Partida Rol por web

Daerya estaba con su abuela adoptiva cosiendo unas telas con las que confeccionaría ropas para la familia. Esta familia no era una muy extensa: Kira, la abuela de Daerya, Atrus, su padre, y ella misma. No había madre, ni hermanos. En realidad, ella había sido adoptada luego de que Kira la rescatara de una muerte segura en un ventisquero. La muchacha estaba apenas con unos andrajosos ropajes que parecían hechos para una niña mucho menor.

De eso hace varios años. Ahora vivía una vida cómoda y segura. Atrus, su padre adoptivo, trabajaba para la casa Forster. En un principio no sabía cuál era su función, pero pronto Atrus vio capacidades en el regalo del bosque. Comenzó a enseñarle el oficio, su oficio: ser una buena espía. 

Su padre entró a la cabaña. Había salido un par de horas antes. Les dio un beso afectuoso tanto a Kira como a Daerya. A pesar de la vida que llevaba, las mujeres de la casa le significaban un cable a tierra y las quería por eso. Las cuidaba de todas las maneras posibles. Ambas se sabían defender si era necesario, aunque Kira ya era anciana para hacer muchas cosas, entre ellas, luchar.

-Hija, tenemos trabajo que hacer- dijo Atrus con firmeza pero un brillo en los ojos que mostraban entusiasmo -Esta será tu prueba final. Tenemos un encargo de la familia- así se refería siempre a los Forster a quien les debía todo -¿Estás dispuesta? Es muy importante la tarea y tiene ciertos riesgos pero creo que estás lista-

El padre de Daerya la miraba con mucha expectación. La había estado preparando para este momento hace varios años.

Hacía ya dos años que la habían adoptado en la casa Forster, y se sentía muy agradecida por ello. Se encontraba cosiendo junto con su amada madre adoptiva, la anciana Kira, quien la salvó de una muerte segura años atrás. Aunque ya en el pasado, su vida la atormentaba aún por las noches, y su carácter y su mente habían sido trastocados por sucesos de tiempo ha. En cuanto se abrió la puerta, Daerya se puso algo tensa, sabía quien era, pues no eran muchos en la familia. Hacía tiempo que su madre, le había echo entender que su padre adoptivo no le haría ningún daño, pero la duda, la desconfianza, afloraban cada vez que un hombre se le acercaba y tan solo hasta pasado el año y medio, allá por el verano de sus diecisiete años empezó a hablarse medianamente seguido con su padre, a quien en cierto modo también había cogido cierto cariño. Eso, la partía en dos por dentro, pues por una parte le agradecía todo lo echo por ella y le quería como nunca quiso a un hombre-En el sentido familiar- de la misma manera que quería a su madre Kira, pero por otra parte la joven Daerya con el paso de sus años en el desván aprendió a no confiar en las sonrisas y en las palabras de un hombre, por lo que siempre tendría una herida irreparable que la separaría prudencialmente de su padre adoptivo Atrus.
Dejó la tela sobre la mesa y le besó con cariño la mejilla a su querida madre ya anciana, para, en pocos segundos, levantarse y mirar de frente a su padre. Sus ojos recorrieron todo el cuerpo del hombre de arriba abajo, intentando adivinar de donde venía y sin rastro alguno de indicios para adivinarlo cesó su recorrido parándose en los ojos del hombre, quienes la miraban expectante, mientras que los de la joven, le miraban entre temerosa por lo que pudiera hacer o decir y segura de si misma, preparada para cualquier cosa. 

Cuando Atrus habló, la joven Daerya Asintió y usando una cinta de cuero blando se ató el cabello, se puso botas de hombre y se quitó el vestido dejando ver debajo de este unos pantalones de cuero ya preparados y unas vendas apretadas que le cubrían el pecho, haciendo que este quedase algo abultado pero duro, pareciendo así los pectorales trabajados de un buen muchacho. Comenzó a andar en dirección a su familiar y lo pasó de largo, yendo hacia la silla que este tenía justo detrás donde se encontraba una camisola de hombre bastante holgada la cual se puso por encima. Se giró hacia su padre, y asintió con la cabeza.

