Partida Rol por web

Aturdidos aún por todo lo que habéis visto en la residencia decidís que no es buena idea adentraros en el centro de Londres y de camino, en las afueras os detenéis a pernoctar en un pequeño hotel de carretera. El hotel Belgrave. 

Es un sencillo hotel con fachada de ladrillo, pero parece que esta limpio y las habitaciones no son muy caras. ¿Decidís dormir todos juntos o cómo os distribuís?

El camino de vuelta transcurre de forma más silenciosa que el velatorio de un mudo, pero es lógico. Es decir, ¿quién tiene ganas de hablar después de enfrentarse a la muerte en manos de un ser sobrenatural?

Sin embargo, aprovecho el silencio para hacer un repaso mental de todo lo que ha ocurrido. 

Está claro que no hay ladrones de cadáveres, sino putos cadáveres que se levantan a darse una vuelta por las noches. La primera víctima fue el sacerdote, que por supuesto, según palabras del celador muerto, fue a hacerle una visita al señor Gallagher. 

La pregunta es, ¿ingresó Gallagher siendo ya un vampiro, o se volvió loco al enfrentarse a lo que quiera que descubrió, y luego el sacerdote vampiro decidió que lo quería de mascota? Y ¿quién transformó al sacerdote? ¿Nos tendremos que enfrentar a un "vampiro jefe" aún más poderoso que Gallagher? La segunda víctima, ¿estará muerta de verdad, o también nos la encontraremos? 

Siguiendo las indicaciones de la hermana de Brian, detengo el coche en el lúgubre aparcamiento de un motel de mala muerte, y me apeo para fumar el último cigarrillo de la cajetilla.

Una vez dentro del motel y habiendo solicitado las habitaciones, recorro el pasillo junto a mis compañeros de fatigas. Mochila al hombro y llaves en mano, me detengo frente a la puerta de la habitación individual que he solicitado.

-Si alguien quiere emborracharse viendo programas de telerrealidad, está invitado -comento, con la boca de medio lado mientras trato de sostener el cigarrillo entre los labios-. Aunque primero creo me voy a dar una buena ducha. 

Tendré que quitar el pegote de sangre que tengo en el pelo, no me combina con la ropa.

Abro la puerta con la llave, pero me detengo en el umbral, y me vuelvo a mirar al resto otra vez.

-¿Estáis todos bien?

Mientras buscamos el hotel, no paro de darle vueltos a lo acontecido esta noche. No me puedo creer que por mi culpa hayan muerto tres personas y todo por haber sido demasiado descuidada. Estoy sumamente decepcionada conmigo misma y no paro de repetirme que solo soy capaz de llevar muerte haya donde voy. No soy capaz de comprender todo lo ocurrido, ya que ni siquiera se decir científicamente que es lo que le ha pasado al teniente Gallagher.

Por suerte, no tengo que conducir. No es algo que me hubiera resultado agradable después de toda esta noche.

Una vez llegamos al hotel y aparcamos, le pido las llaves de mi coche a Rosemary y me bajo del coche para ir al maletero. La policía ha requisado muchas de mis cosas, pero aun tengo el botiquín y ropa limpia. Suficiente para esta noche.

―¿Alguno necesita que le eche un ojo a sus heridas? ―pregunto mientras lo saco del coche. Sé que al menos yo lo voy a necesitar.

Luego sigo al resto hacia el interior del hotel cargada con mi maletita de viaje y el botiquín de primeros auxilios. 

―No creo que pueda dormir, a no ser que me beba un par de whiskys ―respondo a la invitación de Rosemary―. Yo también me voy a cambiar y a mirar esto —señalo la herida de mi cabeza—, si alguien necesita algo estaré despierta.

Lorna había estado totalmente silenciosa durante el viaje, rondándole vueltas a la cabeza sin parar lo que acababa de vivir, aunque el resto tampoco estaba especialmente hablador. 

