Partida Rol por web

Camino a Barukkizdin

Bolgo: Correo para Barukkizdin

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05/07/2010, 22:21
Director

 

Intro:
Varios meses habían pasado desde que el padre de Bolgo, le regalase el escudo. Un largo camino, acompañado de varios hobbits y algunos hombres, le había llevado a viajar por el gran camino del este, atravesando las montañas nubladas por el gran paso para después cruzar el, hasta hace poco llamado bosque negro, y ahora denominado bosque verde. Tras cruzar la floresta, estaban ya de camino a Ciudad Lago.
 
Durante el camino, los hobbits fueron los únicos que poco a poco fueron abandonando la idea de alejarse tanto de la comarca. Uno a uno fueron dejando el grupo a la par que Bolgo se iba armando de más valor aun. Se había propuesto volver con muchas riquezas y además viajar mucho.
 
Eran tiempos pobres, y no había demasiadas ofertas de empleo, con lo cual el hobbit, continúo siempre bajo la protección de los cinco hombres al no encontrar nada mejor que hacer. Dos de ellos comerciantes de la curiosa ciudad a la que ahora se dirigían. Ellos habían contratado los servicios de tres escoltas, para evitar los continuos saqueos que se producían en los caminos.
La población no tenía nada que llevarse a la boca y aunque el mal se estaba erradicando, nuevas vilezas se gestaban entre los ciudadanos normales, el pillaje y el robo.
Los tres escoltas ya habían salvado al grupo, Bolgo incluido, de un par de escaramuzas chapuceras.
 
Cuando llegaron a Ciudad Lago, los comerciantes entregaron la mercancía que portaban en sus respectivos almacenes. Después invitaron a los escoltas y el hobbit a una gran cena.
El hobbit disfrutaba del conejo asado con setas, la cerveza y el cochinillo en su jugo y un delicioso pastel de moras.
Una vez saciados, los comerciantes propusieron un nuevo cometido al grupo.
Por unas monedas, debían llevar a la ciudad enana de Brukkizdin un pequeño sobre de cuero que contenía unos documentos urgentes. Allí buscarían a un hombre, llamado Egorant. Le encontrarían en el mercado de la ciudad, en la calle del gremio de curtidores. Allí tenía varias tiendas, era también comerciante.
El pago será de la siguiente manera. Dos monedas de plata ahora y ocho cuando llegaran, Egorant seria quien pagase a la entrega.
Bolgo pensaba en todas esas monedas, mas de las que toda su familia había visto jamás. Con todo ese dinero podría comprar incluso otro terreno para su familia. Acepto sin miramientos, siempre contaría con la protección de los escoltas y eso le tranquilizaba y le hacía parecer importante, una misión en la que él estaba incluido.
 
En esos años, la ciudad había crecido mucho y las estructuras de madera que sustentaban la ciudad se habían quedado pequeñas, de modo que alrededor del lago se había creado un entramado de calles, casa y otros edificios.
Después de despedirse de los ancianos comerciantes, junto a los tres hombres salieron de la ciudad.
Ya estaba atardeciendo, y decidieron dormir en las afueras de la ciudad antes de emprender la marcha.
Quince días le separaban de su objetivo. El invierno era frio en esas tierras del norte y no perderían la oportunidad de dormir una noche en caliente.
En una de las fondas que estaban ya en el inicio del camino que llevaba a la ciudad enana, pero sin llegar a abandonarla, lograron coger la única habitación que había libre. Los cuatro compartieron la amplia habitación, aunque Bolgo y uno de los hombres durmieron en el suelo.
Cansados y llenos por la cena, durmieron profunda y plácidamente.
 
Por la mañana, Bolgo se levanto, y vio que estaba solo. Había dormido tan profundamente que ni se entero de cuando se habían levantado sus compañeros. Recogió sus cosas, y se dispuso a bajar a reunirse con ellos. Antes de salir se percato de que sobre la cama estaba la correspondencia abierta que les habían entregado los comerciantes. Extrañado la cogió, la leyó por encima y al no entender nada, pues solo había cuentas y algo escrito en una lengua desconocida, la guardo en un bolsillo.
Cuando llego abajo busco con la mirada a los tres escoltas, pero no encontró a nadie. Se acerco al posadero y pregunto por ellos, pero este le respondió enojado que se habían marchado corriendo, sin pagar y que le habían robado uno de sus caballos.
Bolgo estaba sorprendido, le habían dejado solo, y además había descubierto que sus “protectores” en realidad eran vulgares ladrones. El posadero le pidió a él cuentas, debía pagarle el caballo, la habitación y los desayunos. Bolgo no estaba dispuesto a ello, y en un despiste del mesonero, salió corriendo de la ciudad.
No sabía qué hacer, además había descubierto que sus dos monedas de plata ya no estaban en su bolsillo, también le habían robado.
Indignado y sin saber que hacer se desespero, pensando por un momento en volver a casa.
 