-Será todo un honor para mi, estimado padre, cumplir con vuestros deseos, así como haceros sentir orgulloso de mi persona. Como Aedrya, Hijo de nadie, cumpliré con mi deber para con vuestra casa, y como Daerya, hija de la casa Forster haré cumplir a Aedrya para vos, padre.-

Sonrió satisfecha mientras se escarbaba un poco el cabello buscando dar la sensación de dejadez, y pasó la mano por la pared de la casa, la cual estaba algo sucia y se acarició cuidadosa y meticulosamente la cara para que esta, al final, pareciese el rostro de un muchacho de aventura con rasgos un poco femeninos. El padre y la madre, ya estaban acostumbrados a que Daerya realizase ese ritual cada vez que salía con su padre, pues sabían perfectamente el enorme miedo que tenía a salir a la calle y encontrarse cara a cara con aquel que le mantuvo encerrada durante años y que este la reconociese. De ahí que su nombre en la casa Forster fuese Daerya la aparecida, pues aparecía como mujer en momentos puntuales y desaparecía durante la mayoría del tiempo, manteniendo en secreto su estado de transexualidad a todos menos a sus padres, quienes guardaban el secreto por amor a la joven y por interés de su padre también, quien sabía que tenía mas posibilidades de ser aceptada como hombre que como mujer en algunos trabajos.

-Estoy listo señor. A sus ordenes.-

Cuando Daerya se transformaba en Aedrya era totalmente diferente, su personalidad era algo cambiante, bipolar se podría decir, era mas segura consigo misma y mas luchadora, al contrario que Daerya, quien se pasaba las horas cosiendo con su madre o estudiando el arte, Aedrya se pasaba las horas entrenando con Atrus duramente, seguro de si mismo y capaz de ser algún día un gran espía e informador.
En cuanto Atrus abrió la puerta, el joven Aedrya hizo una reverencia dedicada a Kira y salió por esta, esperando fuera de la casa a su mentor.

-Caminemos- dijo Atrus sonriendo ante la presteza de su hija para disfrazarse -Pronto te diré lo que haremos...-

Padre e hija adoptivos caminaron en silencio varios metros con apenas concurrencia de aldeanos. Se sentaron entre unos árboles en los lindes de la aldea donde nadie los oiría.

-Debemos correr el rumor de que los Forster van a unir su casa con la de los Lindemar por una cuestión de proximidad entre nuestras tierras, y temas comerciales entre sus puertos y nuestra famosa forja. Ademas debemos hacer que se sepa que esta posibilidad la venían barajando el Lord y el Heredero hace mucho tiempo- fue diciendo Atrus mientras deshojaba un rama que había agarrado a sus pies -¿Entiendes cuál es nuestra tarea y cuán delicada es? Debemos hacer un muy buen trabajo...-

Sin mostrar emoción alguna, o intentándolo al menos, pues en realidad estaba totalmente asustado, asintió a las palabras de su mentor mientras veía como este cerraba la puerta tras de si. Empezaron a caminar silenciosamente, sin decir ni una sola palabra, eso ponía algo nervioso a Aedrya. Lo que en parte le aliviaba, era ver la poca afluencia de gente, quizá era por la hora del día, pues ya era algo tarde, fuera como fuere, se sentía mas a gusto con cuanta menos gente a su alrededor.
Pronto llegaron al linde de la aldea, en donde crecían unos preciosos árboles y matorrales, a esas horas, a no ser que uno fuese cazador, pocos se atrevían a salir de la aldea por lo que era buena idea usar ese lugar como punto de reunión y no su casa, que tenía paredes sí, pero incluso las paredes más gruesas tenían oídos. 

