Llevadas a cabo nuestras tareas matutinas y habiéndome tomado mi momento de paz en la Catedral, Eriol y yo nos dirigimos al aeródromo, donde poco a poco nos fuimos reuniendo con nuestros compañeros. Mi expresión era con diferencia más alegre que la noche anterior, al menos no estuviera con el ceño fruncido o con cara de amargado, aun.
- Chicos. – Dije al acercarme a ellos, aun sin pararme a apreciar la magnitud del lugar. – Siento las palabras de anoche, estaban… fuera de lugar. – Hasta para alguien como yo tragarse su orgullo era difícil. – Sigo pensando que debemos ser uno con nuestros guardias, pero no fue justo culparnos por lo ocurrido, espero que podáis perdonadme. – Les dedique a todos una sonrisa con aire de sincero arrepentimiento.
Tras mis palabras para todos me acerque a July y a Ace y les tendí mi billete, justo como había hecho Kael antes que yo. Ahora tenía dos razones para hacerlo, una, la tapadera, y dos, mantener mi deseo de separarme de Cedric lo justo.
- Mejor que no decidan hermana. – Le di el billete a ella, para que Ace se quedara el otro. – No os separéis ninguno de los dos de vuestros guardias que yo me quedo con el capullo. – Esa manera de meterme con Cedric se notaba por el tono, que era una broma. Mientras los demás le cogían manía, yo encontraba su parte buena, poco a poco. – July. – Me posicione frente a ella y extendí la mano para acaricias suavemente su mejilla, con mucho tacto, preparándome para hacer mención a su sonrisa inocente. – Estás preciosa cuando sonríes, no dejes de hacerlo nunca. – Le obsequie una sonrisa, solo para ella, tan dulce como la suya inocente. – Se que mi señora es fuerte y podrá lograrlo. – Recupere mi juego con ella.
Encamine tras eso mis pasos hacia Richard, conteniendo las ganas de darle un abrazo, no sabía sin mi confianza con el llegaba hasta ese punto. Lo que si hice fue darle una palmada en el hombro. Me sentía mejor al verle ahí, cuando me fui a por los guardias estaba más cerca de la muerte que de la vida, cuando regrese estaba presente, pero mi pena me robó la alegría de que estuviera sano, ese era el momento de regocijarse de lo que no habíamos perdido.
- Me siento feliz de que don batracio se digne a caminar entre nosotros. – Bromee.
Tras las debidas atenciones a mis compañeros mire el lugar. Las colas, y el monstruo volador de metal y tela. ¿De verdad teníamos que subirnos ahí? Iba a ser sin duda interesante, incluso sin el billete de primera.
- Si te cuelgas de Elohim le harás caer, Eriol. ¿Has cogido peso? Ya te dije que no comieras tanta panceta esta mañana.
Era irónico que me metiera con ficticias costumbres alimenticias de Eriol cuando era yo el que tenía una necesidad compulsiva de comer a todas horas. Por supuesto, esa mofa hacia mi amigo era en tono de broma y la risilla que deje escapar tras decirla, evidenciaban esa intención.
La noche fue larga para Elohim. Dejó que Ace durmiera plácidamente mientras le observaba sin realmente prestarle mucha atención. Elohim no necesitaba dormir demasiado, y ya consumiría el par de horas de sueño que requería para estar al máximo. Una vez Ace quedó completamente dormido, encendió una vela y se quedó mirando a una ventana. No tenía intención de ver nada fuera, pero el contemplar el cielo nocturno le tranquilizaba. Ya desde pequeñito lo hacía, en las noches en las que la Luna era su única compañera, en las que era testigo y cómplice de su tormento.
En este caso, tan sólo sería su confidente. Una oyente silenciosa que tampoco necesitaba escuchar. Tan sólo estar ahí, ahí mientras Elohim meditaba sobre lo sucedido. Un guardia había muerto antes siquiera de alcanzar Arkangel, y lo peor no era eso, sino que no había sido en batalla, sino víctima de un juego siniestro ideado por Venganza. A pesar de eso, el hecho que a muchos de sus compañeros les atormentaba, el haber tenido que elegir quién moría, no era lo que más rondaba por su cabeza. Al fin y al cabo eran inquisidores, decidían sobre la vida o la muerte de multitud de personas, era su trabajo, su vida.
