Linda se despide asegurandote que estara dispuesta para tus preguntas, y tienes la sensacion de que coquetea contigo, aunque quiza solo sea una impresion. En cualquier caso tras acostarte y dormir se hace de dia y llega la hora de prepararte. El coche te espera abajo como prometio la chica, pero tienes tiempo de arreglarte para la cita, aunque tus opciones en cuanto a vestuario son escasas.
Con todo tienes tiempo de sobra para parar en alguna tienda si lo deseas.
¡Maldita sea! No había pensado en su vestuario. Acostumbrado como estaba a llevar siempre uniformes militares de prestado y sobretodo a Submarineer, no se había acordado de que andaba bastante escaso de ropa. Solo tenía los pantalones, las botas, la camiseta y la chaqueta que se había comprado con Mentalista. Y no lo veía demasiado adecuado como para ir a una comida con el gobernador de Michigan. Por mi sobrino suyo que fuera.
Una vez en el coche le pidió al conductor que lo llevara a una zona comercial que quedara cerca del hotel dónde se alojaba su sobrino. Se dejó aconsejar por las dependientas de la primera tienda en la que vió un traje en el escaparate sobre lo que le podría ir bien con cierta incomodidad, sin dejar de pensar que aquello no estaba del todo bien. Y sorprendido, quizá, por la naturalidad con la que lo trataban, siendo un hombre de color.
No tardas en salir con un traje, que pese a no ser exactamente lo que tú considerarías un traje, es una prenda cómoda y por lo que te han dicho acorde con los tiempos que corren. Cuando estas convencido de que realmente estas elegante de acuerdo con los estándares actuales, te decides a regresar al coche y de ahí hasta el hotel.
El chofer te da un número que anotas en el pequeño dispositivo al que este se refiere como “móvil”. Te indica que le llames si le necesitas y acudirá a recogerte.
Entras en la recepción del hotel, un edificio imponente que llama la atención de cualquiera que pase cerca. Solo un vistazo a la recepción hace que sientas que no te van a dejar entrar, y casi te sorprendes cuando un hombre vestido elegantemente se te acerca y te habla.
¿Puedo ayudarle señor?
Tardas un instante en darte cuenta de que es sin duda un botones, entre otras cosas porque es blanco. Sin embargo antes de que tengas tiempo de responder, o siquiera de pensar en que responder, una mujer se te acerca.
¡Samuel!
Dice mientras se te acerca.
Eres Samuel ¿verdad? Es increíble lo mucho que te pareces a Clifton, bueno, o el a ti.
Deja escapar una suave risa mientras indica al botones que no es necesaria su ayuda.
Aún sorprendido por la situación, tarda unos segundos en reaccionar al efusivo saludo de Lydia. Un hombre negro, vestido con un traje que se supone elegante aunque aún no estaba demasiado cómodo en esos zapatos, en la recepción de un hotel de lujo siendo atendido por un botones blanco. Dios bendijera aquella nueva América en la que todos eran iguales. Si ese era el resultado de haber ganado la guerra, maldito fuera el Infierno que habían pasado, había merecido lapena y con creces.
- Eh, si, si. Soy yo... - Responde con cierta confusión y una media sonrisa por la referencia a Clifton. Le tiende la mano para darle un apretón a la vieja usanza - ¿Y usted es?
La mujer mira tu mano abierta y sonríe, pero en lugar de tomarla se te acerca y ante tu sorpresa te da dos besos, uno en cada mejilla. Sin embargo sus acciones te sorprenden mucho menos que sus palabras.
Claro, Cliff no tuvo oportunidad de hablarte de mí. Soy Lydia, su esposa. No parece percatarse de tu reacción (sea la que sea) antes de cogerte del brazo, y avanzando a tu lado como si fueseis íntimos amigos desde hace años te guía hacia el restaurante. Cliff no tardara en llegar, pero he pensado que podríamos tomar un aperitivo mientras le esperamos. En la universidad hice curse una asignatura sobre “historia negra de estados unidos”, pero estoy seguro de que tu podrás contarme como eran las cosas realmente.
Es difícil saber si sentirte ofendido o admirado por sus palabras, de la misma forma que es complicado saber que sentir respecto a que tu sobrino pueda haberse casado e incluso tener una hija con una mujer blanca. ¿Hasta que punto te gusta el mundo que ayudaste a crear?
¡Qué mujer mas atrevida y desvergonzada! Sin conocerlo de nada ya le estaba dando besos con una familiaridad fuera de lugar. ¡Por Dios bendito! Samuel estaba sorprendido y no gratamente. Entendía que la situación y las relaciones sociales habían cambiado. Daba por hecho por la forma estrafalaria de vestir que tenía la gente y lo descocadas que iban las mujeres que la moral imperante en aquella sociedad era mas bien laxa, despegada de lo correcto. Empezaba a entender porqué necesitaban héroes.
- ¿Historia negra? - Preguntó con una nota de desagrado en la voz. No le gustaba nada como sonaba aquello - Pensaba que las cosas habían cambiado un poco mas... - Murmuró con cierto abatimiento, encogiéndose de hombros y dejándose llevar por Lydia hasta el restaurante. - Como sea. Le responderé a todas las preguntas que tenga.
Por el momento no le había causado muy buena impresión, aunque suponía que debía ser por el salto generacional y que en el fondo sería buena mujer. "No juzguéis si no queréis ser juzgados" decía siempre el reverendo. Así que Samuel se guardó sus opniniones al respecto. Esperaría a ver cómo se desarrollaba la conversación antes de hacerse una idea equivocada sobre Lydia.