Escuchó atento las palabras de su mentor mientras miraba por el rabillo del ojo como deshojaba la materia que había yacido muerta bajo sus pies hacía tan solo unos momentos, reteniendolo todo para no olvidarse de nada, las palabras de su mentor resonaban una y otra vez en su mente a una velocidad desorbitada. Asintió al terminar la explicación de su cometido y por su mente empezaron a pasear varias ideas. Una de ellas, le producía nauseas, escalofríos, dolor... pero era la mas factible. La siguiente era medianamente aceptable mientras que la última la descartó por ser más bien pobre en recursos. Por lo que permaneció en silencio junto a su mentor un largo rato mientras observaban los dos como el sol iba cayendo bajo el manto nocturno hasta dejar desaparecer el último rayo de sol.
Cuando todo estuvo en la mayor de las penumbras, miró a su mentor, asintió con la cabeza y sin decir palabra se dio la vuelta, dándole la espalda mientras se apoyaba en el árbol.
-Iré a la taberna, allí, empezaré una conversación con..-Paró un momento de hablar, tragó saliva y mirando las estrellas, notando como una lágrima le caía por su mejilla derecha prosiguió.- ...el tabernero, quien seguramente querrá enterarse de todos los chismes de alrededor. Iré soltando palabras aleatorias y dejar que el solo saque las conclusiones, para que la idea haya sido suya y no mia. En ese momento, tan solo tendría que ir a cualquier cercano y comentar lo que el tabernero haya sacado en conclusión. Los rumores en una taberna serán fáciles de extender mi señor.-

Sonrió leve y tristemente mientras se secaba la lágrima ya seca de su mejilla mientras, amargamente recordaba su pasado. Se estiró en un intento de relajación imposible y se volvió para mirar a su mentor.
-Tendréis prontas noticias mi señor.-
Y con esta despedida, se marchó en dirección a la aldea de nuevo, en donde le esperaba un cruel enfrentamiento de pasado, presente y futuro.

Por suerte las gentes de la aldea ya se encontraban casi todas en sus hogares, y los que no, iban en dirección a la taberna o hacia sus casas. El muchacho a cada paso se sentía menos decidido para con su cometido pero en cuanto frenó, y analizó la situación. Si no voy y vuelvo a casa sin haber echo nada a saber que me puede hacer el maestro, si voy a la taberna lo peor que me puede pasar es que me reconozca, en ese caso, al haber tanta gente en la taberna no debería hacerme nada por el bien de su reputación como tabernero...Volvió a emprender la marcha no muy seguro de si mismo, pero con algo mas de confianza que hacía unos pocos segundos.
Paró en frente de la puerta de la taberna, respiró hondo y empujó con la mano dando paso a un ambiente de colores, música y festejo. Muchos eran los hombres que entrechocaban las jarras y comían como puercos, y muchas eran las concubinas que los acompañaban. El pánico se apoderaba de su cuerpo a cada paso que daba, pero no se dio por vencido y terminó sentándose en la barra de la taberna, justo al otro lado de donde se encontraba el tabernero. Tragó saliva, sacó las pocas monedas que le quedaban y pidió como buen macho una jarra de cerveza. No era alguien de mucha habladuría, pero esta vez tendría que esforzarse al máximo en su tarea, lo cual implicaba una voz firme, segura de si misma y sobretodo persuasiva. Miró al tabernero y este le devolvió la mirada mientras le colocaba la jarra enfrente y cogía las monedas correspondientes de encima de la mesa.
-Trabajando duro ¿Verdad?...- El nerviosismo empezaba a aflorar, una gota de sudor le caía ya por la frente, se secó y sonrió satisfecho.-Gracias por la cerveza buen señor. Como podrá ver, no soy de por estas tierras, vengo de una pequeña aldea llamada Fangra, hacia el sur. Y no es que se me de muy bien la geografía por lo que no sé ni donde me encuentro, ¿Quien gobierna por estos bellos lares mi buen señor?-

Dio un pequeño sorbo a la cerveza y se aguantó por los pelos las ganas de escupirla y de poner cara amarga, sabía asqueroso... ¿Como pueden los adultos tomar tal aberración? En efecto, jamás había tomado cerveza.

