Partida Rol por web

Tras dudar unos instantes, estrecho con delicadeza la mano de mi nuevo compañero.

-Vetla, descencendiente de Sypha. Lo que yo poseo es más...¿abstracto?

Parece muy seguro de sí mismo. A él parece no afectarle la presión de su linaje. Sí, sin duda los Belmont deben ser los únicos con el coraje necesario para internarse en este tipo de misión sin ninguna duda.

Portador del Vampire Killer. Y lo dice como si fuese una persona normal y corriente, espero que en realidad esa seguridad en sí mismo no resulte ser una enorme inconsciencia. Hay algo que no me gusta en todo ésto, se me antoja difícil pensar que vamos a funcionar bien como equipo...

-¿Tenéis información más detallada de la misión?

- Poca cosa, negó con la cabeza, al menos no le había tocado una mujer guapa y hermosa, si ella debía morir no tendría porque preocuparse de que hubiese sentimientos en juego. Tan solo sería una pieza más en su misión. En cuanto vi el castillo supe que tenía que venir aquí, me dijeron que me reuniría con un miembro de tu familia, y parece que te ha tocado a ti.Dice encogiéndose de hombros, no es que pensase que Vetla estuviese poco cualificada, es que simplemente, dudaba de todo el mundo que se le acercaba- Yo te necesito y tú me necesitas. Nuestros antepasados lucharon juntos, y no vamos a romper esa tradición familiar. Debemos derrotar al Señor del Castillo, es lo único que sé.

Al abrir las puertas de par en par buscó con desespero a los forasteros. Si no estaban allí, habría perdido su única posibilidad de rescatar a su mujer y marcharía a una muerte más que segura. Sin embargo parecía que la fortuna quiso compensarle por lo ocurrido esa fatídica noche, y ante sus cansados ojos aparecieron las siluetas de dos extraños. Un hombre de aspecto fuerte y una mujer vestida con una túnica. Extrañas personas en un pueblo como aquel... ¿Serían los salvadores cuya misión, según decían los rumores, era acabar con el causante de todo aquello? Solo había una forma de averiguarlo, y el desesperado hombre no pretendía aguardar más.

Generalmente se hubiese acercado con cautela, pero dada la urgencia de la situación, se acercó a ellos tan rápido como había corrido hacia la taberna. Cuando llegó a su lado, tuvo que pararse a retomar el aliento, pero no podía permitirse esperar mucho rato.- ¿Sois... sois los que dicen que acabarán con el monstruo?- Logró preguntar entre jadeos. Sus ojos mostraban un brillo de esperanza. 

La llegada del tercero en discordia me sorprende. ¿Quién será?

No respondo al extraño. En lugar de éso miro a Shalazar esperando que sea él quien responda, por lo que tengo entendido él es la cabeza visible de la misión, algo así como el líder. No soy yo quien lleva el Matavampiro. Espero que le dé largas, no me gustan las sorpresas ni los cambios de planes.

Así es. Dice Shalazar levantándose y poniéndose en pie. Volvió a repetir su presentación, exactamente igual que hizo con su compañera.

- Shalazar Belmont, dijo tendiéndole la mano, heredero de Trevor Belmont y portador del aclamado látigo Vampire Killer, mucho gusto. Nuestra misión aquí, dijo ahora señalando a su compañera, es la de acabar con el ser que tú catalogas como monstruo. Puede volver a su casa tranquilo, ella y yo seremos sus salvadores, seremos quienes pongan final a la nueva reencarnación del ser que mora en el castillo. No temais, dejadlo todo en nuestras manos.

Dijo como tratando de hacerse el importante y luego señalando la puerta con un gesto de su mano. Tenían temas importantes que tratar y quizá no fuera muy aconsejable que ese hombre estuviera allí delante. Al menos, no por su seguridad.