Pensaba que por fin iba a conseguir un trabajo medianamente interesante y por poco muere horriblemente. De hecho, había visto morir a dos personas ante sus mismas narices. En su momento se había sentido más fría de lo que ella misma habría esperado, pero cada vez que pensaba en ello el estómago se le revolvía. Aquellos rostros ensangrentados se le habían clavado en el cerebro. Pero quizás lo peor de todo fue ver de cara a aquella cosa, y las extrañas e inquietantes palabras que le había dedicado.

Una vez en el hotel, Lorna tenía la esperanza de descansar un poco, pero se seguía sintiendo fatal. Se sentía presa y extraña en aquel lugar, tan lejos de su verdadero hogar. Mientras aquella bestia siguiera ahí fuera no existía la seguridad.

Yvaine: ¿Alguno necesita que le eche un ojo a sus heridas? 

-Aún me duele el brazo. Creo que no me ha roto nada, pero puede que me haya hecho una lesión o algo -dijo mientras se frotaba la enorme marca que le había dejado.

Rosemary: ¿Estáis todos bien?

-No -dijo con un suspiro-. Pero me apunto a lo de la tele, porque después de esto no creo que me duerma tampoco.

Cualquier cosa menos alejarse o quedarse sola con sus pensamientos.

Douglas se ausentó para ir a comprar a un local al lado del motel mientras sus compañweras se registraban y pagaban. Dos habitacones dobles, con camas separadas. Las habitaciones son contiguas y están en el segundo piso de tres.

El pasillo es discreto y poco lujoso, pero las habitaciones no están mal (baños limpios, televisión, camas con enormes mantas mullidas y una calefacción a todo trapo para soportar el frío ya que vuelve a nevar). En todo el hotel reina un silencio abrumador, también es suficientmente tarde para que no haya nadie deambulando, pero desde luego también es posible que no haya nadie más alojado en toda la planta.

Finalmente llega Douglas con una bolsa humeante y con un olor interesante. Ha comprado sandwiches variados con patatas fritas recien hechas. Lleva la comida caliente en una de esas típicas bolsas de papel que pronto empiezan a dejar pasar el aceite y la grasa.

Escucho a mi compañera mientras mis ojos buscan su brazo, espero que no sea demasiado grave y tengamos que perder la mañana yendo al hospital. Después, me quedó en silencio, pensando sobre todo lo que ha ocurrido durante unos instantes antes de girar mi rostro hacia una de las habitaciones. Doy un suspiro.

―A mí me da igual compartir habitación ―comentó, forzando una sonrisa―. Pues lo dicho, voy a ponerme y si alguien necesita algo, ya sabéis donde estoy.

Me dirijo a la habitación arrastrando mi maleta en silencio y empiezo a preguntarme si no estamos siendo demasiado descuidados con todo lo que ocurre. Hemos... He dejado escapar a un ser que podría definirse como un vampiro, o similar, no soy una experta. Eso ya sería demasiado en una noche normal, pero encima tengo que cargar con varias muertes sobre mis espaldas. Y aun así, no soy capaz de sentir mucho más que lástima por ellos. Debería llorar y sin embargo no lo hago.

«¿Me dan igual sus muertes? ¿He visto tanto que ya no me importa?», me pregunto repetidas veces mientras doy los últimos pasos hasta mi futura habitación. Doy una sacudida de cabeza y entro en ella. Ya tendré tiempo de pensar en ello, y será cuando resolvamos esto.

Por lo general Lorna no despreciaba la comida basura. La cocina no era su fuerte y no pocas veces acababa recurriendo a la comida rápida para el día a día. De hecho, una vez con unos amigos prepararon aquella aberración que leyeron en una revista conocida como los "Mars fritos", y contra todo pronóstico le gustaron, aunque no lo dijo en voz alta. No obstante, con todos los horrores que acababa de vivir, demasiado recientes aún, no tenía estómago para procesar aquella comida tan fuerte. Incluso su mente la traicionaba y cambiaba aquellos chorritones de aceite por la sangre que había visto horas atrás. 

