Sildara escuchó el crepitar de la piedra en respuesta y dijo, esta vez en la lengua de los naga, mirando hacia la Hidromántica:
-Mi Hidromántica, el barón Geddon dice que si le liberamos en la costa se encontrará débil, que ahora solo es una sombra de lo que fue. Nos pide que rompamos su piedra contra el muro de una casa seca, para que pueda alimentarse y recuperar su poder.
Ahora por fin Sildara tenía un momento para parar, para respirar, para pensar; todo había sido comunicado, todas las nagas aleccionadas e incluso un aliado podía ganarse para la batalla inminente. Fue entonces que pudo dedicarle un momento al mesmerizante colgante de Kalandri y volver a sentir su influencia sobre ella.
La luz se fue apagando a su alrededor, oscureciendo los reflejos de las aguas, las llamas de la piedra ahora en manos de Shae y hasta la mismísima luna en la distancia. Cuando todo fue negrura zarcillos vivos de aquella tenebrosidad se apelmazaron contra su piel y con miedo pudo sentir como su conciencia se hundía contra su garganta, cayendo por su pecho y su vientre hasta llegar a las tablas del barco donde fue arrastrada hasta el mar y transportada lejos, muy lejos de allí, hasta un lugar que le era muy familiar.
- Mi querida sobrina, gracias por acudir a mi llamada; espero mi amuleto no te haya arrancado de nada importante ¿verdad? -le preguntó la reina Azshara- Ven, aquí no tienes nada que temer salvo a mí.
Cuando la princesa se fijó en el colgante entre sus propias manos su cuerpo fue perdiendo fuerza y color, Kalandri podía hasta sentir las corrientes espirituales arremolinarse a su alrededor para llevársela muy lejos de allí. Fuera cuales fueran los designios de la Reina Azshara, se estaban cumpliendo tal y como los formuló.
Incapaz de escapar al embrujo del colgante el cuerpo ausente de Sildara avanzó tan sólo un par de pasos antes de comenzar a mostrar signos de ir a desmoronarse. El corazón de Kalandri le habló alto y claro, haciéndole saber a la paladina que la discreción era importante en aquel momento si no deseaba que los demás considerasen lo ocurrido como otro atentado contra la vida de la princesa.
Motivo: Perspicacia
Tirada: 1d20
Resultado: 13(+3)=16
Al ver a su princesa desfallecer, quedo algo atónita... pero rápidamente recupero la compostura y procedió a tomar la entre sus brazos mientras iniciaba un cántico en alabanza a su reina y buscando con ella ayudarla en cual sea la misión que deba esta superar.
Conocía de muy buena mano las formas de los designios de su amada reina y sabia con total certitud que la desesperanza es el principal objetivo para probar su lealtad, valor y poder.
Motivo: Religion
Tirada: 1d20
Resultado: 1(+2)=3
Listo!
Con mi acción busco una guía digamos espiritual, donde trato de conectarme con ella o dar algún tipo de soporte desde este plano a donde sea que este.
No se si esto pueda darle ventaja o algo.
Por fin, todo estaba hecho, y la incursión en camino. Habían castigado y reconducido a los insubordinados, organizada la invasión y asesinado a los elfos. Incluso ahora contaban con un valioso recurso para incendiar el pueblo, un elemental de fuego. Era algo que no podrían haber conseguido, por razones obvias, en el Reino de los Naga en las profundidades, así quenera una ventaja inesperada.
Ya no quedaba más que hacer que ver cómo el barco devoraba las millas hacia la costa, así que por fin tuvo tiempo de fijarse en ese colgante que le había llamado la atención en Simazul. Allí no había podido fijarse del todo en qué tenía aquel objeto que le atraía tanto la mirada, pero ahora lo sostuvo y lo examinó a conciencia, y pudo notar por fin cómo su magia se activaba y su mente se iba lejos, muy lejos y muy abajo.
Sildara se vio de pronto en un lugar que le inspiraba una curiosa mezcla de orgullo y temor reverencial. Era el palacio real, y ante ella estaba la mismísima Reina, la diosa inmortal de los naga. Sildara se inclinó inmediatamente, estirando sus cuatro brazos en una gran reverencia sumisa en la que casi tocó el suelo con la frente.
-Mi Reina. No hay nada más importante que vos. Os sigo.
Irguiéndose de nuevo, aunque manteniendo la actitud sumisa, siguió a la Reina.
me quedo esperando cayado a que mi señora de la orden para atacar el pueblo costero, no quería que nada ni nadie fastidiarse mi leal servicio a mi señora, suficiente había tenido con esa falta.
Asintió a su hechicera y miró la piedra pasándosela de una a otra mano.
-El Barón es mentiroso y embustero, seguro está exagerando, usaremos la piedra contra la cabaña más cercana a la costa para que tenga que abrirse paso hacia el interior- comenta mientras toma una decisión, a camino entre dos aguas.
