Nombre: Edward "Ed" Bartou
Edad: 56 años
Parentesco: Primo del señor Marceló Bartou
Lo que se conoce de él de manera general: Edward tiene un ego que no cabe ni en su casa, lo que le hace pensar que posee un talento inabarcable. Apasionado del cine, desde muy joven, Edward empezó a hacer películas caseras con su cámara Super 8 y aunque ha intentado probar suerte en el mundo del cine, su mayor mérito ha sido rodar algunos videoclips de grandes estrellas en declive. Pese a ello, estar bien posicionado económicamente y su facilidad para hacer contactos sirvió para que tenga una vida más o menos acomodada. Ha rodado alguna que otra película, aunque todas con una pésima calidad debido al nulo talento de Ed como director. Pese a ello, con más de cincuenta años, Edward es un hombre paciente que está convencido de que más tarde o más temprano, la Academia le dará una oportunidad y que llegará a alzarse con un Oscar a Mejor Director. Va a todas partes con su vieja cámara Super 8, grabando todo tipo de eventos familiares.
Si hubiera que definir con una sola palabra a la rama familiar de los Bartou a la que pertenece Cletus sería: Escándalo. Escándalo como cuando su padre, uno de los hermanos de Barceló, dijo que había dejado embarazada a una mujer estando solteros, algo bastante mal visto en aquellos tiempos, escándalo cuando anunció que la madre de su futuro hijo era negra y escándalo cuando aseguró que pensaba seguir adelante con el embarazo y con la relación. Ante el poco apoyo familiar terminó mudándose lejos de la zona y perdió el contacto con muchos de ellos.
Por lo poco que se ha podido saber de Cletus tampoco parece que vaya a hacer brillar el apellido familiar. Entrados los cuarenta no tiene oficio ni beneficio, vive en un parque de caravanas de una pequeña comunidad al sur de Alabama y no parece que su precaria situación le preocupe demasiado ni haga nada por cambiarla. Toca el banjo lo suficientemente bien para poder dar algún que otro concierto en bares de mala muerte o tocar en la calle para ganarse el dinero necesario y cuando eso no llega recurre a algún que otro negocio de dudosa legalidad, poco esfuerzo y suficientes beneficios, lo que le ha ocasionado alguna detención puntual. Así con todo quizás de todos los rumores que hayan podido llegar a la familia el último sea el más escandaloso de todos, el tiempo lo dirá.
Rosalind Bartou, de entre 50-60 años. Hija de de Marceló Bartou y Dorotea.
Sus padres la enviaron a un lejano colegio de monjas para que tuviera una educación religiosa desde muy joven. Siguiendo las instrucciones de su padre, se mantuvo allí y centró su vida para con la iglesia. Incluso durante la adolescencia y varios años después, eligiendo una vida de reclusión, tal y como le hubiera gustado a mis padres.
Decidió abandonar la clausura entorno a los 35 años, después de la muerte de su madre Dorotea, difunta esposa de Marceló. Al volver a casa y tras la reclusión de su padre, comenzó una vida en Hopefield, con tal de no alejarse demasiado de sus raíces.
Nunca casada, sin hijos. Nunca perdió la conexión con la iglesia y sus creencias religiosas, y a ello dedica su vida siendo codirectora de un centro dedicado a gestionar orfanatos, hogares de beneficencia, y gestionando eventos y charlas de otros oradores que promueven los valores familiares tradicionales que tan importantes son en ésta época.
La última vez que la vieron, destacaba por su carácter estricto y su preocupación por su padre y su obsesión en mantenerse recluso ajeno del resto del mundo.
Rhys, hijo de Priscilla Bartou y Conrad Johnson, es un hombre de 57 años. Nunca ha tenido mucho contacto con la familia, la única que recibe noticias suyas es su madre, aunque tampoco tiene demasiada relación con ella, una llamada por su cumpleaños y otra por Navidad.
Es diseñador de moda, y lo era ya en una época en la que ser un hombre interesado por los vestidos resultaba conflictivo en Alabama. En su juventud se largó a lugares más cosmopolitas y terminó viviendo en Nueva York. Tiene una firma de moda exitosa y durante todo este tiempo no ha mostrado ningún interés por el resto de su familia. Los más jóvenes ni siquiera lo conocerán, los mayores llevarán años sin verle, quizás desde el funeral de la abuela Dorotea.
Estuvo casado durante un corto periodo de tiempo, cuatro años, y tiene dos hijos de este matrimonio. Ahora son adolescentes y tampoco los ve demasiado, viven con su exmujer y solo lo visitan en vacaciones. No ha vuelto a casarse ni a tener una pareja oficial.
Priscilla, la hermana mayor de los hermanos Bartou, se casó con Conrad Johnson un poco por presiones familiares. El matrimonio fue mal al principio, y un fiasco después, así que sólo tuvieron un hijo, Rhys, y las relaciones entre los tres fueron de mal en peor. Hasta que Priscilla enviudó.
En ese momento ella renunció al apellido de su marido, y con su herencia adquirió una pequeña Villa relativamente cerca de la Finca Bartou, con la idea de visitar a su hermano. Sin embargo, tras la muerte de Dorotea, Marceló se enclaustró para todos y Priscilla no fue recibida en la Mansión, estando obligada a tratar únicamente con el Mayordomo si necesitaba algo de su hermano.
Además, la convivencia materno-filial resultó ser complicada por sus respectivas maneras de ser. Cuando Rhys se marchó de Alabama, la relación entre madre e hijo se deterioró hasta el punto de verse sólo en Navidades, y alguna esporádica llamada telefónica. Así que Priscilla acabó viviendo sola.
Ahora, tras la muerte de su hermano, y a sus más de 75 años, se siente la responsable de la familia.