El corto descanso casi me ha hecho más mal que bien, pero al menos me ha permitido aclararme un poco la cabeza y salir de ese sentimiento de descolocación de cuando pierdes mucha sangre. Ridley echa mi brazo por encima de su cuello y me ayuda a levantarme con bastante cuidado, como si me fuese a romper o algo.
-No me trates con esa condescendencia, no soy una niña pequeña... -le reprendo con tono quedo. Una cosa es que esté herida, y otra que me vaya a dejar tratar como una de esas nobles que con romperse una uña ya están gritando de aquí para allá. -Y que alguien vigile de lejos qué pasa con nuestra presa. -Poco a poco me va volviendo la confianza. Tendríamos que replegarnos, y conseguir que alguien me mirase la herida, pero el golpe era muy bueno y no voy a dejarlo volar como a una paloma mensajera.
- Está bien, Rose. Algunos de nuestros chicos seguirá la pista a la caravana desde una distancia prudencial mientras los demás nos retiramos - te responde.
Ayudada por Ridley y bajo la atenta mirada de Truhán, vuestro grupo se dirige a la zona que habíais preparado como segura por si algo saliera mal y, en este caso lamentablemente así ha sido. El equipo encargado de vigilar el camino y que fue mandado a pedir refuerzos nada más iniciado del ataque a estas alturas seguramente ya tendrá que haber llegado allí.
Sin embargo según os acercáis os va llegando un lejano rumor a vuestros oídos, sonidos de combate como los que habíais dejado atrás y que sin embargo ahora aparecen delante de vuestras narices. Ridley te mira contrariado, con una expresión de no saber lo que sucede pintada en su rostro.
Avanzando deprisa pero extremando ahora la precaución, vuestra sorpresa es mayúscula cuando tras el amparo que los árboles os dan, contempláis con vuestros propios ojos como vuestros hombres mantienen una feroz lucha contra otros individuos, todos ellos portadores de una bandana carmesí anudada en su brazo derecho. Imposible no reconocer ese blasón tan distintivo de los Cuervos Rojos.
Ridley cruza su mirada con la tuya, buscando respuestas, órdenes, súplicas... cualquier cosa menos el silencio.
El paseo es lento por la herida, pero procuro dejar translucir lo mínimo posible a mi expresión, mientras hago presión con mi armadura para evitar perder más sangre. Poco a poco dejo de oir los ruidos de gente huyendo y de combate, cuanto más nos acercamos al punto seguro.
O no. Un escalofrío me recorre la espalda al escuchar la trifulca frente a mí, e insto a Ridley a que me ayude a avanzar un poco más rápido temiéndome lo peor de lo peor. Y se confirma cuando nos acercamos lo suficiente como para ver que mis chicos se están peleando contra los Cuervos Rojos, que se supone iban a tratar de asaltar la caravana. Ahora mismo parece que se me escapa, pero estoy segura de que aquí está pasando algo y gordo, que alguien va con mucho a por nosotros. Y entonces pienso en quien nos ha metido en todo esto...
-Cuando pille a ese peliverde le va a caer la del pulpo... -Murmuro para mí, mientras me alzo todo lo posible. -Nuestros chicos están en peligro, y esta vez no hay lugar donde huir. ¿Entendido? Así que vamos a darles una soberana paliza a esos pajarracos, para que sepan con quién no hay que meterse. -Y echo mano a mi maza. No hay herida importante cuando mis chicos están sufriendo si yo puedo hacer algo por evitarlo. Y más cuando tengo a mi lado dos fieles compañeros de armas. Una vez con el arma en la mano, empiezo a avanzar lentamente buscando algún Cuervo incauto al que golpear sin que se lo vea venir.
Los hombres que habéis huído del camino y de vuestra frustrada emboscada contáis con el factor sorpresa y pilláis desprevenidos y ocupados a los Cuervos Rojos que se encuentran atacando al resto de vuestros efectivos. Mientras localizas un objetivo en el que descargar tu maza pese a tus heridas, lanzas un vistazo a tu alrededor para analizar la situación mejor y cuántos hombres hay en cada bando aproximadamente.
Parece que las fuerzas están bastante igualadas, quizá si hubiérais tardado más, ahora vuestros compañeros de la que se suponía que era la "zona segura" ya estarían muertos. Por supuesto y como habías imaginado, no encuentras ni rastro de Daspien entre las cabezas que cuentas.