De su cuello cuelga una concha, entre tanta joya y abalorios, es un tanto extraño, aunque pulida y cuidada, parece algo tosca para el resto del conjunto dorado. La abre y saca de ella un trozo de tela que lee, un trozo viejo, de palabras viejas. Cierra los ojos un segundo y luego abre la mano. El papel revolotea en la brisa que acompaña el barco. ¿Una promesa, un epitafio, palabras de amor? quien lo sabe... se pierde en un mundo que existe entre el cielo y el mar.
Mete la piedra dentro de la concha para salvaguardar su poder hasta el momento indicado. Hay cosas que tienen que pasar, y pasarán, arrollando a lo que pasó o pudo pasar. Una oportuna salpicafura del esquife, le baña el rostro y pareciera que llora. Pareciera.
La piedra queda pues en tus manos y no en las de Shae.
En la terrible y única regalia que era su cuerpo amoldado por los poderes que salvaron a todos los leales súbditos kaldorei la Reina Azshara - Señora del Dominio Marino, Corona Eterna del Mundo Cambiante y Única Pretendiente Legítima al Trono de Azeroth, el astro conocido por todos con Su nombre - le hizo hueco a la sombra conjurada de su sobrina para que le acompañase al lado de su cascada de agua.
Al hablar emitió un sonido tan dulce como cuando uno saboreaba el jugo de las bayas marinas más exquisitas, incapaz de resistir el apetito que creaba por mucho que el corazón alertase del veneno que se consumía, la pasión se infiltraba por todo el cuerpo y cuando uno se daba cuenta, la muerte se abrazaba con el arrojo de un amante bienvenido. Así era la voz de Azshara, sublime, melódica, letal. Desarmados quedaban nobles y plebeyos por igual, no solo por ser la Reina, no solo por ser poderosa, aquello iba más allá, era algo primigenio: ella era venerada como a una diosa.
- Mi princesita Sildara, que difíciles momentos has tenido que pasar; me alegra verte, me regocija saber que quienes conspiraron fracasarán estrepitosamente. Su ineptitud es un regalo para nosotras ¿No crees? - una escueta risilla se le escapó, pero su eco perduró, volviendo a los oídos cada vez que un pasillo lo retornaba
- Debo decirte, que estaba advertida de lo que te había a sucedido antes de la llegada de tu misiva, pero sin duda alguna, debo reconocer tus esfuerzos, podrías haber callado, podrías haber optado por hacer que no sabías nada como otros tantos que ya se ahogan en su propia sangre - sus ojos se entornaron y una sonrisa taimada surgió de entre sus labios -; sin embargo tú, sobrina mía y sangre real, hiciste lo que debiste, informar a tu reina - un gracias nunca saldría de la labios de su tía, pero en el mensaje estaba implícito que estaba reconociéndose.
- Pocos me han demostrado tanta lealtad, y eso se merece una recompensa, las sombras conspiran contra toda naga que tenga talento para el poder, siempre hay débiles en mis filas y estas situaciones me ayudan a tener claro quién es merecedor de mi favor y quién desmerece todo lo que hago por nuestro Imperio - negó con la cabeza y sus ojos se fijaron con más intensidad en Sildara -. No se te olvide esto, mi querida sobrina, yo lo se todo - parecía una contradicción con lo que acababa de decir, pero sin duda era una amenaza terrible y velada, aún así, su rostro se dulcificó.
- Ahora bien... ¿Dónde está tu premio? ¿Qué fruto es justo para quien ha obrado tan bien? Las riquezas son miserias y los territorios pesos muertos que nos limitan, por eso te hago obsequio de un regalo acorde a tu alcurnia y carácter: una decisión, un juicio que delego en tu persona por mostrar las virtudes que más aprecio en mis súbditos pero cuya resolución sólo es apropiada para la Corona - la miró sin parpadear, directamente a su corazón
- Tienes en tus manos la vida de alguien muy especial para quien atentó contra tu vida y, al igual que eres como una hija para mí, es justo que seas tú quien decida el destino de la hija de aquella pobre alma en desgracia cuyo honor quisiste proteger y que te pagó esa gentileza con... ¡Pinza y garra! -al pronunciar aquellas palabras alzó su diestra y cerró el puño como si aplastara algo y un alarido ahogado se escuchó acompañado de un reguero de pesadas cadenas contra el suelo. Cuando volvió a hablar lo hizo proyectando la voz para se la oyese, pese a que no se veía a nadie más en el salón del trono- Ahora ve, sangre de mi sangre, hónrame con tus pensamientos, palabras, obras y omisión de clemencia.
Con esto los zarcillos de tu cuerpo en sombras se fueron alejando de la sala del trono, devolviéndote al navío y retornando tu conciencia a tu cuerpo que, al despertar, se encontraba abrazado por una guardia real que rezaba por tu bienestar.