Tanto Innari como Tassarion perciben en el pequeño bosque del sureste la sombra de una persona que va acercándose silenciosamente al grupo. La noche ya es cerrada y el cielo está cubierto por un bello manto de luminosos astros. Se comienza a percibir su forma: Es un hombre con una cuidada barba y tatuajes muy caracterísiticos, lleva las manos en alto mostrando que viene en paz, su cara -en cambio- esboza una sonrisa burlona que intenta contener sin resultado. Pese a que está cerca, ni Ateruk ni Ayira aun se han dado cuenta de su presencia.
¡Saludos! Mi nombre es Kalam y vengo en son de paz.-hace una leve pausa- Me gustaría poder hablar con vosotros. Parece que hace algo de frío, permitidme encender un fuego y preparar algo para cenar, supongo que estaréis muy cansados del viaje.- en este momento enseña, abriendo la capa, que no tiene ninguna arma a la vista.- Vengo a conduciros a Earthas ¡sus caminos son ciertamente peligrosos! Seré vuestro guía y servidor.- hace una reverencia algo ostentosa y fuera de lugar.- Si los padres de la creación quieren, claro está.- esgrime una leve sonrisa.- Al final que habéis decidido ¿nos acompañaréis todos o alguien se quedará por aquí? Bueno, dice el dicho: Cuantas más manos, mejor.- mientras habla prepara un fuego y saca sus enseres para preparar la cena sin acercarse al grupo.- Hago un guisado que está muy rico y es nutritivo.- matiza con una sonrisa.- No os envenenaré ¡os lo prometo!..., unas cuantas especias..., un poco de agua..., la cebolla es muy importante...
Ateruk parece muy sorprendido de la presencia de este hombre y queda palpable que no lo conoce de nada; además, sus vestimentas no parecen para nada las de un Annun. Parece más un sabio de Edelth que un guerrero o clérigo.
Había visto algo moverse, por eso se mordió la lengua. No tuvo tiempo de advertir a los demás pero sí de apoyar la mano en el pomo de la espada. Sonrió al hombre, correspondiendo a la reverencia con una inclinación de cabeza. Echó un vistazo a Ateruk, que no reaccionó y aquello no le gustó nada, pero continuó sonriendo.
- Sed bienvenido, mi señor Kalam, mi nombre es Innari.
La chiquilla comenzó a envolverse en sus ropajes y embozarse. Eso la hacía sentir más segura a la vista de un extraño.
- Será un placer para nosotros recibir a un enviado de nuestros patrones - continuó con voz melosa-. Pero, por favor, permitidme que os ayude. Sería muy desconsiderado por nuestra parte. Vos debéis haber recorrido también un largo viaje.
Innari se acercó hasta el hombre, preparada porque no se fiaba de él.
- Si mi pregunta no os resulta impertinente, ¿puedo preguntaros de dónde provenís? - preguntó, con curiosidad .
Oh, gracias mi buena Innari.- apunta con su dedo a una bolsa de cuero que ha dejado en el frondoso suelo.- Pásame unos cuantos ajos y ese tarro de especias rojas, las conseguí en la próspera región de Dimereth: Pimentón dulce. Por cierto, no como carne ¿no os molesta, verdad?.- mientras pela los ajos y la cebolla mira a Innari distraido.- Provengo de la Ciudad-Estado de Edelth, aunque hace ya bastante tiempo que no vengo por estas tierras. Mi último periplo me llevo a la nueva y pequeña ciudad, en Valdanar: "Val-Herith" o "Valdheím" como es llamado por los bárbaros del lugar. Por los padres de la creación ¡menudo viaje en mar!.- parece que busca algún ingrediente que no recuerda.- Ah si, pasadme unas hojas de berza por favor..., ahora he regresado a Edelth a celebrar el nacimiento del vástago de la Santa Madre: "Magnus Alrek", la ciudad aun está de festejos..., pero bueno, el trabajo es lo primero.- termina de hablar y se concentra en avivar la lumbre y preparar los ingredientes.
Innari le fue pasando los ingredientes que decía. Desde su embozo miraba todo con ojo clínico, no fuera a ser que sus malos pensamientos cobraran forma pero, debería ser el hambre que estaba empezando a importarle poco, olía maravillosamente. La verdad es que no parecía contener nada sospechoso. Y tenía antídotos para venenos y drogas así que.... Lo mismo Ayira tenía razón y era una asesina nata.
