Los siguientes dos días, el cuarteto de ejecutores de Hamasaki mantuvieron un perfil bajo en el que aprovecharon para lamerse las heridas y en el caso de Tetsuo, acudir a un matasanos del mercado negro, Ayase-san. Se trataba de un joven que llevaba poco ejerciendo como cirujano que sin embargo, había empezado a ejercer el oficio de manera clandestina durante sus estudios, como si de una especie de refuerzo adicional se tratase. Le permitía ganar un sobresueldo y destacar por encima de los que serían sus futuros rivales de promoción. Ahora, simplemente le hacían ofertas que no podía rechazar.
Akiyama-sama no preguntó durante esos días como si en su fuero interno supiera de qué iba todo el asunto.
Al tercer día llegó el mensaje que en lo más profundo de su ser estaban esperando. Para bien o para mal tenía que llegar, sin embargo, éste no fue lo suficientemente explícito como para dar una pista de cuál serían los derroteros de la reunión que estaban por tener:
”Tenéis que venir en dos horas donde el Oyabún”
Era breve y conciso, y venía remitido por Akiyama-sama.
Nunca habían estado en aquella edificación que era en cierta manera la sede central del Clan Matsumoto-kai, una de las familias más poderosas de Osaka. Siempre se habían quedado en el aparcamiento exterior custodiando el coche de su saikoukanbu el día que se les había reclamado. No era una constante si no un privilegio que iba rotando entre sus hombres más valiosos para hacerles sentir igual de válidos. Sin embargo aquel día les hicieron pasar a lo largo de varias habitaciones hasta que llegaron a una que no parecía destacar por sobre las demás salvo por el detalle de que estaba ocupada por Matsumoto-dono, el Oyabún, que presidía una mesa baja sentado en un cómodo sillón. A un lado se disponía un sofá ocupado por su jefe inmediato, Akiyama y por Mitsuharo-dono, el wakashira de la familia. Frente a éstos se encontraban sentados en otro sofá igualmente idéntico tanto Mekajiki como Hashimoto.
–¡Esos son los hijos de puta! –Bramó Hashimoto al ver llegar al cuarteto–. Mira a esos malditos que van heridos, ¡qué más prueba quieres!
–¡Cállate! –Le espetó el hermano del hombre más poderoso en aquella sala, tomó entonces su cabeza y le obligó a postrarse en dirección a su hermano a la par que él mismo lo hacía:
–Disculpe a Hashimoto-san, a veces es bastante temperamental como para saber cómo hablar. Se deja llevar por el entusiasmo propio de la juventud.
Giró entonces su cabeza, el líder de los Matsumoto-kai y se dedicó a estudiar silenciosamente a los recién llegados. Ni Akiyama ni Mistuharo les dedicaron una mirada como si temieran contagiarse de algo terrible. Mantuvieron su mirada gacha como si esperasen encontrar algo en la mesa baja que tenían todos en el medio y que articulaba los cuatro lados de la habitación, los cuatro bandos que parecían haberse formado.
–¿Y bien? –preguntó finalmente tras un tiempo que se antojó eterno–. ¿Es cierto lo que dicen? Me han llegado noticias de que Hashimoto-san se ha extralimitado ocupando los terrenos de Akiyama-san… Terrenos de los que os encargabais. Y que, por ello matasteis a uno de sus hombres.
Y llegamos al epílogo. Os lanzo el guante con una propuesta:
¿Qué os parece decidir el final con un último movimiento? Dependiendo de cómo salga, virará en una dirección u otra.
Me imagino que será un movimiento al estilo Sprawl de 'cobrar el trabajo' ¿no? Por mi vale :)
O una tirada de manipular a la hora de contestar/dar excusas.
Me disteis la idea en la partida cuando decíais que os lo pidió Mitsuharo y teníais dudas de si erais víctimas de un complot. Si lo sabía él, esas cosas.
