Partida Rol por web

La comisaría de Higashi a simple vista no se diferenciaba de ninguna de las koban¹ que acostumbraban a salpicar cualquier ciudad japonesa. Constaba de una única planta y se dividía en tres salas, la delantera visible a simple vista en la que solían haber un par de agentes uniformados listos para atender a cualquier petición de los ciudadanos del barrio, la segunda en la que se encontraba el despacho del comisario. Y la última, que desafortunadamente habían visitado más veces de las que les hubiera gustado, era donde estaban los calabozos.

Para cuando llegó Tetsuo, llevaban sus tres compañeros esperando un rato en la esquina contigua, querían ir todos juntos por aquello de hacer una innecesaria demostración de fuerza. Y es que todos sabían que la mejor forma de salir pronto de calabozo era no haberla liado demasiado, y acompañar las promesas de buena voluntad y mejor comportamiento con un sobre similar al que tenía Baiken en la mano.

En cuanto entraron en la misma, la primera sala estaba vacía. Los dos pitufos se habían marchado a atender alguna llamada de urgencia quedando únicamente el comisario Soda Yasuhiro, algo muy conveniente para tratar los temas delicados que querían sacar.

—Yasui-san... Saludó al verles aparecer 

—¿Qué hace un ser tan despreciable como tú por aquí? Juraría que la última vez me dijiste que no querías saber nada de mí.

Tetsuo se mantuvo en un discreto segundo plano. Nada le gustaría más que arrancarle la sonrisa de autosuficiencia a aquel engreído pero sabía que no podía hacerlo y salir impune. Meterse en problemas con la autoridad era malo para la Familia. Como era un tema delicado y que requería diplomacia se limitó a permanecer en silencio como si estuvieran allí en una visita cordial. Se rascó un par de veces la oreja, un tic que solía sufrir cuando no tenía la sartén por el mango.

Baiken detestaba las comisarías. Suzumebachi¹ las llamaba, y eso que era el que menos veces había visitado sus calabozos. Era un asesino de la Yakuza, pero eso era un secreto salvo para los de la banda y sus superiores. El nombre de Yasui Baiken en Osaka era el de un matón más, y su ficha policial la más escueta de la de todos los miembros de la banda. No era casualidad: con los años, el Heiho había hecho de la discreción y la cautela su sello personal. Su rabia, la misma que transpiraba cuando le podía el mal genio, era algo realmente aterrador cuando se rendía a las órdenes de su saikoukanbu. Tanto era así que cuando Akiyama-sama quería mandar un mensaje enviaba a Tetsuo, pero cuando lo que quería era zanjar un problema, entonces recurría a él. No dejaba cabos sueltos, y era por eso que el tener que visitar a aquel viejo conocido en su avispero personal se le antojaba como entrar motu proprio en la boca del lobo.

—La última vez que nos vimos, Soda-san —dijo, acompañando sus palabras con una escueta reverencia—, fue hace tanto que yo todavía podía empuñar la espada. También recuerdo que tú no eras más que un patrullero, ¿me equivoco?

Para él, Yakuza y policías eran como el yin y el yang, fuerzas enfrentadas y complementarias, inseparables la una de la otra. Cada una tenía sus códigos y sus métodos, pero eran como dos caras de una misma moneda. Paradójicamente, él, de niño, había querido ser policía.

Las vueltas que daba la vida…

—El oyabun quedó entonces muy satisfecho con tus servicios, Yasuhiro, por muy caros que me salieran a mí —los dos se sostenían la mirada con tanta firmeza que, de haber pasado alguien entre los dos, bien podría haber caído desmayado—. Pero no he venido a hablar del pasado. Necesito información. Buscamos a un hombre llamado Hamasaki. Por lo que sé de él, debería estar en vuestra base de datos.

Miró a un lado y a otro, hacia sus compañeros, por si alguno quería aportar algo de información. Le tranquilizaba recordar que, antes de entrar, les había obligado a dejar las armas en el coche. 

Sanosuke dejó su pistola en el coche de Baiken sin protestar, ya que sabía muy bien que entrar con ella en la comisaría era como escupir a los kamis¹ a la cara y esperar que lloviera el dinero.