- ¿Habéis estado en el otro lado del mar? -dijo, sorprendida-. Sois un hombre de mundo. ¿Cómo es? El otro lado del mar.
Ayudó al hombre a avivar el fuego, con un trozo de cuero duro que sacó del bolsillo.
- ¿Cuál es vuestro trabajo, mi señor? - de inmediato se detuvo.-. Disculpad la impertinencia, la verdad es que me ha sorprendido que vinieran a buscarnos. Menos alguien como vos que parecéis un gran sabio de la excelsa Edelth.
De Eldeth ni más ni menos. Aquella ciudad de la que prácticamente le habían echado... o la habrían echado si no se hubiese ido antes. Aquella ciudad repugnante, donde había tenido que ir con el pelo rapado la mitad de su infancia. Ayira sintió como el enfado llegaba a ella. Creía haberse deshecho de aquellos sentimientos pero parecía que no era tan fácil. Sin embargo, aquel no era el momento ni el lugar de empezar una amarga discusión y aquel hombre no parecía importarle su aspecto. No obstante, decidió no dejar de vigilar sus movimientos. Solo por si acaso.
¿El otro lado del mar? Ciertamente increíble, aunque hay muy pocos barcos que puedan viajar allende de los mares, si queréis marchar allí, nada mejor que la ciudad de Tarek para aventurarse hacia el Sur. El lugar es un gran bosque umbrío donde residen unos salvajes que adoran a Lux..., aunque se están haciendo intentos para traer la palabra de la Santa Unión, pero de momento sus esfuerzos son poco efectivos... En cuanto, a Val-Herith, es un pequeño núcleo urbano que ha sido tomado por las fuerzas de la Santa Madre. Ella tiene grandes esperanzas puestas en este lugar.- en este momento suelta un risotada.- ¿Quién sabe? a lo mejor se convierte en la nueva Edelth del continente de Valdanar, aunque no lo creo ¡Con lo bien que se vive aquí!.- comienza a remover con una cuchara de madera el espeso caldo de la olla de bronce.- En cuanto a vuestro trabajo, ciertamente no lo sé..., y la verdad es que tengo curiosidad. Mi misión consiste en conduciros y observaros nada más ¿Qué necesitarán los Annun de vosotros? Parecéis muy jóvenes e inexpertos... Oh, disculpad mi impertinencia.- En ese momento mira a Ayira, Kalam ha notado su rabia y enfado. Percibe Ayira una franca cara de compasión.- Vuestros ancestros no son de Edelth, creo percibir la sangre del Matriarcado de Pandatora en vuestro rostro, sin duda alguien de vuestra familia procede de los Desiertos del Este: Ese pelo os delata..., seguro que hay una muy interesante historia detrás de todo esto.- su sonrisa es por primera vez sincera y -sin quererlo- mira a los ojos de Innari, guardando esta vez un incomodo silencio.
Motivo: tirada de Averiguar intenciones
Tirada: 1d20
Dificultad: 11+
Resultado: 19(+3)=22 (Exito)
Valdanar... pensó el explorador elfo, siempre avido de conocer nuevos lugares y culturas, motivo por el que aquel extraño humano había despertado su interés de forma súbita a pesar de su en apariencia poco casual aparición entre la espesura.
- Yo soy Tassarion, algunos me llaman Hoja Errante. - dijo con una ligera reverencia, obviando el apellido de su linaje familiar, Ziv'al, ahora proscrito en Edelth, y viendo que el hombre tampoco sospechaba que sus origenes eran de la ciudad estado - y permitidme deciros que ardo en deseos en saber más sobre ese continente llamado Valdanar, al sur de las tierras civilizadas. - añadió amistoso, pues al fin y al cabo poco sabía de aquel hombre como para ser jovial desde un principio, sin embargo su madre le había inculcado lo suficiente acerca de la amistad y las buenas intenciones con los demás como para desconfiar sin motivo de aquel extraño.
–No me he dedicado a estudiar mi linaje, pero mi familia ha vivido durante varias generaciones en Eldeth y soy la primera en tener este color–respondió sin saber muy bien que más decir pues su amabilidad le había descolocado.–A veces, la naturaleza tiene sentido del humor. No hay demasiado más que contar, en realidad. Pero contadnos más acerca de ese lugar del que habláis...
