Partida Rol por web

Seibei estuvo unos instantes sin hablar, reflexionando sobre lo que había dicho su Señor. Nada tenía sentido. Sus órdenes eran cada vez menos comprensibles. Al menos él quedaba libre de una parte de aquel embrollo, pues era casado. Aquello era una total locura, pero ¿cómo convencer a un hombre que había perdido el juicio? Tal vez haciéndole ver los hechos.

—Okina-Dono, si se llevará a cabo una celebración, debo entender que ya existe un compromiso de matrimonio. Para ambas familias sería deshonroso quebrantarlo sin un motivo de peso. Además, romper el pacto durante la propia celebración sería visto como un insulto imperdonable. Takumi arriesgaría su honor y su vida si hiciera tal cosa.  

Por un momento Katsu se queda mirando a Seibei, escuchando lo que dice.

Iye... No hay compromiso... Todavía. Se ve que Takumi tiene debilidad por su única hija y sus deseos se van a tener en cuenta... Y a su vez el daimyo tiene en gran estima a su artesano... Me llegó una invitación para el hanami de este año en Nagasaki... No ha sido difícil averiguar el deseo de Takumi de casar a su hija... Y el propio Nabeshima san me ha confirmado el deseo de Takumi por casar su hija... Y su deseo de que sea con un samurai, aunque Nabeshima san no está dispuesto a dejar que el secreto de su cerámica salga de sus dominios.

Mira por unos momentos a todos vosotros y luego suspira.

Está claro que el viejo zorro habrá enviado más invitaciones, por lo que seguro que habrá más pretendientes además de vosotros cuatro.

Deja pasar unos momentos antes de continuar.

Aunque sea interesante conseguir el enlace para nuestro clan, es más importante el asunto del secuestro. Japón es lo primero... Sonno joi! Reverencia al Emperador! Explusar a los bárbaros! Una vez ejecutados todos los gaijin, todo volverá a ser como era antes. No podrán doblegar el espíritu del bushido.

Dice con vehemencia.

Fue escuchar la palabra Gaijin y notar cómo la sangre comenzaba a hervirme. Odiaba a los Gaijin y sus mortíferas armas de fuego... Aquellos bárbaros del sur no respetaban nada, ni siquiera el preciado bushido. Eran hombres carentes de honor que no merecían otra cosa que la muerte.

—Sí, mi señor — contesté —. Déjenos en nuestras manos el asunto del secuestro. Nos encargaremos de... enseñar a esos bárbaros que aquí no tienen nada que hacer.

Del asunto del desposamiento, no añadí ni pregunté nada. A pesar de que era algo que podía ir conmigo, consideraba más importante la misión respectiva a los Gaijin. Es más, anhelaba encargarme cuanto antes de aquello.

Katsu asiente a las palabras de Nori, deja pasar unos minutos en silencio, y apura el sake de su vaso.

Nada que hacer... Hai. Nada que hacer.

Murmura, como haciéndose eco del comentario de Nori.

Vendréis los cuatro conmigo a Nagasaki... Sé que no sois muy... dados a las delicadezas de las artes... Yagyu os ha enseñado demasiado bien... Pero estoy seguro que no me dejaréis mal.

Y os observa a todos, con especial atención al joven y atractivo Watanabe. No se os escapa que estáis incluidos los cuatro como posibles candidatos a desposaros, tanto los solteros como los casados. Quizás es un desliz... o no. Lo que os parece más extraño es el hecho que acuda él. Quizás quiere saludar al daimyo Nabeshima, quiere supervisar vuestra actuación con los gaijin... O hay algo más.

Unos pasos por el pasillo detienen vuestros pensamientos y un criado asoma por la puerta, con la frente frotando el suelo.

Ah! mi estimado karo ya ha llegado... Bien, bien... Que pase. Y traed más sake.

Le ordena el daimyo.

Momentos después entra el karo, Watanabe Saotome, padre de Yuki, que os saluda a todos con deferencia y se sienta donde le indica el daimyo.