Entraron a la comisaría y dejó que los dos viejos ¿rivales?, ¿compañeros?, hablaran entre ellos. Mientras, se mantuvo recto en el sitio con una amplia sonrisa de suficiencia mientras observaba detenidamente a aquel policía a través de sus gafas ahumadas. Un tipo peculiar, y había llegado lejos para, aparentemente, haber tenido alguna participación con la yakuza.

-Qué amigos tan interesantes tienes, Baiken-san... -dijo únicamente durante una tensa pausa en la conversación.

Tobu accedió de mala gana a dejar el bate y la navaja fuera del recinto, por eso de no provocar un incidente. Una vez se reunieron los cuatro de nuevo, emprendieron la marcha en dirección a la comisaría de un antiguo amigo de Baiken. Tener que recurrir a la policía, por mucho que fuera un posible aliado, podía significar utilizar un arma de doble filo. No estaba a gusto en ese tipo de sitios, un edificio donde las personas precisamente defendían todas las leyes que Tobu se encargaba junto a sus compañeros de quebrantar.

—Keisatsu Chōkan¹... -murmuró inclinando ligeramente la cabeza a modo de saludo.

Se llevó las manos a los bolsillos, observando la sala. No era muy diferente de otras por las que había tenido que pasar varias veces antes de acabar en los calabozos, especialmente hace un par de años cuando se metía en problemas de manera habitual. Cerró un momento los ojos dejando que mientras tanto el viejo amigo de Baiken y este mismo se pusieran al día y, si todo iba bien, por fin pudieran seguir un rastro que no fuera de migajas...

—Ya lo creo que te salieron caros ya lo creo —dijo el viejo mirando la mano que Baiken buscaba ocultar inútilmente. Sus dos falanges amputadas parecían guardar una historia clara con el policía. En su mirada había cierto sentimietno de compasión, incluso culpabilidad, aquel detalle no le pasó desapercibido a Kawauso—. Esos dos meapilas no volvieron a intentar hacer nada más. Creo que después de aquello sus padres se mudaron a otra prefectura.

Calló entonces y escrutó a todos los que acompañaban a su viejo conocido, entonces devolvió la mirada en el Heiho y se detuvo mudo y silencioso durante unos cinco segundos. En la mirada de Soda Yasuhiro había cierta familiaridad cuando mirada a Baiken.

—Tenías que haberte traido un poco de sake¹ pero bueno... ¿Por quién me preguntabas? ¿Hamasaki? —Preguntó para confirmar que no había escuchado mal. En cuanto tuvo la confirmación, su rostro mudó de expresión. Se incorporó y se fue a un archivo totalmente analógico, extrajo una cajonera y empezó a revisar las etiquetas de varias carpetas hasta que dio con la que esperaba encontrar.

—Llevaba tiempo oliéndomelo y habéis tardado demasiado tiempo en venir. Veo que el Hamasaki este es el lacayo de Hashimoto. Lleva armándola, Hashimoto quiero decir, utilizando a todos sus secuaces para iniciar una expansión agresiva. Hasta ahora hemos permanecido de perfil entendiendo que era un asunto que habíais pactado entre todos. Si no iba a haber guerra no íbamos a ser nosotros quienes la iniciásemos.

Apoyó entonces la carpeta en la cajonera sobre los restantes archivos.

—Sin embargo aquí estáis... Parece que no había nada pactado². —Cerró entonces la carpeta como si se resistiese a sacar nada más de su archivo.

—No quiero una guerra en mi territorio, diablos en todo el maldito Osaka.

Parecía que aquel viejo policía sí estaba dispuesto a ayudarles. Mientras rebuscaba en el archivo en papel, como no podía ser de otra forma en alguien que era claramente de la vieja escuela, Sanosuke echó una mirada de reojo a la cara de Baiken, para ver cómo llevaba este emotivo reencuentro. Su jeta era un maldito poema. Lo que se iba a poder reír a posteriori.

