Me levanto dolorida y un tanto mareada, la boca me sabe a sangre y los oídos me pitan lo suficiente como para plantearme si seré capaz de dar dos pasos sin caerme de morros. He sido una estúpida arrogante que no ha sido capaz de medir sus capacidades y eso pudo poner en peligro a otra persona, o al menos así habría sido si no se tratase el sheriff. En el ímpetu de querer ayudar y hacer las cosas bien perdí la noción del peligro.
- Lo siento mucho, fui una imprudente- acepto la reprimenda como viene, sin poner excusas que no están a lugar-. No volverá a suceder ¿Está usted herido?
Me bajo de la mesa con cuidado para valorar si soy capaz o no de seguir. Doy unos pasos, saco la cantiplora para enjuagarme la boca y bebo un trago de agua.
La mirada severa del sheriff sigue sobre ti.
- Sólo contusiones leves, nada de lo que tengas que preocuparte ahora. Gracias que pude zafarme de todos ellos, si no el padre Dustin hoy lamentaría dos pérdidas.
Te encuentras en la misma sala en la que combatísteis, tumbada sobre la propia mesa que había en ella. La madera esta manchada de sangre, seguramente sea la tuya misma, pero estás con vida.
- No podemos perder mucho el tiempo. Cada segundo aquí corremos peligro ¿Estás en condiciones de seguir? Siempre podemos volver mañana, aunque si por mi fuera esa no sería una opción.
Te analiza con la mirada, comprobando que tus movimientos sean lo suficientemente fluidos como para que puedas manejarte por ti misma.