Algo que le decía a Togo que sus brazos no se movían lo suficientemente rápido, que su paso y velocidad no eran las necesarias para llegar arriba antes de que alguna desgracia sucediese a sus compañeros. Y en efecto, por los sonidos que llegaron a continuación, los acontecimientos que tenían lugar en el pasillo, en vez de ser una respuesta a las preguntas de Nimilar o Julei, acabaron siendo golpes y gritos. Primero llegó hasta los oídos del mediano un crujir de huesos tan nítido que imagino que aquel que lo había recibido debía estar ya camino a reunirse con los Dioses. Tras éste llegaron las contestaciones en forma de agudos silbidos correspondientes a los afilados filos que hendían el aire.

¿QUIÉN COÑO SOIS? - Gritó Nimilar. ¡ATRÁS! ¡NOS ATACAN! - Siguió chillando a voz en grito el heraldo.

La inesperada respuesta de Julei hizo que la hoja de su espada acariciara la garganta de Rhylen. De la fea herida comenzó a manar sangre haciendo que el guerrero se llevara las manos a ella dejando caer al suelo el gran garrote que portaba. Ajeno a sus ojos, una herida calcada a esa, apareció en el cuello de la pitonisa a la que se añadió otra de mucha más gravedad provocada por Nimilar. – Os voy a destripar, malnacidos…, gruñó con rabia destapando su herida. Acto seguido desenfundó su gran espadón, los ojos de Rhylen se inyectaron en sangre victima de la ira, ya no sólo por la réplica de sus rivales, si no por las muestras de dolor de su gran amiga. Sin dudarlo un instante, el espadón del guerrero trazó una parábola ascendente que terminó impactando contra la cara del heraldo. El resultado fue poco menos que macabro, y ahora el cadáver de Julei se encontraba tendido el suelo con la cara separada en dos partes. – Cerrad la puerta…, ordenó a sus compañeros, - Ríndete y quizá sea benévolo contigo, le ofreció a Nimilar mientras interponía su arma entre ambos.

La Pitonisa se llevó la mano al cuello y cuando la quitó vio que estaba empapada en sangre. Su hechizo seguía activo y eso la llenaba de orgullo a pesar del sufrir un terrible dolor. La verdad es que su actuación no había sido buena. Normalmente no le gustaba mentir. Su trabajo conseguía en esclarecer misterios no en crearlos. Lo único que se le había ocurrido era sobornar a los matones pero había resultado que estos dos heraldos parecían tener principios. Más bien estaban atemorizados por lo que podría pasarles. 

Esta vez el pinchazo que sintió en la cintura vino directamente del heraldo que tenía en frente.

- ¡Ay!- Los monjes estaban en preaviso y eso les hacía mucho más peligrosos que la última vez. Pero Alétheia también estaba más preparada. Esta vez llevaba su maravillosa armadura. Como si viviera un retroceso temporal, se lanzó con todo su peso, más el del metal que cubría su rollizo cuerpo, contra el asombrado acólito.

Un silbido hizo que Rakna entrase, Tanyl se hizo sabiamente a un lado y según pasaba, la elfa dio un ligero salto montándose sobre el imponente animal. El lobo fue directo a devorar a Nimilar, Rakna procesaba un odio acérrimo a toda aquella religión, aún recordaba su estancia en las celdas y claramente pensaba en devolverles todo su odio. Por su parte Hostawen agarraba la lanza que tenía escondida con la intención de trinchar Nimilar en el próximo movimiento. El gran lobo soltó a su presa dejándole un feo mordisco en el abdomen en el cual se veía las vísceras. -Dejar de gritar o apagaré vuestra voz...- dijo la estéril y fría voz de una elfa que se crecía encima de su alma afín.

¡Ahí estaba! Sintió la presencia del lobo pasando rápidamente a su lado. Él por su parte no esperó más, se abalanzó sobre la puerta para asegurarla con las llaves que le había cedido el mediano.

TURNO 2

¡AYUDA! ¡NOS ATACAN, JODER! - Si los compañeros pensaron en algún momento que Nimilar, con largo años al servicio de la orden a sus espaldas, iba a rendirse así de pronto, sencillamente se equivocaban. Claramente la salud del heraldo era tan precaria en ese momento como la posición que ocupaba en el pasillo: derribado, rodeado y sangrando a mares por la herida abierta en su vientre. Su única esperanza radicaba en que los refuerzos, que claramente habrían escuchado sus gritos de auxilio, llegasen lo suficientemente rápido como para sacarlo de allí con vida. Entre sudores y calambres que recorrían su cuerpo, consiguió echar un fugaz vistazo al desgraciado Julei, el cual yacía en una postura tan poco digna como fugaz había sido su intervención en el combate. Nimilar tenía presente que después de sucedido a Numb, Klemsa y de forma más que probable a Krant, pues teniendo en cuenta que si aquel hombre que se hacía pasar por el agresivo heraldo se cubría el rostro con su inconfundible máscara y portaba su enorme garrote uno podía imaginar el destino que éste había sufrido, su vida correría el mismo camino eligiese lo que eligiese. Así pues, concentrado en no perder la poca salud que le restaba y en aguantar lo posible hasta que los sacerdotes llegasen hasta él, éste sólo pudo hacer lo que hizo: acurrucarse, patalear y tratar de sostener la espada corta en alto tratando de evitar cualquier nuevo ataque.

