"!PLIMOOOOOOOOOO!"
Los bien conocidos bazares chinos, donde puedes encontrar todo tipo de productos y con la más variopinta distribución: los tampax al lado de los cereales, la lejía junto a las cocacolas y la bragas de baratillo... Su gran ventaja es que estará abierto hasta horas intespestivas y abrirá hasta ocho dias a la semana si hubiera. Por eso, si te ves en una procesión, no tendras mas remedio que dejarte estafar por una botella de alcohol de 5 euros, a precio de whisky Chivas, esto es así. El regente de este chino en especial, el plimo (denominado así por los parroquianos, a los que el dueño saluda con un sonoro "plimoooo!" al entrar), es un chaval joven, amable y con una obsesión insana por el busto femenino. Más salido que el pico de una plancha.
Cuando entrais en la tienda de alimentacion, podeis ver algunos clientes cargando en sus cestas, y una mujer alta y rubia vigilante. Un chico de raza china y joven, está en el mostrador, en ese momento cobrando a un hombre que se está llevando unas cocacolas. En el mostrador, además, tiene el tabaco y las botellas de alcohol, de todo tipo y condición.
La mujer rubia se os acerca, con mirada interrogante.
- ¿En que os puedo ayudar? - os pregunta, con marcado acento extranjero, diriais que ruso.
Cuando el chino joven ve la delantera de Suzanna casi pega un bote en el mostrador, y dejando a medias al hombre en el cobro, se acerca a vosotros.
- Natasha, yo me ocupo...- dice mirando el canalilo de Suzana, y os sonrie.
Valeeeeee. Hay cosas que no hace falta saber idiomas para entenderlas. Una mirada hacia la otra eslava, aquella tras el mostrador, me confirma que no voy a pasar un buen rato siendo piropeada y saliendo con un buen precio por mi cara bonita (bueno, u otras partes bonitas de mi anatomía).
En un movimiento tal vez un tanto conservador y de compañerismo femenino, sonrío, sí, pero me cojo al brazo de Jaime, instándole sin palabras a que sea él el que hable y me “defienda”.
La chica rubia, que ahora atiende con más seriedad al hombre que el chino dejó a medias, mira al oriental con una mirada matadora, como si no le gustara un pelo que no le pierda detalle al canalillo de Suzana. Carraspea sonoramente como para sacar al chino de su enagenación, pero el muchacho no deja de sonreir a Suzana, indenpendientemente que se agarre del brazo de Jaime o de la santisima trinidad.
La llegada al chino no fue tan accidentada como el acceso a este, tenía que haber recordado al salido de Plimo y sus andanadas de seductor. Jaime intentó imponerse con un chasqueo de dedos frente a los morros del salido oriental.
¡Eh! Estamos aquí arriba, Plimo. avisó dirigiendo su mirada hacia sus caras. Si vas a cobrar vas a tener que mirarnos para saber qué queremos. Anda, anda atiendenos. ¿Qué quieres, Suzana?
Interpeló a la eslava para saber sus gustos alcohólicos. La verdad es que él no tenía ni idea de bebidas, solo esperaba que Plimo hiciera una sustanciosa rebaja en la compra. Natasha era fría como el hielo, pero a Jaime le caía bien y, desde luego, se llevaba mucho mejor con ella que con Plimo. Por cercanía de carácter y porque cuando hablaba con ella tenía en mente la película El espía que surgió del frío. Y ahora iba con Suzana del brazo, como todo un James Bond, sí a veces Jaime se descubría que tenía muchos pajaritos en la cabeza.
- Claro claro, ahi arriba - el plimo os mira a la cara- Si no se las miraba ahora despues te la lleva ¿sabes? ¿Carpe Diem o esa mierda no? - luego mira a Suzana- Podria ser capaz de ponerte junto a Sasha Grey en mi habitación - le guiña un ojo.
De pronto algo choca contra la cabeza del Plimo, y acaba en el suelo. Una rotulador fluorescente de subrayar, lanzado por la mano de Natasha.
- Que caracter esta chica, es una leona - esta vez os guiña el ojo a ambos- ¿Que quereis de mi humilde imperio? Me han traido unos conjuntos de lenceria oriental que son para morirse ¿O venis a por condones? ¿De sabores? ¿Sensitive?
Vale, me miran y siempre piensan lo mismo. O sea, me gustaría pensar que no, pero sí… Y este chino es un salidorro de cuidado, menos mal que tengo a Jaime de escudo humano. Y que está la rusa. Pero vamos, que ni acertándole al ceporro en toda la cabeza se le bajan las calenturas, este asiático no tiene remedio.
-Vale. Quiero vodka. Bueno. ¿Qué tienes? Te advierto que entiendo de vodka.