El hombre encontró lo que buscaba mientras les sermoneaba un poco pero se detuvo, como custodiando la carpeta, reacio a entregársela a unos criminales.

-Ah, Soda-sama, nadie quiere una guerra -le dijo intentando sonar preocupado, pero tranquilizador.

-Esto, al fin y al cabo, es sólo una pequeña desavenencia interna. Hashimoto-sama se ha excedido en sus operaciones, creemos que por estar mal aconsejado. Sólo necesitamos un poco de información y le haremos entrar en razón. Todo queda en familia, y sus hombres dejarán de montar tanta gresca por la zona, por lo que los turnos de sus chicos serán mucho más calmados. Sólo necesitamos esa información sobre Hashimoto-sama y Hamasaki-san que usted tiene ahí mismo, y todos saldremos ganando. Se lo prometo -dijo con una sonrisa amable y tendiendo la mano para recibir la carpeta con los documentos.

Baiken sintió entonces los 30 y pico mil yenes de Surimu Joe pesarle en el bolsillo interior de la chaqueta. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Soda-san y él se habían visto las caras, pero dudaba que el dinero fuera a convencerle de nada. Durante su breve pero intensa relación le había parecido la cada vez más extraña clase de policía que veía el dinero como lo que en realidad era, pedazos de papel y latón, por lo que decidió no sacarlo... por el momento. Además, podría serles de utilidad más adelante. En su lugar, dejó que Kawauso le hostigara con su labia. 

—Lo que dice es cierto —dijo, señalando con un gesto de la cabeza a Furosawa. Es la primera vez que le veo decir la verdad, pensó, mientras se preguntaba si el Kuromaku siquiera se había dado cuenta. 

–Está bien, todo sea porque esto no se convierta en una escalada. Es malo para todos – concedió tendiéndoles la carpeta amarillenta no sin echar una última ojeada al contenido de esta.

En cuanto pudieron poner sus manos en la carpeta, advirtieron que, aunque ésta presentaba un buen nivel de conservación, sus esquinas estaban algo dobladas. En el interior había apenas un informe precedido de una foto policial en la que reconocieron familiarmente a Hashimoto-sama. Hasta aquel momento nada nuevo, a casi todos les habían hecho una en algún momento de su vida. A veces parecía que, en lugar de la ceremonia del sake, era esta su ceremonia de bautismo. Incluso el oyabun antes de serlo, había sido detenido en una ocasión en la que el gobierno japonés quiso dar un lavado de cara frente a su público.

El informe, sin embargo, aunque breve reseñaba algunos de los negocios que tenía Hashimoto, los movimientos que había estado haciendo en los últimos meses, así como los lugares en los que habíe, algunos de los mismos habían sido escritos de manera desordenada en la parte inferior del informe como si fuesen anotaciones posteriores. En su parte posterior se reseñaban sus asociados más conocidos entre los que destacaba el nombre de Hamasaki-san. A un lado de cada nombre de asociado se había escrito en una letra más pequeña, los lugares que solían frecuentar y en los que era fácil verlos si era necesario obtener una declaración suya.

–Cuando termines déjalo en la mesa– anunció Soda-san saliendo hacia la sala delantera, antes de dejarles solos en la sala. 

—A este le conozco. Y no es del clan.

Tetsuo señalaba el nombre de uno de los individuos: Sineko Damori¹.

—Le llaman Hebi² porque siempre intenta escabullirse de los problemas buscando alguien a quién cargárselos. No tiene honor.  El tipo que me iba ayudar ha tenido más de un problema con él, pero ahora ha desaparecido.

En las notas del expediente de Hashimoto aquel individuo aparecía como posible filiación en temas de tráfico de drogas en zonas estudiantiles. Aquello seguro que no estaba aprobado por el oiabun. Se le podía encontrar normalmente en una sala de pachinko del centro, donde al parecer se reunía con su banda.

