La noche se acercaba. El crepúsculo bañaba el suelo, los árboles y sus hojas, haciéndolas brillar con ese color especial que solo podía verse cuando la noche estaba cerca. Ayira lo sentía, no solo con los ojos, sino con todos su ser. El aire empezaba a cargarse de los aromas del anochecer, los grajos más jóvenes protestaban airados porque tocaba retirarse y los insectos comenzaban a revolotear alrededor de los tres presentes, en busca de su calor corporal y de su sangre. El viento revolvía el níveo cabello de la joven druida, que observaba en silencio a sus dos compañeros. Aquel elfo al que había salvado unas cuantas lunas atrás y aquella joven de aspecto tan distinguido. Tan de ciudad. Aún no se había decidido a juzgar a ninguno de los dos, y probablemente no lo hiciese nunca, puesto que era bien sabido que hacían falta personas de todos los tipos. Sin embargo, si que tenía que estar cerca de Tassarion. Aún no sabía si respetaba o no el Equilibrio. Además, la solitaria mujer había aprendido a apreciar su compañía.
Con Innari la cosa era diferente. Muy diferente. Se había unido a ellos cuando Tassarion insistió en buscar ayuda para entrar en una casa a robar unos documentos, y habían acabado colaborando en algunas misiones más. Aunque Ayira no había puesto ninguna pega, Innari era hija de la ciudad lo que implicaba que era leal a la Santa Unión. Siendo así, no descartaba que intentase acabar con ella si descubría sus poderes. Al fin y al cabo, la recompensa sería jugosa. Sin embargo, si aquello ocurría, no se lo echaría en cara. Sería simplemente que había llegado la hora de alguna de las dos. Por ello, mantenía un trato cordial con la joven pícaro, cuyas habilidades habían sido muy necesarias en algunas de las misiones que se habían embarcado.
Y ahora estaban en el bosque. Muchas eran las veces que había intentado convencerla de que durmiesen en la ciudad, pero en muy raras ocasiones lo habían conseguido. Dormir en la ciudad era dormir cerca de la Santa Unión. Y era dormir alejada del bosque, de la hierba y el río. Y era no poder correr como un lobo, volar como una lechuza o deslizarse como un ratón. Había algo muy raro en quienes preferían una cama al más mullido de los colchones posibles. El musgo. Especialmente aquel que crecía junto al brezo y su maravilloso aroma. Sin embargo, aquel día no estaban allí por Ayira. Que no quisiera dormir bajo techo no era una novedad, pero si lo era que Innari hubiese querido reunirse allí, alejada del tumulto, donde afirmaba que se estaba más seguro, amparado involuntariamente por el resto de la gente, su torpeza y sus conversaciones.
–¿Y bien?– La voz de Ayira sonó grave, susurrante– No me quejaré de habernos reunido aquí, pero me extraña que así lo hayas querido, Innari. Pareces amar la piedra como yo el bosque. ¿Por qué aquí?
La chica que respondía al nombre de Innari parpadeó dos veces, intentando comprender las reticencias de la druida. Después se encogió de hombros, señalando con una mano el bosque solitario al anochecer.
- Verás, Ayira, como puedes comprobar aquí no hay nadie. Entonces, nadie puede molestarnos y mucho menos oírnos.
Lo cierto es que estaba deseando regresar al poblacho cercano. Allí le aguardaba un hogar en la sala, deliciosa comida caliente, una cama mullida y un baño. Adoraba los baños y estaba malgastando su dinero en hacer que la posadera se los prepara varias veces al día. Lástima que su bolsa cada vez pesara menos.
-Pero vayamos al grano-. Carraspeó, aclarándose un poco la garganta-. Nos asociamos con un fin. Trabajar, ¿verdad? Así que ya es hora que vayamos a por estos campesinos y les espantemos a los que les roban las cebollas. O quizás tengamos más suerte y consigamos enterarnos de quién ofrece una recompensa por la cabeza de alguien. Que seguro que viendo el panorama es un conocido robapatatas.
Innari se echó la capucha hacia atrás, dándose una palmada en el cuello para intentar matar un mosquito demasiado atrevido. Refunfuñó, pero no vio necesario volver a esconder los motivos por los que llevaba la capucha. Una piel que parecía más blanca por el pelo azabache y unos inquietantes ojos rojos.
Cuando la druida formuló la pregunta, Tassarion se encontraba sentado sobre un tocón que un día debió formar parte de un precioso y sano roble, antes de que algún leñador con callos en las manos y músculos hinchados le hincara el metal de alguna hacha mal forjada. Allí, sobre el tocón, el elfo acariciaba la cuerda de su arco largo con sus graciles dedos como si acariciara las cuerdas de un arpa. Las mechas de su cabello, doradas como el oro, caían revueltas hacía abajo dejando entreveer sus finas orejas de punta alargada. El explorador elfo rara vez se peinaba, prefería dejar que su melena se ordenara con formas caóticas a su mero capricho.
- ¡Ah!... - exclamó alzando sus ojos azules y cristalinos hacía la pícara. - Ladrones de cebollas y recompensas por rateros, tal vez haya llegado la hora de hallar una aventura más.. estímulante... - dijo con una sonrisa embaucadora. - ¿No hay ninguna princesa en algún alto torreon que salvar o algun paraje inexplorado que descubrir? - preguntó divertido, algo que no debía sorprender a sus dos compañeras, sabedoras del ansia aventurera y de emociones que a menudo experimentaba aquel alto elfo mestizo.
Podemos observar, entre este bubólico y apacible paisaje forestal, como Ayira, Innari y Tassarion hablan en mutis mientras parece que los tres se desvanecen en una neblina de recuerdos pasados y añejos. Y es que muchas veces rememorarán este preciso momento, este punto de inflexión en sus vidas: Ese fugaz momento donde una pequeña decisión, como el delicado aletear de una mariposa, se transformará en un verdadero huracán que engullirá a nuestros tres aventureros hacia una muerte más que segura... Pero volvamos al presente, donde todo parece comenzar..., con la más bella y majestuosa ciudad; con la seguridad de una antigua y sincera amistad; y con la llegada de un papiro que lleva el sello de la Santa Unión, cuyas palabras van dirigidas a una de las integrantes de la compañía de mercenarios.
FIN DE LA INTRODUCCIÓN
Entiendo que no queríais continuar con la introducción, así que la concluimos y pasamos al primer capítulo :-)