-Yo creo que me comeré sólo medio y unas patatas -dijo titubeando-. Gracias Douglas.

El miedo la estaba empezando a asfixiar. Aquel ser le había dicho cosas extrañas y preocupantes durante el breve tiempo que habían estado cara a cara. Todo lo que había visto no dejaba de compararlo con todas aquellas películas de vampiros que había visto. ¿Tendrían algo de razón? 

Yvaine: A mí me da igual compartir habitación. Pues lo dicho, voy a ponerme y si alguien necesita algo, ya sabéis donde estoy.

-Yo... creo que mejor será dormir con alguien cerca, por si acaso. Si no te importa -le dijo-. Creo que voy a intentar dormir. Aunque no tenga ganas, si lo logro me vendrá bien.

Había algo que quería preguntar, pero le causaba un poco de vergüenza. Resopló y finalmente alzó una mano, como si fuese a anunciar algo.

-¿Alguien tiene... ya sabéis, cruces, ajos... lo que sea? Mejor ir precavidas.

Lorna: ¿Alguien tiene... ya sabéis, cruces, ajos... lo que sea? Mejor ir precavidas.

Abro la puerta de mi habitación con la llave, y echo mi mochila adentro con poco miramiento.

-Lo siento, nena. El kit de Van Helsing me lo dejé en la otra chaqueta -me encojo de hombros. Ojalá tuviera un kit de Van Helsing.

Cierro tras de mí, sosteniendo mi parte de comida grasienta y repleta de colesterol, y echo el seguro de la puerta por precaución.

Bueno. Observo la humilde habitación de motel que se extiende ante mí. No es gran cosa, pero al menos se está calentito. Y por fin puedo estar a solas con mis pensamientos.

Ahora mismo comer es lo que menos me apetece del mundo, estoy magullada y exhausta pero sé que si quiero que la máquina siga funcionado, tengo que echarle gasolina. Y por máquina me refiero a este cuerpo escombroso que me ha dado dios. Así que me quito las botas, me dejo caer en la cama y me dispongo a engullir mi hamburguesa y mis patatas mientras escucho toda la cinta de la grabadora. La llevaba escondida en el bolsillo del abrigo, así que no estoy muy segura de cuánto habrá podido registrar, o si estará más o menos entera.*

Cuando termino, me limpio los dedos pringosos en la camiseta, y le dirijo una rápida mirada a la mesilla de noche, donde reposa mi cámara de fotos. Tengo que sacarle el carrete. No puedo arriesgarme a que en cualquier momento se me parta en dos y se me velen las fotos. Rebobino manualmente durante unos segundos hasta que escucho cómo gira el carrete sobre sí mismo, abro la pestaña trasera de la cámara, y dejo las valiosas pruebas de lo sobrenatural a salvo dentro de un tubito de plástico anaranjado. Acto seguido, lo bautizo con un rotulador:

"Gallagher, 23-12-2000"

Minutos después, la cámara reposa en su bolsa, rellena con un carrete nuevo, y yo me desnudo en el baño, dispuesta por fin a eliminar los restos de la fatídica tarde. Desde esa cena entre amigos en casa de Sharon Tate, no se había visto una velada peor. Vaya santísima mierda.
Me obligo a relegar los detalles escabrosos a un rincón en mi memoria, a olvidar la sangre, los gritos, la mirada de la recepcionista, el miedo del enfermero...

No, no puedo pensar en ello. Tengo que seguir trabajando, aún tengo que apuntar todos los detalles relevantes. No puedo pasar nada por alto.

Comer, tenia que comer, llenar el vacío que tanta muerte había dejado atrás. Con el estómago lleno seguro que era capaz de mirar las cosas de otra forma. No podía ser real.. negaba con la cabeza ... o si... recordando cierto episodio. 

Douglas se rascaba compulsivamente la cabeza. Y por si fuera poco estaba el asunto de las habitaciones. No quería dormir solo pero compartir habitación con la rubia sin freno en la lengua... le intimidaba más que el propio Drácula. 