–Me llamo Ayira, por cierto–dijo al darse cuenta de que había sido muy brusca al no presentarse. Intenando reparar eso le ofreció uno de los trozos de panal, aún en el suelo. Por supuesto, había bastantes hormigas, igual que el que había estado masticando antes.
Innari se había colocado todos los ropajes que solían cubrirla. Observaba al hombre de Edelth aprovechando eso para que nada pudiera delatarla. Así que cuando la miró a los ojos sólo iba a encontrar un rostro velado por las sombras de su capucha.
- ¿Observarnos? - dijo, mostrando una gran sorpresa en la voz-. Me resulta algo extraño, disculpad, mi señor pero los annun de Earthas dudo que carezcan de información sobre mí.
Aquel tipo les había escuchado discutir. Y, para qué negarlo, estaba inquieta con lo que había escuchado.. Intentó recordar cuantas veces los había llamado hijos de puta en voz alta. Se rascó la cabeza de forma nerviosa, sobre la capucha.
-Aunque lo que verdaderamente me intriga es saber cuáles son los resultados de vuestra... observación -dijo, con voz tranquila.
- ¿Le apetece algo de vino? Es un vino humilde pero se deja beber -dijo, yendo a recoger un odre del interior de su mochila. El mismo que antes le había racaneado a Ayira. De camino aprovechó para echar una mirada significativa a Ateruk. A ver qué podía leer en su rostro.-. Antes dijo que le gustaría hablar con nosotros. Nada mejor que un buen vino para aderezar esa charla.
En primer lugar se dirige a Tassarion -Tu nombre me resulta familiar..., pero no logro ubicar la historia...- piensa unos segundos y se sobresalta visiblemente.- "Ziv'ar".- susurra desconcertado, mirando al Elfo.- "Shivanel"- sale temblorosa, casi inaudible. Parece rememorar durante un instante recuerdos que se antojan dolorosos pero prosigue evitando el tema.- Valdanar es el hogar de salvajes, pero sobretodo de criaturas feéricas y de elfos del bosque..., aunque no hay buenas relaciones con ellos: No ayuda que los altos elfos los utilicen como mano de obra esclava, tampoco que en Valdanar sean seguidores del equilibrio y no abracen los preceptos de la Santa Unión.- añade con mayor endereza.- Es complicado, muy complicado... Ah, se me olvidaba, Innari, pásame una hoja de laurel..., esa, la grande.-
En esta ocasión se dirige a Ayira mientras rebusca en su pesada capa, asomando unos cuantos contenedores de papiros hechos de bronce, alojados atrás de la cintura.- Aquí está ¡Arroz de Zeregur!... Ah, si..., El matriarcado de Pandatora está gobernada por las Sâhiras, una suerte de brujas que controlan a los elementales y de los que sacan su tremendo poder. Es un lugar muy bello, aunque hace bastante calor. Esta bañada por las aguas de un imponente lago y son devotas seguidoras de la Santa Unión.- comienza a echar el arroz en la olla- Ellas llevan mantos en la cabeza para ocultar su pelo y pintan de colores su blanca piel. Aliria, su capital, es una de las ciudades más bellas de todas las Primeras Tierras. Espero haberte respondido Ayira.- contesta mientras coge el panal de miel y le da un enorme bocado.
Una vez que ha terminado de comerla, escupe la cera y prosigue.- Sí, mi cometido es observaros, pero no me gustaría condicionar vuestro comportamiento..., digamos que el objetivo es conocer si sois las personas adecuadas. Pero tranquilos, disfrutemos de la cena y hablemos..., y que demonios ¡bebamos también!.- coge con amabilidad la copa y la degusta con alegría.- Un vino humilde, diría que peleón pero muy sincero, no engaña al paladar..., como todos vosotros: No olvidéis vuestro camino, ni quienes sois ni de donde venís.- dice más atento a la cena que a lo que le rodea.
Innari observa detenidamente a Ateruk, este esta quieto observando con calma sus palabras, pero hay un brillo en sus ojos que delatan alguna fuerte emoción encerrada, también se percata, con asombro, que tanto Kalam como Ateruk se cruzan miradas casi de manera instintiva, sin ser realmente conscientes de ello. ¡Se conocen! llega a advertir la joven humana.
