El cazador comenzó a responder la pregunta del Abuelo tan pronto iniciaron la marcha - En mi caso mis padres me echaron de casa, todos mis amigos y amigas habían hecho sus viajes hacía un año y creo que se cansaron de tenerme allí. - Kazuki se encogió de hombros, como si eso lo explicara todo, pero luego recordó que una de las razones del viaje era conocer nuevas culturas y costumbres, y que las de su aldea no eran comunes a todas. Pero cuando iba a contar a sus compañeros dichas costumbres el trovador y la piedra del llano tuvieron un encontronazo.
Después del incidente de la piedra y la serpiente, cuando los ánimos se hubieron calmado, retomó su relato - Verán, en mi aldea solo aquellos que han hecho el viaje pueden formar su propia familia, hasta el momento del viaje se nos permite tontear con posibles parejas pero generalmente no se atan lazos, recién cuando ambos han vuelto de sus viajes pueden casarse y por lo general esos romances no se concretan. En fin, como ya había tonteado con la mayoría de las chicas del pueblo y mis amigos me contaban historias maravillosas de sus viajes, preparé las cosas y me fui... aunque sospecho mis padres decidieron que era momento de hacer lugar en la casa para mas hermanos y tuvieron bastante que ver. - rió al recordar la mezcla de anhelo y alivio en la cara de sus padres - No me arrepiento, entiendo que estuve retrasando demasiado la decisión de viajar, aún no se si quiero formar mi propia familia, supongo que aún no he encontrado a la mujer de mi vida como pasó con mi padre. Sin embargo estoy seguro de que cuando regrese construiré mi propia cabaña, o le pedirá a algún artesano que lo haga, y dejaré a mis padres y hermanos en paz. - se encogió de hombros - Quizá ocurra como pasó con mi padre, él volvió con mi madre de su viaje y aún no se han dejado de amar.
Fue en ese momento que notó que algo estaba raro en el horizonte, estaba seguro de que se había puesto un punto en el mismo como guía para el camino pero ya no lo veía. Discretamente se acercó al abuelo y lo habló con él, no era que le molestara admitir que se había equivocado nuevamente, lo cierto era que le preocupaba la moral de sus compañeros si les contaba que otra vez los había perdido con el calor infernal y el cansancio acumulado. Por suerte Shiso supo indicarle como corregir el rumbo y para el mediodía habían llegado al camino de cerezos.
Lamentablemente el resto de la tarde se hizo eterno, el sol y el cansancio parecían querer detenerlos, y mientras más se acercaban a la ciudad más difícil le resultaba caminar. Para cuando traspusieron las puertas sentía que los pies le sangraban y la cabeza le batía como un tambor, necesitaba agua, un lago, y necesitaba meterse en el y bebérselo todo. Sin fuerzas para continuar se sentó antes de cruzar el puente y metió la cabeza entre las rodillas, intentando no desmayarse en ese mismo lugar.
La marcha de suero día había dejado a Shiso totalmente agotado. Estaba al límite de sus fuerzas y sólo podía sentarse para tratar de recuperar el aliento. Los pies le dolían horrores. Ya le advirtieron antes de la partida, de lo importante de llevar un buen calzado y aunque trató de encontrar unas buenas botas, lo cierto era que debería haber invertido más dinero en unas mejores. Ahora lo sabía y ya era tarde.
Pero al fin habían llegado a su destino. Aunque habían contraído una extraña deuda por el camino con una pareja de goblins y tendrían que regresar tras sus pasos para saldarla, estaban al fin en Sakurairo y era una ciudad hermosa y alucinante. Tal y como Shiso la había imaginado. Se trataba de un espectáculo de luces y colores, los faroles iluminaban los coloridos edificios y los preciosos cerezos en flor que se hallaban por doquier hacían de aquel lugar una visión magnífica, digna de ser contemplada al menos una vez en la vida.
- Es precioso. - Declaró el viejo con los ojos abiertos como platos. - ¿Os lo esperabais así? - Les preguntó a sus compañeros.