Y-Y-Yoo est-estaré s-s-solo en la habitación 313. Casi parece una súplica. Joder que gilipollas. 

Termina cerrando la puerta bruscamente tras de si y devorando la hamburguesa para vomitarla acto seguido. 

Asiento a lo dicho por Lorna, es lo más lógico y más después de lo que hemos vivido.

―No seré muy útil en ese… por si acaso ―comento con una marcada ironía―, pero siempre viene bien la compañía en una situación así. Ayuda a estar más tranquila —concluyo, forzando una sonrisa que quiere ser amable.

Después, tras escuchar su pregunta, no me queda más remedio que darle la razón a Rosemary. Traer ajos y cruces no es en lo primero que pienso al ir de viaje, incluso en uno como este; la religión no es una de mis competencias. Ninguna de ellas.

Finalmente, entro en la habitación dispuesta a mirarme esa herida y si es posible, tumbarme un instante a descansar. No sé si lo lograré, cada vez que cierro los ojos al mundo solo consigo ver lo mismo, lo mismo de siempre y es como si no descansara y todo siguiera igual.

Lo primero es la herida de mi cabeza y el brazo de Lorna, pero mientras viene voy adelantando trabajo. Voy al baño y miró el lamentable aspecto que tengo después de todo el día metida en un coche hasta finalmente encontrarnos de lleno con el problema. Pensándolo mejor, no estoy tan mal después de un día como este.

Pongo el botiquín sobre el mueble del lavabo y me acercó al espejo, para poner algo de atención en la herida de mi cabeza. «Solo es un golpe, nada que no se cure con un poco de descanso», pienso, conformándome con el dolor que aun me golpea la cabeza. Doy un suspiro y abro el grifo, dejando correr el agua mientras vuelvo a sumergirme en los mismos pensamientos, aquellos que se muestran tan reales cuando cierro los ojos y simplemente es porque lo son; todos han muerto y yo solo veo eso, muerte.

«No estoy preparada, aún no lo estoy. Necesito saber más», me digo frente al espejo. 

Por fin estas sola. Sola en la habitación en silencio. Por unos instantes el silencio te sobre come y recuerdas la nota que recogiste en la habitación de Gallagher. Está escrita con pinturas de cera de niño, material empleado para evitar el auto-lesionado en centros psiquiátricos. 

Encendéis la televisión en busca de normalidad, y la encontráis. La teletienda resulta muy reconfortante, chicas absolutamente esqueléticas realizando abdominales sin ningún esfuerzo por algún motivo os hacen recuperar la tranquilidad, todo sigue igual. 

Tras cenar os tumbáis en la cama, poco a poco el cansancio y la bajada de adrenalina va tomando el control de vuestro cuerpo y notáis como cada vez pesa mas y mas en la cama. 

Cuando abres los ojos, la habitación aún esta a oscuras. La única iluminación procede de las luces de la calle. El televisor se ha apagado e Yvaine duerme profundamente. 

Intentas volver a dormir, pero las imágenes de anoche en el sanatorio se suceden en tu mente en cuanto cierras los ojos. Te revuelves en la cama y te frotas los párpados que están irritados por el insomnio. Es inútil en cuanto lo intentas el corazón se acelera y tienes calor y frío a la vez. 

Mierda. 

Te levantas y asomas a la ventana. Como la televisión, el paisaje urbano te produce cierta tranquilidad, deben de ser sobre las cinco de la mañana porque ya empiezan a verse los primeros coches camino a la City. El ruido de las ruedas sobre el asfalto mojado te tranquiliza. La normalidad. La civilización. 

Porque lo de anoche... sacudes la cabeza intentando librarte de ese escalofrío que sientes. 

Enfrente del hotel hay un pequeño parque, los columpios que se mueven ligeramente por el viento. 