Tetsuo quedó en silencio. Ya había dado su opinión. Ahora que decidieran los otros. El matón consideraba que era un hilo tan bueno como cualquier otro para tirar de él. La cadena más fuerte se rompe en el eslabón más débil y ese tipo podía ser fácil de romper. No pertenecía a ninguna familia, era un pandillero sin más filiación que un grupo de matones. Y aunque no quisiera reconocerlo tenía la esperanza de que pudiera saber algo de su amigo Hideki. Si no había tenido nada que ver con su desaparición era probable que, al menos, hubiera escuchado algo.

Un pequeño tira y afloja después, tras la intervención habitual de Kawauso para mediar y camelarse a quien se pusiera delante con sus vacuas palabras, lograron que el viejo comisario les ofreciera por fin la carpeta con la información. Tobu ojeó los nombres de los asociados a Hashimoto; el tipo que había reconocido Tetsuo le sonaba también, pues se movía por zonas que él había frecuentado habitualmente tiempo atrás. Además se encargaba de pasar droga entre los jóvenes, algo que él hizo antes de dedicarse a cotas mayores dentro de la familia. Sin embargo, releyendo la breve información de la que disponían, se percató de un nombre anotado en una esquina que despertó todos sus sentidos: Akuma Watanabe. Señaló con el índice y masculló:

—¡Chikushoume!¹ Es el padre de un amigo mío de la infancia. No sabía que se estaría metiendo en este tipo de asuntos y rodeándose de esas amistades, pero lo cierto es que hace meses que no me he pasado por el local. Quizá sea buen momento para hacerles una visita y ponernos al día...

Se humedeció los labios tras decir esto y escrutó el rostro de sus compañeros, esperando ver algo que se le escapaba a simple vista. Le costaba imaginar que una persona como aquella se hubiera asociado con Hashimoto y, por ende, con Hamasaki. Pasados unos segundos, durante un instante de silencio valorando la situación, volvió a pronunciarse sin apartar los ojos del nombre escrito con precisa caligrafía en el informe.

—Podríamos separarnos para visitar el Heaven Dragoon dos de nosotros y los otros dos buscar a Hebi. Si los Shichifukujin² son benévolos, conseguiremos averiguar la ubicación de Hamasaki-san y terminaremos de una puta vez la faena –se sinceró negando con la cabeza, brazos en jarra.

Baiken asintió, cerrando la carpeta y dejándola sobre la mesa. Habían tenido suerte, y más les valía aprovecharla. La idea de separarse no le agradaba de primeras, pero les serviría para cubrir más terreno y no era una opción nada desdeñable, ahora que ninguno de los dos objetivos que se les había presentado parecía excesivamente peligroso. Además, quería ver qué tal se movía Tobushiro. El Heiho se cruzó de brazos, a la espera de ver qué opinaba el resto. 

-De acuerdo. Cualquiera de los dos hilos es igual de bueno para tirar. Si el que dices, Tobu, sabes dónde vive o trabaja no debería costaros mucho encontrarle. El tal Hebi puede que sea más complicado de encontrar, si es tan escurridizo como el nombre sugiere, pero si lo atrapamos igual podemos hacer uso de los "amigos" de Nakima-san, como habíamos planeado, para no mancharnos las manos. Merece la pena intentar cazar a esa culebra.

Desde luego ahora mismo parecía el mejor curso de acción. Hizo un gesto a Tetsuo para que fuera saliendo, mientras dejaban allí a Tobu con Baiken por si este último tenía la necesidad de dedicarle unas palabras de amor al comisario como despedida.

-Te dejo con tu "papi", Baiken-san. Si encontráis algo llamadnos.

Cuando todos se dirigían al exterior, pudieron fijarse en cómo el policía se encontraba en el exterior de su koban mirando hacia la lejanía, como si de un sheriff que custodiaba su poblado se tratase. Al advertir éste que no estaba solo por más tiempo, abandonó su vigilancia y en su lugar les dedicó una mirada con gravedad. Apenas duró unos segundos largos pero parecía haberles escrutado firmemente, como si supiera todo lo que estaba por sucederles a partir de aquel momento.

Le gustase o no lo que vio en los rostros de los cuatro yakuzas, decidió volver al interior y recuperar su sitio en su particular fortaleza de la soledad.

-Fin de escena-