Marie... tan sólo era una más. Y a la vez no lo era, es cierto. Cuando tienes un vínculo afectivo, por pequeño que sea con aquella persona todo es mucho más complicado, y cualquier decisión parece ser mucho más complicado. Pero aplicando la fría lógica a la situación, no habían hecho algo muy distinto a lo que tendrían que hacer si una ciudad debía ser purgada por señales de herejía. Hay veces que pagan inocentes por mantener la paz. La muerte de los siervos del señor era algo que había que aceptar. Honrarlos era lo único que podían hacer.
Por la mañana, junto a Gilbe, visitaron de nuevo la escena del crimen, allí donde Marie había sido trasformada en una abominación. Vieron también que el templario no estaba muerto, a pesar de que el propio ángel había tratado de encontrarle el pulso allí donde venganza lo derribó, sin éxito. Tendría que mejorar más sus habilidades de medicina, pues en ese momento se sintió un poco estúpido, contemplando como un hombre al que creía muerto no lo estaba, puesto que la capacidad de resucitar no era probable que estuviera entre las habilidades del templario.
Con el nombre de Jonhy en la cabeza, marchó hacia el encuentro de sus compañeros que esperaban al zeppelin para emprender quizá su primer vuelo. Elohim estaba tranquilo, realmente era el que quizá más había experimentado las alturas, pues sus alas le permitían ser como una blanca paloma, surcando los cielos con libertad. Aunque claro, tampoco es que estuviera todo el día haciéndolo, no en vano como le hubieran pillado en Cadeus haciendo un uso como ese de sus habilidades el tribunal inquisitorial no se lo quitaba nadie.
Pero en algunas ocasiones, cuando nadie miraba, en algunas misiones en el norte, perdido en los bosques helados, dio rienda suelta a su pajarillo interno. Y volar era magnífico. Realmente magnífico.
Esperó pacientemente y en silencio, sonriendo cuando Derek pidió disculpas por sus palabras de la noche anterior. Realmente Elohim cuando le había contestado no estaba en absoluto enfadado, tan sólo quería que midiera lo que decía y pensara antes de hablar, porque así después no hay que pedir disculpas. Pero rectificar es de sabios, y ese gesto que estaba haciendo su compañero inquisidor le honraba.
Tras ello, escuchó la broma de Eriol, y no pudo más que contestarle.
-Si compráis unas alforjas que me quepan en la espalda puedo llevar hasta el equipaje. ¿Acaso lo dudas Derek?
Al amanecer, Richard pegó una vuelta de reconocimiento al Puerto Aéreo. Si bien todo posible foco de delincuencia parecía simplemente impensable, lo cierto es que la zona en si era un hervidero de información. Todavía no se decía palabra alguna sobre La Purga de Puerto Misrech, no en vano habían apurado especialmente el viaje para adelantarse al sonido de los rumores. Sin embargo, el colapso de las termas del hotel del barón Alfred Eichmann era noticia generalizada y foco de las comidillas. Kael trató de disimular, pero aquellos más claros fueron señalados de forma flagrante entre un clamor de susurros dispares. En los rumores solía haber todo tipo de información muy poco fidedigna.
Gilbe, por su parte, ya parecía un tanto más sosegado. Tan pronto fueron a La Catedral Derek y Eriol se les mandó transmitir a Gilbe el hecho de que alguien había presentado una queja formal, y no había sido Eichmann, por los modales empleados por alguien que actuaba como un cargo público coadyuvante a la Iglesia Vaticana. Lo quisiera o no Klimb, era una reclamación merecida. Parte de su trabajo, y para eso iba a Arkángel, iba más allá de enarbolar una Espada Bastarda u ocultarse bajo un manto de sombras. Una mancha más en su expediente profesional.
Así pues, tras una intensa cola sin atajos ni deferencias, tuvieron que sufrir un cortés pero exhaustivo control. En primer lugar, no les dejaron cargar sin más con cualquier arma, por muy Inquisidores que fuesen. En un espacio estanco y sin posibilidad de escapar, cualquier elemento que pudiese resultar dañino era potable sólo bajo algún tipo de autorización. En este caso, el título de Inquisidores bastaba, pero las armas, o al menos, la mayoría de ellas, tuvieron que viajar por separado, en un segundo almacén bajo llave y vigilancia, etiquetadas como mercancía peligrosa.