-De acuerdo, ve allí si es tu deseo y si te crees capaz. Acuérdate que si hay problemas tienes el puñal y el estilete. Si los debes usar, úsalos en algún callejón. El que está detrás de la taberna, con los árboles juntos en el lado norte, es un buen lugar- le aconsejó Atrus con la tranquilidad de quien habla del clima.

-Nos encontraremos en la casa al anochecer. Mucha suerte- dijo sin cambiar el tono, como si no fuera su hija querida disfrazada de un muchacho de apariencia curiosa pero corriente dentro de los límites.

La taberna, un edificio no mucho mayor a las construcciones de alrededor, estaba emplazada cerca de la entrada a la aldea. El calor de la sala común era una superposición de efluvios corporales, humo de la hoguera y humo de la cocina que estaba en una esquina apartada. Hacia allí se dirigió Aedrya, aparentando decisión, a pesar de que sus miedos afloraban por momentos.

El tabernero la miró y pareció no reconocerla. O era un gran farsante, ya que su sonrisa iba de un lado al otro de su rostro graciento.

-¿Asi que eres de Fangra? Hace unos días llegó un comerciante de allí... dicen que tiene lindas vistas, y buenas muchachas- dijo el tabernero guiñándole un ojo -En estos momentos estás en la taberna "Descanso del loco" ¿sabés por qué se llama así?- pregunta sonriendo -...y estamos en tierras de la Casa Forster... mejor si no creas problemas...- baja la voz y se acerca un poco al muchacho y su rostro se ensombrece -...no son muy dados a la misericordia- luego de decir esas palabras, su rostro vuelve a ser el de siempre, alegre y bonachón -¿Qué te trae por aquí muchacho?-

Escuchó atentamente todo lo que aquel tan conocido ser le decía. Para el no era mas que un demonio en piel de humano el cual odiar y temer. Cuando este le guiñó el ojo no pudo evitar ponerse algo nervioso, dejando sin respuesta al hombre, recordando situaciones pasadas....

El plato que se hallaba delante de ella era suculento, por primera vez las sobras eran un pollo seno entero. El por qué era sencillo, este había caído al suelo y el comensal ya no lo querría. Empezó a comer con ansias mirando de no dejar nada en el plato, alzó la mirada como animal salvaje a un domador y vió aquel ojo derecho cerrarse pocos milisegundos mientras sonreía, como si le hubiese ofrecido un mundo a un pobre animalillo moribundo. -Eres muy afortunada hoy. Si te portas bien te regalaré mas mañana- comer ya no era una necesidad, era un regalo otorgado por quien abría la jaula cada noche.

-No, no sé por qué se llama así.- Aquel hombre iba como siempre a las suyas, pues sin esperar respuesta siguió hablando, parecía algo molesto. Habríose dado cuenta del engaño? Prefirió no adivinarlo y seguir con la farsa ya comenzada. -Me traen los vientos, los destinos helados que vienen y van pasando de una vida a otra cambiando sus rumbos... Y cuenteme mi estimado tabernero...qué sucesos se bien hallan por estas bellas tierras? Desearía estar informado, pues no desearía ser descortés con quien no debo serlo ni mal visto por nadie...-Observó los demás hombres de la taberna y volvió a tomar un trago de la amarga bebida a la cual ya se estaba acostumbrando poco a poco.

