De cómo Haldir se convirtió en el guardián del pergamino
Llegó el día en que Haldir hijo de Halad se dirigió al bosque de Altern en busca de sanar su alma; muchos errores había cometido durante los años anteriores a su llegada a aquel misterioso lugar, pero la sabiduría elfica lo había hecho abrir los ojos y darse cuenta de de cómo ellos habían arruinado su vida y la de todos aquellos que habían estado a su lado.
Había sido tan grande su dolor tras entender todo el mal que había causado a sus seres queridos que presa de su sufrimiento, se alejó de todo aquello que alguna vez llamó hogar, de todo aquello que quería, de todos sus anhelos y de todos sus sueños. Durante largos años vagó por las bastas regiones del imperio, siempre en busca de redención, siempre busca de extirpar ese dolor que almacenaba su alma. Ahora en los lindes de aquel bosque, la profecía que había visto en sus sueños durante los últimos días empezaba a cobrar sentido. Su vida ahora sin que él aun lo supiera, tenía un propósito, un camino que lo llevaría a la redención y a la pureza, e incluso se diría que a la iluminación.
Durante largos años Haldir vivió en aquel bosque, aislado, en silencio y en constante aprendizaje. Las plantas y animales del bosque eran sus compañeros, los viejos árboles sus maestros; aquel entorno era su nuevo hogar que lo había acogido en su momento de mas necesidad. Día a día, los árboles antiguos de aquel bosque le contaban viejas historias sobre el mundo, sobre el imperio, sobre las diversas razas que caminan por el mundo y sobre muchas otras cosas que forjaron con el paso de las estaciones la sabiduría y templanza de aquel ser. Pero mas fervientemente, como si aquello fuera a tener una crucial importancia en la vida de aquel elfo, le contaron sobre el inicio de los tiempos; le contaron de la era de los ancestrales, de cuando las fuerzas de la oscuridad y la luz se enfrentaron en una cruenta guerra, le contaron sobre como Hastur hijo de la luz combatió a Zandru el señor de la oscuridad y como éste al ser derrotado presa de su ira, transformó a Hastur en un cetro mágico maldito, el cual solo podría servir para hacerle el mal a los suyos.
Aquella historia que repetidas veces escuchó Haldir, afirmaba que Aldones señor de la luz y padre de Hastur, lloró durante largos años junto a su primogénito intentando día tras día romper la maldición que había sido impuesta sobre él, pero sin que ésta pudiera ser anulada a pesar de todos sus esfuerzos. El resto de sus hijos habían ido a verlo en repetidas ocasiones con la intención de hacerlo entrar en razón, pero este jamás les respondió; su atención estaba siempre centrada plenamente en aquel cetro y ya nada mas parecía importarle. Así fue que con el paso de los tiempos la dama Avarra, señora del nacimiento y eterna compañera de Aldones, decidió ir a hablar con éste. Pero no fue compasión lo que surgió de sus labios, sino reprimendas y advertencias. Avarra le dijo a Aldones que ese cetro podría destruir todo lo que hasta ahora había sido creado por ellos, los ancestrales, y que por ello debería destruirlo. Sin embargo Aldones no la escuchó o más bien no quiso escucharla, ni a ella ni a todo otro aquel que intentase siquiera sugerirle tal cosa; simplemente él no podría jamás destruir a uno de sus hijos.
Según narraban aquellos árboles, Aldones tras meditarlo por muchos años, mandó llamar a Glaedrh el mas sabio, valiente y noble de sus hijos; le hizo jurar a éste que cuidaría de que el cetro jamás cayera en manos ajenas y que lo protegería eternamente. Pero Aldones no esperaba lo que a continuación aconteció. Glaedrh, quien había sufrido fuertemente también por la perdida de su hermano le pidió a su padre Aldones que atara su vida al cetro; le dijo que él se encerraría en su castillo por toda la eternidad, y le pidió que sellara el castillo para que nadie jamás pudiera entrar y que los escondiera en lo mas recóndito del mundo. Aldones hizo lo que Glaedrh le había pedido, pero además le otorgó un gran poder y sabiduría, convirtiéndolo así en un dragón como ningún otro para que nadie jamás pudiera arrebatarle el cetro. Sin embargo, Aldones no podría vivir con sus hijos sufriendo de ese modo por lo que creo un modo de abrir los sellos para que así, si algún día descifraba la manera de romper la maldición, pudiera salvar a sus hijos. Según concluía aquella historia, a su partida de aquel mundo Aldones entregó un pergamino dorado como el sol al mas sabio y puro de los elfos. En este pergamino se encontraba la llave para hallar el camino al cetro maldito.