Inicias el ataque por el factor sorpresa, ya sabes el procedimiento. Cuando realices la tirada, haz otra de iniciativa para los turnos siguientes.
Al acercarme de verdad al campo de batalla puedo hacer un análisis desde fuera de la situación, y la verdad es que me alegro sobremanera de haber dejado aquí un espada por si acaso. Haciéndole un gesto a Ridley para atacar, me lanzo contra uno de los cuervos que está tratando de arrinconar a uno de mis chicos, y aprovecho el factor sorpresa y la distancia que nos separaba para atacar con fuerza y descargar una parte de la furia contenida por toda la situación contra él, mientras insto a Truhán a que haga lo mismo para ayudar. Por desgracia, parece que hoy no es mi día en absoluto y que las heridas me están pasando factura, porque el condenado evita mi golpe por no demasiado.
Motivo: Carga contra el Cuervo incauto
Tirada: 1d100
Dificultad: 37-
Resultado: 67(-10)=57 (Fracaso)
Motivo: Iniciativa
Tirada: 1d10
Resultado: 6(+32)=38
Hago una carga (que fallo, se me olvidaba lo mucho que se fallaba en este juego a niveles bajos) y añado iniciativa, que al menos ha salido un poco mejor.
Ridley se abre paso a espadazos y mira hacia la dirección en la que te encuentras cada vez que abate a algún enemigo para comprobar que sigues en pie mientras que Truhán se lanza con sus afilados dientes hacia cualquier Cuervo que se acerque más de la cuenta a ti. Sin embargo eso no incluye al que recién acabas de atacar tú, que se gira para hundir su filo en tu vientre, fallando en su ataque por suerte.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d100
Dificultad: 35-
Resultado: 100(-10)=90 (Fracaso)
Es el primer 100 que saco en Umbría O_o xD. Tu turno.
Me gustaría poder contemplar con perspectiva el combate, pero la herida y el cansancio por el paseo a trompicones me impiden mucho más que ver en mi entorno a Truhán y de fondo a Ridley, sin tener del todo claro que el resto de mis chicos lo estén llevando tan bien como estos dos. Y la principal causa real de todo ello es el Cuervo que tengo delante que, sorprendido por mi ataque, lanza un espadazo casi en la dirección contraria a la que estoy, dejándome hueco libre para atacar. Y visto lo sucedido en la batalla anterior, me mantengo demasiado a la defensiva como para que mi golpe le de, pero al menos esta vez podré tratar de pararlo si su ataque es más certero que esta última vez.
Motivo: Golpe de maza
Tirada: 1d100
Dificultad: 37-
Resultado: 63 (Fracaso)
No me acordaba de lo largas que son las peleas para golpear en los principios de partidas...
Cuando el matón levanta su arma para golpearte, un filo atraviesa su pecho y el enemigo cae a tus pies. Detrás encuentras la figura de Ridley que se detiene sólo un par de segundos para después volver a ponerse en guardia, tratando de protegerte mientras el combate se sigue desarrollando a vuestro alrededor.
Las tornas parece que se vuelven a vuestros favor y ya algunos Cuervos comienzan a huir buscando la seguridad de los árboles. Tus chicos comienzan a vociferar con esta retirada, burlándose de la banda rival, si bien vuestra victoria podría resumirse en este logro, ya que la reliquia no está en vuestras manos.
Truhán llega jadeante a tu lado, con el pelaje y los colmillos teñidos de rojo sangre, pero al parecer sin heridas de gravedad.
Motivo: Ataque Ridley
Tirada: 1d100
Dificultad: 35-
Resultado: 1 (Exito)
Motivo: Daño
Tirada: 1d10
Dificultad: 35-
Resultado: 6(+3)=9 (Exito)
Preparada para usar mi arma y cubrirme del golpe de este rival tan poco hábil, no puedo evitar dar medio paso atrás al ver la espada atravesándolo de parte a parte y salpicándome un poco de sangre. Pero saber que la espada es de Ridley consigue tranquilizarme, y Truhán vuelve a mi lado demostrando que ha tenido más suerte que yo al enganchar a alguien, aunque pretendo echarle un buen vistazo luego por si sus heridas son preocupantes. Algunos de nuestros rivales empiezan a huir con la cola entre las patas, y no puedo evitar acompañar los gritos de mis muchachos para espantar a los pocos que todavía no lo han hecho.