Mi señor... Aún no he recibido confirmación sobre la vigencia del permiso para cruzar las tierras Tachibana, por lo que el permiso que tenéis debería bastar. Es bastante reciente, pero con Tachibana nunca se sabe... Es el camino más corto, por lo que mi consejo sería usar ese camino si queréis llegar a tiempo para las celebraciones. He estado esperando confirmación de los hombres de Tachibana, pero ya sabéis de su... humor cambiante, por lo que no han podido conseguir una respuesta clara. Los caminos son seguros y tenéis documentos de viaje del propio Tachibana.

Informa el karo mientras el daimyo le sirve el sake. El karo agradece el gesto con una profunda reverencia.

Mi señor... He estado pensando en caminos alternativos... Pero creo que el más seguro es el que os he expuesto. Podríamos usar alguna barca de pesca para...

Pero el daimyo lo interrumpe con un gruñido de desagrado.

También os he dicho que no es necesario que vayáis vos... Yo podría...

A lo que el daimyo vuelve a gruñir.

El karo calla y bebe un sorbo de sake. Se hace un silencio en la sala.

Desposarse con la hija de un artesano, el señor nos pedía gran sacrificio, los dioses lo saben.

Los Tachibana nos respetarán, respetan a nuestro señor, y sino, impondremos ese respeto nosotros mismos.

Yuki reflexiona un momento.

En cuanto a esos gaijin, esos bárbaros que niegan la existencia de nuestros dioses, y que además envenenan a nuestro pueblo con su secta, han de saber que con el pueblo de Japón no se juega, puesto que nos pertenece por mandato divino.

Instantes después de sus crueles palabras, se sintió mal por haberlas dicho, sin querer cada vez se parecía más a su señor.

Seibei se mesó la barba, inquieto, mucho más ahora que le habían informado que no iba a ser descartado como candidato por estar casado. Aunque era poco probable que él fuera el elegido. Seguramente la familia de la muchacha no le aceptaría de ningún modo. Más causa de preocupación era el hecho de que su Señor les acompañara. Como su Yojimbo, era algo que no le agradaba para nada.

—Okina-dono, el Karo-sama habla sabiamente. Se expone Usted mucho al viajar en persona.  

Si el Daimyo quería viajar con nosotros, yo no era nadie para negarme. Ya había visto la respuestas que le había dado al karo, y ya me imaginaba cuáles eran las que le daría a Seibei. El Daimyo era un hombre demasiado terco y, si decidía algo, era casi imposible hacerle cambiar de opinión. Además, no había nada de lo que preocuparse pues... al fin y al cabo, el Daimyo iba a viajar con nosotros. Nada podía pasarle ni nada iba a pasarle mientras estuviéramos a su lado.

Katsu gruñe un asentimiento de satisfacción ante las primeras palabras de Yuki... Y a las segundas.

Sabias palabras, muy propias de mi onmyoji.

Aunque la expresión relajada se borra ante las palabras de Seibei, su yojimbo. Golpea la mesa con la palma de la mano y un ¡Blam! sonoro llena la estancia.

¡Ya basta! Ya he dicho que iré, y vos, como mi yojimbo tendréis la oportunidad de demostrar vuestra valía.

Seibei, acostumbrado al trato diario con su señor, puede ver que la perspectiva del viaje no es algo que le apetezca, y sin duda no le gusta que ahonden en ello.

A pesar de no decirlo directamente, a todos os viene a la memoria como el padre de Seibei falló a Okina Katsu hace diez años, y como durante esta década habéis tenido que aguantar los cambios en vuestro señor, fruto de aquel atentado.

Pasa un minuto en total silencio, con vuestro daimyo observando cada uno de vuestros gestos, como si algo le disgustara profundamente.

Está bien... Este viaje es muy importante para el futuro del clan. Así que espero lo mejor de todos vosotros... Antes de irnos debe solucionarse el tema de esos intrusos en nuestras tierras. Montones de heimin invaden nuestras tierras. Eso me disgusta. Cada extranjero es un agente potencial que puede usar nuestro enemigo contra nosotros. Ocupáos de ello. Dad las órdenes precisas, Aoyama san.

Hace una pequeña pausa.