Todos se miraron brevemente. Baiken parecía angustiado porque aunque habían hecho lo que debían, la impresión que daban era la de haber deshonrado a la familia. Tobu tenía pinta de estar a una tontería de saltar a partirle la cara a Hashimoto, y eso que no le habían dejado entrar con el bate. Tetsuo... impertérrito, como era habitual. Sanosuke inspiró profundamente, se quitó las gafas de sol (sí, había entrado con ellas puestas) y dio un paso al frente, mirando fijamente al gran jefazo.
- En cierto modo, Matsumoto-dono -comenzó, asintiendo.
- Explícate... -dijo secamente el anciano yakuza.
- Es cierto que Hashimoto-sama se extralimitó en sus negocios, y empezó a causar problemas en territorio de Akiyama-sama. Pero no es ese el motivo por el que nos vimos obligados a acabar con sus hombres -dijo Kawauso con mucha seriedad-. Se nos hizo saber que Hashimoto-sama era una persona de carácter volátil y un gran ansia de poder, y que su forma de llevar los negocios estaba poniendo en riesgo a nuestra organización. Algunas de las últimas detenciones realizadas por la Policía fueron gracias a chivatazos suyos, buscando su expansión. Por poco me trincan a mi también. Es una persona que no confía en casi nadie, ni en sus superiores, que sólo busca su propio beneficio. Un peligro para la yakuza.
Tras estas palabras, Hashimoto ya estaba rojo como un tomate, conteniendo a duras penas su ira. Mekajiki tampoco parecía contento con la mierda que estaba soltando Sanosuke, pero estaba sereno. Akiyama y Mitsuharo seguían mirando a la mesita que tenían delante, mientras que Matsumoto enarcaba una ceja con curiosidad, pero con un gesto le dejó seguir hablando. Daba la impresión de que sabía que Hashimoto era buena pieza, pero que no se le había informado de sus últimas meteduras de pata.
- Por el beneficio del clan, alguien cercano a usted, Matsumoto-dono, nos pidió que nos encargáramos de uno de los hombres más notorios de Hashimoto, claramente una mala influencia para él, con la esperanza de que así viera el error de sus vías. Y así lo hicimos.
Maquilló un poco lo que se les había encargado, y omitió completamente que era Mitsuharo quien había hecho el encargo, dejando en el aire el origen de las órdenes, mientras miraba fijamente a su líder supremo. Sus compañeros, detrás, parecían un poco nerviosos. Kawauso no estaba mintiendo tanto como era habitual y eso les preocupaba. Sin embargo, en cuanto terminó de hablar, Kawauso hizo una apuesta arriesgada. All in. En un movimiento inesperado, se giró hacia Mekajiki e hizo una leve reverencia. Como dando a entender que él había sugerido todo aquello.
Mekajiki le miró extrañado y parecía que quería decir algo pero no encontraba las palabras precisas con las que insultarle. Podría haber desmentido aquello al instante, pero Kawauso había apostado por que otra reacción ocurriría antes de que el Pez Espada se recuperase de su confusión. A su lado, a la bomba de relojería que era Hashimoto parecía que le iba a estallar la cabeza. Se levantó del asiento, apuntando con el dedo al hermanísimo.
-Kisama... ¿Cómo has podido, padre? -espetó.
Mekajiki, confuso, intentó calmarle sin éxito mientras Hashimoto expelía improperios sin cesar. Kawauso había jugado bien sus cartas. Lo había calentado a fuego lento, dejándolo listo para explotar, y había ido sembrando alguna semillita de suspicacia por aquí y por allá. Estaba claro que ese hombre no se fiaba de nadie en aquella sala, ni siquiera su padrastro. Quién más cercano al Oyabún que su propio hermano, de hecho. Y la reverencia final había terminado por germinar la semilla de la duda en un arbolito de desconfianza. Sanosuke sabía que en la yakuza no hacía falta tener escrúpulos para escalar en la pirámide del poder, qué cojones, él casi no tenía y le iba bien. Pero la yakuza al final es una familia. Es necesaria la confianza. Como la que habían depositado en él sus compañeros para esta jugada que les permitiera salir de este atolladero. Terminó con una simple frase.
- Señor, ¿puede la yakuza confiar en un hombre que no se fía ni de su propio padre?