No obstante, no todo era tan hermoso. Estaban todos agotados y necesitaban encontrar un lugar donde pasar la noche. De todos, Yoshi parecía el único mínimamete entero. Al fin y al cabo, se había preparado para ser cartero y eso le proporcionaba una resistencia notable. O puede que no, puede que simplemente fuera más joven y tuviera mejor calzado, pero fuera como fuera, él era el que estaba en mejores condiciones.
- ¿Yoshimoto, porqué no buscas un lugar donde podamos pasar la noche? - Preguntó. - Si vas sólo seguro que te das más prisa y no tendremos que arrastrar todo el equipaje de un lugar para otro. Estamos terriblemente cansados y tú, bueno... ¡tú parece como si nada!
- La pregunta de todas las preguntas. Yoshi y yo lo comentamos mientras esperabamos en la entrada de la cueva. - Comentó con una sonrisa que, pese a todo, hacía poco por ocultar el cansancio que sentía en ese momento - Aunque mi motivo es igual el más inexacto. Alguien que pretende contar historias no puede apoyarse sólo en lo que escucha: También necesita vivirlo para comprenderlo de verdad. Y por eso, entre alguna otra cosa, estoy aquí.
En otra situación seguramente se habría explicado más, pero lo cierto es que estaba tan derrotado que íncluso un tema que lo apasionaba tanto como ese era díficil de abordar. Disfruto más, eso sí, de escuchar al resto explicar sus propios motivos y perspectiva, y se prometió a sí mismo recordarlas, íncluso si su memoria no respondía demasiado en ese instante. Le resultó especialmente curioso el caso de Takeshi, con el viaje yendo más allá y se convertiéndose íncluso en una norma.
Y aunque para cuando llegaron a Sakurairo le dolían los pies como si estuvieran en carne viva, tenía la nariz roja como un cangrejo y en general sentía que se desvanecería en cualquier momento, desde luego no podía decir que no hubiera merecido la pena: Era preciosa como ella sóla. La lástima era, eso sí, que desde luego no tenía energía para recorrer sus calles esa noche: La exploración iba a tener que esperarse hasta la mañana siguiente.
-Siempre había escuchado que era preciosa, pero esto supera toda expectativa. -Comentó en respuesta a Shisho, admirando las calles iluminadas por los faroles.- Aunque me temo que voy a tener que mostrarme de acuerdo con eso último. Creo que nos va a tocar delegar en ti, Yoshi, y confiar en tu instinto para elegir un buen lugar donde descansar, porque tiene pinta de que el resto no podemos ni movernos.
Minako se había pasado el día casi en completo silencio. No es que fuese raro en ella, pero hoy en concreto tenía razones reales para hacerlo. La primera es que escuchar las historias de sus compañeros hacía mucho más llevadero el camino, y aunque no se sentía mal si se sentía cansada. Al parecer las aventuras de ayer habían pasado más factura de la que ella misma pensaba.
La segunda razón es que las palabras de Shiso la llevaron a reflexionar sobre las razones por las que estaba de viaje. Cuanto más lo pensaba más se convencía de que con este viaje sólo estaba descubriendo algo que sus mayores ya sabían desde hacía tiempo: que no estaba hecha para ser una granjera corriente. Que debía encontrar su verdadero lugar, y no era entre las cosechas de su familia. Su madre siempre la decía que tenía la misma personalidad que su padre, un hombre serio, de pocas palabras, del que se podía esperar que hiciera lo correcto y cumpliera con su obligación. Él había conocido a su madre y habían formado una familia, pero Minako, que ya no era una niña (algunas mujeres de su familia dirían que ya estaba mayor para casarse) nunca había llegado a conocer a nadie así. No había nadie que no fuese de su sangre que ocupase un lugar de importancia en su vida; ni pareja, ni amistad. El hecho de que quien más la echase de menos cuando inició su viaje fuese su burro, que se empeñó en acompañarla, deja bastante claro que nunca fue demasiado sociable.
- Siento no tener una historia más interesante. Dice cuando se da cuenta de que ella es la única que no ha hablado todavía. Lo cierto es que poco hay que contar. Quiero mucho a mi familia, pero algo me dice que nunca encajé del todo, y que al menos algunos de ellos lo saben desde hace tiempo.
