A Marco no le gustaba cómo había evolucionado la situación, porque a Marco no le gustaba la tortura. Aunque poco sabían sus compañeros de faenas, muy en el fondo Marco era una persona sensible, si bien no refinada, y en general de carácter afable y amistoso. El señor Panepinto sabía esto, y sabía también que Marco dejaba su sensibilidad en casa cuando trabajaba para él. Era parte de su acuerdo, Marco ofrecía fidelidad absoluta y Panepinto cuidaba de él. A Marco le valía con un gesto mínimo y olvidaría sus escrúpulos para convertirse en una eficiente máquina de hacer daño. No sería la primera vez. Pero debía ser el propio Don quien lo hiciese. Era parte de su acuerdo.
Viendo la cautela de sus compañeros a implicarse de forma más personal en el asunto, Marco suspiró de forma audible. Mientras John le cantaba las cuarenta al político al más puro estilo poli bueno, poli malo, Marco iba preparándose por si aquel señor trajeado elegía el camino difícil. Sí, en general los que manejaban el cotarro solían ser tipos listos, pero después de lo de la mujer y ahora esto, el señor Scott no lo parecía demasiado. Así pues, tras mirar pausadamente al Don en busca de la señal convenida, Marco dió un lento paso adelante al tiempo que John acababa su intervención. Se quitó con cuidado la chaqueta del traje, la sacudió un par de veces, y la puso aparte sobre una mesa para que no se ensuciase. Del mismo modo, se remangó las mangas de la camisa para evitar salpicaduras en lo posible. Lo que podía venir a continuación solía ser sucio.
Cuando se regresó de nuevo junto al foco de la escena, todos fueron repentinamente conscientes de su enorme envergadura y musculatura. Marco era un tipo grande, pero su carácter tranquilo y su forma de vestir solían rebajar parte del efecto. Ahora, con los brazos desnudos y proyectando una sombra amenazadora sobre el político, parecía mucho más grande y salvaje. Miró con detenimiento al político, desdeñoso, desde muy arriba, hizo un par de estiramientos con el cuello hacia los lados y consultó de nuevo a Panepinto con una mirada.
Motivo: Intimidar
Tirada: 1d100
Dificultad: 80-
Resultado: 89 (Fracaso)
Tiro Intimidar para toda la actuación previa. Como era previsible y avisado, fallo la tirada a 80, así que creo que nos ensuciaremos. En cualquier caso, espero post del master
Primero intentaron convencerle, pero Michael lo negaba todo indignado y más colérico que calmado. No obstante parecía dispuesto a olvidar todo aquello siempre y cuando le dejaran en paz.
Sus anfitriones, si es que aún se les podía considerar como tal hicieron oídos sordos y le obligaron a sentarse. Podría haber intentado luchar pero sabía que no tenía mucha opción. Observó con más curiosidad que temor cómo uno de los sicilianos empezó a quitarse la chaqueta. Tal vez contaba en su fuero interno que todo aquello fuese más una amenaza que otra cosa, en la política eran muy dados a eso. Sin embargo hasta que Marco no terminó con los preparativos, no comprendió lo que iba a suceder y empezó a ponerse nervioso.
— ¿En serio vas a hacerlo? ¡Joder Gaspare, que no tengo ni puta idea de ese tema! La verdad es que sólo ha sido cosa de un par de favores. Ya sabes cómo son los desgraciados de la mafia —música celestial para sus oídos—. Bueno, me has entendido. Te hacía más razonable, sin embargo esto... Joder como broma no mola una mierda déjame marcharme joder.
Pues eso, le pones nervioso pero para conseguir algo tienes que tirarme torturar. Viendo el ser tan despreciable que es y lo poco que acostumbrará a esto fallará automáticamente cualquier tirada de resistencia. Así que...
Edito únicamente para mencionar que con cada tirada de tortura haz una tirada de 1D3 para evaluar el daño. Por otra parte, si fallas la tirada de tortura, deja hecha la siguiente hasta que aciertes una. Y así en un post relato todo el trabajo para acelerar esto ;-)
— Eres más necio de lo que pensaba Michael—. Hizo entonces una seña, si en algún momento hubo margen para unas negociaciones, éstas habían fracasado.