Haldir escuchó durante largos años ésta y otras muchas historias del pasado y del presente; día con día se volvía más y más sabio, y su alma se llenaba de pureza. Hasta que así, cierto día los árboles le hablaron y le dijeron que era la hora de que fuera a la parte mas profunda del bosque eterno. Allí, guiado por las criaturas del bosque, Haldir encontró un antiguo templo en ruinas, en la puerta un elfo cuyas facciones describían una muy larga vida lo esperaba. Conn se llamaba éste, y era el actual guardián de aquel pergamino. Conn le dijo que su tiempo como protector del legado de Aldones había terminado; que por largas eras había cuidado de él desde que Aldones se lo entregara personalmente; ahora había llegado el momento de partir, estaba cansado y necesitaba dormir por otros muchos siglos; le dijo que su entrenamiento había terminado y que a partir de ese momento él seria el protector del pergamino.
Fue así que Conn sin dar mas explicaciones se marchó y jamás se supo nada de él; mientras que Haldir se sentaba en las puertas del templo contemplando los días pasar, hablando con las criaturas del bosque aprendiendo mas y mas cada día, pero siempre atento y vigilante a lo que pudiera pasar; siempre esperando el día en que Aldones le visitara.
La profecía de Zandru:
Escuchadme todos porque yo soy Zandru, señor de la noche, rey de las criaturas de la oscuridad eterna. Desde los eternos confines del infinito mis hijos se levantarán en busca de aquello que alguna vez me perteneció, aquello que forje con el poder de la luna y el dolor del sol. Mis hijos, los hijos de la oscuridad viajarán por los confines del mundo, desde las profundidades de la tierra hasta la sima misma de los vientos…
…y cuando llegue la hora, las puertas del templo de hielo se abrirán y los hijos de la luz se cubrirán de fuego helado extinguiendo su existencia, así los hijos de la noche deberán cumplir la ultima prueba antes de traer la noche eterna al mundo, el guardián que desde tiempos remotos a existido con el único fin de proteger el cetro será aniquilado y con su muerte la oscuridad se manifestara victoriosa.
La profecía de Aldones
Yo, señor de luz, les hablo a ustedes que son los hijos del sol, los moradores de los confines de luz resplandeciente. He aquí mi legado que deberá ser cumplido y protegido celosamente; desde tiempos antiguos he sembrado la semilla para que poderosos hijos de luz surjan de los confines del mundo; los cuales nacerán sin saberlo con un único fin, proteger mi legado… y sin importar lo que pase deberán impedir a toda costa que el cetro de la ola de frío manifieste su poder, destruyendo con ello a toda aquella fuerza que intentase hacerse con dicho poder.
El escuadrón de la llama súbita
Los inicios
El escuadrón de la “llama súbita” se formo oficialmente en los tiempos posteriores a la invasión de Archaón, sin embargo su origen se remonta a la guerra misma, durante los días del Cónclave de la luz. El grupo surgió del deseo de unos pocos por participar en la presente guerra contra las fuerzas del caos, así como del deseo de defender sus hogares.
Su líder y fundador no era mas que un enano de la ciudad de Middenheim llamado Dorn, pero que comúnmente era apodado como Martillo Rojo por los miembros de su escuadra; dicho apodo se lo gano durante la tormenta del Caos pues se decía que no hubo día que su gran martillo no se tiñera de rojo.