- Cuando mis queridos padres y hermanos tuvieron unas tierras seguras a las que llamar hogar y la promesa de una vida feliz -comenta mientras mira su lanza- no vi muchas razones para quedarme con ellos y empecé a viajar. Y por sus caras creo que se lo esperaban. Un anciano me dijo una vez que no es lo mismo donde naces y donde perteneces... supongo que lo estoy buscando. Las palabras salen con dificultad. No es una mujer muy habladora y desde luego le cuesta bastante abrirse y contar cosas tan personales, aunque tiene que reconocer que el tiempo pasado con estos viajeros ha sido bastante más agradable de lo que imaginaba cuando les conoció. Jamás le contaría esto a un grupo de desconocidos, eso está claro.
Al llegar a las puertas de Sakuraiko los ojos se le abren como platos.
- Bueno, por lo menos el agotamiento ha merecido la pena, comenta mientras se sienta al lado de sus compañeros. Aunque muy cansada, la cara se le ilumina al contemplar la hermosa vista de la ciudad.
- Muchas veces , Minako, lo importante no es el destino al que vas, sino hacer el camino. - Le respondió Shiso. - La vida es un camino en el que hay curvas, hay pendientes, desniveles que debes superar. A veces hay encrucijadas y debes elegir un camino. - Se encogió de hombros mostrando una sonrisa melancólica. - Puede que te equivoques de camino, pero a veces podrás volver a la senda correcta y lo importante es haber aprendido que ese camino no era el correcto y no volver a cogerlo. Puede que suene extraño, pero no siempre hay un solo camino correcto. A veces todos lo son, otras hay un par de caminos correctos y algunos que son trampas y en otras ocasiones... - Resopló como con tristeza y la mirada gacha. - Hay veces que por mucho que te esfuerces, no hallarás el camino correcto, porque no lo hay. - Miró con una nueva sonrisa a la joven. - Lo importante, no es el destino, sino seguir caminando, porque si te paras... - Hizo una breve pausa. - Si te paras, mueres. - Se acercó a Minako. - No te pares Minako. Seguro que si sigues tu camino, cuando menos te lo esperes, hallarás tu destino.
Una vez que la cabeza dejó de latirle el joven cazador miro a sus compañeros con una saonrisa, sonrisa agotada, de labios hinchados por el sol y ojos febriles, pero sonrisa al fin. Habían llegado y, en efecto, la ciudad era hermosa aunque por el estado que presentaba la mayoría dudaba que pudieran dar un paso más sin tomar agua y sin estar seguros de que irían a un lugar donde descansar. - Yoshi, procura que el lugar incluya baño, necesito sumergirme en agua y engordar como esponja.
Buscó su cantimplora aunque sabía que estaba vacía, aún así la empinó hasta conseguir un par de gotas con las que mojó su lengua. Había agotado su ración de agua poco después del almmuerzo, pensando que llegarían pronto, pero hacía horas que no tomaba líquido y eso le estaba pasando factura. Estaba a punto de pedir agua cuando recibió de manos de un severo Shiso una cantimplora y la recomendación de tomar sorbitos cortos. Unos minutos más tarde estaba lo suficientemente repuesto como para hablar con sus compañeros.
- Parece que nuestros motivos para viajar son casi opuestos Minako, tu buscas un lugar al que pertenecer, y yo confirmar mi pertenencia al lugar donde nací. - sonrió y palmeó su mano - El abuelo tiene razón, encontrarás tu lugar de pertenencia cuando tus piernas decidan detenerse, o quiza tus piernas se detendran cuando encuentres tu lugar... - pareció pensar en lo que había dicho y rió agotado - Y queda claro por que no me he dedicado a contar historias. Las tuyas son buenas Kozuke, y encontrarás más seguramente.
De nuevo una mala noche. Corta, además. Pero cuando se despertó, Yoshi ya solo podía pensar en el final del camino. Su primera y gran parada. Sakurairo.
Había escuchado tantas historias a lo largo de los años de boca de su padre que sus pies prácticamente volaban, sin llegar a rozar el suelo. El calor no le parecía agobiante, el polvo del camino no existía y todo tenía un color optimista.
