- Ahí los tienes. - Interrumpió Max Bothmann de manera inesperada pero totalmente providencial. - Acaban de entrar en la taberna los hombres a los que habéis venido a buscar. - Señaló con el dedo hacia la parta delantera de la taberna. - Son ellos...
Como Neegor había descrito, se trataban de un guerrero y una alimaña. El hombre mayor parecía un tipo asustado y cansado. De mirada atormentada que dejaba entrever su malvado y podrido corazón.
El más joven, el guerrero era un hombre fornido de una estatura similar a la de Iirag. Sin duda era un hombre curtido en mil batallas, así lo atesoraba la cicatriz que lucía en el cuello y que era visible desde aquella distancia, así como su propia postura corporal y su astuta mirada.
- ¿Son ellos? - Le preguntó Borg a Iirag. - ¿Cómo podemos estar seguros?
Era evidente que el enano tenía sus razones para no creer la palabra de aquellos rateros de poca monta. Podía ser que ni conocieran desde el primer momento a ninguno de los dos personajes que buscaban y que sólo lo hubieran dicho para sacarle a dos extranjeros una cerveza y algo más. ¿Podía fiarse de aquellos dos tramposos? Era evidente que no, pero de todos modos igual sería interesante entrevistarse con los recién llegados.
- ¿Qué hacemos? - Le preguntó a su compañero.
Iirag sonrió confiado. Le dio un golpe en la espalda a Borg y se levantó.
—Pues que vamos a hacer, compañero. Saludar a nuestros amigos.