Las criaturas, que son pequeños animalejos que Candace ha visto alguna vez en la playa, se dirigen como una marabunta hacia la fuente del agua, tratando de llegar entre soniditos desesperados que anuncian su inminente muerte.
Asiento muy seria dándole todo mi apoyo al auxiliar.
- Ya te digo.- Le respondo completamente identificada; llevan llamándome comepollas desde que ayudaba a mi novio, el socorrista, con sus prácticas de primeros auxilios. El boca-pene es una maniobra complicada y mi novio tenía que practicar... Luego vendría el domador de serpientes, pobre, que mala suerte tenía, siempre le picaban en el mismo sitio, la de veces que he tenido que arrodillarme para succionar y chupar para sacarle hasta la última gota de veneno... pero nada de eso me convierte en una comepollas. - Lo que ocurre es que hay mucho reprimido-Sentencio.
-No les tiréis agua, les gusta- Digo señalando lo obvio.
–En la playa, unos tentáculos cómo esos -Les digo señalando los tentáculos que le salen del cuerpo a Josh- han descuartizado a una chica que estaba bañándose. Y ahora que lo pienso, nosotros también estábamos metidos en el agua, estábamos… jugando, cuando Josh se quejó y dijo que algo le había picado en la pierna...-hago un puchero al tiempo que mis ojos se humedecen- ...y mírale ahora, todo destrozado, muerto, con la tapicería manchada y el radiador por fuera.
En menos de un segundo vuelvo a hablar en mi tono habitual, superada la pérdida de Josh.
-Esas cosas se mueven por el agua. –Le indico al granjero desde mi posición, detrás de Charly.-Quizás deberías acercarte a ver que son.
Robert se imaginó a aquella animadora succionando el veneno de la serpiente. Si era tan tonta para tragarse, y nunca mejor dicho, las mentiras de un listillo, se merecía ser tratada como una vulgar fulana. Si tuviera diez o veinte años menos él hubiera hecho lo mismo que el supuesto encantador de serpientes. Aquella muchacha tenía unos morros muy jugosos que podían hacer pasar un buen rato a cualquier hombre.
Las palabras de Charly le sacaron de sus pensamientos.
- ¿Al Sherrif? No se de que cojones servirá ir a ver a ese inútil. - Dijo Robert enfadado. - Pero iremos de todos modos... - hizo una pausa para escupir en el suelo sin perder de vista aquellos tentáculos. Posiblemente serían un buen fertilizante. - ... tengo cuatro cosas que decirle a tu jefe. - concluyó.
Rob se montó en su camioneta. Solo tenía un asiento delantero en el que cabían hasta tres personas. La parte trasera de la furgoneta era para carga. El granjero esperaba que la animadora se sentara a su lado. No tenía nada que hacer. Pese a que su mujer se fue hace mucho tiempo, seguía casado a los ojos de Dios. Y aunque no era muy religioso, prefería no tentar a la suerte. Metió la llave en el contacto y trato de arrancar. El motor hizo un ruido ahogado y no logró arrancar. Volvió a probarlo y tampoco se encendió. A la tercera, y con un sonido de explosión seguido de una bocanada de humo negro procedente del tubo de escape, la furgoneta finalmente se puso en marcha.
La cámara enfoca la bucólica heladería "Heladería Fakeman" pero tras unos segundos, que ha pagado el local en concepto propaganda, el angulo gira para mostrarnos la cercana comisaria/Oficina del Sheriff/lo que sea. No era un edificio muy grande. De hecho, no era más que un anexo del Ayuntamiento. Se entraba por un lateral. La puerta de cristal que daba acceso a la oficina, la podía abrir cualquiera de una patada. Hasta una niña pequeña, y no de las fuertes, podía empujarla.
Pero hoy algo ha cambiado: un cadillac negro ha alunizado en su interior, la zona de recepción ha sido atropellada. Por el polvo que aun flota en el aire es evidente que el evento vial ha ocurrido hace relativamente poco. Delante del lugar, un campesino local, la jefa de las animadoras y el burócrata de la oficina del sheriff se encuentran subiéndose a una furgoneta ranchera que no es que hubiera conocido tiempos mejores... había traído los tiempos mejores a este condado.
La furgoneta arrancó a su extraña manera, pero antes de que llegaran a moverse llego uno de los dos coches patrulla. Dentro viajaban los dos ayudantes del sheriff que faltaban: Thomas y Jhoseph y en los asientos de atrás una joven asiatica y un señor barbudo.