Unos años por una razón y otros por otra, en los dos años que acompañó a su padre de aprendiz nunca llegó a ir a Sakurairo, para su decepción. Tenía muchas ganas de visitar el templo de la ciudad, para la ceremonia de bendición de los farolillos, comer queso frito pinchado en una ramita y ver los bailes que ocurrían en las plazas a la luz de la luna. Beber licores de sitios lejanos y escuchar a los actores declamar en las funciones.
Cuando Sisho anunció que se encontraban cerca, volvió un poco a la realidad. Había estado ausente la mayor parte del día. Fue entonces cuando se dio cuenta del estado de sus compañeros. Parecía incluso que serían incapaces de llegar. Pero lo hicieron, aunque a costa de ser incapaces de dar un paso más. Necesitaban un alojamiento y el sería el único capaz de buscarlo.
- ¿Yoshimoto, porqué no buscas un lugar donde podamos pasar la noche?
- ... nos va a tocar delegar en ti, Yoshi, y confiar en tu instinto para elegir un buen lugar donde descansar, porque tiene pinta de que el resto no podemos ni movernos.
- Yoshi, procura que el lugar incluya baño, necesito sumergirme en agua y engordar como esponja...
Sus compañeros, derrengados, apoyados en un banco de piedra antiguo como el toser, cubierto de musgo que crecía gracias a la humedad con la que le regaba una fuente cercana, no paraban de bombardearle a peticiones. Todos menos Minako, que parecía más preocupada por su animal.
- Yoo... bueno, haré lo que pueda. Pero tendremos suerte si encuentro un lugar donde dormir. A fin de cuentas... el lugar debe estar a rebosar. Yo no me haría muchas ilusiones acerca de su calidad o servicios. ¿Que limite de dinero consideráis que puedo negociar?
Una vez recibidas las instrucciones, Yoshi, con los ojos abiertos como platos, girando la cabeza hacia cada novedad, pero consciente de que sus compañeros le necesitaban, se introdujo en la ciudad a buscar un alojamiento. Quizás, si lo conseguía arreglar pronto, podría escapar aquella misma noche a disfrutar, al menos un rato, de la gran feria de Sakurairo.
- Un precio razonable, Yoshi... - Dijo el viejo con una sonrisa. - Sin grandes lujos, pero con la suficiente comodidad que merecemos y asequible a nuestros bolsillos. - Le respondió. - Lo harás bien, Yoshi, eres un joven inteligente y avispado.
Shiso se recostó sobre aquel banco de piedra y cerró los ojos. No era el lugar más cómodo del mundo, húmedo y duro, pero al menos no tenía que estar machacando sus doloridos pies a cada paso que daba. Ese si que era un gran alivio para el buen de Shiso Hoharayama. Lo cierto era que tenía ganas de que Yoshi regresara con buenas noticias, pero la idea de que tener que ponerse en pie, era terrible sin duda. Se encontraba en una encrucijada de deseos, el de llegar a su alojamiento y el de quedarse allí a descansar. Fuera como fuera, habían llegado a su destino y eso le reconfortaba en gran medida.
- ¿Qué vais a hacer ahora? - Les preguntó a los compañeros que quedaban a su lado. - Yo quiero visitar la ciudad. Empaparme de todo. Visitar cada rincón y disfrutar del mercado, la comida, los actores y todo lo que me pueda ofrecer. Pero luego... - Abrió los ojos mientras suspiraba con una extraña sonrisa que denotaba una mezcla entre melancolía y cierta tristeza. - Luego no se que haré. Supongo que volver a casa. No sé si... - Dudó un instante antes de hablar. - ...no sé si me necesita nadie en casa. - Volvió a sonreír.
- ¿Qué vais a hacer ahora?
- Conseguir dinero para la medicina de Gob y Meemu, trabajar si no hay suficiente. Volver con ellos en cuanto la compre.
El tono de la chica es monótono e inexpresivo, como si esos hechos fuesen algo que no necesita discusión. El sol saldrá mañana, y ella va a cumplir con lo pactado. Es algo que pasará y no se puede evitar, salvo que el mundo se esté cayendo a pedazos.