Dejó la jarra suavemente sobre el posavasos e intentando aparentar picardía y serenidad, le sonrió de oreja a oreja.- Y, déjeme comentarle mi señor, que en aqueste lugar las mujeres pueden ser de gran belleza, pues veo por esta concurrida taberna varias concubinas de muy buen ver.- Intentó por todos los medios fijarse en si tenía anillo de casado, pero al no verselo, decidióse al arriesgo.-¿Y vos os habéis decidido por alguna buena moza? Con esos músculos y ese mirar debéis ser de  buen ver para estas...- El tabernero tosió un poco y negó con la cabeza, dejando de lado la jarra que andaba limpiando y señalándose el dedo de casamentero donde descansaba un anillo de oro puro.- Por suerte jovencito, encontré mi amor hace ya mas de diez años, cuando mi anterior esposa me dejó. Cosas de la vida hijo, pero por fin estoy con quien quiero.- Con la mirada señaló una mujer que andaba recogiendo las sobras de una de las mesas, y al girarse, no pudo soportar en sus adentros una exclamación que debería haber sido ahogada. -¡Ah!-

Todos giraron para mirar aquel que había alzado la voz en un tono algo afeminado, curiosos. El tabernero, sorprendido, escrutó al muchacho que tenía ante el, con los ojos entrecerrados. Aedrya al darse cuenta, notó el rubor creciente en sus mejillas las cuales estaban pronto encendidas. Miró a los ojos al tabernero, tragó saliva y rió nerviosamente ya sin ocultarlo.

-Disculpad mi exclamación estimado tabernero, es tal su belleza que no pude contener mi sorpresa.-

El tabernero estalló en risas y el resto de la taberna le prosiguió, incluso la mujer del tabernero, quien tenía una sonrisa y rubor en sus mejillas por el cumplido proferido por el joven muchacho de la barra. Sin perder un solo momento, levantó la jarra y aún con los colores subidos se hizo escuchar por todos y todas. -¡Por la mujer del tabernero!- Y bebió segundos mas tarde observando como toda la taberna coreaba la misma frase otro trago de la amarga bebida. -Eres un muchacho muy extraño y divertido.- Esas palabras resonaron en su mente, un cumplido, una frase, simples palabras que acababan de hacerle mella en su pequeña alma. Por primera vez en años, miró con ojos abiertos y sinceros a aquel hombre que tanto miedo le había causado, y movió los labios lentamente, provocando un sibilante sonido casi inaudible, un susurro, el cual dejó a aquel hombre pálido, quieto y temblante. La taberna, animada, ni dio cuenta de ello, pero el muchacho estaba satisfecho, había logrado tener su atención por fin. La palabra resonó en la mente de aquel viejo tabernero, como un taladro que hiere profundamente en un recuerdo guardado bajo llave. "Pather" Una simple palabra, seis letras, un significado, un recuerdo...

El desván era mohoso y pequeño, lleno de barriles y ratas, así como unas estanterías llenas de libros. Se encontraba allí, leyendo un libro de tapas viejas y podridas cuando se abrió la puerta de la habitación entrando en esta un hombre fuerte y poderoso para la pequeña criatura a la que había venido a visitar. Llevaba consigo un vaso de leche y una hogaza de pan. Dejó el libro a un lado, corrió hacia el hombre abrazándole la pierna, sin llegar en altura a sus caderas. Aquella palabra resonó en su cabeza, esta vez con voz fémina y criaturizada. "Pather".

Parpadeó un par de veces y aterrorizado señaló la puerta de la cocina con la mirada. No hacía falta mucha cabeza para adivinar las intenciones del hombre, por lo que con un dedo, el muchacho, Aedrya le negó esa oportunidad.

- No soy quien vos creeis que soy, soy su salvador, aquel que la llevó lejos de un infierno. Si no deseáis que os entregue a las autoridades por los crímenes cometidos, vais a acatar mis órdenes.¿Lo habéis entendido?-

Asintió atónito y carraspeó levemente, apoyandose sobre la barra para acercarse mas al joven y bajar el tono de voz.

