Partida Rol por web

Tras la reunión con el duque en la que había quedado prácticamente todo claro, el grupo de mercenario procedió a retirarse a sus respectivas habitaciones, algunos tomaron una siesta otros vagaron por la torre o incluso entrenaron. Era tarde ya para cuando tomaron la cena, esta vez Lepold estaba con ellos, pero se encontraba muy callado y solo respondió a algunas pocas cosas y siempre con pocas palabras.

La noche paso sin contratiempos, todos pudieron descansar con tranquilidad tras preparar sus cosas para el viaje que les esperaba a la mañana siguiente. Al despertar, el desayuno ya estaba listo por lo que el grupo se dio gusto con una ultima y amplia comida antes de partir; si el viaje era como el anterior, mas valía tener la panza bien llena y la lengua feliz.

Una vez afuera, en las caballerizas, ya todo estaba preparado. Había un total de 9 corceles allí, todos con sus respectivas alforjas llenas con los víveres para el viaje; dado que era probable que los enanos no quisieran montar, el duque les había preparado también la vieja carreta de antes que sería jalada por dos fuertes caballos de carga. Lamentablemente, aunque tal como se esperaba, Fanel también se encontraba ya allí y preparaba su montura para el viaje; como siempre se mantenía en silencio aunque era claro que no se veía molesto por la idea de acompañarlos. Si bien el elfo no era del agrado de la mayoría, esta vez habría que confiar en él, pues era quien tenia el dinero para sobornar al ladrón y quien sabría como contactarlo.

Leopold había salido a despedirlos, había decidido no acompañarlos ante una necesidad personal de permanecer junto a su maestro por los próximos días, en lo que parecía, se trataba de un ritual personal. Aquello en el fondo era bueno, lo que les esperaba era peligroso y tener que cuidar del joven no era lo ideal; aunque cierto era que hasta el momento, el humano había dado cuentas de no necesitar que se le cuidara.

El ultimo en aparecer, cuando ya todo estaba listo, fue el mayordomo Jaime, con el traía varias bolsitas donde según les explicó, se encontraba su dinero. A cada uno de los mercenarios les entregó dos bolsas de cuero, la mas grande contenía 40 coronas y era la mitad de su recompensa; la segunda y mas pequeña, contenía las 15 coronas otorgadas para los gastos del viaje. Con ello, ya todo estaba listo.

Me levanto rápidamente cuando ha llegado el alba. Me visto con mis ropas, mis piezas de armadura y mis armas, luego de eso reviso que mi mochila esté completamente en orden y me dispongo a salir.

Al llegar fuera, veo que ya hay muchas cosas armadas para nuestra partida, lo que me da mucho gusto pues, a pesar de saber disfrutar de ciertos lujos, me siento inquieto con tanta paz. Me recuerda un poco a mi hogar.

Me subo en la carreta, asegurándome una posición antes de que algún otro estirado quiera también hacerle el quite a montar sobre una bestia. Veo como todos llegan de a poco y les saludo con un gesto hasta que llega el mayordomo afeminado ese y nos entrega las bolsas de dinero. Tomo la de mi propio dinero, la cuento y separo dos monedas de oro que le tiendo al sacerdote mientras le digo:

 - "Sargón siempre paga sus deudas. Muchas gracias por ello."

Luego de eso me siento nuevamente en la carreta y comienzo a afilar mi hacha para pasar el tiempo. Siempre me ha gustado viajar pero es cierto que hay momentos en los que aburre, así que es bueno siempre tener algo para matar el aburrimiento mientras el paisaje no cambia.

Tras dejar la reunión con el duque, Gerard se dedicó a descansar y bajó a ver cómo estaba su montura antes de ir a dormir. La verdad era que después de varios días seguidos volviendo a dormir al raso o en posadas de mala muerte, se agradecía sobremanera el poder descansar de nuevo en una cama apropiada para nobles o, al menos, cercana a ello. Se agradecía y a la vez se sentía bien.

Al despertar se aseó tranquilamente y luego bajó a desayunar con los demás, listo para partir en cuanto todo estuviera preparado. Cuando acabó, salió y se encontró con todos los corceles listos, entre ellos el suyo propio. La carreta también estaba lista, así como Fanel, que al menos parecía estar distante y tranquilo. Después de lo ocurrido en el funeral, la verdad era que Gerard ya no sabía bien qué pensar del elfo... pero en esa misión iban a tener que confiar en él. Sólo esperaba que eso no fuera a ser un error.

Mientras se ocupaba de sus cosas, observó que Leopold se acercaba... pero para nada preparado para viajar. Al ver que se estaba despidiendo de ellos, no pudo sino estar de acuerdo con que no les acompañara. Sin duda, sería mucho más seguro que se quedara en el castillo del duque.

- Sé un buen chico mientras estás aquí, ¿vale? - le dijo el caballero con suavidad.

Una vez ya estaba todo, apareció el mayordomo Jaime, entregándoles su dinero para el viaje así como la recompensa. El caballero aceptó el dinero con una respetuosa inclinación de cabeza, guardándolo a continuación. Después miró a sus los demás, incluyendo Fanel, preguntando:

- ¿Qué ruta seguiremos en esta ocasión, compañeros? 

