La oscuridad les envolvía y en sus oídos aún retumbaba el portazo, quizá hasta algunos podían escuchar los aullidos y el vendaval aunque ya no estuviesen sonando, grabados en sus memorias.
De repente una pequeña luz se vislumbró delante de ellos, y en cuestión de segundos se hizo tan grande y tan fuerte que los deslumbró.
Ya no había oscuridad, ahora un paisaje un tanto familiar les rodeaba, se encontraban todos en un bosque de ramas tan retorcidas que parecían garras, pero a diferencia del anterior, en este podía vislumbrarse un cielo encapotado. Hacía frío y el suelo estaba recubierto por las ojas secas.
Aitana ya había recobrado su tamaño real, y no había rastro alguno de gnomos, aullidos ni setas luminosas. Tan sólo el bosque de árboles sin hojas, y ese cielo nublado, una visión que les reconfortaba y aliviaba tras haber pasado largo tiempo en aquél extraño mundo de oscuridad.
Había algo allí, entre los árboles, a cierta distancia, era dificil distinguirlo, pero parecía algo hecho de roca.
Caminaron varios pasos entre los troncos hasta que lo vieron, había una especie de estatua, una escultura de piedra recubierta por la maleza. Pero había algo más, un anciano de pelo blanco les observaba de pié junto a la estatua.
De pronto, el viejo se encaminó hacia ellos.
-Chicos ... -dijo un tanto dubitativo- soy yo ... Tomas ...
Separó sus brazos del cuerpo y los alzó como si de un ángel se tratase, mostrando su cuerpo.
-Soy Tommy ... así me conocisteis ... y ahora ... ahora somos viejos ... vosotros también ...
Los ojos de los que habían sido niños brillaron levemente, no como cuando lo habían hecho antaño ... el brillo se había apagado ...
-¡Mirad vuestras manos!- dijo mirando las suyas ... recorriendo con sus cansados ojos cada una de las arrugar que sustituían las manos jóvenes ... con algún arañazo como mucho ... pero jóvenes y fuertes ...
Entonces el grupo de niños miró sus propias manos y se dió cuenta de que estaban llenas de arrugas y que las venas se marcaban en relieve. Se miraron entre ellos y ya no vieron a sus compañeros, sino a unos vejestorios completamente desconocidos.
Entonces tronó, y una brisa apartó las enredaderas que cubrían la parte inferior de la estatua, donde todos pudieron leer:
"En memoria de los niños desaparecidos, en el cuarenta aniversario de la desgracia".
Tras ella hay una lista de nombres... son los vuestros.
El tiempo que pasásteis en ese extraño bosque os ha robado 60 años de vuestras vidas.
¿Realmente lográsteis escapar, u os habéis quedado atrapados para siempre?.
VISIÓN DE LOS ADULTOS ANTE LO OCURRIDO:
Cuando los niños desaparecieron, los primeros en ir a preguntar por ellos al viejo del maizál fueron los monitores, pero éste les aseguró que habíais roto su ventana y habíais echado a correr para libraros del castigo.
Los monitores intentaron buscaros sin éxito alguno, desesperados tuvieron que llamar a la Guardia Civil, que inició un dispositivo de búsqueda por toda la zona. Los rastreos fueron infructuosos, era como si hubieseis desaparecido sin dejar rastro.
El anciano fue interrogado y se registraron sus tierras, pero nada sospechoso se encontró en ellas... ni sangre... ni los dedos de Dani... absolutamente nada. Su coartada tan sólo se sostuvo debido a que los cuerpos no aparecieron por ninguna parte.
Indignados, vuestros padres demandaron al campamento por negligencia, por lo que a la totalidad de monitores les quedó prohibido volver a trabajar de ello, el campamento fue clausurado y hubo que pagar indemnizaciones a los desdichados padres, a parte de las penas de cárcel que tuvieron que afrontar los monitores encargados de vuestra inmediata vigilancia, como Edu y Aida.
Los cuerpos jamás aparecieron y el caso jamás fue resuelto. Algunos de los padres no pudieron continuar soportando el peso de perder a sus hijos y terminaron quitándose la vida.
El paradero de los niños fue una incógnita que a día de hoy aún no se ha resuelto.
FIN DE LA AVENTURA, PODÉIS COMENTAR LO QUE QUERÁIS EN LA ESCENA "EL PATIO DEL COLEGIO".