La mujer no parece darse cuenta de la nota en tu voz, y a todas luces ignora el comentario que haces sobre los cambios. Te lleva hasta la mesa, os sentáis, y pronto un camarero os toma nota de las bebidas sirviéndole a ella una copa de vino blanco y a ti lo que ordenas.
Pues es para mi toda una oportunidad, bueno para mi y para cualquiera en realidad. Quiero decir que por supuesto conozco las andanzas de los Tuskagee Airmen* o del batallón 761. No se si se da cuenta de la importancia que tuvieron sus acciones y las de todos aquellos soldados afroamericanos para el fin de las políticas de segregación. La chica parece realmente emocionada con el asunto. Pero lo que me gustaría es que me contase como era todo, es decir, como era el trato que le deparaban, porque la mayoría de los afroamericanos sirvieron en unidades afroamericanas, pero usted no. De alguna forma el mundo de los superhéroes fue pionero en la tolerancia ¿verdad?
De sus palabras es evidente que sabe bien poco sobre la unidad a la que pertenecías, y sin duda desconoce que nadie supo quien eras gracias a Submariner.
*No traduzco porque son nombres propios.
Samuel se sonríe y niega con la cabeza. Todo eso iba a resultar un poco mas complicado de lo que había pensado.
- La verdad... Poco podría decirle sobre todo eso... - Se encoje de hombros mientras juguetea con la copa de agua. Samuel había recibido una educación muy severa y había sido fuertemente influenciado por el pastor de su congregación, por lo que nunca pedía bebidas alcohólicas. - Nunca llegué a servir en ninguna otra unidad, así que no se como funcionarían. Si que se que había unidades en las que solo servían afroamericanos y que muchas de ellas estaban destinadas a labores como la carga y descarga de material en los puertos porque mucha gente se sentía incómoda poniendo su vida en unas manos mas oscuras que las suyas... Piense que lo que para usted es historia para mi era el día a día... Cuando llovían balas en lo último que pensaba era en cómo estarían organizadas las demás unidades - Un intento de broma, algo torpe quizá, pero le arrancó una risa tonta. - De todas formas si que le puedo decir que mi unidad era... heterogénea. Había de todo un poco. Incluso dos mujeres. Supongo que en la guerra todos somos como hermanos... Las balas nos pueden matar a todos igual... - Dejó morir la frase entre sus labios, torciendio el gesto. Para el mundo habían pasado décadas. Para él apenas un día. Y así se lo hizo saber a la mujer de su sobrino.
- Si no le importa... preferiría hablar de otras cosas Lydia. Entienda que anteayer estaba durmiendo en una trinchera aunque hoy esté sentado en este fabuloso comedor... Para ustedes han pasado muchos años, para nosotros... Bueno, ya me ve. Soy el tío de su marido y ¡parezco mas joven que él! - La miró directamente, con franqueza - Dígame, ¿Cómo se conocieron? Siento una gran curiosidad...
La mujer asiente dándose cuenta súbitamente de lo incomodo que debe ser para ti estar aquí con una desconocida preguntándote. Cierra levemente sus ojos en un gesto que parece una disculpa antes de responder.
Bueno, en realidad conocía Cliff en la universidad, coincidíamos justamente en “Historia Negra” y un día el se ace…
Sin terminar la frase sus ojos se desvían hacia un lugar a tus espaldas, y una sonrisa se dibuja en sus labios. Tu como hombre de acción ya habías percibido que pasos que se os acercaban, aunque estando en un comedor y recién pedidas las bebidas, casi esperabas algún camarero u otro cliente. Pero por su reacción imaginas quien se acerca.
Supongo que mi mujer te esta incordiando con sus preguntas y su curiosidad. Ly, deja al pobre Samuel descansar un poco, acaba de llegar.
Su tono es amable, y se nota que esta de buen humor. En el momento en que te estas levantando para estrechar su mano tus ojos se encuentran con los de una niña de color que no tendrá mas de diez años y te mira con curiosidad.
¿Tú eres mi tío abuelo? Por el tono de la niña es evidente que cree que le tomáis el pelo Pero si eres muy joven…
Clifton sonríe ante las palabras de su hija y os presenta.
Samuel, esta es mi hija, Sussan. Entonces se vuelve hacia ella y te presenta. El es Samuel, y es el hermano de mi padre.
Samuel estrecha la mano de su sobrino con firmeza, alegrándose de volver a verlo. No dejaba de sorprenderle la brecha generacional que había entre ellos y que se notaba a primera vista por como se movían y lucían sus trajes.
- Tu mujer es encantadora, Clifton - Respondió de buen humor. Aunque en su primera impresión le había chocado, tenía que reconocer que parecía buena mujer. Y realmente era un encanto - Y no te preocupes, Lydia, ya encontraremos tiempo para que me hagas todas las preguntas que quieras. - Dijo volviéndose hacia ella y asintiendo a modo de promesa.
En cuanto estrechó la mano del hombre se agachó esbozando la mas grande de sus sonrisas para quedar a la altura de la pequeña.
- No se lo cuentes a nadie, Sussan - Susurró en tono confidente, sonriendo - Es un truco de magia - Le guiñó un ojo y le revolvió el pelo al volver a levantarse. Le encantaban los niños. Y sobretodo los niños curiosos.