Dorn perdió a toda su familia durante las primeras batallas de la invasión; por lo que, conocedor de lo sucedido en el Conclave empezó a intentar inspirar en la gente el deseo de ir a la guerra y tomar venganza; pero los pobladores del imperio no eran mas que campesinos, obreros y todo tipo de gente común; las fuerzas del emperador se movían al sur y las fuerzas de los territorios del norte ya se preparaban para la batalla; sin embargo Dorn creyó ciegamente que lograría que hasta el mas pobre de los campesinos se uniera a la cruzada. Para cuando empezaba a darse por vencido su convocatoria tubo respuesta, pero no fue de quienes esperaba. Elfos, enanos y humanos de otros reinos habían llegado de territorios lejanos para unirse a la guerra en busca de venganza, gloria y muchas otras cosas; estos al enterarse del llamado de Dorn decidieron unirse a él. Tal fue así que en cuestión de días, el grupo ya superaba los 20 miembros.
Su primera incursión en la guerra tuvo lugar durante la retirada de las fuerzas del norte a la ciudad de Middenheim que es donde se había formado el grupo y donde se encontraban en aquellos días. Por decisión de Dorn avanzaron hasta la retaguardia de las fuerzas del norte y ayudaron en la retirada teniendo algunas cuantas refriegas de menor importancia. Su momento llegaría durante el sitio a Middenheim; durante éste, los guerreros de Dorn que es como se les llamaba en aquellos tiempos, pelearon valientemente, luchando palmo a palmo en el frente de la batalla; sufriendo graves perdidas al igual que las fuerzas defensoras.
Tras la victoria contra Archaón el emperador decidió premiar a Dorn y sus hombres nombrándolos heroes y defensores del imperio. Con esto Dorn y sus hombres pasaron a formar parte de las fuerzas de elite y adoptaron el nombre de la escuadra de la llama súbita.
El Pico Sangriento
Durante los siguientes años Dorn y sus hombres participaron en muchas aventuras de gran renombre a lo largo del imperio; siempre sirviendo con lealtad y valentía. Sin embargo su éxito no era bien visto para muchos, y enemigos no les faltaban.
Llego así la fatídica misión en las cercanías del Pico Sangriento; les había sido encargada por el conde Alberich de Stirland quien ya les había hecho obvia su enemistad para con ellos. Pero a pesar de este hecho los hombres de Dorn debían siempre obedecer a los llamados del imperio, por mas ridículos o de bajo nivel que pudieran ser; y es que la misión que les había encomendado el conde Alberich rayaba en la ofensa. Esta, no fue otra que escoltar y proteger al joven Ibian, hijo de un duque de supuesta gran importancia en el imperio. Dicho joven según les había aclarado el conde tenia deseos de adquirir experiencia en combate por lo que los hombres de Dorn irían a extinguir una revuelta que se gestaba en una aldea minera en las cercanías del Pico Sangriento y el hijo del duque les acompañaría con el fin de adquirir dicha experiencia. Ya que esto podría no ser bien visto el joven duque iría disfrazado de un miembro mas de la escuadra y Dorn debería encargarse de que su identidad no fuese descubierta.
Fue así como Dorn y sus hombres, acompañados por el joven duque viajaron a través del imperio hasta las cercanías del Pico Sangriento, a la aldea en donde se suponía se había gestado dicha revuelta. Sin embargo a su llegada esta ya había sido sofocada por fuerzas locales del imperio, y solo unos pocos rebeldes habían logrado escapar al interior de las minas, pero el sargento que estaba a cargo del grupo de incursión del imperio le aseguró a Dorn que ya no representaba un peligro.
Dorn era muy conciente en ese entonces que su misión de cierto modo representaría un fracaso, sobre todo a los ojos de quien se la había encargado; así que debido a esto y a la ferviente insistencia del joven duque Dorn decidió internarse en las profundidades de las minas en pos de dar caza a los rebeldes, en lo que para el sería una pequeña practica de combate a oscuras, y que no debería de durar mas de unas pocas horas.
