Cuando vuelves, Victoria ya está de pie.
- Me aburro. Vamos a un lugar más acogedor, donde podamos vernos mejor.
Y sin esperar tu respuesta, se encaminó a la salida del local con andares de diosa.
Thad se encogió de hombros y la siguió. Se detuvo para dar un trago a su cerveza (no estaba en condiciones de caminar y empinar el codo al mismo tiempo), y para cuando quiso darse cuenta tuvo que correr para alcanzarla. Se mareó un poco, pero el aire de la calle le hizo sentir mejor. Buscó a Victoria con la mirada.
Victoria te espera apoyada en la entrada de un callejón, fumándose otro cigarrillo y esperando a que te acerques. Cuando lo hubiste hecho, se interna en él.
Se iba frotando las manos mentalmente. Aceleró el paso, que tal vez por la expectación era ahora más estable, y se metió en el callejón tras Victoria. El aire helado de febrero, por otro lado, pareció despertar la parte de él que sabía que meterse en callejones de noche era peligroso.
Anotó el dato en su memoria y buscó a Victoria.
Victoria se encontraba al fondo del callejón. Cuando te ve llegar, tira el cigarrillo y se lanza a tus labios. Comienza a besarte, desesperadamente, casi comiéndote.
Y entonces, sientes como se acerca a tu cuello. Pero no hay aliento. No hay respiración. Unos colmillos rozan tu piel, y cuando comienzas a sentir verdadero miedo, una oleada de placer te invade. Sientes como se está bebiendo tu sangre, te roba tu vida poco a poco, y el sentimiento es superior al sexo. Es tremendamente excitante. Tras un minuto experimentando algo mejor que un orgasmo, notas desfallecerte. Te notas morir. Tus rodillas se aflojan entre los brazos de Victoria. Tu piel se enfría y caes a la hierba.
Sólo queda el negro, y tu corazón, luchando por no pararse. Pero pierde la batalla. Y se para. Mueres.
Pero de repente, sientes una oleada de fuego bajando por tu garganta que hace que vuelvas a vivir. Pero tu corazón sigue sin latir. Quieres abrir los ojos, pero estás extenuado. Extenuado y vivo.
Aún no es tu hora.