Ahí quedó toda la carga de Gilbe que pudiese llevar en forma de dagas, dinamita, venenos o materiales para trampería. Lo mismo pasó con los estiletes de Richard y, por desgracia para Ace, con sus dos espadas bastardas. Sólo sobrevivió la vara de Derek y los Legisladores de quienes tenían, y porque estas armas tenían una función no solo bélica.
- Para mí tiene todo el sentido del mundo- manifestó el prepotente guardia de Derek, Cedric, que viajaba con su arma bien sujeta, ornamentada a base de monedas de oro-. No son armas, es arte. Son un complemento a la vestimenta como cualquier colgante de la señorita Bourgeois.
No podían ser desenvainadas, y menos todavía empuñadas. Podía hacerse una excepción con lo primero si sólo era para mostrarlas bajo permiso, pero cualquier intención velada podía ser juzgada por el personal de seguridad como motivo suficiente para ser despojado del arma hasta llegar a Arkángel. Otros Guardias, como Ágatha o Gael, estaban totalmente desarmados.
Por otro lado, cualquier trapicheo con los billetes, finalmente, quedó descartado. Los mismos iban bajo imprenta y sello, marcados con el nombre del pasajero, no al portador. A ello se sumaba el título debajo para quien lo tuviese, ya fuese un título nobiliario o profesional. En este caso, cada quien iba etiquetado como Inquisidor o Guardia Eclesiástico de la Inquisición. El precio y el tipo de pasaje venía adjunto, así como la fecha, la hora y el vuelo.
- Hombre, dentro de lo que cabe, no es que me extrañe- reseñó la guardia de Eriol, Vin-. Aquí la gente está encorsetada hasta quedarse sin circulación- comparó, aunque con un tono no necesariamente crítico, sino redundante-. Aunque Kael lo ha dicho de broma, la fama de esto tiene que deberse a algún tipo de control. No va a ser por su tapicería bonita.
Y no se equivocaba. Comprobaron dos veces los billetes de cada uno, y no devolvieron el dinero por el pasaje de Marie Keenan, a falta de que con tan poco plazo se hiciese ningún tipo de permuta o devolución. Pese a todo, en el fondo, daba exactamente igual que cambiasen los pasajes o no.
Aquellos que correspondían a los Inquisidores tenían adjunta, como ya se dijo desde un primer momento, la capacidad de invitar a otros a los accesos más selectos del zepelín. Del mismo modo, tenían acceso a casi todo el mismo, salvando las zonas restringidas por necesidad como la bodega de carga, el puesto de mando, las cocinas o los dormitorios personales de los pasajeros. Eso significaba que si querían estar con los guardias, podrían sin problemas.
- Ni se te ocurra bromear con ponerte una máscara- espetó Ágatha en un aparte, ya desnuda de armas a distancia, vestida con su sencillo traje violáceo-. Ya te has enfrentado tres veces a Venganza, y ninguna vez tenía el mismo rostro. En la segunda, portaba eso con que bromeas. Tienes bastante con el guante- cogió la muñeca de Kael, allá donde el guante se perdía con la piel, y tiró hacia arriba, enseñándoselo-. No quieres cubrirte también el rostro. Si lo haces, te acercarás un poco más a aquello que podríamos llamar Némesis.
Y claramente había jugado con el doble significado de la palabra. Por un lado, las enseñanzas de León. Por otro lado, la némesis como entidad rival, refiriéndose a Venganza como tal. Y es que venganza ya tenía La Mano del Caos como similitud con Kael. Si añadíamos una máscara, acercábamos más los polos opuestos.
Respuesta opcional y voluntaria. Mensaje privado por reacción del PNJ a estímulos.
Kael intentaba disimular un poco, como que esos rumores no tenían que ver con él, pero esos intentos de pasar desapercivido hicieron que la gente se acabara percatando. Podría haberse quitado la capucha y decir- siento lo de las termas, pero si dejáis entrar entes sobrenaturales en vuestra ciudad pasan estas cosas -pero optó por hacer que le resbalaran todos esos susurros y murmullos.
La cola era algo horrible, era algo que Kael no aguantaba, como tampoco aguantaba bien las aglomeraciones de gente y más cuando estas hablaban de él- estoy en mi salsa, ¿eh? -dijo de forma sarcástica a Richard; pero lo peor de todo fue cuando les empezaron a quitar las armas. Vio como a Gilbe le despojaban de todo tipo de objetos y materiales, preguntándose donde los había guardado, también vio como le quitaban los estiletes a Richard y dos de las espadas a Ace.
