El Gangrel asiente.
- A la orden.
Luego os mira.
- ¿Estáis listo o qué?
Pongo los ojos en blanco momentáneamente y asiento con la cabeza antes de darme la vuelta y empezar a caminar hacia el lugar, con una estaca en la mano y el cuchillo en la otra. Miro a uno de los policías y casi sin darme cuenta paso la lengua por los dientes, sedienta. A ver si con suerte luego me dan algo de beber. Algo fresco y dulce,… y vivo.
Ella tiene fortaleza mental férrea y poderes de la leche y nosotros palitos y al maromo este. Genial. Bueno. Pues allá vamos. Visto que nadie lo quiere, cojo el otro cuchillo (por no hacerle un feo a Vidal, por supuesto. No es que esté a punto de mear sangre en mis pantalones ni nada) y me dispongo a seguir a Alexander.
Me doy cuenta de que no estoy tan asustado como pienso que debería. Si lo pienso, tiene sentido, supongo. Estoy muerto. Mucho más muerto, no puedo estar. Y nosotros somos más y Lola tiene un bate.
Seguro que ella no tiene un bate.
-Bueno, vamos.
Alexander os dirige hacia la parte trasera de la iglesia, para entrar por ella, mientras os preguntáis qué clase de peligros aguardarán dentro.