El coche paro delante de la comisaria.
No vais esposadxs ni el coche tiene la puerta cerrada, solo os iban a traer para declarar.
Charly señalo el coche patrulla. -Mire los dos agentes que les dije que estaban encargandose de lo del centro cultural- Le dice al granjero. Tras lo cual baja a hacerles señas como si hiciera falta señarles que pararan al ver lo ocurrido en la oficina, además en el lugar donde paraban siempre.
-Nos han alunizado en la comisaria, han sido los marcianos, que se llevaron a ese señor (Señala a Robert) en el 73, son cerdiformes y se mueren de sed. y vivían dentro del conductor del cadillac descapotable...
Ey tu eres E. King! me firmaras tu libro' me lo regalaron hace 10 meses y ya voy por el capitulo 2! es superinteresante aunque tiene un montón de palabras que no entiendo.
El momento en que aquel acordeón la desarmó haciendola disparar el revolver y aquella escritora había explotado en mariposas rosas había dejado a Steph con la boca abierta y los ojos desorbitados. No había podido replicar nada ante los policías que, tras abrirse paso entre una muchidumbre armada hasta los dientes y con ojos llenos de odio, habían escuchado las palabras de la Vecina Respetable que nada indicaba que pudiera mentier aparte de estar llena de los sesos y las vísceras de la acordeospachurrada señora Ferguson: así, el verla tan desarmada, tan asiática, encima de aquella silla, junto a aquel barbudo loco, había sido suficiente.
Y ahora Steph permanecía aún con la boca desorbitada y los ojos abiertos como un opencor, sentada en la parte trasera de aquel coche policial.
Eh..eh.. es lo único que alcanzaba a decir, como si fuera una actriz cuyos guionistas hubiesen olvidado escribir sus diálogos; Steph no acababa de asimilar como una mujer podía evaporarse estallando en miles de mariposas rosas porque ¡¡no existían las mariposas rosas!!
Alguien la llamó y salió de sus ensoñaciones, para...perdón? ¿Alguién se estaba leyendo su increiblemente aclamado y premiado libro Terror Tentacular Uno (22,30$ en todas las tiendas) absolutamente desconocido en su pueblo?
Este tío quiere acostarse conmigo.
Euh..sí, claro. ¿Puedo... marcharme ya? Dijo, y luego vió el cadillac estampado en la puerta de entrada de la comisaría. Seguro que es lo último en decoración de comisarías en paletolandia.
No me apetece subir a la mugrienta furgoneta del mugriento granjero y sinceramente me importa un bledo lo que esté ocurriendo, no es mi problema, que se encargue el sheriff, o el alcalde, o Rambo, que para algo cobran. Yo solo quiero irme a casa.
Aunque desde luego tampoco voy aquedarme aquí sola, en el cadillac aún está Josh, con el pecho abierto y todos esos bichos que han salido de dentro de él esparcidos por doquier. Por suerte parece que no sobreviven fuera del agua.
Bajo de la mesa con un grácil saltito y tras comprobar que ninguna de esas cosas ataca a Charly ni al granjero salgo a la calle. Procuro pasar lo más lejos posible del cadillac pisando con cuidado los cristales y los escombros que hay por el suelo.
Parece increíble que después de todo no me haya roto ni una uña.-Pienso mientras me sacudo el polvo de la faldita de animadora. Tras mirarme en un cristal roto, recolocarme el top del bikini y asegurarme de que mi aspecto es impecable, me dispongo a irme a casa, calle abajo, caminando alegremente con el bolsito al hombro.
–Cuando le cuente esto a Courtney no se lo va a creer.
Robert sonrió levemente al ver al loco de John Alone en la parte trasera del vehículo policial. Trató de evitar la sonrisa, debía parecer en todo momento un malhumorado granjero si quería mantener su reputación. Una reputación de persona hostil y desagradable que se había labrado durante tantos años por tal de mantener alejados de su granja a vecinos y curiosos. Pero lo cierto era que ver una cara conocida y amiga le reconfortaba. John estaba completamente loco, veía por todo señales del fin del mundo. A veces se hacía pesado, sobre todo cuando se encontraba en medio de una partida y veía algo raro en una planta, o bien entraba alguien trajeado en el local, que evidentemente no podía ser otra cosa que un agente gubernamental tratando de encubrir la verdad. Pero algún día tenía que acertar. Quizás el día de hoy fuera ese día.