En ese momento reparas en él, como si no hubiera estado ahí hace un segundo. Está ahí sentado, en el parque, mirándo directamente al hotel, a tu ventana, mirándote a ti. Jurarías que hace un instante no estaba. Y de repente, no hay sonidos, no hay coches. Sólo está él y tu. Un sacerdote con la mirada clavada en ti y puedes sentir como se te hiela la sangre.

Parpadeas y al instante no está. 

Permanezco en silencio mientras miró la televisión, sin apenas enterarme de lo que realmente estoy viendo. Veo gente moverse y no soy capaz de nada más. Mi mente viene y va, a veces está viendo a unas chicas haciendo abdominales, otras aparece una mujer muerte en el vestíbulo de una residencia, e incluso a veces puedo imaginarme como morirán las chicas que aparecen en la teletienda, eso siempre que no lo hayan hecho ya. Hay tantas formas de morir y tan pocas reconfortantes.

Ceno porque sé que debo cenar y lo necesitaré en algún momento, no es que me apetezca mucho hacerlo esta noche. Me siento culpable, esta vez sí que lo siento. Debo calmarme, aunque ya lo estoy. Solo es mi mente la que piensa más de lo que debería.

No sé cuánto tiempo llega a pasar antes de que empiece a notar el sueño, podría mantenerme despierta, pensar toda la noche en lo ocurrido, y sé que no serviría de nada. Ahora mismo lo mejor es dormir.

―Buenas noches ―digo, despidiéndome de mi compañera de habitación―. Voy a ver si puedo dormir un poco.

Cierro los ojos, aunque no me duermo al momento, sigo dándole vueltas a todo lo ocurrido e intentando pensar qué podría ser cierto y qué no, pues en apariencia el inspector parecía cumplir al menos una parte sobre lo que han hablado muchos escritores; Bram Stoker, Joseph Sheridan, Anne Rice, etc. Si algo de lo que decían es cierto, el día será mejor que la noche.

Buenas noches. Voy a ver si puedo dormir un poco.

 -Yo también. Buenas noches -respondió.

Lorna tardó un rato en dormir. Las cosas que había visto trataban de mantener sus ojos despiertos como los de un tarsero, pero el cansancio pudo más y al cabo de treinta minutos cayó en un sueño profundo. Poco antes de caer rendida, se acordó de las historias que le contaban de pequeña sobre el hombre de arena, y de cómo esparcía arena en los ojos de la gente para que se durmieran -y por eso luego despertaban con legañas-. Ojalá aquellas cosas se hubiesen quedado sólo en la fantasía. 

***

***

***

-Mierda... mierda, joder, me cago en Dios -murmuró.

Lo había visto. Estaba ahí. Juraba por Dios -o quién fuese- que estaba ahí. El corazón se le aceleró y el rastro de sueño que había arrastrado al desvelarse se le disipó completamente.

Desesperada, miró hacia la cama de Yvaine. ¿Debería despertarla?

Mierda, joder, mierda, ¿Qué coño hago ahora? A ver, sólo ha sido un instante, pero juraría que estaba ahí. No, estaba ahí, estoy segura. Pero Yvaine... madre mía, es que me sabe fatal despertarla; la pobre tiene más ojeras que un personaje de Tim Burton, necesita descansar, pero es que... ¡pero es que joder!, ¿¡y si entra aquí!? Vale sí, la despierto.

Pasó un rato más deliberando lo que de verdad iba a hacer, pensando el modo de despertarla sin matarla de un susto. Finalmente, llegó a la conclusión de que la forma menos terrorífica, aunque molesta, era encender la luz primero.

-Y-Yvaine, Yvaine, despierta por favor -Madre mía qué estúpida sueno-. He mirado por la ventana y he visto algo -dijo tras encender el interruptor. 

Confió en hablar de forma lo suficientemente alta como para despertarla. 

-He visto... joder, he visto al puto cura. 