Y dio un paso atrás, esperando que su teatrillo hubiera sido suficientemente convincente para que Matsumoto-dono se diera cuenta del favor que le habían hecho realmente.
Motivo: Manipular (troleo máximo)
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 8(+3)=11 (Exito) [5, 3]
¡BOOM! Éxito XD
Había puesto 10 como mínimo necesario porque con el efecto que estaba esperando conseguir, el "éxito parcial" de 7-9 me parecía que no tenía sentido. Era un fallaco y punto.
A ver cómo te cuadra este troleo que me acabo de inventar con lo que tuvieras pensado, dryo. Y carpetazo.
Tras permanecer dos días encerrado sin salir al exterior y vigilando cualquier movimiento, sin fiarse de su propia sombra y en un estado paranoico que le estaba afectando seriamente, Tobu recibió el mensaje de Akiyama-sama. Cierto nerviosismo y rigidez se instalaron en su cuerpo: acceder al recinto del Oyabun eran palabras mayores. Se le hizo un nudo en la garganta a medida que avanzaban hasta el salón donde les recibieron unos rostros hieráticos y, a su parecer, acusadores. No tardó Hashimoto en recriminarles, pero por suerte Mekajiki le calmó. Hashimoto sabía que le podrían volar la cabeza allí mismo si no mostraba más respeto delante del Oyabun. La sorpresa para Tobu fue que su saikoukanbu no se atrevía a levantar la cabeza del suelo, como si estuviera avergonzado y fuera incapaz de moverse.
El Chimpira se llevó una mano al lugar donde estaba la herida de bala que había recibido tres días antes. Era una nueva cicatriz en su cuerpo; una nueva de muchas más que vendrían... si es que las cosas acababan bien. Escuchó la pregunta y el comentario del Oyabun mirando ligeramente con la cabeza gacha, en clara señal de respeto. Todo el que conocía al joven Yakuza era consciente de lo importante que consideraba mantener las distancias con los superiores y el honor dentro del clan. Él quería ocupar con el paso de los años un puesto en esa misma sala para demostrar que había ofrecido una lealtad impertérrita y sin fisuras.
Fue Kawauso quien se encargó de tomar el turno de palabra, empezando a tejer su telaraña con el ingenio que le caracterizaba y moldeando una historia que a cada frase exageraba más y más. Las reacciones de los allí presentes fueron de todo tipo: Akiyama y Mitsuharo no se movían ni hacían el amago de decir algo. Hashimoto estaba enrojecido de furia y por momentos parecía que se abalanzaría sobre ellos para matarles. El Pez Espada estaba conmocionado y ausente, como si aún no hubiese procesado la información, mientras trataba de conciliar a su hijo adoptivo. Y el Oyabun... su mirada atravesaría la armadura más resistente. Tobu carraspeó ligeramente, pues quería apoyar la treta trazada por su compañero:
—Matsumoto-dono... -inició la conversación sin levantar del todo la cabeza-. Lo dicho por Sanosuke-san es cierto. Recibimos una llamada en la que se nos aseguraba que Hashimoto-sama estaba llevando a cabo acciones junto a otros asociados que iban contra nuestros estándares y contra el código que rige a la familia. Por eso actuamos. Hemos cumplido las órdenes de un superior; como hemos hecho siempre. No sé si las cosas se han hecho de la mejor manera, pero ya están hechas. Quizá sería más oportuno que se expliquen ellos... A fin de cuentas todo el problema se originó por las ansias de poder de este hombre -dejó caer esas últimas palabras con desdén sin dejar de mantener una postura de respeto. Esperaba que aquello fuera suficiente para convencer a Matsumoto-dono.
El rostro de Baiken era un poema, y la mezcla de emociones que en él se exponían fue a más cuando Kawauso hizo de las suyas. Lejos de su habitual tranquilidad, el tener que rendir cuentas con el oyabun le hacía parecer avergonzado y más mayor de lo que ya era. Durante el viaje no hizo más que acariciarse inconscientemente el muñón que era su dedo meñique sin decir nada, y cuando dio comienzo la audiencia con los hermanos al mando de la familia decidió mantenerse en un discreto segundo plano. A sus ojos, parecía que todo había acabado. Había visto venir la jugada, pero no había podido evitarla: el wagashira Mitsuharo había jugado con ellos. Por el bien del Clan, tal vez, pero daba igual, y ahora no tenían más defensa que denunciar las deslealtades de Hashimoto.
