Mientras decidias que hacer, el hombre avanza siguiendo el camino.
Bolgo/Intro
- No entiendo como puedes comer tanto - Me decía uno de los hombres que partio de Bree con la expedición. Hacía mucho que habíamos dejado nuestras casas y a nuestra familia leguas atrás y ahora la única "familia" que tenía eran ellos -. A mí no entraría ni la mitad de lo que tú comes en un día...
- ¡Jajaja! - reía con fuerza mientras asaba aquellas costillas que había conseguido en un pequeño mercado camino de Ciudad Lago. Sería la última noche y podríamos descansar en una reconfortante cama una vez llegados allí - Estoy todavía creciendo, Sr. Ganeir - le dije de forma bromista - Es una vieja costumbre hobbit, ¡pero bueno, qué voy a contarle a un hombre de Bree, que vive día a día con los de mi raza! - le di varias vueltas a la pequeña sartén donde hacía la cena - En fin... ¿en serio que no desea probar bocado, Sr. Ganeir? - el humano me hizo un gesto rechazador con la mano y se fue a dormir - ¡Está bien, como deseé, pero están crujientes! - y se retiró a dormir.
Aquella noche yo fuí el último que me despedí de la luna, pero antes de hacerlo, pensé largo rato sobre todo lo que había vivido y lo que había dejado atrás. Recordé la noche en que me fui de mi casa, noche que todos los días recoradaba porque era la oportunidad que estaba viviendo, momento en el cual me había formado como explorador y como persona adulta. saboreaba la carne al lado de una hoguera reconfortante que me daban ganas de seguir despierto, si no fuera por el frío que aquella noche caía. Ya quedábamos menos... algunos compañeros habían dejado el camino, satisfechos de aventuras y de peligros, al igual que de tesoros y monedas. Yo, en cambio, no poseía ningún bien material, pero tenía la experiencia de haber vivido todas aquellas sensaciones que nunca hubiera conocido. Mi pipa de fumar me acompañó una vez más - "¡No podría dormir sin tí amiga!¡Todavía no te he puesto nombre, pero lo haré!" - pensé para mis adentros y al terminar, me dormí en mi reconfortante saco.
Al día siguiente llegamos a los almacenes en Ciudad Lago, donde pudimos entregar aquella mercancía. Para nuestra suerte, nos encomendaron una nueva misión, entregar un sobre a un tal Egoran. Aun así, ese día lo pasamos allí, celebrando el esfuerzo realizado dándonos un buen banquete y durmiendo en un buen suelo, ¡como lo oyes! nada comparado como el de mi smial, pero al menos no era la dura roca de la montaña, donde tantas noches había pasado durmiendo. Al día siguiente me acompañarían varios escoltas, lo que me llenó de satisfacción y de seguridad.
Pero nadie me avisó de que al día siguiente iba a tener una gran sorpresa. Me resultó raro despertarme de los últimos, porque solía ser el más madrugador. Aquella mañana, nadie estaba en la habitación. Cuando me levanté vi la carta que debíamos de entregar a Egoran. Estaba abierta, pero al menos allí seguía. Me vestí y me aseé, pensando donde estaban mis compañeros mientras bajaba las escaleras de la posada, donde me esperabe el casero.
- ¡Espero una explicación señor, esta mañana aquellos malechores que le acompañaban pidieron mis mejores desayunos y al terminar se fueron corriendo, delegando toda la responsabilidad en usted, espero que tenga más de una moneda de plata por todos los servicios! - me recriminaba con los brazos en jarra y un delantal sucio.
- Señor casero, mis disculpas le pido, pero en ningún momento hemos tenido la intención de causarle ninguna molestia ¿Está seguro que se han ido?¡Quizás vuelven, no se preocupe! - le dije en tono amable, quitándole hierro al asunto.
- ¡Maldita sea, será granuja! - y se abalanzó sobre mí. Pero algo le cortó.
- ¡Fuego, fuego en la cocina! - se montó un alboroto, que yo pude aprovechar, gateando entre las mesas hasta la puerta!
Menuda faena me habían hecho, ¡y para colmo me habían robado mis monedas! Pero al menos tenía la carta, que podía entregar, así que olvidando lo sucedido, avancé camino a Barukkizdin, donde debía de encontra a ese tal Egoran. Pero nadie me dijo que iba a ser fácil. Diez días habían pasado desde que pude ver las faldas del Ered Mithrim, donde la nieve las cubría en su pico más alto. Estaba agotado y tenía la sensación de que nunca llegaría, pues el caminar sólo es más duro que caminar arrestado, ¡al menos tiene alguien con quien conversar! Pero maldita sea la vez que pensé esas palabras. De un hueco en la montaña, tres dunledinos salieron a mi paso, apuntándome con sus armas. Había sido sorprendido, porque siempre había andado con cuidado, pero el cansancio me había pasado mella. Me alejaron del camino, golpeándome con el mango de su espada, hasta que en una ocasión el dolor me tumbó en el suelo, semi inconsciente. No sé cuanto tiempo pasé en el suelo, pero cuando me desperté me encontré solo, aunque oía voces en el camino en cual me encontraba hacía un rato. Aturdido, sacudí la cabeza encontrado orientación y la encontré, porque la carta en aquella lengua extraña estaba mi lado. Había tenido suerte una vez más. Arrastrándome por el suelo, me acercé al camino, unos metros más abajo de pendiente. Allí estaban los tres dunledinos y un hombre muy particular, con una capucha, que se encontraba en guardia, alarmado sin dejar de mirar a sus posibles enemigos. Aprovechando la situación, decidí esconderme entre las rocas, dirección este, dirección la cual seguía aquel hombre encapuchado. Si tenía éxito, cargaría mi honda y observaría escondido, atento a cualquiera palabra o a cualquier posible situación hostil.
Me escondo lo mejor posible, me gustaría saber que dificultad tengo, para decidir otra acción o no. Mi acción es la última línea, si tengo éxito cargo mi honda y estoy atento a cualquier peligro!
Por cierto.....no es por molestar pero....sabeis ¿dónde puedo encontrar una poblado o una posada por aqui cerca? pregunto el hombre después de mirar brevemente al hobbit, intentaba darle tiempo para escapar.
– Vete por donde has venido, por allí encontraras lo que buscas, lárgate- le respondió uno de los dunledinos mientras señalaban en la dirección por la que había llegado el encapuchado. El malhechor se sorprendio, y al mirar también bolgo con el rabillo del ojo, vio que había un hombre, montado a caballo parado a unos quince metros. Miraba la escena.
Bolgo aprovecho la confusión para escabullirse tras las rocas. despues de afianzar su posicion en un hueco, saco una piedra de la bolsa que llebaba en su cinto y cargo su honda.
Solo tenia al arquero a tiro, y ademas tenia su arma cargada. El arquero no sospechaba nada.
Cambiamos de escena:
Intro: El camino
No te preocupes por las tiradas de momento, esstamos solo en una pequeña introduccion, en la proxima escena si las habra a pesar de que tambien es introductoria.