Pero eso no era una opción. Además, contaba con la carta de los comerciantes. Solo tenía que ir a Barukkizdin, entregarla y cobrar las ocho monedas de plata. No eran diez, pero no estaba mal.
Decidido y mas empujado por la rabia, que por el miedo emprendió el solo el viaje.
 
 
Los días pasaban, largas caminatas diurnas, aprovechando el calor del sol, precedían a frías noches. El fuego del pequeño campamento que Bolgo encendía cada noche, daba además de calor, la posibilidad de calentar agua y cocinarse algo de carne.
El decimo día, el paisaje fue tornándose mas abrupto, se acercaba ya a las faldas de la montaña. Ese conjunto montañoso, llamadas Ered Engrim por los sindar en tiempos remotos. Ahora todos las conocen como Ered Mithrim, modo en que los enanos la llaman.
Comenzaban a verse rocas y algo más de vegetación, todo ello cubierto por el blanquecino manto de nieve que había caído en días anteriores.
 
Cuando se acerco a un grupo de rocas, de súbito, tres dunledinos le rodearon, mientras un cuarto le apuntaba con un arco desde lo alto de una roca.
Asustado se quedo paralizado. Los hombres se acercaron y comenzaron a empujarle.
 
Justo en ese momento apareció alguien caminando en su dirección, se acercaba semi agachado, como queriendo no hacer ruido. Pero le descubrieron.
Los montañeses, creyendo que era amigo de Bolgo, golpearon al hobbit en la cabeza con el mango de una espada y le empujaron contra las rocas.
 
Bolgo se quedo casi sin conocimiento, pero sin llegar a perderlo. Pronto recobro el sentido, y allí tirado vio la carta a su lado tirada.
Instintivamente la cogió y se la guardo con cuidado de que no se dieran cuenta de ello.
Ahora, haciéndose el inconsciente, estaba tumbado en el suelo esperando su oportunidad de escabullirse.
 
Los dunledinos amenazaron al recién llegado, pero este enseguida se desentendió y pidió poder seguir sin inmiscuirse en sus asuntos.
Bolgo debía escapar de allí, aprovechado la distracción.

Notas de juego

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07/07/2010, 19:04
Director

 

Mientras Bolgo se armaba de valor, el hombre, que ahora veía con claridad, parecía no querer inmiscuirse en los asustos de los dunledinos. Tal vez le dejara ahí tirado a merced de los ladrones.
El hombre era alto y se cubria con la capucha de su capa, no veía bien su rostro. Caminaba encarado hacia los cacos, parecía no querer perderlos de vista.
Los atacantes de Bolgo también seguían al hombre, dando la espalda al hobbit. Era su momento…
Entre dudas, intentaba decidir el siguiente paso a seguir, debia escapar o le saquearian sin miramientos.

Notas de juego

Mientras decidias que hacer, el hombre avanza siguiendo el camino.

 

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08/07/2010, 01:37
Bolgo Villaseca

Bolgo/Intro

- No entiendo como puedes comer tanto - Me decía uno de los hombres que partio de Bree con la expedición. Hacía mucho que habíamos dejado nuestras casas y a nuestra familia leguas atrás y ahora la única "familia" que tenía eran ellos -. A mí no entraría ni la mitad de lo que tú comes en un día...

- ¡Jajaja! - reía con fuerza mientras asaba aquellas costillas que había conseguido en un pequeño mercado camino de Ciudad Lago. Sería la última noche y podríamos descansar en una reconfortante cama una vez llegados allí - Estoy todavía creciendo, Sr. Ganeir - le dije de forma bromista - Es una vieja costumbre hobbit, ¡pero bueno, qué voy a contarle a un hombre de Bree, que vive día a día con los de mi raza! - le di varias vueltas a la pequeña sartén donde hacía la cena - En fin... ¿en serio que no desea probar bocado, Sr. Ganeir? - el humano me hizo un gesto rechazador con la mano y se fue a dormir - ¡Está bien, como deseé, pero están crujientes! - y se retiró a dormir.

Aquella noche yo fuí el último que me despedí de la luna, pero antes de hacerlo, pensé largo rato sobre todo lo que había vivido y lo que había dejado atrás. Recordé la noche en que me fui de mi casa, noche que todos los días recoradaba porque era la oportunidad que estaba viviendo, momento en el cual me había formado como explorador y como persona adulta. saboreaba la carne al lado de una hoguera reconfortante que me daban ganas de seguir despierto, si no fuera por el frío que aquella noche caía. Ya quedábamos menos... algunos compañeros habían dejado el camino, satisfechos de aventuras y de peligros, al igual que de tesoros y monedas. Yo, en cambio, no poseía ningún bien material, pero tenía la experiencia de haber vivido todas aquellas sensaciones que nunca hubiera conocido. Mi pipa de fumar me acompañó una vez más - "¡No podría dormir sin tí amiga!¡Todavía no te he puesto nombre, pero lo haré!" - pensé para mis adentros y al terminar, me dormí en mi reconfortante saco.