Kawauso, como siempre, adoptó el papel de abogado defensor, y el Heiho se preguntó su labia sería capaz de sacarles del aprieto. En cierto modo, era gracioso: ahora era el Kuromaku el que estaba en su salsa y Baiken el que tenía ganas de vomitar. Atendió a sus explicaciones midiendo su propia respiración, pero cuando mintió de aquella manera tan atrevida, acusando al Mekajiki de haber puesto en marcha todo, el esfuerzo no sirvió de nada y se quedó sin aliento igualmente. ¿A qué demonios jugaba ahora, mintiendo al oyabun? Cuando vio la relación entre padre e hijo torcerse tan rápidamente entendió qué ese había sido su plan desde el principio y que la jugada no le había salido nada mal, después de todo. Baiken profesó entonces más respeto por Sanosuke del que había sentido nunca, pero también algo de miedo y no pocos reproches, pues había mentido a Matsumoto-dono a la cara, y si le descubrían… entonces sí que estaban perdidos.
Tetsuo permaneció imperterrito mientras los jefazos solicitaban que se rindieran cuentas. Para él sólo había dos posibilidades de terminar aquella reunión: vivo o muerto. Si era lo primero era porque habían hecho lo correcto. Si sucedía lo segundo sería porque les habían engañado para que pensasen que hacían lo correcto. Prefería salir vivo pero morir con honor tampoco era algo que le importase. ¿A qué otra cosa podía aspirar un tipo como él? ¿A retirarse a una granja de cerdos? Eso sería si llegaba a viejo.
Pero entonces Kawauso tejió su telaraña. En los primeros compases Tetsuo se limitó a asentir a lo que contaba porque era la verdad. Lo exponía con bellas palabras y el ijima pesaba que era una suerte contar con el koromaku para esas ocasiones.
Y entonces lo torció todo. Con un simple gesto. Sólo eso bastó para que las palabras ciertas se convirtiesen en dardos envenados.
Tetsuo sólo tuvo cabida para un pensamiento: si salía vivo de allí tendría mucho cuidado con enfrentarse a Kawauso. Aquel hombre era capaz de engendrar más violencia con sus palabras de la que jamás podría provocar el matón con toda su fuerza.
Si salía vivo lo tendría en cuenta, si señor.
La reacción a aquella mentira fue tan violenta como el fullero Kawauso había anticipado: el primero en levantarse fue el idiota de Hashimoto, no tardó en ser secundado por su padre adoptivo y hermano del oyabun. A Mekajiki le llevó unos segundos advertir la trampa que les acababan de tender y para cuando quiso darse cuenta, tan sólo podía pugnar contra la red e intentar advertir a su hijo, más no parecía atender a razones.
Advirtieron los cuatro por el rabillo del ojo, cómo Mitsuharo había alzado la mirada y miraba sorpresivamente a Sanosuke-san, más tampoco habló. Si no lo hacía en aquel momento era tan cómplice como ellos.
La violencia verbal fue creciendo por parte de Hashimoto, y a falta de mejor plan Mekajiki le pegó un bofetón esperando que aquello funcionase como un cubo de agua fría. Sin embargo Hashimoto estaba lejos de ser una llama, su personalidad era más bien la del aceite hirviendo y aquel bofetón le hizo revolverse y responder con un puñetazo que acabó por hastiar a Mastumoto-dono.
—Mátalo —ordenó finalmente Matsumoto-dono en voz alta.
BANG
Un disparo ensordecedor cruzó la sala y acabó por silenciarla, a nadie le dio tiempo para reaccionar a aquella orden dada por un hombre que acostumbra a no ser cuestionado. Su rostro estaba rojo por la ira y miraba con una mezcla de desprecio y vergüenza hacia su hermano.