Robert se acercó hacia John le miró de arriba abajo con la cara seria y sin dejar de masticar una espiga de trigo. Se sacó la espiga de la boca y escupió al suelo cerca de John. Acto seguido volvió a apretar el trigo entre sus dientes.
- Maldito bastardo. ¿Qué has liado John? ¿Todo esto es obra tuya? - le dijo Rob al señor Alone de forma ruralmente cariñosa.
Abrió los brazos y abrazó a su compañero de cartas. Hubiera preferido abrazar a la estúpida jefa de animadoras, o a la china, que aunque fuera amarilla, y seguramente tuviera alguna enfermedad contagiosa, todos iban a morir. Prefería hacerlo habiéndose restregado con una china cachonda antes ser engullido por uno de esos alienígenas con tentáculos.
- El Sheriff y sus hombres van dando palos a ciegas. No nos creen y nunca nos han creído John. Y ese puto auxiliar... o ayudante que se ha buscado el jefe no es más que un palurdo. ¿Como cojones enseñan a los niñatos de hoy en día? - refunfuñaba Rob mientras esperaba que alguno de esos niños con uniforme, diera una absurda explicación a todo aquello y le llamaran loco por contar lo que le paso en el 87.
En la cara de John se dibujó una amplia sonrisa, sincera y alegre como el canto de las moscas.
- Robert, ¡maldito gañán cejijunto! Qué alegría contar por aquí con alguien que me entiende tan bien. La gente se ha puesto un poco nerviosa en cuanto esa colgada del centro cultural me ha llevado la contraria. No podemos contar con los pirados del Sheriff, no han dudado en traerme aquí como si hubiera sido yo el loco. Pero con esta maravillosa china de bufas gigantes, sí que podemos contar. Creo que entiende bien nuestros intereses.
Luego miró a su alrededor y sentenció.
- Yo también quisiera largarme. Robert, ¿tienes algún embudo metálico en casa para ponérmelo en la cabeza? Quiero estar protegido cuando empiecen las abducciones.
- Embudos no tengo John. - respondió Rob. - Pero tenemos que ser invisibles y silenciosos. No quiero que me vuelvan a meter un sonda por el ano.
Robert miró a los dos agentes de policía. Eran dos guaperas que debían llevar algunos años en el cuerpo. Le daban algo más de confianza que el chupatintas de Charly. Solo esperaba que tuvieran buena puntería. No quería que uno de esos seres planta le saliera del pecho.
- ¡Niña! - Rob trató de llamar la atención de la rubia tonta, antes de que se marchara. - ¿Cómo se le metió el bicho a tu amiguito, el del coche? - Preguntó intrigado el granjero.
Steph seguía en la parte trasera del coche de policía, el brazo reposado sobre la ventanilla de la puerta, con el codo apuntando acusadoramente al policía conductor y sus mejillas apoyadas sobre la palma de la mano que, por el contacto, le presionaban el rostro creándole un moflete que realmente no tenía.
Mientras hablaban de sus supuestas afiliaciones a marcianas conspiraciones y evaluaban el tamaño de sus pechos como si ella no estuviera, ella hacía como tal y miraba y escuchaba todo con cara de hastiado fastidio.
Así que esto es lo que ocurre cuando abusas del alcohol mal destilado...
Candace avanza decidida hacia su casa. Está a solo diez metros de salir de cámara, de ser un personaje que sale de la película antes de que comiencen las muertes en serie, la matanza. El personaje lo tiene claro, si llega a casa y logra convencer a sus padres de que le dejen viajar a ver a la tía josefina, que vive en la otra costa del país, estará a salvo. Aal menos hasta que empiece “Cataclismo Absurdo II: Lo mismo, pero ahora en la costa Este”
La actriz que lo interpreta suda aterrada. ¿Nadie va a tratar de detenerla? ¿Van a dejarla salir del casting? Eso significaría no cobrar por los 60 min de película que ha firmado, sino por 15. Y aunque su sueldo sea remunerado en cacahuetes no deja de ser un salario digno. Debía muchos cacahuetes al banco por la hipoteca.
Pero, en un genial golpe de “guionista ex machine”, suena el móvil.
-Oye cariño tu padre está en la central química y deben de tener “invividores” de esos que no me dejan llamarle al móvil. Ve y dile “Ha llamado el alcalde a casa porque tiene que hablar con él y con el Sheriff de la visita del presidente Negro de los Estados Juntitos de América”.