Por instinto aferró a Tormento, negándose a que se lo quitaran, pero no lo hicieron. Eso lo alegró y lo confundió a partes iguales. Estaba confuso y entonces tuvo que abrir la boca a Cédric y dar su opinion. Kael no pudo más que soltar un bufido y tirar más de la capucha para ocultarse por completo.
Cuando les "pillaron" en el cambio de billetes, Kael se sorprendió un poco y cuando se enteró de que eran nominales y venía hasta el cargo o rango nobiliario se sorprendió un poco. Todo lo que había hecho se fue al garete con un revisor de billetes- Si somos tan listos no engañaremos a nadie en Arkángel -pensaba mientras al final subieron al barco volador y asentía ligeramente a lo dicho por la guardia de Eriol.
Y ahí estaba Kael, vestido cual plebeyo, en vuelto en una capa y con una armadura de cuero puesta y una espada al cinto, rodeado de gente que llevaba joyas con las que podrían terminar con los problemas de hambruna en todo el mundo. Eso le hizo sonreír, por muy bien que llegara a vivir el pelirrojo nunca entendería esos excesos. Venía de una cultura pragmática, o trabajas para comer o mueres de hambre o como comida de otro ser. Sencillo. La ley natural.
Se hizo una escapadita para poder hablar con Ágatha durante el viaje, pues eran tres días de viaje, pero intentó no mostrarse muy "cariñoso" pues no quería que la consideraran un blanco de nuevo.
El poco tiempo que estaba en la zona privilegiada, Kael descansaba y no hablaba, aunque intentaba pegar el oído en todo lo que se decía, un día se llevo a Gilbe a un lado tranquilo para hablar con él- Gilbe, tu que eres el que mejor escucha de nosotros -le susurraba- intenta enterarte de todo lo que se hable por aquí, yo intentaré poner oídos y ojos en la otra zona, ¿de acuerdo? -esbozó una sonrisa y se fue buscando a Richard, al que le dio una palmada- Batracio -dijo sonriente- a ver si con tu encanto personal puedes sonsacar algo a alguien del barco en estos días, podría ser algo valioso -una sonrisa apareció en su rostro, miró a ver si se le ocurría alguna idea más, pero no se le ocurrió, si hubiera estado Charlotte podría haber hecho algo y zasca, información para todos, pero no fue así.
-Derek, voy a la otra "clase", a ver si me puedo enterar de algo valioso -dijo mientras le daba una palmada en el hombro. De su grupo era con el que menos relación había tenido y aún le costaba entender las razones que lo llevaban a hacer ciertas cosas, pero tendría que entenderle rápido si querían funcionar como un buen grupo.
-De acuerdo -dijo el pelirrojo algo arrepentido- eso mismo me dijo Richard, se que me parezco más de lo que me gustaría a él... pero puede que por eso sea el más capacitado para destruirlo o, en su defecto, saber como destruirlo, ¿no crees?
Con esa bronca que le había echado volvía a ser el niño inseguro y meditabundo que había conocido tiempo atrás en la enfermería- No volveré a hacer ningún tipo de broma respecto a eso, ¿vale?
Fue a echar una mano hacia delante para acariciarla la mejilla, pero la detuvo antes de que se notara, no quería que nadie la cogiera como objetivo de nuevo, Venganza ya sabía quien era, no quería que lo supieran nobles y otras organizaciones.
-Por cierto, a ver si puedes estar un poquito atenta a lo que se comente por esta zona, por si nos podemos enterar de algo nuevo, ¿vale?
Dejar Lucrecio fue duro, pero no más duro que todo lo demás. No más duro que la vida misma. Era el condimento de un plato ya muy especiado, la guinda del pastel, una gota más en un vaso ya lleno.
Verdaderamente Gilbe dudó, dudó de si debía continuar... ¿Para qué? ¿Qué le quedaba a él a parte del sufrimiento? No importaba donde estuviera, ni lo que hiciera, el destino no le quería bien, ¿por qué iba a devolverle la mirada? Luchar por un mundo mejor, cuando su mundo era un infierno, era un acto de soberana hipocresía, ¿no?
Y ahí estaba él, rezando ante el cuerpo de Marie, en la Catedral, cuando pudo comprender.