—¡Baka! —gritó a su hermano quién estaba cubierto de sangre propia y parte de la que le había salpicado del que consideraba su propio hijo—. ¡Cuando se tiene un perro rabioso hay que sacrificarlo antes de que te muerda la mano!
—¡Qué has hecho Aniki1! —su expresión se había torcido al ver el cuerpo inerte de su hijo, buscó alguien a quién culpar además de su propio hermano y lo vio en la mano que empuñaba el arma, Akiyama-sama.
—¿Qué has hecho? —volvió a preguntar, esta vez mirando a su hermano juramentado y asesino de su hijo. Entonces miró a Mitsuharo-dono y tras descartarlo volvió a mirar a los cuatro—. ¿Quién os dio la orden? ¡Quién, joder!
—Joder Yuki... La culpa era mía, yo fui quién no supo enderezarlo... ¿Por qué lo hiciste?
1hermano mayor
—Lo sé... Por eso espero una expiación por tu parte —contestó con una calma que parecía venir de otro mundo, la calma de quién se sabe tenerlo todo y demandar un respeto acorde a ello.
—Me has faltado ya dos veces al respeto, es posible que en el pasado nuestra relación fuese de hermanos y por eso te haya permitido ciertas confianzas. Pero hace ya más de veinte años que bebimos juntos sake y me juraste lealtad. Ahora mismo no sé si sabes cuál es tu lugar... Te invito a que reflexiones sobre ello y si entiendes tu lugar, me lo demuestres.
—Akiyama-san, acompáñale.
Su mirada estaba llena de frialdad, todos en ella podían leer cómo cortaba los lazos carnales en aquel momento y aceptaban la posible muerte de su hermano si no le convencía el Yubitsume. Cerró entonces los ojos durante varios segundos hasta que oyó el sonido de las puertas al ser corridas para abrirse y nuevamente su repetición al cerrarse. Entonces las volvió a abrir.
—En cuanto a vosotros —dijo esta vez dirigiéndose al cuarteto—, podéis iros. Voy a considerar que me he creído que ha sido él quién os ha dado la orden. Pero no por ello creáis que podéis campar a vuestras anchas, consideraros avisados para la próxima. Un favor por haber eliminado ese elemento problemático, de Akiyama-san dependerá vuestras futuras asignaciones.
—Y ahora... Dejadme sólo.
Se despidieron del oyabun con una profunda y honorífica reverencia con la que casi dejaron su espalda en posición horizontal, entonces se levantaron y sin mediar palabra alguna se encaminaron al exterior. Lo primero que advirtieron al abrir la puerta fue la presencia de un par de guardaespaldas que habían estado espiando la conversación y estaban todos listos para entrar si la situación lo hubiese requerido. Con un gesto les invitaron a seguirles, abriendo el primero la marcha mientras que el último la cerraba escoltándoles a lo largo de unos ya familiares pasillos.
Era una ceremonia silenciosa que parecía asemejar un cortejo fúnebre, por momentos incluso creían que en efecto así era y en cuanto se confiasen, sendos disparos acabarían con sus vidas. Eran la Yakuza y ya llevaban un par de días teniendo muy presente la posibilidad de que su propio final fuese una realidad. Los pensamientos intimistas vieron cortados de pronto por el sonido amortiguado de un disparo en la lejanía que les hizo detenerse.
—Mejor así— dijo el que cerraba la marcha—. Era un cabo suelto que podía vengarse en cualquier momento.
El que estaba en vanguardia asintió como respuesta y siguió andando una decena de pasos hasta que finalmente abrió la puerta que les llevaba al exterior. La luz del mediodía bañó sus caras dándoles la esperanza de estar ante un nuevo día.
—Hasta pronto —dijeron los guardaespaldas antes de hacer una leve reverencia de despedida y cerrar la puerta tras ellos.
-Fin-
Y con esto terminan mis intervenciones. ¡Me ha encantado el giro que habéis planteado y definitivamente pegaba la última tirada para ver si cuadraba o no!
Con esto, dejaré esto un par de días abierto por si queréis dar un último post conclusorio por vuestra parte. Si no lo veis conveniente, cerramos esto con la imagen del sol bañando vuestras caras y fundido a negro.