-Qué queréis saber.-

Aedrya negó con la cabeza con más seguridad que nunca ante aquella situación, había tomado el control y eso le agradaba, le daba seguridad.
-Se equivoca, no es qué queréis saber, es qué queréis de mi... Veréis... estoy muy bien informado sobre la situación que viven estos lares, como están las casas y como sus habitantes... Me he tomado la libertad de informarme bien de todo detalle... Lo que deseo de vos, estimado tabernero, es que corráis la verdad por entre las gentes del lugar. Y os advierto, si contáis una sola palabra de quien os ha dado la información, iréis directo al calabozo por los crímenes cometidos para con su hija, y no creo que a su mujer, la madre de la criatura, le haga mucha gracia saber que todos los años creyendo a su criatura muerta eran mentira... ¿Me seguís?, veo que sí. Corred las verdades siguientes, los Forster van a unir su casa con la de los Lindemar por una cuestión de proximidad entre las tierras, y temas comerciales entre sus puertos y lafamosa forja de los Forster. Además, el Lord y el heredero ya llevaban planeando tales acciones desde hacía tiempo.- 

Sin terminarse la cerveza, se despidió con la mano del patidifuso tabernero y marchó, no sin antes lanzarle un beso al aire a la mujer de este antes de cerrar las puertas tras de si. Paró por un segundo a respirar profundamente, y echó a correr en dirección a su hogar en donde la luz seguía encendida, entró por la puerta agitado y al cerrarla se apoyó en esta, colocando las manos sobre su pecho y mirando al hombre y a la mujer los cuales se habían girado a recibirla. Parecía que estaban charlando.

Luego de la increíble hazaña realizada por la muchacha disfrazada, llegó sana y salva a la casa que ahora le llamaba hogar. Su corazón no había dejado de galopar, cuando su "padre", Atrus, le preguntó con un tono seco, pero amable.

-¿Te ha ido bien? ¿Tienes algo que reportar? No has estado demasiado...- dijo mirándola extrañado ante la respiración agitada y su temblor en las manos. 

Cuando Aedrya miró sus manos, encontró ese temblor que parecía estar notando Atrus. Antes no había estado, pero debía ser por la tensión contenida en el encuentro con el tabernero.

La mirada de la vieja era más compasiva y contenedora, pero se había mantenido al margen: Atrus había preguntado algo importante.

El corazón le iba a cien, le retumbaba el latir en los oídos y sentía que su pecho iba a estallar en cualquier momento, su mirada, casi desorbitada y brillante miraba a su padre y a su madre excitada.  Las manos le temblaban en sobremanera mientras caía al suelo arrastrada en la puerta hacia abajo, quedando apoyada en esta con los codos sobre las rodillas y agarrándose la frente con las dos manos aún temblorosas, mientras su "padre" le hablaba de manera seca pero amable a su manera. Entonces, algo dentro de Aedrya estalló, y una suave risa empezó a ascender de su garganta hasta los labios, donde salió como un silbido hasta convertirse en una grandiosa risotada que estallaba y retumbaba en las paredes de la casa. Alzó la cabeza apoyándola contra la puerta echando la mirada hacia atrás mientras reía y colocó la mano derecha sobre su rostro, deslizándola hasta terminar en su cuello y de nuevo apoyar el brazo sobre las rodillas aún dobladas. Cuando se calmó miró a su "Padre" y luego a su "madre", para volver la vista al techo con una sonrisa en el rostro. No se la quitaría nadie, esos momentos eran suyos. Totalmente suyos.

Dejó caer las piernas hasta quedar tendido como un muñeco apoyado mientras miraba el techo. Se volvió a colocar bien contra la puerta, poniendo recta la cabeza para mirar bien a su padre, mientras que con una pícara sonrisa empezaba alzar el brazo derecho con la mano cerrada en un puño, el cual abrió un poco dejando alzado el dedo gordo en señal de victoria.

Con eso bastaba, con eso había contestado a la pregunta de su "padre" quien observaba la escena entre divertido y atónito al igual que su "madre". Entonces la anciana Kira se levantó y se dirigió a la cocina, para en minutos empezar a llevar a la mesa platos con sopa caliente.