La cosa se ponía fea. Sobre todo para el signior Scott. Cuanto Don Panepinto se creía traicionado y daba la oportunidad de explicarse, más valía hacerlo, de lo contrario las consecuencias solían ser muy malas para el "traditore"¹.
— Michael, hai scelto una cattiva strada...² — Dijo Marcelo mientras miraba al político con gesto imperturbable. — Marco... — Se apartó cediendo espacio al profesional.
1 Traidor.
2 Michael, has escogido un mal camino.
Panepinto había hablado. No había más que decir.
Marco abandonó su actitud intimidatoria y se puso manos a la obra. Aquel hombrecillo tenía que hablar, y para eso tenía que dolerle, así que Marco iba a hacer que le doliera. Mucho. Así que, como otras veces que se habían visto en una situación similar, Marco abandonó un momento la sala y se dirigió a la cocina. Allí, tras intercambiar unas palabras con el cocinero conocidas por ambos*, volvió con un delantal sobre su camisa y un repertorio variopinto de instrumentos de cocina, todos afilados. No solían hacerle falta, pero llegado el caso, prefería no tener que interrumpir su función cerca del clímax.
De pronto, cuando parecía que todavía estaba colocando el instrumental y venido de la nada, un puño como la cabeza de un buey se le clavó a Michael en la boca del estómago. Y luego Marco siguió poniendo a punto el instrumental. Torturando, Marco era lento y metódico, como para casi todo. Además, sabía que la clave era dañar poco pero que al pobre diablo se le hiciera muy, pero que muy largo. Y que no debía dañar partes visibles, eso también lo sabía, aunque parecía que Brincos no. Bien, ya estaba todo en su sitio: podía ponerse en serio.
Dos nuevos golpes seguidos en el pecho hicieron tambalearse al político en la silla. Marco se retiró un par de pasos hacia atrás para dejar que el dolor se extendiese. Este momento solía aprovecharlo un compañero para añadir un par de frases que convencieran a la víctima de que había un camino mejor. Mientras, Marco flexionó los brazos e hizo crujir los nudillos, y luego lanzó un dolorosísimo golpe descendente, descargando en él todo su peso, en plena entrepierna del señor Scott. La silla crujió, probablemente habría que tirarla. Acto seguido, sin que su blanco pudiera asimilar qué estaba pasando, lo agarró del cuello, lo levantó con la mano izquierda y comenzó a asfixiarlo, cerrando el puño con fuerza alrededor de su cuello. Cuando veía que Michael comenzaba a asfixiarse, aflojaba la presa para que boquease desesperado y, a mitad de la bocanada, le retorcía los testículos, yendo cada vez un poco más lejos. A la tercera repetición, dejó caer a Michael sobre la silla, dió un par de pasos atrás, contempló su obra, que parecía bastante buena (los moratones del cuello deberían quedar ocultos por la camisa), miró a sus compañeros, a Michael, a Brincos y a Panepinto en este orden y, por último, a los que había traído de la cocina.
—Ya está listo —añadió—. Cuando quiera podemos empezar.
No quedaba claro si hablaba a Michael o a Panepinto.
Motivo: Torturar
Tirada: 1d100
Dificultad: 55-
Resultado: 13 (Exito)
Marcelo se acercó a Doe sin dejar de mirar a Michael. Con los brazos cruzados y atento al espectáculo permaneció mirando el método que Rossi tenía para hacer hablar a cualquiera. Era realmente bueno, aunque la presa en esa ocasión era fácil. No creía que un político aguantase demasiado, al fin y al cabo ese tipo de personas no conocían el honor o la fidelidad. Se evidenciaba aún más en el señor Scott, pues estaba allí sentado por traidor precisamente.
- Al último tuvimos que tirarlo al muelle... - Le dijo Marcelo a Doe, lo suficientemente alto como para que el señor Scott lo escuchara. - Ni te imaginas como le dejó Marco. Es realmente un profesional en ésto. Ahora verás cuando empiece. De momento sólo está con el "antipasto". Come si dice in inglese? - Le preguntó a John. - ¡Aperitivo! - Exclamó.