Las cosas se mostraron fáciles en un principio; Dorn no consideró necesario llevar a todos sus hombres consigo pues confiaba en que la situación no será desfavorable, por esto dejo a la mayoría de sus hombres y solo 16 bajaron con él, el joven duque por supuesto, estaba entre ellos. Oscuros y fríos caminos tuvieron que atravesar en su largo avanzar tras las minas; a pesar de que no era esta su real labor como fuerzas del imperio el grupo se desenvolvió muy bien en su andar por las profundidades, esto debido a la gran diversidad de integrantes con los que contaba, muchos de los cuales estaban sumamente capacitados para una misión como la que en ese momento les atañía.
Fue ya cuando se encontraban a una profundidad muy considerable en la mina, momento en que ya habían pasado poco mas de 2 horas de camino en el interior de la mina, que el grupo se encontró con el primero de los rebeldes. Este moribundo, se arrastraba hacia ellos clamando por ayuda, sus extremidades le habían sido arrancadas de forma violenta y de su cuerpo manaba una gran cantidad de sangre señal de que sus heridas no se restringían solo a sus piernas. El hombre murió antes siquiera poder llegar hasta donde Dorn y sus hombres se encontraban, sin embargó alcanzaron a escuchar claramente lo que aquel rebelde les había dicho: “engendros en las profundidades”. Las cosas empezaban a cambiar drásticamente para ellos y Dorn sabía que las cosas podrían tornarse peligrosas.
A partir de ese punto Dorn se mostró cada vez mas desconfiado de la situación y mas precavido, había ordenado al joven duque ponerse a resguardo y no involucrarse en lo que sucediera a menos que el mismo Dorn le diera la orden. Y sus decisiones cobraban a cada momento mayor peso pues a su paso los cuerpos destrozados, charcos de sangre y malolientes olores empezaban a acrecentarse. Para Dorn y sus hombres empezaba a ser claro que se encontraban ante algo muy grande y que ellos solos no podrían resolverlo y que sobre todo no podían poner en peligro al joven duque.
Ante tales hechos y ante la inminente posibilidad de verse arrastrados por el ataque de decenas de engendros del caos, Dorn emitió la orden que debía tomar ante tal situación y con sus hombres emprendió la retirada, esto junto con un disgustado y quejumbroso joven duque que no paraba de recriminarles a cada instante que eran unos cobardes y que en cuanto regresaran el mismo se encargaría de que el imperio los destituyera; éste, no se imaginaba que cerca estaba de la verdad.
No paso mucho tiempo antes de que el joven duque callara y empezara a considerar que las propuestas de Dorn eran de lo mas atinadas, y es que tan solo emprender el regreso se vieron asediados constantemente por extrañas creaturas; lo que alguna ves habían sido humanos rebeldes se habían trasformado en deformes mutantes llenos de locura. Allí perdió Dorn a 3 de sus mejores hombres quienes al no encontrar otra opción decidieron entregar su vida en pos de los demás.
Pero los altercados los habían obligado desviarse de su camino y los caminos de las minas eran demasiado traicioneros y confusos para recorrerlos con tanta prisa sin provocar que irremediablemente el grupo se perdiera. Tras una hora de desesperada retirada llegaron ante una gran sala de aparente fabricación enana, mas allá por delante en el camino que ahora andaban se postraba una gran puerta de la que una intensa luz emanaba. El único mago con el que contaba en aquel momento Dorn le advirtió que los vientos de la magia le indicaban que mas allá había algo diferente, algo que le preocupa; sin embargo, a pesar de la insistencia del mago de no avanzar Dorn sabia que no había otro camino, pues ya podía escuchar los susurros de aquellas malolientes creaturas que les seguían los pasos. Se dispuso entonces a derribar aquella puerta de ser necesario.
Tras ella se encontraron ante una cámara de la que no había salida, su interior era algo atroz de ver, en los alrededores había una innumerable cantidad de cuerpos y vestimentas quemadas de todo tipo, el techo estaba repleto de cadenas cuyo fin no podía ser otro que la tortura, y en el centro, encadenado de alguna forma indescriptible a un gran pilar se encontraba un hombre moribundo, si es que se le podía llamar hombre a lo que se encontraba frente a ellos.