Motivo: Tirada de Historia
Tirada: 1d20
Dificultad: 16+
Resultado: 13(+6)=19 (Exito)
Innari sacó unos cuencos de madera envueltos en unos retazos de tela. Se acercó al fuego cargando el pellejo de vino y varios cuencos. Todos eran de madera, muy sencillos y bastante usados. Sirvió a Kalam con gran reverencia como correspondía a un invitado importante.
- Pero mi señor Kalam, si ya sabemos que dependemos de vuestro juicio ¿cómo vamos a comportarnos de forma natural? Solo podemos estar nerviosos ya que tampoco sabemos qué quieren de nosotros o qué consecuencias nos traería el no superar ese juicio -se detuvo un momento, torciendo la cabeza para que pudiera verle brevemente una sonrisa amable bajo la capucha y continuó de forma amistosa-. Pero eso no es nada que algo de vino no pueda solucionar, supongo.
Luego, se acercó Ateruk. Al que sirvió también con gran reverencia. Después de aquello sirvió vino a Tassarion y dispuso agua en un cuenco para Ayira. Con tanta miel iba a tener sed y además, le iba a dar un tremendo dolor de estómago. A veces le parecía más chiquilla que ella misma.
- Me gustaría ceder el honor de iniciar el brindis a vos, mi señor Kalam -propuso, tras servirse la última.
Como Ateruk no parecía intranquilo comenzó a sopesar la idea de relajarse. Aunque, ¿de qué se había reído aquel hombre al verlos? ¿Estaba siendo demasiado desconfiada? ¡Bah! Nadie llegaba a viejo siendo confiado, aunque quizás sí pudiera soltarse un poco. O no. Ya lo decidiría.
Os acabo de conocer, así que brindemos para que la madre y el padre de la Creación nos traiga fortuna en estos momentos tan aciagos.- acto seguido bebe otro pequeño sorbo y comenta.- Perfecto, la comida ya está hecha. Cenemos y marchemos a dormir, mañana será un día duro.- comenta mientras saca un cucharón de madera y se dispone a servir a sus nuevos compañeros de viaje.
Llegados a este punto hay que tener en consideración: La historia de los padres de Tassarion tranquilamente ocurrió hace unos 100 años aproximadamente y este hombre parece que no supera los 40 años; parece que Ateruk y Kalam se conocen; ha sido tremendamente extraño su comportamiento; Ateruk parece tranquilo; parece que ha viajado por muchos lugares; ¿es un aliado de los Annun?; podéis hacer lo que os venga en gana ;-)
–Puedo asegurarte que esto no es pintura– Ayira trató de bromear, pasando el dedo por su piel. No era muy buena con el humor, ni con las fiestas. Como de costumbre, Innari hizo el gesto de ofrecer vino a Ayira y esta lo rechazó, sirviéndose agua en su lugar. Sobre la devoción a la Santa Unión, tuvo la sensatez de no hacer ningún comentario. Puede que estuviese en otro mundo la mitad del tiempo, y que no le interesase lo más mínimo las políticas locales, pero había cosas que había aprendido que o se seguían, o morías.
Tras el brindis, Ayira bebió y miró a sus compañeros para ver si iban a decir un brindis cada uno. No estaba muy segura de como iría aquello, pero sintió la necesidad de hacer su propio brindis. Uno de verdad. Uno con alcohol que se diferenciara del que había hecho por la Santa Unión.
–Quisiera alzar la copa por algo más– Ayira miró intensamente al sabio, no parecía desagradable, pero había que andarse con cuidado. Después miró a sus compañeros. Podía percibir, o quizás eran imaginaciones suyas, una cierta tensión, especialmente por parte de Ateruk. –Por ser la excepción. Por ser diferente. Por ser quien, por fin, termine con éxito esta misión. Por la amistad que hará esto posible.
Estaba claro que alrededor de aquel puchero, había muchos que eran diferentes. Muchos que habían sufrido, y que si se unían, tendrían alguna posibilidad. Ayira había tomado mucho cariño a Tassarion y en sus viajes, y aunque había viajado menos con Innari y no le había desvelado aún su secreto, también sentía un gran aprecio por ella. Era por lo único que haría un brindis de verdad, con alcohol. A Eir le honraba de otras formas.