-¡Espadas, nos han mentido y nos han traicionado, pero no podrán acabar con nosotros! ¡Que huyan a lamerse las heridas y a llorar a sus jefes, que mientras tanto seremos nosotros los que nos prepararemos para el combate! ¡Y a enemigo que se quede a pelear, espadazo en el pecho!
Y mientras grito, no puedo evitar buscar alrededor cualquier enemigo que pretenda atacarnos ahora, alerta a posibles peligros.
Algunos de tus hombres pasan a cuchilla a los últimos rezagados de los Cuervos. Ridley se te acerca tras comprobar por ti el estado de vuestros hombres y su cara lo dice todo. La batalla ha sido dura y en ella habéis perdido casi la mitad de vuestras fuerzas con gran sacrificio.
- Deberíamos regresar a casa - te dice con pesar pero sin perder ni un ápice de la determinación del Ridley que conoces de siempre - Creo que los chicos se merecen un descanso y tú, jefa, casi tanto como el que más.
Casi como si estuviera de acuerdo con las palabras de Ridley, Truhán te lame la mano y te mira.
-Ganamos... pero a qué precio. -No puedo evitar murmurar para mí, contemplando la cantidad de heridos que hay en nuestro bando. Quién sabe cuántos llegarán hasta la guarida. Es horrible, impensable...
Sacudo la cabeza, despejándome de tanto pesimismo. Ahora no es el momento para ponerse a lamentar, y Ridley tiene razón. Así que avanzo a pasos lentos acompañada de Truhán mientras guardo mi arma hasta llegar más o menos al centro de la explanada.
-¡Espadas, volvemos a la guarida! ¡Que los mejores parados ayuden a los heridos, y nos llevamos a todos nuestros chicos, estén como estén! ¡Que los únicos que se pudran aquí sean los Cuervos, y que sus hermanos los pájaros los picoteen a todos! -Y una vez hablado, empiezo el camino con paso decidido, tratando de sobreponerme al tajo que tengo en el pecho y que de seguro me dejará una cicatriz. De vuelta a la ciudad, a nuestro hogar. A reponernos antes de volver a actuar.
El día de hoy ha supuesto un duro varapalo para vuestra banda, pero al menos habéis podido salir con vida de aquella sucesión de engaños y emboscadas. De vuestro amigo de pelo verde no hay ninguna noticia y ni ha aparecido ni crees que lo haga ya.
Ridley se ha asegurado de que todos reciban las mejores atenciones médicas de las que disponéis, si bien es en ti con la que se ha volcado con mayor preocupación. Tumbada sobre la cama de tu habitación en la guarida, Truhán yace cansado a tu lado en el suelo. Te han tenido que vendar fuertemente el pecho para cortar así bien la hemorragia y te los van cambiando gradualmente por unos limpios. No sabrías bien decir si es de día o de noche en estos momentos.
Al menos los problemas no nos siguieron a la guarida... de momento. Alguien nos traicionó, ahora mismo no quiero pensar quién, por lo que es posible que se atrevan a atacarnos en nuestra propia casa, estúpidos de ellos... Noto cómo mi cabeza baila por la pérdida de sangre, pero mis chicos me han sabido parchear bien y ahora me siento bastante mejor. Ridley viene y va encargándose de todo y haciendo de buena mano derecha. Cada vez que viene trato de conseguir información de lo que ha sucedido, pero no sé si me lo ha dicho y se ha perdido entre la niebla o es que está más preocupado por mi estado físico como para no querer importunarme con más malas noticias.
-¿Y tú qué opinas, Truhán? ¿A quién tenemos que colgar por esto? -digo al aire, más que esperando una respuesta. Porque lo que me preocupa tanto no es esa, sino la de la pregunta "¿podría haberlo evitado?" la que me muerde por dentro.
La puerta vuelve a abrirse mientras estás con tus reflexiones internas y es nuevamente Ridley. Asoma primero su cabeza para comprobar si estás despierta y al ver que así es, pasa y cierra la puerta tras de sí. Con gesto fraternal se dirige a tí.
- ¿Cómo van esas heridas, jefa? Tienes a los chicos preocupados por tí. ¿Crees que podrías ponerte de pie?
Se acerca a tu cama y dedica una caricia a Truhán.