Esa era su vida. Y lo iba a ser siempre. Igual que siempre sería ciego, siempre sería desgraciado, no podría cambiarlo... ¿Pero qué más daba? Su Dios se hizo hombre y sufrió el mayor de los calvarios, ¿acaso él tenía derecho a quejarse por un tormento mucho menor? Tal vez el sufrimiento le acercaba más a Dios, a los necesitados...
Y así, como si el Altísimo quisiera mandar un mensaje al Ciego, entró el Santo vestido de blanco en la Catedral. Le andaba buscando. Pero Gilbe no se mostró, y desde su capilla vio cómo pasaba, casi como si el sol le iluminara según avanzaba por el templo. Tan impoluto, tan inmaculado, tan piadoso. Su rostro no mostraba contricción, remordimientos o culpa.
Y Gilbe comprendió.
¿En el mundo cuántos ángeles había? Y sin embargo, ¿cuántas personas que ven morir a sus amigos, a sus familias, a los necesitados?.. Millones contra uno. Elohim había decidido sobre la vida de Marie, ¡sobre su muerte!, y no sufría. Pero Gilbe no era un ángel, él era un hombre. Uno de tantos, uno de los que sufren. ¿Por qué se comparaba con Elohim en vez de con todos los que, como él, padecían la crudeza de la realidad? Abrió su mente como la noche anterior buscando a Marie y encontró a tantos hombres hambrientos, padeciendo, enfermos... Y se hermanó con su dolor, lo hizo suyo, llenando la soledad que sentía con todos esos testigos y víctimas de la barbarie humana.
Dios podía haber mandado un ngel al mundo, pero cuando se hizo Carne eligió la figura de un Hombre. Y murió, y sufrió, y se hizo uno con tantos y tantos hombres que como Él sufrirían en la historia. Gilbe era uno más, pero en su sufrimiento siempre podría recordar que Cristo quería lo mejor para sus hermanos, y por eso lucharía él. Elohim, los Santos, y tantos en la Iglesia obraría para contentar a Dios, pero Gilbe recordaría que su vida, su misión, era librar al mundo del mal para evitar el sufrimientos de los hombres, y no lograr los aplausos de Dios.
Besó a Marie en la frente, y antes de encontrarse con el Ángel volvió a pedir para que su guardia recibiera una sepultura acorde a su carácter de mártir, y partió.
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Gilbe ya había comprobado cómo se las gastaban en las taquillas y fue directamente con su billete. Le desposeyeron de todas sus pertenencias y entró.
El primer día se lo pasó dentro del camarote, no tenía ganas de ver a nadie, y mucho menos a todos esos ricachones... El segundo el aburrimiento le pudo, y salió para ver cómo era la sensación de estar volando... Pero apenas era diferente a una habitación normal o un barco. Y claro, las vistas eran exactamente las mismas que en cualquier lugar: ninguna. Por lo que tampoco se le cayeron los anillos.
Finalmente Kael le devolvió a la actividad... No se encontraba cómodo con él, pero cumpliría con su cometido. Abrió bien los oídos y se paseó por el lugar, cualquier información podría ser valiosa para el ciego.
Una enorme cola... no podría acostumbrarse nunca a aquello. Aunque, mirándolo por otro lado era completamente necesario... demasiada gente, de estratos sociales diferentes, peleándose por acceder a un medio de transporte tan poco común, no sería plato de buen gusto.
Cuando Ace le ofreció su espada, la aceptó sin dudar... le costaría llevar un arma, puesto que no estaba acostumbrada, pero lo haría con gusto. Segundos más tardes se la quitaron y miró a Ace con una mueca en su cara que, claramente, hacía ver que lo sentía. Ella no necesitaba armas, nunca estaría indefensa en cuanto a eso... pero ya se había sentido así en varias ocasiones, y sabía como debía sentirse su compañero por quitarle una de sus formas de ataque.
Todo en aquel artefacto volador era impresionante, estaba claro que era un medio de transporte para la alta sociedad, y aunque ella no fuera alta cuna - o por lo menos no tenía título que lo respaldara - se sentía en su salsa. Durante el viaje intentó estar con sus compañeros todo el tiempo que pudo, sobretodo con Ace, Gilbe y Richard... ellos eran los que más habían sufrido en el incidente de las Termas, y ademas Gilbe había perdido a Marie, no debía sentirse muy bien que digamos, al igual que Juliette no lo hacía. Seguía sin dejar de sentirse culpable por no haber ayudado a la Guardia del ciego, pero sabía que no podría haber hecho mucho. Tampoco se separó un solo segundo de Gael, él ahora estaba desarmado, ya lo había abandonado una vez, no iba a permitir que le pasara nada en aquel Zepelín.
