Gurnik aun resoplaba del esfuerzo de la carrera y la lucha. No es que fuera muy prolongado, ni en exceso difícil, pero si que había sido intenso.
Cierto es también que ya llevaban a lo largo del camino esfuerzos como los de cargar y descargar un barco fluvial, o la lucha con aquellos lobos que atacaban obsesivamente aquella granja, pero hasta ahora no se había topado con aquellos odiosos seres: los pieles verdes. Algo ardía dentro de él siempre que los veía, y no era el arrojo matador, el ansia de un combate digno o la cercanía de la muerte al ir a la batalla a pecho descubierto, era un odio profundo, tan enterrado en su interior que no se podía controlar.
Estaba apoyado en su propia arma, recuperando poco a poco la compostura (si es que se le puede llamar así), cuando se empezó a percatar de la conversación con el joven mozo. "Un troll, esa si que hubiera sido una buena aparición, una posibilidad de encontrar una muerte digna, la muerte que tanto tiempo llevo esperando".
Como de costumbre, Gurnik había escogido el carro como medio de transporte al ponerse de nuevo en marcha. Estaba aún ensimismado pensando en Trolls cuando las palabras que el otro enano cruzó con Resha le hicieron salir de su aislamiento.
-No se que pensar de ese crío la verdad, pero si decís que mala espina, le tendré un ojo puesto encima.
Quizá Gurnik no sabía disimular o ser discreto, pero si sabía estar atento, y a ello se iba dedicar mientras no llegasen a aquella aldea que les decía el joven.
-Llevo poco tiempo en la aldea por lo que no se nada sobre cosas extrañas. Aunque el bosque es famoso por desapariciones y cosas extrañas, quizá en la aldea puedan darles la información que necesitan- asintió el joven a Aenalor sin aminorar el paso cuando este le alcanzó.
-Solo recogía bellotas, solo eso- respondió el joven sacando un pequeño saco de entre su tunica para mostrárselo. Tal como esperaban, estaba lleno de bellotas. –Me encontré a esas cosas verdes de regreso y les lance unas cuantas bellotas por curiosidad; luego me encontraron ustedes-. Explicó riendo como quien se da cuenta de que su travesura tuvo suerte de quedarse en solo algo chistoso.
-En la aldea viven elfos. Elfos de verdad, elfos como tú- reiteró el muchacho señalando a Arianne –no como él, que viene de aquel país antiguo- concluyo señalando a Aenalor. –No creo que estén contentos…- dijo para si mismo sin dar mas detalles y cortando sus palabras.
Las ultimas palabras de Arianne dejaron contrariado al joven Leopold quien se detuvo para observar a la elfa y responder de forma contundente –no entiendo, no conozco ningún truco, ¿que quieres decir?- preguntó sonriendo para inmediatamente continuar su marcha, pero sin responder a la ultima pregunta.
Todos: Disculpen el retraso.
Fin de la escena.