo y no como otros... pelirrojos que también acaban hablando para ofender ¿y para acusar de qué? Si no fuera por la presencia de ciertos personajes, hubiera ladrado con ganas, con rabia. Pero ahora mismo solo le importaba la opinión o el juicio de un par de personas, que pedirían mas detalles si lo creían necesario. Lo que pensara el resto le traía sin cuidado.
- Yo contigo no voy a tomar nada... - le dice siseante al pelirrojo. La idea le ponía los pelos de punta. No tenía bastante con soportarlos en los últimos días, como para hacerlo más tiempo del estrictamente necesario.
Aprieta los dientes y trata de pasar pagina del pensamiento desagradable, emanado directamente del ogro que en él habita. Luego su tez se suaviza, para pasar a lo que realmente le importaba.
- Me reafirmo en al agradecimiento por el presente, os garantizo que será bien usado, tal y como merece. - le acaba diciendo a Lady Ban con respeto, sin esperar que le pida hablar. La petición empaña un poco su curiosidad por la brújula, desviando el foto de atención. - Por supuesto, Baronesa. Hablamos cuando gustéis - le dice tratando de ponerle una máscara a su abrumación.
Las palabras de Errol causaron un tensionante silencio en la sala, mientras la mirada de Orsi se posaba sobre él, pero antes de que dijese nada, la intervención de Deanna causa una extraña impresión y entonces el Boggan estalla en una carcajada sonora, se acerca al pelirrojo y le pone la mano en el hombro.
-Me agradas chico. Me recuerdas a mí- dice jovialmente. -Si alguna vez necesitas protegerte del barón o de sus consejeros...- dice mirando a Fawda, quien mira con gran seriedad al Clurichaun -...cuenta conmigo- dice y le da una palmada amistosa en la espalda, todavía risueño y de buen ánimo.
-Claro que sí- dice ante la petición de la Pooka -Pero si no os molesta, quiero examinarla también un poco luego- dice dejando caer el pequeño y metálico objeto en las manos de Deanna. Le dedica una sonrisa a Neakail y asiente, mientras se pone su sombrero.
-Mi lady, cuando sus heridas sanen un poco, partiremos de inmediato. - dice y la baronesa asiente mientras le dedica una muy discreta sonrisa al Boggan y camina hacia fuera de la oficina.
-Nosotros partimos ya- dice Fawda mientras se hace junto a Errol. -El barón MacBeth nos espera. Después de todo, somos parte de la corte de un feudo y nuestras obligaciones nunca acaban. ¿Verdad?- dice, tomando por el hombro al pelirrojo, mirándole sin sonreír.
-Iremos a la salida y podréis liberarnos de nuestros juramentos- dice Fawda mientras camina detrás de la baronesa, sin despedirse de nadie, empujando a Errol y murmurando cosas por lo bajo.
-Si lo que dijo la Pooka resulta ser cierto, te vas a arrepentir- amenaza sutilmente, susurrando sólo para que tú puedas escuchar, mientras te lleva de camino a la salida del feudo.
Vuestras heridas sanaron un poco a la lumbre de la hoguera del feudo. Y tras un tiempo prudencial, salistéis con Orsi hacia el vestíbulo de aquella casa. Neakail y la baronesa se quedaron hablando algunos minutos en la oficina y luego salen de allí con un gesto enigmático.
Stephen, Cid y Ladybird os acompañan para despediros, así como una pequeña Alice que baja del segundo piso. Os sonríe tímidamente y os da las gracias con una voz apenas audible, y cuando las despedidas parecen terminar, ella impulsivamente decide abrazar a Kyran, para luego esconderse detrás de Ladybird. Tras más palabras de agradecimiento, sonrisas y poner un pie en la puerta, la baronesa Bán pronuncia unas palabras liberándoos de vuestro juramento para con su feudo y para con sus estudiantes. Sentís como una presión desaparece, sin que eso cambie mucho la percepción del feudo, ni de su sensación.
Orsi os guía, pasando por sobre los suspicaces leones quiméricos de la entrada y ya en el andén, tomáis un taxi que os lleva tan de regreso a la realidad como lo pueden estar un grupo de Kithain. Sabiendo que, seguramente recibiréis una llamada del duque Ogmios, y que vuestro nombre estaría en boca de todos los feudos de la ciudad por algunos días, al menos hasta que algún acontecimiento espectacular atrayese la atención de los nobles y los plebeyos.
Habíais hecho bien, vuestro mentor estaba orgulloso y parecía que, después de todo, había un lugar en Srath Chluaidh para vosotros, si os decidíais a tomarlo.
Fin de la escena.