Socializó todo lo que pudo con los nobles de aquel lugar, e intentó hacer "amistades" que le fueran de utilidad luego en Arkángel... conocer a gente nunca venía mal, y menos en aquella ocasión. Descansó además todo lo que le fue posible, después del viaje en caballo hasta Du'Lucart y el ataque en las termas... lo necesitaba, definitivamente lo necesitaba.
Tras las vueltas de reconocimiento Richard terminó por reunirse con el grupo sin haber conseguido información más importante que cuales serían las ropas de moda de la próxima temporada. Las gentes de esta ciudad, tan aglomerada y ajetreada tenía pocas cosas realmente importantes de las que preocuparse. Pero Richard aprendió con ello una lección: Cuando tu vida es demasiado cómoda y te sobra el tiempo libre, lo malgastas en trivialidades. Aún con esas, que no alcanzara a oír nada meramente importante podría significar que la situación estaba bastante más controlada de lo que esperaba. Los templarios y la guardia de Lucrecio habrían hecho algo de utilidad durante la noche.
En fin, finalmente se encontraba en la cola para montar sobre la bestia flotante tras un infructuoso intento por pasar desapercibidos. La larga espera resultó ser algo bastante duro de llevar para alguien tan vivo e inquieto como él, por lo que en numerosas ocasiones se estiraba para ver cuánto quedaba por encima del resto de cabezas. Sin mencionar los momentos en los que literalmente desaparecía de la fila, para dar una vuelta, estirar las piernas y calmar sus ansias. “Ya he vuelto” decía con una voz apesadumbrada cada vez que se reincorporaba para avisar a los compañeros que le habían perdido la pista. “¿Por qué tardan tanto? ¡No puedo soportarlo más!” Pero tuvo que aguantarse, hasta que finalmente pasaron el control. La gota que colmó el vaso fue cuando le desarmaron. A punto estuvo de protestar si no hubiese sido por la intervención de Cedrik, quien hizo buena gala de unos modales mucho más refinados que los suyos. No se molestó en tratar de ocultar ningún estilete dado que parecía el procedimiento habitual con todos los pasajeros, pero sí se cruzó de brazos, sintiéndose desnudo sin sus armas y de morros murmurando “No podemos pasar desapercibidos y sin embargo nuestra posición de Inquisidores no nos da ningún privilegio. ¡Es absurdo!”. Su repentino mal humor se veía acrecentado por la impaciencia de surcar los cielos, pero el proceso que requería hacerlo le estaba quitando las ganas. Las compañías aéreas necesitarían agilizar eso y tal vez en un futuro las cosas fueran mejor.
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Pasaron los días del viaje y la libertad les sentó mejor a todos. Cada uno aprovechó ese tiempo para descansar y sus menesteres. Mientras las altas esferas se iban haciendo de notar, Richard aprendía de Gilbe y Kael como ser más discreto, como parecer un plebeyo compartiendo consejos sobre qué ropas usar, los gestos a imitar o los temas de conversación adecuados. Por el día empleaba su tiempo en poner en práctica estos consejos y relacionarse con las jovencitas que iban a bordo, llegando a coquetear sutilmente con alguna mientras hablaba sobre Arkángel y adquiría información de todo tipo sobre su destino. Desde dónde comer hasta los mejores comercios. Cuando se reunía con el resto más de uno le miraba con ojos de “menos ligar y más trabajar” a lo que Richard se excusaba con “Un inquisidor ha de saber de todo” y una sonrisa. También fue de los que más tiempo pasó junto al resto de guardias ya fuera en sus camerinos o invitándolos con mesura a la zona VIP. Tras el incidente de Marie deseaba hacerles sabe a todos que no eran simple peones y que sus vidas, como las de cualquier otro humano, tenían muchísimo valor. Pero por las noches, cuando la mayoría dormía o se entretenía con espectáculos que organizaba la aerolínea, era cuando más vivo se sentía. Abrigado por el cobijo de la noche se encaramaba a los mástiles o salientes de la cubierta del barco-zepelín, fuera de la vista de los vigilantes y pasajeros. Allí pensaba, dejaba volar su mente y meditaba como hacía en los tejados de Caedus. Pero la sensación era distinta. La brisa le acariciaba y los bancos de nubes que cruzaban condensaban la humedad en su pelo y sus cejas. Relajantemente refrescante. Repitió esta actividad, las dos noches que pudo hasta que, por fin, la silueta de Arkángel se dibujó ante el navío.