- Tras eso... ni idea. Mira brevemente a Takeshi, pero aparta la mirada al ver que el muchacho está atento a ella. Nunca he tenido la oportunidad de estar en un sitio así durante mucho tiempo. Es muy bonito, seguro que hay cosas muy interesantes aquí.
Ahora que ya por fin han terminado de andar tiene la cabeza un poco más despejada. Recuerda los momentos que han tenido hasta ahora durante su viaje, y cómo a su manera, aunque le cueste expresarlo, ha llegado a apreciar a todos y cada uno de los miembros del grupo. Seguir viajando con ellos parece una perspectiva agradable.
Sentada, agarrando con ambas manos su lanza, apoya la cabeza en sus antebrazos y prácticamente se queda dormida.
- Tampoco estaría mal seguir juntos más tiempo... murmura medio inconsciente.
Takesi asintió ante las palabras de Minako, Gob y Meemu eran su prioridad. Había una vida en juego y debían ayudar, no sólo por la promesa sino porque era lo que correspondía. En ese momento ella lo miró y apartó la mirada en un instante, y sin saber por que ese intercambio hizo que se sonrojase y bajase la mirada brévemente.
- Si tenemos que vender las cosas de Gob, y luego comprar la medicina, nada dice que tengamos que vender y comprar con las miradas bajas y el corazón cerrado. Pasemos mañana por los puestos y veamos que nos ofrecen, disfrutemos del día y del festival, luego tendremos dos días hasta la cueva y dos más de vuelta... o menos si conseguimos un buen guía. - Dijo con una de sus sonrisas francas. - Pero primero durmamos, juro que si Yoshi no encuentra algo pronto me encontrará dormido sobre el banco... - en ese momento escuchó el susurro de Minako, tocó suavemente uno de sus brazos para no despertarla y sonrió - No, no estaría nada mal seguir juntos un tiempo mas. - Esto lo dijo mirando a todos sus compañeros.
- Sinceramente, estoy tan necesitado de un descanso que hasta que no lo haya tenido creo que no sabré de verdad qué es lo que quiero hacer. - Sonrió, medio en broma medio en serio. - Hay muchas cosas que me gustaría ver aquí. Sobre todo tengo curiosidad por la gente, imaginad qué cantidad de viajeros hay aquí. Y tienen que venir de todos los rincones del mundo.
Estiró perezosamente los brazos y las piernas hacia el frente, en un intento por desentumecerlos de éxito cuestionable mientras escuchaba a sus compañeros, y cabeceó lentamente cuando comentaron que todavía tenían que conseguir cumplir la palabra que aparentemente le habían dado a Gob y Meemu. No había llegado a conocerlos, pero una promesa era una promesa, y era lo menos que podían hacer en esa situación.
- Bueno, ahora que sabemos el camino estoy seguro de que podremos volver y... volver a volver más rápido. - Comentó sobre la perspectiva de volver a la cueva - Aún así, estoy de acuerdo con vosotros. Sois buena compañía. No estaría mal viajar todavía un poco más allá juntos. Después de experimentar lo que esta ciudad tiene que ofrecernos, al menos.
Y después de un asentimiento, se centró en no quedarse dormido allí mismo.
- Yo también soy un hombre de palabra. - Dijo el viejo. - Por supuesto que tenemos que regresar con las medicinas de para Meemu. No hacerlo es algo que ni se me pasaba por la cabeza. - Sonrió. - Pero ya será mañana. Hoy necesitamos descanso. El camino es más agotador de lo que mi mente podría haber llegado a pensar nunca.
Shiso se quitó las botas. Sus pies le dolían una barbaridad. Sabía que haciendo eso se le hincharían y que no podría volver a enfundarse las botas hasta que la hinchazón hubiera descendido. Esperaba que allí donde encontraran hospedaje, pudiera usar una balda de agua tibia con sal para meter sus doloridos pies. De esa forma, seguro que empezaban a volver a su tamaño normal y dejarían de dolerle tanto. Esa era en esos momentos su mayor esperanza.
- Y si, no estaría mal seguir viajando juntos. - Dejó caer. -¿A dónde y hasta cuando? Eso no lo sé... - Susurró esta vez para si mismo.