Partida Rol por web

Saliste de la taberna abandonando lo que sería una reunión rodeada de tensión para adentrarte de lleno en una pesadilla a la que tenías que poner fin.

Tal y como estaba al principio, las calles seguían desiertas, el cielo comenzó a nublarse cada vez más y más y las primeras gotas de lluvia comenzaron a mojar tu caballo.

Un relámpago iluminó el horizonte donde tan solo había oscuridad por el transcurso del tiempo, en ese haz de luz se vio con claridad cual iba a ser tu objetivo, el castillo de Drácula, un edificio místico que se había materializado desde las tinieblas con oscuros propósitos.

A pié no tardarías más de una hora en llegar, a caballo tan solo tardarías unos diez minutos, el camino era visible, te estaban "invitando" a ir hacia él.

En poco tiempo recorriste mucha distancia, la suficiente para que la majestuosa imagen del castillo maldito se alzara delante de ti, pero hubo algo que te llamó a la atención, justo antes de llegar a la entrada que daba a los jardines, había una oxidada y antigua verja de hierros que impedían el paso, y junto a ella, una figura encapuchada con ropajes negros junto con los dos aventureros que habían rechazado tu ayuda.

Shalazar se quedó observando la reacción de su compañera. Parecía tener un fuerte temperamento, y eso sería algo que debía ser controlado. Aunque cualquier maldad que naciese de este castillo debía ser eliminada. Dudaba mucho que nada bueno saliera de allí, aunque por otra parte, aquel hombre no tendría por qué tener nada que ver.

En cualquier caso el portador del Látigo no detuvo a su compañera, simplemente se quedó unos pasos más atrás las acciones de la bruja, pues quería saber de qué pasta estaba hecha y ver hasta donde era capaz de llegar. Así que, simplemente se quedó esperando la solución del combate, y en caso de necesidad, intervendría.

En el momento que el encapuchado vio que Vetla tenía intención de atacarlo, en cuestión de segundos desenvainó un elaborado estoque y se dispuso a atacar a la hechicera, sin embargo aquella mujer pudo esquivar su estocada a tiempo para que no fuese una herida mortal ¿cuales eran las intenciones de aquel hombre?

- Es buena señal que tengas presente siempre tus defensas Belnades -

Sin mediar palabra y tras esquivar la estocada, lanzo uno de mis conjuros. No se quién es, pero está en mi camino y debe apartarse o morir.

La llamarada de fuego salió disparada de las manos de la hechicera en un rápido alarde de pericia arcana sin embargo aquel encapuchado con tan solo una voltereta hacia atrás logró evadir un abrasamiento.

Shalazar asintió con la cabeza al comprobar que aquella mujer era ciertamente una Belnades. Al menos podría confiar en su compañera y sabía que era la elegida. Pero cuando su ataque falló, el poseedor del látigo hizo una mueca con la boca. Aquello no le había gustado. Mala puntería... pensó inmediatamente. Pero aún así siguió contemplando lo que sucedía. Quería ver de lo que era capaz su compañera, para comprobar así cuáles eran sus límites.

Mientras no lo viese necesario, no intervendría.

Ahora el encapuchado probó otra estrategia, al ver que no pudo atacar directamente con el estoque a la hechicera, procuró hacer ver sus capacidades como combatiente cuerpo a cuerpo.

Se abalanzó hacia Vetla para propinarle una patada en el estómago ahora que la veía más indefensa tras conjurar su llamarada de fuego pero algo ocurrió de repente.

El hombre se arrodilló en el suelo y comenzó a sujetarse la cabeza, era como si algo le ocurriera por dentro...

Puede que esté sufriendo algún tipo de posesión demoníaca. La amenaza del extraño me preocupa más ahora que antes, por lo que decido protegerme a mí misma con otro de mis conjuros.

Miro a mi compañero, expectante. No me sorprende su pasividad, alguien destinado a derrotar al Señor Oscuro no debería perder la calma por una lucha tan insignificante como esta.

El encapuchado que aún estaba arrodillado contempló como la hechicera conjuró aquel escudo de hielo que le otorgaría protección adicional, no dudó ni un momento en reincorporarse e intentar arrojarle tierra directamente a la cara para cegarla temporalmente, algo bastante indecoroso pero efectivo si todo salía según lo planeado.