Sintiendose aludido, el elfo respondio a la pregunta del bretoniano, aunque siempre con la vista perdida con rumbo a Bechafen. -No hay muchas opciones, salvo que deseen dar vueltas o le teman al rio. Beck es una ciudad a la que se puede llegar bajando el Talabec y que está bañada por sus aguas; tomar una barcaza es la opcion mas sencilla y mas rapida-.

Escucho la respuesta del elfo y niego con la cabeza para mí mismo:

 - "Creo que soy un enano un poco atípico porque no me molesta viajar sobre agua. Si ese jodido río nos hace llegar más rápido, que así sea."

Luego de eso, continúo afilando mi hacha mientras espero a que el resto esté listo para partir.

El alba le encontró ya preparándose para partir, pues no había tiempo que perder cuando Sigmar te reclamaba. Y, ¿qué podía significar todo este asunto, sino la llamada del dios, la oportunidad de volver a su querida tierra? Una vez se aseguró de tener todo listo, bajó a las caballerizas, donde los caballos ya estaban presentes, así como algunos de sus compañeros. Aceptó con un asentimiento la bolsa de monedas que le correspondía, y más adelante las dos que le dio Sargón.

-No esperaba menos de un hijo del pueblo de Grugni. 

Ante ellos, esperaba el camino, la aventura, y quizás su destino. Y Seiger no estaba dispuesto a dejarse amilanar por nada, debían terminar aquello y volver a ser libre para recorrer su querida patria. 

Tras la última noche de descanso en la cómoda cama, me visto una vez mas para los rigores del viaje. Mientras me enfundo en mis ropas, no puedo dejar de pensar en las opciones que se han planteado.....ir por los orcos a ciegas o ir a por un ladrón que puede nos ayude o puede que no..... al final conseguir la ayuda del ladrón sería los mas rápido para encontrar a los pieles verdes. El desayuno estaba servido cuando descendí al salón, una comida suculenta era mejor que cabalgar con el estómago vacío y habría tiempo mas adelante para correr.​

En la plaza de armas de la torre nos esperaban los caballos y la carreta, preparados y listos para la marcha. Pero antes una última cosa antes de marchar parte del pago para esta misión entregado por el mayordomo del duque, tal y como se nos había prometido. Adjuntando esto al resto de las monedas, ya tenía una pequeña fortuna aun así necesitaría mas si quería continuar con mis estudios. Ahora ya empezaban la toma de decisiones sobre el camino a seguir y la impaciencia por partir.

-  Cuanto antes lleguemos donde nuestro amigo el ladrón, antes podremos avisar de la posición de los orcos y terminar con la misión. Aunque tengamos que pagar un poco mas por cruzar el río.

el enano miraba a los presentes con los brazos cruzados, otra vez esa maldita balsa, quizá debería llevar mas ron pensó ante la propuesta del elfo de viajar por rió una vez mas, el hecho era contactar un bandido para cazar pieles verdes, y como buenos peones del imperio pagaron sus servicios con coronas, pero el no se dedicaba a esto para alargar su vida, lo único que le molestaba era la corazonada de que quizá debiera bañar el suelo con sangre de bandidos y guardias corruptos, pero el destino es incierto y como en un rió cada curva guarda algo nuevo.

esperemos que la bienvenida de este sea tan afectuosa como la nuestro anfitrión, la sangre de orco no se va enfriar sola, y mi pobre hacha muere de sed. afirma con un tono irónico, saca su botella y toma un trago ron, unas gotas del liquido se deslizan por su barba, el enano las tomas con su dedo y la saborea mientras afirma, que se derrame sangre pero no alcohol, ¿cuando es que partimos?

El hecho de meterse en un nido de ladrones seguía sin hacerle puñetera gracia al menestral, pero... ¿Que podría hacer? Nada mas que seguir al resto y mantener su mano cerca de lo que quedaba de sus coronas.

Es mejor ir bien preparado y equipado que llevar coronas sueltas en una bolsa. 

Razón no le faltaba. Quien llevara una bolsa llena de coronas al lugar donde tenían que encontrarse con ese bribón era un necio, o un loco.

Sin mediar palabra con nadie, meditabundo se puso a repasar todo lo que tenía que llevar. Su equipaje personal y el propio carro, en el cual estuvo trabajando durante horas dando a entender que se lo iban a llevar. 

- Está todo listo. Andando.

La elfa se levantó temprano aquella mañana para desayunar y acondicionar adecuadamente su equipo para el viaje. Tras el desayuno y de nuevo en su habitación se ajustó la armadura de cuero completa que notaba algo extraña por la falta de costumbre, ciñó la espada y la daga al cinto. Se colocó el carcaj lleno de flechas y su arco y salió a las caballerizas.

Allí seleccionó uno de los caballos, revisó sus alforjas y cogiendo uno de los escudos que no tenian dueño cierto y su hacha y los acomodó en su montura. Tomó también otro paquete de 20 flechas y los acomodó igualmente, asegurándose que el resto de flechas quedasen en el carro que de seguro sus compañeros enanos tomarían.

Por último dejó también en el carro el arco corto que portaba pues tenía intención de adquirir nuevas cuerdas para su arco además de alguna minucia adicional en Bechafen*

No habló mucho aquella mañana, le había parecido claro que irían a ver a aquél bandido, así que esperó tranquila el momento de la marcha, pues no era ella quien comandaba la expedición.