Kashima san, os libero de vuestro deber hasta mañana. Podéis ir a visitar a vuestra esposa e hijas.

Lo que es un gran honor (o desprecio) pues Seibei casi siempre está en palacio debido a su cargo y no puede ver a su familia muy a menudo.

Ah! Y que alguien me traiga el arma gaijin que tiene el herrero... Mañana al alba partimos.

Os queda bien claro que la reunión ha terminado.

De camino a la salida el karo os detiene un momento.

No me gusta la idea de atravesar las tierras Tachibana. Su daimyo es impredecible, y las personas impredecibles son peligrosas... Okina sama comparte mis inquietudes, y si se toma ese camino es sólo debido a que este estúpido karo no ha sabido encontrar una solución mejor, y nuestro señor es demasiado amable como para reprocharme mi falta.

Os confiesa Saotome... Quizás es como dice... O quizás es uno de los samurais críticos con vuestro señor. Sabéis que existe un grupo de supuestos leales que creen que el actual daimyo es una mancha al linaje Okina... Quizás lo que quiere es enviarlo a una muerte cierta... O realmente le gustaría encontrar una ruta mejor... Quien sabe...

Los pormenores del viaje me tendrán ocupado hasta muy tarde hoy...

Comenta como al descuido, moviendo la cabeza con cierta pesadumbre.

Me habría gustado tener más tiempo para planificarlo todo mejor... Karma.

—Sí, mi señor. Daré órdenes precisas para que se vigile de cerca a todo grupo de refugiados que habiten en nuestras tierras. Si hay algún grupo sospechoso, será erradicado de inmediato.

Hice una leve inclinación de respeto y esperé a que nuestro Daimyo nos diera la señal oportuna antes de salir.

Debía ir hacia los barracones y movilizar un pequeño grupo de soldados para que vigilaran las tierras. Quizá, investigar aquel asunto de los Heimin refugiados era más tarea de los Metsuke que del ejercito, pero si el Daimyo me había encargado esa tarea a mí era porque confiaba en que yo podía hacerlo con los medios de los que disponía. No podía fallar.

En cuanto al viaje, y tras las palabras del karo, decidí tomar cierta nota. Movilizaría a mi pequeño séquito para garantizar la seguridad de nuestro señor durante el camino. Toda precaución era poca.

—Debo ir a los barracones y prepararlo todo. Nos veremos mañana al alba.

Llegas hasta los barracones y a medida que te acercas algunas mujeres y niños te miran desde sus casas, con curiosidad.

Entras en el patio y hay varios hombres distraidos, jugando a dados, y al verte se levantan al instante, nerviosos. Temerosos.

Enseguida aparece Ito, caminando con las piernas arqueadas, orgulloso de pavonearse ante "sus" hombres de su relación contigo.

Es un honor poder recibiros, sama... Si no tenéis prisa me haríais muy feliz si aceptáis un te... o un sake... Mi casa es vuestra, sama.

Las miradas temerosas de las mujeres dentro de las casas y de sus maridos en el patio no me incomodaban. Es más, me agradaban en parte imponer tanto respeto. Con mi espalda recto y mi mirada fría e indiferente, avancé por aquel lugar hasta que Ito vino a mi encuentro. Sabía que no tardaría en hacerlo.

—Siento rechazar tu oferta, pero no hay tiempo para Sake ni para té — dije mientras desviaba con clama mi mirada del horizonte y la centraba en el rostro en Ito —. Pero sí necesito un lugar en el que podamos charlar sin que nadie nos oiga. Tengo una misión para ti y para estos ashigarus.

Hai, hai... Claro... Por supuesto sama.

Y te guía hasta lo que debe ser su casa. Con gritos y gestos groseros expulsa a su familia de ella, hasta saegurarse que estáis solos. Es lo bastante listo com para no ofrecerte nada, pues ve que tienes prisa (o no deseas su compañía) y no quiere incomodarte con más ofertas.

Después de todo ahora nadie os ve y después podrá decir lo que quiera a sus hombres.

Nadie puede escucharnos, sama.

Dice a media voz.