- !Vodka! - Natasha, que aparta con la mano al cliente que ya ha sido cobrado para poder mirarte mejor, se acerca a la estanteria del alcohol, donde hay una sección de vodka con varias marcas- Ruso, solo ruso: Smirnof, Stolichnaya, Tovaritch, Parliament - asiente varias veces- Tovaritch más barato, bueno y buen precio. Es bueno para ti, para todo. - vuelve a asentir un par de veces.
-Vale. Tovarich estará bien. Una botella. No, espera. ¿Cuánto? -pregunto en castellano, esperando que nos resulte lengua franca y nos podamos entender.
Tovarich está bien, no es mala marca, tal vez un poco demasiado... ¿"ruso"? Y no deberían ser demasiado caras las botellas. Depende cómo me puedo comprar una para mi y todavía me sobraría para otra.
-Si me hacéis buen precio, volveré a por más -añado. A ver si el chino salido responde adecuadamente a esa insinuación...
Jaime se mantenía observando. Procuraba contribuir a su imagen caballeresca con un porte digno o, como mínimo, ahuyentar las muy lascivas intenciones de Plimo con sus menos, pero aun lascivas si la noche acompañaba, que tenía él. Aun así su mente estaba enclavada en el via crucis nocturno que estaba por llegar. ¿Por qué estaba en ese lío?
Observó a mejores circunstancias para intervenir, mientras Suzana adquiría el preciado vodka.
- Diez euros y te regalo los vasos, el hielo, y un conjunto de lencería oriental - te guiña el ojo el chino, con picardía.- Apuesto que te sienta bien el rojo, encaje, bien ceñido...- te mira imaginandolo, haciendo un gesto que imita las curvas de la prominente delantera de Suzana.
Ummm, Tovaritch. Yo en realidad no soy una experta, pero mi padre sí, y yo siempre le escuchaba atentamente cuando era más pequeña, así que aprendí que es un vodka ruso elaborado a partir de cereales, de triple destilación. Potente, puro, de final largo… y sólo por 10€ con regalitos incluidos. Seguramente Natasha conocía a alguien o le hacían un importante descuento por traer cientos (o miles) de unidades de una vez, a precios de Europa del Este, así que a pesar de todo el chino debía seguir obteniendo pingües beneficios. Fuera como fuera, ¿quién era yo para cuestionar una buena oportunidad cuando aparecía?
-¿Sí? ¡Vale! Dos botellas. También conjunto rojo. Si tienes mi talla y mujer tuya no te mata –contesté con una malévola sonrisa.
Con esas dos botellas voy servida para toda la noche si hacemos botellón, y si entramos a algún sitio confío en que me dejarán pasar sin pagar...
La rusa pone dos botellas sobre la mesa:
Mientras en chino, te deja sobre el mostrador un paquete de vasos de plástico de los de medio litro, dos bolsas de hielos, y una cocacola de dos litros. Y despues, tras meterse entre los estantes de la tienda viene con un par de bragas rosas de este estilo tan estiloso:
Foto de lenceria de chino real, pa to.
Cuando el chino reaparece de entre los estantes, lo que lleva entre manos me hace levantar una ceja, por la incredulidad.
En el fondo era de esperar. Los chinos (y chinas) tienen ese gusto especial con los colores. Y las rusas no se les quedan muy atrás. Siempre he pensado que las europeas tenemos mucho mejor gusto... En cualquier caso, no me pongo esa "lencería" chunga ni borracha. Bueno, a lo mejor borracha, pero no en mi sano juicio.
Tengo un flash de una despedida de solteros que vi una vez en mi pueblo y vuelvo a arquear la ceja. Sonrío. Me lo quedo todo. Saco una pequeña carterita y pago con un billete azul, de los góticos. Tomo con cuidado la bolsa para que las botellas no se golpeen, situando las bragas chinas entre ellas para sacarles alguna utilidad.
-Bien. Gracias. Un placer conocerte, Natasha. Plimo. Vámonos Jaime...
El porque una rusa y un chino eran marido y mujer se le escapaba a Jaime. También que el chino fuera un salido y la rusa una mujer de hielo, ahí olía a mafia que echaba para atrás. Pero oye, vendían a buen precio.
Los regalos de Plimo fueron un detallazo, era el galán al que toda mujer lo querría a cien kilómetros de distancia y Suzana había mantenido el tipo admirablemente. Si la lencería era una aterradora muestra de los gustos de Plimo.. insisto.. ¿qué coño hacia Natasha con él?
Cuando llegó la hora de marchar, Jaime se despidió rápidamente y puso la directa al coche.
Lo siento por Plimo, era un escollo a sortear para comprar a buen precio.