Aquel ser no tenía piel, esta parecía haberle sido arrancada por las llamas que habían consumido el lugar, sus susurros no mostraban señal de dolor e incluso algunos hubieran jurado en ese momento que más bien parecía estar orando. Los hombres de Dorn movidos por la curiosidad se dispusieron a revisar el lugar mientras otros se disponían a liberar al presunto humano malherido.
Para su sorpresa, tan solo acercase a aquel ser este abrió sus extraños ojos y en un instante aquellos que se encontraban mas cerca ardieron en llamas incinerándose en un segundo casi por completo. Dorn ordeno de inmediato que salieran de la habitación al darse cuenta de lo que estaba pasando y de lo que podría ser aquella cosa; pero ya era tarde, los sobrevivientes al primer ataque estaban dispersos entorno al lugar y la mayoría lejos de la puerta. Algunos lograron llegar hasta la puerta antes de ser engullidos por las llamas, otros en un acto de valentía murieron junto a aquel ser en un intento de eliminarlo. Dorn intento retirarse con los sobrevivientes y el duque entre ellos pero no alcanzo a escapar a tiempo, una luz rojiza envolvió su retirada, lo único que alcanzo a ver fue como a su izquierda el joven duque con una cara de horror y dolos indescriptibles veía como su brazo se iba derritiendo del intenso calor para a continuación su cuerpo seguir el mismo destino; lo ultimo que Dorn vio del duque en esos momentos fue su mirada, éste le pedía ayuda a gritos ahogados por el dolor. Así, en un instante el silencio lo envolvió todo por completo.
El exilio
Para cuando Dorn despertó, se encontraba ya afuera de aquellas minas. Algunos habían sobrevivido y llevando a su líder a rastras habían logrado escapar. Del duque no quedaba nada, solo cenizas. Dorn quien estaba malherido ordeno pedir ayuda al imperio cuanto antes y avisar de la muerte valerosa del duque. No llego a saber nada mas, fue enterrado a poca distancia de aquel lugar por sus hermanos de batalla quienes se encontraban ahora sin líder, sin mentor…, sin el mejor de ellos.
El juicio tuvo lugar aproximadamente un mes después de la muerte de Dorn, la escuadra de la llama súbita había sido desintegrada ya para ese entonces por orden del imperio. Todos sus miembros estaban acusados de alta traición, de entregarla vida de un prometedor miembro de la nobleza a las manos de los inmundos demonios. Muchas mas fueron las acusaciones y aunque muchas veces intentaron defenderse siempre surgía otro alegato infundado para desvirtuar la situación. Uno de sus allegados detractores fue el conde de Stirland, y fue este mismo quien les dicto la sentencia, el exilio de por vida bajo pena de muerte. Y todos sabían que solo no los ejecutaban públicamente por sus pasados servicios al imperio.
Durante tres largos años los aventureros y exmiembros del escuadrón de la llama súbita viajaron por rumbos distintos, labrando por separado el sendero de sus vidas. Hasta el día de hoy en que habían sido reunidos por motivos que aun desconocían por completo ninguno de ellos había visto a los demás. No sabían que había sucedido tras su exilio, salvo los rumores que les llegaban de mas allá del imperio, no sabían que había sido de sus demás compañeros, y mas aun no sabían por que estaban allí presentes junto a aquel par de desconocidos.
Había sucedido pocos días antes, extraños mensajeros los habían contactado en los lugares donde moraran por mas remotos o secretos que estos fueran, el como los habían encontrado jamás llegarían a saberlo. Había sido el mismísimo duque Domenor, padre del joven duque quien muriera bajo el Pico Sangriento quien los mandara a llamar. El mensaje consistía en una serie de alegatos sobre la deuda de sangre que tenían para con él, pero además de esto del duque les ofrecía la oportunidad de que el emperador les perdonara el exilio, y una sustentable recompensa que les permitiría cambiar el rumbo de sus destinos. Todo esto si viajaban hasta Bechafen en el interior del imperio donde se encontraba su torre y si aceptaban cumplir una misión que les presentaría a su llegada. Anexado a la carta el mensajero les entrego un pergamino que no era otra cosa sino un salvoconducto que les permitía por un corto tiempo entrar al imperio y dirigirse directamente hasta Bechafen.