Ando metida en mis pensamientos cuando escucho ruidos de pasos acercándose a la puerta. La cadencia característica y la manera en que se detiene frente a la puerta para abrirla lentamente me da todas las pistas que necesito, pero ver la mata de pelo sujeta por una cinta es la prueba definitiva de que Ridley ha vuelto para ver en qué estado me encuentro. Y se sigue portando conmigo como lo haría un buen padre o un hermano mayor cariñoso. Como trato de hacerlo yo con mis hombres cuando lo hacen bien y aun así acaban mal parados. Y Truhán parece encantado de llevarse unos cuantos mimos más, como siempre.
-Que me aspen si no me teneis aquí encerrada y aburrida como una vaca en un establo empedrado. Las vendas aguantarán, y si no me levanto voy a acabar echando raices en la cama. -Y luego sonrío. Tampoco ha sido tanto el tiempo que he estado aquí tumbada y consciente, pero más me importa que mis chicos estén preocupados por mi que el si puedo o no ponerme en pie. Si no puedo, ya van a enterarse mis piernas cómo sí que tengo ese permiso. -Y que ni se te pase por la cabeza ayudarme, faltaría más. Ni que fuese una niña. -Digo, moviéndome lentamente, bajando los pies al suelo y sentándome en el borde. Y ahí me quedo unos instantes, con la cabeza agitada por el movimiento después de tanta pausa, viendo cómo el mundo se agita de un lado para otro durante más segundos de los que quisiera.
Ridley tiene que apartarse en el último segundo para obedecer tus deseos y no ayudarte a levantarte, como era su intención. Sin embargo no te quita ojo por si tus fuerzas flaquearan y tuviera que agarrarte antes de que dieras con tu cuerpo sobre la cama o, peor aún, sobre el suelo.
Por detrás tuya, os dirigís a la sala común que, por suerte, no está muy lejos de tu dormitorio. Allí los chicos cuando te ven irrumpen en aplausos pese a que los ánimos no son los mejores que podrías desear pues en su rostro hay más alivio que algarabía.
Notas como si la guarida fuera más grande de lo que recordabas, pero es debido sin duda a que encuentras menos miembros en su interior. Pero en tu filosofía no entra el desmoronarte, si no que era tiempo para lamerse las heridas y continuar con la lucha.
Camino a paso lento pero constante y firme el camino hasta la puerta de la sala común, apretando los dientes con fuerza para no soltar un grito por la herida que tengo en el pecho. Me detengo un instante antes de entrar y tomo aire avecinándome a la desastrosa situación que tendré al cruzar el umbral, aprovechando a la vez para agacharme junto a Truhán para hacerle un par de mimos y susurrarle al oido "recuérdame que en nuestro próximo botín le dé un extra a Ridley, se lo ha ganado"; no hay mejor confidente en el mundo que él. Ya preparada, entro en la sala común recorriendola con la mirada. Muchos son los que a su vez se vuelven para mirarme y aplauden y vitorean, pero hay un puñado de rostros que no veo y temo que nunca vuelva a hacerlo. Y no serán olvidados, que por mucho que seamos ladrones, somos una familia. Y las familias vengan a sus caidos. Ante el clamor de mis muchachos, lo único que puedo hacer es sonreir y hablar.
-Muchachos, mis buenos ladrones... hoy han mellado nuestra espada. Juntos, los Cuervos y el pequeño ejército al que nos enfrentamos nos golpearon con fuerza, tendiéndonos una trampa y pretendiendo quebrarnos. Saben los dioses que eran más y que se aprovecharon de nuestros puntos débiles para atacarnos... -hago una pausa dramática, mientras he ido descendiendo en el ritmo, antes de continuar con más fuerza- ¡pero fracasaron! Buscaban destruirnos, pero solo nos han herido. Buscaban apagarnos, y solo han conseguido avivar nuestro fuego. Bien sabemos todos a qué hermanos hemos perdido hoy, bien por una espada... bien por la traición cometida. Pero os digo, ahora es el momento de volver a forjarnos, de reparar nuestras mellas y atacar de vuelta. Curemos nuestras heridas, aunque sean tan nimias como la mía -sonrío por mi propio chiste malo- ¡y demostrémosles a todos por qué no hay que meterse con las Espadas Púrpuras! -Termino mi discurso y camino un par de pasos para sentarme en una mesa. Estoy segura de que la herida va a resarcirse de esto, pero si no lo hago yo, ¿quién va a hacerlo?