Ateruk no desdeña el vino, algo sorprendente para un habitante de Edelth y seguidor de la Santa Unión, ya que está prohibido cualquier consumo de bebidas espirituosas. Bebe un pequeño sorbo en silencio, reflejando una cierta cara de asco por el fuerte sabor, añade al grupo.- Haré la primera guardia.- se acerca a Kalam y le ofrece un desgastado cuenco de madera labrada.- Dos cucharadas por favor.- una vez lleno el plato se acerca al fuego y se resguarda bajo el amparo de su gruesa capa marrón.
- Yo la segunda - continuó, Innari.
Bebió del cuenco cuando correspondía. El guiso apenas si lo probó. Solo unos sorbos a la cuchara tan tímidos como los de los hombres de Edelth al vino. Tenía el estómago cerrado. Por muy amable que fuese, como si nada sucediera y se acabaran de encontrar con un agradable viajero perdido, estaba preocupada. Muy preocupada.
Tassarion abrió mucho los ojos cuando aquel extraño hombre tatuado mencionó ciertas palabras del pasado del explorador elfo. ¿Como le había podido identificar? Su nombre no era conocido ni mucho menos, pues había nacido exiliado de la brillante Edelth, siendo el último de un linaje condenado a la ruina.
Por si aquello no fuera suficiente, el agudo elfo reparó en un importante detalle, Kalam parecía ser un humano de unos 40 años, sin embargo, hacía ya 100 años cuando el linaje Ziv'ar cayó, y difícilmente fuese algo recordado tras tantos años en una ciudad como Edelth.
El elfo calló y brindó junto a los demás aquel vino, que a pesar de su amargo y poco delicado sabor, resultó agradable más que por sus cualidades que por la compañía con los que brindaban.
- Yo haré la última guardia, si no hay inconveniente, me gusta ver la salida del astro sol en el horizonte, la combinación de luces que a veces produce permite ver el mundo de otro modo... - dijo bohemio el mestizo elfo, para luego añadir. - aunque si alguna de las damas quiere acompañarme en tan romantico momento, no diré que no. - añadió con un tono galán que a veces sorprendía a quienes lo conocían.
Motivo: Int
Tirada: 1d20
Resultado: 17
Intentando ligar..... jajaja
–Me quedo con la oscuridad de la noche profunda– entonces respondió Ayira arqueando una ceja ante el comentario del elfo. Nunca estaba segura de cuando alguien hablaba en serio y cuando bromeaban, pero el amanecer era un momento tan bueno como cualquier otro como para explicar al elfo que aquel amuleto que habían recibido era más que un simple amuleto. –Despiértame entonces. Nunca está de más como la luz traga la oscuridad y como la oscuridad traga la luz.
Dicho esto, se puso a comer con la misma tranquilidad que si hubiese cocinado ella, observando a sus compañeros y el entorno en el que se encontraban. Podía haber utilizado sus poderes para purificar la comida, pero no lo encontró necesario. Si querían matarlos podrían hacerlo en cualquier momento. Creer que hacía falta alejarlos de todo o convocarlos a una misión para encerrarlos era absurdo. No eran tan poderosos como para necesitar medios demasiado elaborados.
Los recuerdos de Tassarion le hacen viajar a un pasado remoto, hace más de 100 años:
De niño podía disfrutar corriendo por los inmensos y primitivos bosques de Evernne. En una enorme colina -de sombras perpetuas- donde los grandes hayedos protegían esa pequeña casa de madera que era su hogar. Recuerda el amor incondicional de sus padres y de las visitas esporádicas de esos pequeños seres que parecían humanos en miniatura pidiendo ayuda o buscando consejos. El joven elfo sabía que este no era su lugar, su familia no tenía a nadie a los que llamar amigos en Evernne..., pero no es eso lo que le perturba, sino la imagen de la llegada de una persona de la ciudad de Edelth, de la alegría inusitada de sus padres al recibirle: Era un hombre con una cuidada barba y tatuajes muy caracterísiticos, de no más de 40 años; surgen de su mente las imágenes de esa persona cocinando para todos ellos, de su alegría, de las historias de lugares remotos y aventuras fantásticas. Tassarion rememora la despedida, triste y sombría, de grandes compañeros que tenían la certeza de que no iban a verse nunca más.
Pero sobretodo recuerda sus ojos...
Rojos como el Fuego...
FIN DEL EPISODIO I