Con cada paso que Derek daba en aquella cola sus nervios se acrecentaban. ¿Cómo sería eso de volar? Sin duda aquel lugar donde estarían era un pequeño jarro cerrado, pero en cambio la altura daría una sensación de libertad máxima. A pesar de mentados nervios, no eran comparables a los de Richard, que se mostraba impaciente, aquella cola no le debía sentar bien.
- No son armas, es arte. Son un complemento a la vestimenta como cualquier colgante de la señorita Bourgeois. – Las palabras de Cedric irrumpieron en la mente de Derek.
- Cedric, creo que por primera vez estoy de acuerdo contigo. Esto… – Mostro su vara al guardia del zepelín que le dejo pasar sin problemas, tras lo que siguió su discurso Cedric desde el otro lado. – No es un arma, nada más, es una herramienta, con ella puedo hacer palanca para apartar una roca del camino, distribuir el peso de varios fardos para sacar máximo rendimiento a mi fuerza y equilibrio, apoyarme al andar en largas caminatas o escarpados senderos.
- Bla bla bla, - Se burlo Cedric. – Pareces una mujer, hablando de esos usos para tu arma, siempre tan pacifico. – El guardia eclesiástico también pudo pasar.
- Y eso lo dice quien se compara con Juli. – Rió Derek.
Al noble rubio se le puso la cara colorada por un momento, de rabia por supuesto, pero eso fue durante unos escasos segundos antes de percatarse de que Derek estaba usando el mismo tono cómico que cuando se había metido con Eriol llamándolo gordo. Aquello le genero una importante confusión que se esforzó en esconder. Su rival durante los últimos años le estaba tratando como a uno más intentando trasmitirle la positividad que también pretendía trasmitir a los otros.
Derek retomo el paso hacia el interior del aparato solo cuando Cedric estuvo a su lado, caminando juntos. Le dedico una palmada, amigable, en la espalda a su guardia y comenzó a hablar con él, diciendo unas cosas que solo los, cada vez mas confusos, oídos de Cedric pudieron capotar, bueno, y puede que Vin que les seguía de cerca, todo dependía del agudo oído de la mujer.
- Gracias por rescatar a Vin, Cedric.
- Valla, pensé que me reprenderías por mis favoritismos. ¿Es que empiezas a darte cuenta de donde está tu lugar como noble? – Se jactó el guardia.
- No entiendes nada. – Negó Derek. – Si no te hubieras ofrecido, te abría ordenado ir a por ella. – Aquello sorprendió al guardia, haciendo que Derek continuara hablando. – La gente que se porta bien con aquellos que me importan, son igualmente importantes para mí y tu decidiste rescatar a una de esas personas. – No hacía falta más palabras, no era ningún secreto lo cercano que fue siempre Derek con Juls, Eriol, Charlotte, Landon y Aenea.
- ¿Por eso Gael? – Casi fue un susurro por parte de Cedric. - ¿El santurrón tuvo un favoritismo?
- No Cedric, no soy santo, soy humano, y escoger a las personas importantes para mí ante difíciles situaciones, demuestra mi humanidad. ¿Entiendes lo que quiero decir?
- ¡Claro, también soy humano! – Espetó sin levantar el tono
- No amigo, eres un noble, no humano.
Aquella perspectiva dejo congelado a Cedric en el sitio y Derek le dejo atrás sin detener sus pasos, dejando al guardia con sus pensamientos. Parte de los valores de Cedric se vieron expuestos en su propia mente, Derek, sin corte alguno, le había dejado claro que ¿Cómo podía ser humano si había nacido en noble cuna por un derecho casi concedido por el propio Dios?
Cedric miro a Derek, sintiendo que algo nacía en su interior ¿Un mayor odio por la revelación? ¿Un mayor aprecio por ese trato amigable? Lo cierto, es que ni él mismo sabia la respuesta a esa pregunta, pero esta estaba ahí.