La luz en la habitación provoca que me mueva en mi cama y que de mi boca surjan algunas palabras incomprensibles. Hundo mi rostro en mi almohada. No es hasta que que escucho mi nombre por segunda vez que parece que me vuelvo un poco más consciente de mi entorno y levanto la cabeza, mirando a la mujer con la que comparto habitación. Me cuesta reconocerla, pero al final mis ojos se abren mostrando esa comprensión de mi entorno que no había tenido hasta ese preciso momento. Aunque no es hasta que menciona al cura que me incorporo sobresaltada.

―¿Qué? ―pregunto nerviosa y demasiado dispersa para hacerme una idea de lo que conllevan sus palabras. Miro a los lados de la habitación y me levanto de la cama.

―¿Cómo sabes que es él? ¿Va vestido de cura? ―pregunto.

No quiero acercarme a la ventana por si de verdad está ahí, observándonos, esperando a que despertamos y eso ya lo sabe, pues acabamos de encender la luz de nuestra habitación.

-Sí tía, quiero decir, estoy segura de que era el cura -hablaba de forma muy temblorosa-. Al asomarme lo vi. Estaba mirando directamente hacia aquí, y desapareció en un instante. Te juro que no era una alucinación.

Empezó a agitar la mano derecha al lado de la cabeza, como si fuese un tic que le ayudase a recordar mejor.

-Ese... el Señor Stravinsky... no, ¡Klodzinsky! Klodzinsky nos dio aquellos periódicos y en uno de ellos decían que habían encontrado a un cura muerto. ¿Y si en realidad no estaba muerto?

Comenzó a dar vueltas nerviosa. Ya no podía volver a dormir, ni tampoco podían salir de allí. Sabían donde estaban y les estaban vigilando.

-Dijeron que era un suicidio, pero quizás eso era una pantomima. Puede que Gallagher lo transformase, o peor... aquello que transformase a Gallagher. 

Aquello no lo había pensado hasta aquel preciso instante. ¿Quién había transformado a Gallagher? Empezó a recordar todas aquellas películas sobre vampiros, como la de Salem's Lot, Jóvenes Ocultos o la última de Dracula que había hecho Coppola hacía unos cuantos años. Todas coincidían en algo: el vampiro jefe era el peor.

-¿Deberíamos avisar al resto? quizás intentan entrar. 

Me froto los ojos, aun adormilada. Intento comprender lo que dice, y por supuesto que la creo, desde que comenzó este viaje también he sentido cosas extrañas y después de ver lo sucedido esta noche, me temo que ya no es una simple intuición.

―Sí, recuerdo el nombre ―respondo, intentando quedarme con el resto de suposiciones que ahora mismo me cuesta comprender―. Y dices que no está muerto, pero si no recuerdo mal ponía que se había disparado a la cabeza. Es difícil sobrevivir a eso. ―Hago una pausa―. Otra cosa es que sea un fantasma. Existen, lo tengo claro ―le aseguró.

―No sabría decirte, por el momento tenemos poca información ―digo, sin saber donde mirar―. Unos recortes y lo que has visto tú, pero no podemos quedarnos así. Ahora, tenemos algo más que investigar. Al cura.

Finalmente poso mis ojos sobre la puerta.

―Deberíamos avisarles ―le confirmo, haciendo un gesto para que ambas vayamos hacia la puerta. Antes de llegar me detengo―. ¿O les llamamos mejor?

Y dices que no está muerto, pero si no recuerdo mal ponía que se había disparado a la cabeza. Es difícil sobrevivir a eso

-Quizás... no sé, puede que eso fuese un farol -dijo encogiéndose de hombros-.  A ver, si lo que tenemos entre manos son vampiros, se supone que se les mata de una estaca en el corazón y cortándoles la cabeza, o eso dicen las películas. 

Deberíamos avisarles. ¿O les llamamos mejor?

Lorna se mordió el labio inferior y miró hacia la puerta.

-Sé que esto es muy paranoico, pero quizás está esperando ahí fuera. Creo que mejor les llamamos, y si no responden vamos a por ellos.