Motivo: Intimidar
Tirada: 1d100
Dificultad: 47-
Resultado: 95 (Fracaso)
Trataba de reforzar la obra de Rossi con mi palabrería, creo que no ha funcionado demasiado bien XD
Cuando John vio salir a Rossi y escuchó el ruido de la cocina, llevó al hombre a una silla murmurando ligeramente -Siéntese. Créame, lo va a necesitar. Si lo tomo de esta manera, es para que vea que me ocuparé también de usted, al final.- Acto seguido se coloco en la esquina de la habitación, a la esquina de aquel hombre, apenas perceptible en su rango visual. Como un constante recordatorio de...
Marco Rossi entró, como todo un cheff dispuesto a su labor y acomodando sus herramientas en la mesa. Al parecer no quería batirse de "gazpacho". Una buena idea. La limpieza siempre es lo ideal. John admiraba eso. Lo sorpresivo, fue que de pronto Marcelo se colocara en la esquina junto a él. Escuchó sus palabras sin apartar mi vista del trabajo de Marco, y hablando casi en el mismo tono.
-El señor parece razonable. No creo que de pretextos a Rossi de emplearse a fondo. El del muelle, no tenía nada que perder...- Atento a la situación, se acercó a aquel hombre cuando casi parecía caerse. Miró a Rossi. Era su trabajo, y John no pretendía interferir innecesariamente en ello. Solo hacer lo necesario para permitirle seguir trabajando.
Vamos Marco, tu puedes.
—Bueno parece que Marco ha estado fino hoy. El tipo es un enclenque que no se suele ensuciar las manos; de ahí la miseria de tener que deshacernos de una donna en su lugar; es seguro que cantará como los jilgueros— pensó para sus adentros.
Tras escuchar Renzo la frase "Cuando quiera podemos empezar", le pareció una frase muy sútil por parte de Marco porque era evidente que el pobre diablo iba a contar hasta las papillas que tomaba de bebé.
Edito para quitar las cursivas y aclarar que es un pensamiento
El primer golpe lo hizo perder el resuello. Se preparó para recibir un nuevo golpe pero aquel maldito spaghetti decidió seguir colocando su instrumental. Era un farol, lo estaba intentando asustar sin embargo no caería en esa breva así que se dispuso a negar enérgicamente insistiendo en su cabezonería.
Sin embargo Marco acababa de empezar.
—¡Para para joder! ¡Hablaré! —algo en él se había roto, no sólo la dignidad en forma de los esfínteres liberados. Se encontraba roto emocionalmente y empezó a hablar:
—En Uptown. No debería saber esto, pero me enteré hace poco que se escondía por allí, se le escapó el otro día a su hermano. —Don Panepinto escuchaba y le invitó a seguir hablando— Sé que allí tenían varios edificios que supongo que habréis revisado. Pero... —dudó, sin embargo una mirada al delantal sucio de Marco le hizo estremecerse y siguió hablando:
—Hace un año hicimos unos negocios, un tema de viviendas de lujo a las que se infló los presupuestos para luego ejecutarlas por debajo de coste. Nos repartimos las ganancias y además nos quedamos un par de viviedas. La de los Marchetti estaba al final de la calle Boa Vista. ¡No sé nada más lo juro!
—Id allí y terminad con esto. Dejadle la alfombra de antes a 'Brincos'—dijo Don Gaspare incorporándose con lentitud y dirigiéndose al que hasta hacía poco era su amigo, éste se estremeció de miedo.
—Vamos Michael, tranquilízate que todo ha terminado, ahora te voy a hacer un regalo, ¿Sabes? ¿Quién nos iba a decir que ir a por tu cunnae nos daría la solución a la guerra?. Te has ganado unos scarpe di cemento per dormire con il pesce1.
La faz del pezzonovante era de temor, no había entendido lo que le habían dicho, sin embargo había esperanza para el optimismo, un rictus que pretendió ser el de una sonrisa se cruzó en su faz.
1Zapatos de cemento para dormir con los peces.
-FIN ESCENA-
Voy a cenar un momento y a preparar la siguiente para no alargar más esto. Si tenéis alguna petición o algún plan que queráis llevar a cabo de camino al sitio decidme. Llegaréis a una zona con urbanizaciones de lujo y llegaréis por la noche en el mismo día que fuisteis a por la cunnae.