-Venga chicos, a la mesa a cenar. Te estabamos esperando querido.-

Se dirigía a Aedrya, claramente, el cual se incorporó y empezó a caminar hacia la mesa, en donde, en frente de Kira, la levantó y cogió de las dos manos, para besárselas y luego abrazarla moviéndose un poco casi como bailando. Luego se separó de ella, con aquello le había dicho ya mucho sobre el cariño que le tenía. A su "padre" lo miró sonriente, y le hizo una reverencia, para poco después acercarse y besarle la mano con cortesía. Se soltó la coleta, se limpió un poco la cara y se sentó en la silla, feliz por haber enfrentado aquel terror que le producía el verse cara a cara con su peor pesadilla. Su padre biológico. Esa noche, fue la mejor de su vida, para el, para ella, era el nacimiento de una nueva vida. De una nueva Daerya, de un nuevo Aedrya, de una nueva confianza, que, aunque no del todo afianzada, estaba allí, medianamente puesta en sus corazones separados por la fina raya de la mente.

Después de cenar, todos en silencio, pero en ambiente familiar tranquilo y feliz, marchó a su habitación a descansar, en donde se desvistió, quitó las vendas, lavó la cara y las manos y sin ropa alguna, volviendo a ser ella, sintiéndose bien siendo mujer, abrió el libro de Hechicería, al cual fue pasando páginas hasta llegar a la que quería. Dejó el libro sobre la mesa de noche abierto por aquella página llena de apuntes sobre apuntes y los escritos, dirigiéndose al armario en donde sacó un ramo de margaritas secas casi totalmente deshojadas, sacó también un bote lleno de tierra y una tiza. Empezó a crear en el suelo, el cual estaba ya algo emblanquecido por los mil y un rituales realizados ya, un círculo, un triangulo, otro triangulo superpuesto y empezó a escribir en lengua antigua en el centro. Arrancó algunos pétalos de las secas margaritas y puso uno en cada esquina, abrió el tarro de tierra y puso una pizca de tierra esparcida en cada hueco del círculo con los dos triángulos.

Aún desnuda, empezó a bailar alrededor del círculo sin tocarlo, sin decir una sola palabra, para después saltar al centro de este y sin moverse un ápice empezar a cantar una bella melodía.

^{Sareis fare eim li belio donyare
zaime lei oli lei dune et sarei deli mair.}

^{Ma regacció li belia dimi ar elequ feredo lungi
in li cuole mao dojis es vereno tancare fare nonet legiantar.}

^{Vosetres ropele im acareciatum eli pell a et nuove dálirda egm santarie
a anqe fereda may poreda llegaredo y erse onen zuo;}

^{Delisengo feeri legariande sapiere,
euqi mao alama sinaeprede despanezaida one vosetres.}

^{Pare elio a benide marceida esi, il noma et Fatre;
il oqui o dari a vosetres a none y quone maoy engandero.}

^{Vosetratelio et ire tetiluo erde ester euqo diberae manamarme etutea le varide
maoi ish e daberido elg farello savbite.}

^{A one iltre anceto el cidaeo a empere el tansemitere
el ei ame, Fatre, ei ame.}

^{Qui li zole ed at magnanya otre beranye a or prategi;
qui li rozaeo is coubde in feresho porpuri is quae el merasci.}

^{Etunti y vosetres mae vedia tersará infinitiata,
etunti y vosetres mae vedia traformaretia, traformara, a traformareria.}

^{Arete tobe, Fatre, fatre a fatre.}

Una vez terminado el rito de esa noche, de protección hacia sus seres queridos, el cual esta vez había ido enfocado a su padre, se metió bajo las sábanas aún desnuda, sin saber que aquel que llamaba papá en su interior, se encontraba tras la puerta escuchando.

Al otro día, al alba como de costumbre, Atrus despertó a Daerya para sus prácticas matutinas. El entrenamiento consistía en armas de hoja corta, puntos débiles y demás estrategias útiles para un agente de las sombras.