Un brillo de esperanza pudo vislumbrarse en los ojos del desesperado hombre. ¡Al fin un tenue rayo de luz entre toda esa densa oscuridad! Esos dos eran los extraños que decían que iban a acabar con el monstruo. ¿Había dicho Belmont? ¿No era ese el nombre del héroe del cual su abuela le había hablado? ¡La leyenda de Drácula era cierta entonces! 

Sin embargo, era pronto para cantar victoria. Ignorando la mano ofrecida por Shalazar, el desesperado campesino hincó una de sus rodillas en el suelo, en gesto de súplica, les lanzó una mirada que pedía a gritos que permitiesen cumplir su petición.- ¡Por favor, déjenme ir con ustedes! -Aquello podría ser denigrante para cualquier hombre, pero en esos momentos su mayor prioridad era rescatar a la mujer que él más quería.- ¡Mi esposa ha sido secuestrada por ese monstruo, y he de rescatarla! ¡No soportaría perderla!- Suplicó, desesperado. En cualquier caso, algo en su mirada decía que iría de todos modos al castillo, aceptasen su petición o no. Su decisión era demasiado fuerte, tenía demasiado en juego.

Shalazar se limpió la mano que había quedado tendida, como tratando de evitar el mal gesto que le había hecho el campesino. Entonces vio como el hombre le suplicaba y sonrió mientras le daba golpecitos suaves en su hombro. Usted no se preocupe por nada, no es necesario que venga con nosotros pues no puede hacer nada por ayudar a su mujer. Nosotros la liberaremos, nosotros acabaremos con ese "monstruo" y nosotros salvaremos a su mujer.  Dice respirando profundamente.

Antes de que se de cuenta, estará usted volviendo a comer con su amada esposa. No tema por nada, como bien le dije antes, déjelo todo en nuestras manos y usted váyase a casa a descansar.

Estaba deseando que se pusiera en pie, pues se sentía incómodo ante la súplica del campesino. Esa era su misión, matar a Drácula y salvar a quien fuera necesario. Lo tenía completamente claro.

Mi paciencia empieza a acabarse. Apruebo cada gesto del Belmont como si fuese mío, esperando que el desconocido se largue. Hablo a Shalazar en susurros.

-Creo que deberíamos irnos ya. No ganamos nada quedándonos aquí, y nuestros enemigos no nos esperarán.

Espero con la poca paciencia que me queda que Shalazar haga algún gesto o diga algo que termine de espantar al extraño, por mi parte no hay nada que hacer en este lugar.

Las palabras del hombre apellidado Belmont fueron como un mazazo para él. Durante unos segundos se quedó callado, en blanco, tratando de integrar la respuesta del supuesto salvador, que pese a ser totalmente lógica, él no había esperado escuchar. Su cuerpo empezó a temblar de pura impotencia, no sabía si ellos realmente se preocuparían en rescatar a su esposa. Quizás por egoísmo propio él necesitaba ir también a esa expedición, para sentirse mejor consigo mismo. Jamás podría perdonarse que a su mujer le hubiese pasado algo sin que él hubiese hecho nada para ayudar.- Se lo ruego... dejadme ir con vosotros... ¡Jamás podría perdonarme si le ha pasado algo y no he ido a ayudarla! -Miedo a la posible pérdida y desesperación era lo que sus interlocutores podían ver a simple vista.

Shalazar se levantó de su asiento. Se había cansado de aguantar las memeces de aquel hombre y no pensaba volver a repetirle las mismas palabras. No lo acompañarían. Belmont había sido tajante en ese tema y no dejaría que un simple humano se adentrase en la mísmisima boca del infierno.

No se lo volveré a repetir. Dijo cuando tomaba de la mano a su compañera Belnades, para ayudarla a levantarse y después se marchaba de la taberna. Llevas razón, mi señora. Cuanto antes partamos, antes llegaremos.

Estar con un hombre sin capacidades especiales no único que haría sería estorbar a la pareja, había que moverse rápido para darle esquinazo, pero por otra parte había que estar atentos, pues quizá, el muy loco se adentrase por su cuenta, y eso era aún más peligroso que si les acompañaba.