Al día siguiente llegamos a los almacenes en Ciudad Lago, donde pudimos entregar aquella mercancía. Para nuestra suerte, nos encomendaron una nueva misión, entregar un sobre a un tal Egoran. Aun así, ese día lo pasamos allí, celebrando el esfuerzo realizado dándonos un buen banquete y durmiendo en un buen suelo, ¡como lo oyes! nada comparado como el de mi smial, pero al menos no era la dura roca de la montaña, donde tantas noches había pasado durmiendo. Al día siguiente me acompañarían varios escoltas, lo que me llenó de satisfacción y de seguridad.

Pero nadie me avisó de que al día siguiente iba a tener una gran sorpresa. Me resultó raro despertarme de los últimos, porque solía ser el más madrugador. Aquella mañana, nadie estaba en la habitación. Cuando me levanté vi la carta que debíamos de entregar a Egoran. Estaba abierta, pero al menos allí seguía. Me vestí y me aseé, pensando donde estaban mis compañeros mientras bajaba las escaleras de la posada, donde me esperabe el casero.

- ¡Espero una explicación señor, esta mañana aquellos malechores que le acompañaban pidieron mis mejores desayunos y al terminar se fueron corriendo, delegando toda la responsabilidad en usted, espero que tenga más de una moneda de plata por todos los servicios! - me recriminaba con los brazos en jarra y un delantal sucio.

- Señor casero, mis disculpas le pido, pero en ningún momento hemos tenido la intención de causarle ninguna molestia ¿Está seguro que se han ido?¡Quizás vuelven, no se preocupe! - le dije en tono amable, quitándole hierro al asunto.

- ¡Maldita sea, será granuja! - y se abalanzó sobre mí. Pero algo le cortó.

- ¡Fuego, fuego en la cocina! - se montó un alboroto, que yo pude aprovechar, gateando entre las mesas hasta la puerta!

Menuda faena me habían hecho, ¡y para colmo me habían robado mis monedas! Pero al menos tenía la carta, que podía entregar, así que olvidando lo sucedido, avancé camino a Barukkizdin, donde debía de encontra a ese tal Egoran. Pero nadie me dijo que iba a ser fácil. Diez días habían pasado desde que pude ver las faldas del Ered Mithrim, donde la nieve las cubría en su pico más alto. Estaba agotado y tenía la sensación de que nunca llegaría, pues el caminar sólo es más duro que caminar arrestado, ¡al menos tiene alguien con quien conversar! Pero maldita sea la vez que pensé esas palabras. De un hueco en la montaña, tres dunledinos salieron a mi paso, apuntándome con sus armas. Había sido sorprendido, porque siempre había andado con cuidado, pero el cansancio me había pasado mella. Me alejaron del camino, golpeándome con el mango de su espada, hasta que en una ocasión el dolor me tumbó en el suelo, semi inconsciente. No sé cuanto tiempo pasé en el suelo, pero cuando me desperté me encontré solo, aunque oía voces en el camino en cual me encontraba hacía un rato. Aturdido, sacudí la cabeza encontrado orientación y la encontré, porque la carta en aquella lengua extraña estaba mi lado. Había tenido suerte una vez más. Arrastrándome por el suelo, me acercé al camino, unos metros más abajo de pendiente. Allí estaban los tres dunledinos y un hombre muy particular, con una capucha, que se encontraba en guardia, alarmado sin dejar de mirar a sus posibles enemigos. Aprovechando la situación, decidí esconderme entre las rocas, dirección este, dirección la cual seguía aquel hombre encapuchado. Si tenía éxito, cargaría mi honda y observaría escondido, atento a cualquiera palabra o a cualquier posible situación hostil.

 

Notas de juego

Me escondo lo mejor posible, me gustaría saber que dificultad tengo, para decidir otra acción o no. Mi acción es la última línea, si tengo éxito cargo mi honda y estoy atento a cualquier peligro!

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08/07/2010, 22:00
Director

Por cierto.....no es por molestar pero....sabeis ¿dónde puedo encontrar una poblado o una posada por aqui cerca? pregunto el hombre después de mirar brevemente al hobbit, intentaba darle tiempo para escapar.

– Vete por donde has venido, por allí encontraras lo que buscas, lárgate- le respondió uno de los dunledinos mientras señalaban en la dirección por la que había llegado el encapuchado. El malhechor se sorprendio, y al mirar también bolgo con el rabillo del ojo, vio que había un hombre, montado a caballo parado a unos quince metros. Miraba la escena.

Bolgo aprovecho la confusión para escabullirse tras las rocas. despues de afianzar su posicion en un hueco, saco una piedra de la bolsa que llebaba en su cinto y cargo su honda.

Solo tenia al arquero a tiro, y ademas tenia su arma cargada. El arquero no sospechaba nada.

 

Notas de juego

Cambiamos de escena:

Intro: El camino

 

 

No te preocupes por las tiradas de momento, esstamos solo en una pequeña introduccion, en la proxima escena si las habra a pesar de que tambien es introductoria.