Mientras éste se llevaba a cabo, Atrus le proponía situaciones y ella debía ingeniárselas para llevarlas a cabo. Así entrenaba el cuerpo, la mente y los reflejos rápidos, tan necesarios para su trabajo y dedicación.

-Hoy debes continuar con el trabajo que te encomendé ayer... no es que no lo hayas hecho bien, sino que debes hacer que sea un rumor consistente, que no haga aguas por haber surgido de una sola fuente- dijo Atrus, mientras le lanzaba a Daerya un cuchillo que le cortó un poco de la protección del cuello de su armadura de cuero de prácticas.

Atrus, en las prácticas, pocas veces era compasivo. Si debía entrenarla con el sangrado y el dolor, lo haría. Prefería qué sufriera ahora un poco y que no muriese después por haber sido demasiado blando con ella.

-Además tendrás otra tarea, pero aún más difícil y arriesgada...- soltó luego de un rol en el suelo para esquivar un tajo de la espada corta de la muchacha que entrenaba.

Le levantó al amanecer su padre, a quien aún dormida, abrazó en su desnudez total, por las mañanas vivía en el mundo onírico de los sueños y no se daba cuenta de la realidad hasta que la poco melodiosa voz de su padre la terminaba de despertar, era entonces, en esos momentos, en los que se sonrojaba como mujer que era, mientras se vestía en frente de su padre adoptivo como muchacho. Bajó las escaleras de la casa encontrando en el comedor a su querida Madre adoptiva a quien dio un cálido beso antes de salir al entrenamiento, donde, entre charlas y comentarios, recibió el primer daño de la mañana en su armadura, que por suerte no penetró, pues eso hubiese significado la muerte y aquello le puso totalmente alerta y atacante, aunque no logró dar en el blanco viendo como su maestre le esquivaba.

-Decidme maestro, soy todo oídos.-

Atrus detuvo su danza mortal y se paró frente a ella.

-Es una tarea que requerirá de toda tu astucia y entereza- comenzó el padrastro de la muchacha -Deberás entrar en las tierras de los Lindemar lo antes posible y lograr que te tomen como sirvienta de "Faro de Sal". La Casa Forster necesita de ojos, oídos y manos en esa fortaleza. Pronto saldrá una comitiva hacia las tierras de los Lindemar y tú tienes que preparar el terreno para que le comuniques al heredero de nuestra casa todo lo que hayas averiguado.- detuvo un momento su conversación para escuchar a su hija y luego, con el brazo en el hombro de ella, continuó en voz aún más baja -Esbern Forster irá a entablar ciertos acuerdos comerciales y los sellarán con el casamiento de Elora Lindemar y él. Ésto es a raíz de que Lord Bolton ha muerto, y como vasallos de él, ambas casas, tenemos la posibilidad de tomar su lugar en la mesa chica del Rey del Norte. Pero eso no va a ser simple. No están sólo los Lindemar, pero debes averiguar todo sobre ellos y sus relaciones con las demás casas. Pero en especial de ellos y sus sirvientes. Necesitamos que armes todo y no tienes más que unos días. Partirás esta noche. ¿Te orientas en el bosque?-

Escuchó atentamente todas y cada una de las palabras de su querido maestro y asintió finalmente otorgándole una reverencia.

-Así se hará maestro.-

Cuando este terminó de hablar miró en dirección al bosque y asintió sonriente.

-Me desenvuelvo, maestro, bastante bien, ya lo sabéis...-

-De acuerdo... antes de partir buscaremos a Esbern. Prepara todo que en Piedra Muerta te darán un caballo o dos para que vayas más rápido. Ha terminado esta práctica. Puedes retirarte- dijo Atrus envainando sus hojas.

-Cuando tengas todo listo, búscame en la fortaleza y hablaremos con el joven Esbern- finalizó el maestro de espías.