Martes 24 de Febrero de 2004, 18:23. - Alrededores del Louis Armstrong Park, Nueva Orleans.
Hoy es Mardi Gras, y para tí, es una bendición. La ciudad llena de gente, borracha... Con carteras llenas de dinero. Mientras te fumas un pitillo, das un garbeo por el parque y fijas unos cuantos objetivos fáciles. Todavía faltan dos o tres horas para que empiece el mogollón, pero siempre te gusta tantear el terreno.
Sí, quizás esa rubia tonta con tetas grandes sea pan comido.
Aún eres humano. La narración será en presente y primera persona siempre.
Un día muy interesante. Este tipo de dias festivos siempre han sido de lo más divertidos. Mucha gente no se percata de los muchos carteristas que van de un lado a otro, pasando cerca de todos los borrachos que están fuera de si o los padres idiotas que prestan demasiada atención a los desfiles junto a sus hijos.
Mis ojos se fijan en la figura de la rubia tetona, un tópico del montón. No aparenta mucha astucia y parece tener un buen dinerillo. Doy una profunda calada al piti y comienzo a avanzar tranquilo y de forma natural, pasando por detrás de la mujer mientras mi mano se desliza disimuladamente, con un movimiento fugaz, a por la cartera...
Minutos después, sentado en un banco, cuentas el dinero. 54 dólares. No está mal. Miras a tu alrededor, buscando otra víctima. Pero notas una mirada encima de tí. Un hombre bajito, con gafas y una gabardina larga. Su aspecto te desagrada. Te sientes muy incómodo con su mirada.
Es como si... viera tu alma a través de sus ojos.
La mirada de ese hombre me incomoda bastante. Guardo el dinero rápidamente y fijo mis ojos en los de él, intentando hacerle frente.
¿Quien se cree que es este tío? A mi no me incomoda nadie.
Pero realmente, me sentía incómodo. Era un poco inquietante, pese a...parecer un tío de lo más normal. No sé, quiza era uno de esos psicopatas que parecen normales pero siempre están rodeados por esa aureola de loco de atar que mientras te mira está planeando como descuartizarte y luego canabalizarte.
Ecs.
Finalmente me decido a decirle algo.
- ¿Qué? ¿Tengo gusanos en la cara o que pasa?
El hombrecillo sonríe, pero en su cara queda una mueca bastante grotesca.
- No... Pero de mí puede depender que los tengas.
Y suelta la risilla más aguda y desagradable que has escuchado en tu vida. Ese tío te da verdadero mal rollo.
¿Qué coño dice este...? Lo que me faltaba, un psicópata.
Me quedo mirándolo unos segundos hasta que finalmente decido levantarme de ahí y alejarme de esa zona, no vaya a ser que me haya pillado y lo anuncie a los cuatro vientos. Mierda, no puedo quitarme esa mueca y esa frasecilla de la cabeza. Que tio más asqueroso, que...mal me cae. Y ni lo conozco.
Que repelús.
Te alejas de allí, asustado. Un tío verdaderamente raro. Cuando estás lejos del mogollón, piensas que estás a salvo, y te enciendes un pitillo. Pero alguien te agarra por la espalda. El cigarrillo cae.
- Lo siento, pero nunca he sido muy sutil. - De nuevo esa risilla infernal.
Y entonces, sientes como se acerca a tu cuello. Pero no hay aliento. No hay respiración. Unos colmillos rozan tu piel, y cuando comienzas a sentir verdadero miedo, una oleada de placer te invade. Sientes como se está bebiendo tu sangre, te roba tu vida poco a poco, y el sentimiento es superior al sexo. Es tremendamente excitante. Tras un minuto experimentando algo mejor que un orgasmo, notas desfallecerte. Te notas morir. Tus rodillas se aflojan entre los brazos de Warren. Tu piel se enfría y caes a la hierba.
Sólo queda el negro, y tu corazón, luchando por no pararse. Pero pierde la batalla. Y se para. Mueres.
Pero de repente, sientes una oleada de fuego bajando por tu garganta que hace que vuelvas a vivir. Pero tu corazón sigue sin latir. Quieres abrir los ojos, pero estás extenuado. Extenuado y vivo.
Aún no es tu hora.