Me giro hacia mi compañero y fijo mi mirada en ella. Lo que acaba de decir es algo que no había contemplado y sin embargo, visto lo ocurrido hasta ahora, podría ser otra probabilidad.
«¿Se puede descartar algo?», pienso, dando una sacudida de cabeza.
―No estoy segura de que podamos fiarnos de las películas… ―respondo, haciendo una mueca― y eso que me gustaría tener ya esa información, pero es demasiado arriesgado.
Cuando dice que mejor les llamamos, asiento y señalo al teléfono situado en la mesilla de noche. No será difícil llamar a la habitación de al lado, y sí, creo que esa es la mejor opción.
―Sí, vamos ―digo, haciendo un gesto para que me acompañe―. Llamemos a la señorita Stonewall.
Una vez ahí, marco el teléfono de su habitación.
Suena el teléfono de la habitación de Rosemary, llevarás como unos treinta minutos dormida y te despiertas totalmente desorientada, no sabes ni donde estás, hasta que vuelves a recordar los acontecimientos pasados.
Descuelgas y escuchas de fondo a Lorna aunque es Ivaine la que te habla.
―Stonewall, ¿me escuchas? ―digo con un tono de inquietud en la voz―. Deberíamos juntarnos, Lorna ha visto un sacerdote en el exterior mirando hacia aquí.
Hago una pausa, dejando que solo se escuche mi respiración durante esos instantes de incertidumbre.
―Vamos a tu habitación y lo hablamos, no podemos separarnos. Estate atenta para abrirnos la puerta ―le explico con premura, luego espero su respuesta antes de colgar el teléfono y decirle a Lorna de ir a buscarla.
Guardo el papel con cuidado con el resto de pruebas, y tumbada en la cama me pongo de nuevo la grabación del psiquiátrico, dispuesta a averiguar algo que se me haya pasado por alto la primera vez.
El teléfono de la habitación retumba en la mesilla de noche, despertándome de golpe, mareada y desorientada. ¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Me arrastro por la colcha sin abrir de la cama en busca del teléfono. Más les vale que sea algo importante.
Stonewall, ¿me escuchas?
-Mmsí -respondo, apagando la grabadora, que aún seguía en movimiento.
Deberíamos juntarnos, Lorna ha visto un sacerdote en el exterior mirando hacia aquí.
Cierro los ojos. Por supuesto que hay un sacerdote. ¿Cómo nos ha encontrado? ¿Cómo sabe quiénes somos? Ni idea, pero por supuesto que está aquí, dispuesto a entrar y terminar lo que ha empezado su discípulo.
Vamos a tu habitación y lo hablamos, no podemos separarnos. Estate atenta para abrirnos la puerta
-Id con cuidado -respondo, antes de colgar y avanzar a trompicones hacia la puerta.
Cuelgo el teléfono, al menos ella ha podido descansar tranquilamente hasta que la hemos llamado, lo cual le pone en casi la misma situación que he estado yo; dormida hasta que me ha despertado Lorna. Le hago un gesto a mi compañera de habitación y seguidamente le pido silencio llevándome un dedo a los labios; me acerco a la puerta de la habitación y la abro lentamente, asomando la cabeza al pasillo para asegurarme de que no hay nadie. No es muy inteligente, pues no podría hacer nada si lo hubiera. Sé que necesitamos tomar medidas más claras en todo esto, deberíamos haberlas tomado ya.
Por eso no dudo mucho, sea como sea mejor volvernos a juntar. Camino hasta la habitación de Rosemary y tamborileo con suavidad sobre la puerta. No quiero hacer demasiado ruido.
―Somos nosotras ―anunció con un murmullo quedo―. ¿Nos abres?
Espero junto a la puerta, mirando a los lados con claros síntomas de nerviosismo que intento controlar tan bien como puedo. No resulta fácil después de lo vivido esta noche.
Lorna siguió de cerca a Yvaine mientras se dirigían a la habitación de Rosemary. Por suerte, parecía que habían llegado a tiempo y el sacerdote no había llegado hasta ella antes. Por poco que fuese, los breves pasos hasta la habitación le parecieron una eternidad.
Yvaine llamó a la puerta y esperaron a que les abriesen. Lorna se mantenía en silencio, pero no paraba de mirar hacia los lados, temiendo que apareciese él.