La puerta del pasillo, una vez echada la cerradura por parte de Tanyl, se convertía en un obstáculo tan insalvable para aquél que no dispusiese la llave como si de una pared de piedra se tratase. Sin embargo, el hecho de que los compañeros se viesen encerrados en el corredor, sólo les dejaba una vía de escape, que volvía a ser la misma que utilizaron el día anterior. Todo saldría bien si las joyas que los ladrones de la Cripta de la Llama Eterna trajeron hasta el templo se encontraban en la cámara de la que Krant había hablado antes de perder la vida. De no ser así, sencillamente se encontraban en un grave aprieto.

Durante todo su ascenso, que fue tan rápido como un suspiro, continuaron los sonidos de golpes y los gritos provenientes del, a decir por el tono de su voz, desesperado Nimilar. ¡AYUDA! ¡NOS ATACAN, JODER!  - Cada petición de auxilio por parte de los heraldos era un problema más, un enorme peso que parecía anclarse al pecho del nervioso mediano que amenazaba con tirarlo al suelo. Sin embargo, Togo, con más decisión de lo que alguien podría esperar de un mediano tan joven, consiguió sobreponerse lo suficiente como para impulsarse los últimos metros y alcanzar el tan ansiado pasillo.

Con el corazón a cien por todo lo que se escuchaba al otro lado del foso el mediano fue trepando con rapidez hasta llegar a la pasarela antes de lo que ni él mismo habría imaginado. Por los gritos que se oían todo indicaba que habían sido descubiertos, demasiado pronto pues la misión que tenían por hacer a penas acababa de empezar. Por eso nada más llegó arriba el mediano accionó en mecanismo y abrió la puerta secreta para que el resto pudiera acompañarle a la gran sala del trono. Togo temía que algún otro tipo de guardián les estuviera esperando de nuevo y no quería aventurarse solo. Todavía le dolían los golpes recibidos por los pequeñas estatuas de piedra que a punto habían estado de acabar con sus vidas...

 Al abrir la puerta el mediano se encontró al heraldo tirado intentando defenderse . En un vano intento por disimular y continuar con la farsa el pequeño pronunció en voz alta - No, al foso no....!!

El heraldo yacía en el suelo sin ninguna oportunidad de salir con vida, era cuestión de tiempo que muriese. Rakna iba confiado a acabar la faena cuando una de las patadas de Nimilar hizo que retrocediese en su empeño. No tuvo mejor suerte su ama que veía como su lanza no llegaba a clavarse en el escurridizo heraldo. Parecía que luchaba con vitalidad por vivir unos segundos más. -Es tu última oportunidad.- dijo retirando la máscara de su rostro. -Ríndete y verás otro día...- aunque aquella rata se resistiese no podría defenderse del acoso de todos sus compañeros.

Alétheia arrasó con Nimilar y terminó tirándolo al suelo. A pesar de ello, el sirviente de Razmir parecía no tener la más mínima intención de rendirse. El lavado de cerebro de la secta era tan poderoso que hacía que sus siervos prefiriesen la muerte a ir en contra de las doctrinas de su dios. - ¡Pues que así sea!, replicó el anciano ante su afán por defenderse. Tras ello, alzó su espadón con ambas manos y la dejó caer con fuerza con un golpe en picado que consiguió traspasar sus defensas en incrustarse en su pecho. Una vez la espada estuvo bien hundida, un simple giro de muñeca sirvió para abrir aún más la herida y terminar así con su miserable vida.

- Vamos, este bastardo ha hecho demasiado ruido…debemos darnos prisa, apremió a sus compañeros mientras recogía el gran garrote que dejó caer durante el combate. 

En cuanto cayó el segundo heraldo Alétheia dejó caer su preciada maza. Estaba chorreando sangre y necesitaba curarse antes de seguir. Para ello sacó la varita y la activó con escaso resultado.

- Arf, arf.- Jadeaba como un cochino que va al matadero.- Nos van a acorralar si no nos damos prisa. - Se giró hacia Tanyl que afortunadamente había logrado cerrar la puerta con llave.- ¿Conoces algún hechizo para detectar la magia en los objetos?.Creo que podrías ayudar a Togo a encontrar las reliquias.- Alé pensaba que quizá fuera más útil en el pasillo. Su gran corpulencia podría suponer la diferencia entre salir de allí o no.

Cuando Togo abrió la puerta secreta desde lado interior una sección de pared de piedra se deslizó hacia un lateral dejando a la vista de los compañeros de Kassen unas pocas escaleras, talladas en la misma roca que formaba el subsuelo de la ciudad, las cuales descendían a un profundo pasillo que discurría en línea durante unos metros y que acababa en una puerta de roble oscuro flanqueada por dos antorchas. Fue entonces cuando Alétheia y Rhylen tuvieron la oportunidad de ver por primera vez el foso al que tanta mención habían hecho sus compañeros. Un lateral de dicho pasillo carecía de pared. En su lugar, existía un profundo foso del cual no pudieron conocer su profundidad hasta que bajaron por las escaleras. En lo más profundo de este, vagamente debido a la carencia de luz, se distinguía un manto de blancos huesos, restos y único recuerdo de aquellos que, por una u otra razón, habían sido sacrificados. Elevándose desde las profundidades del foso se erguían dos impresionantes estatuas, vivas representaciones del infame Razmir, de las cuales se habían valido Togo y el resto de los que le acompañaban para salvar el desnivel de treinta pies que había entre el pasillo y el foso.

-Rhylen, custodia la puerta...¡Togo, vamos!- dijo la elfa mientras iba encima de Rakna para ir hasta el fondo de la habitación. El tiempo corría y era el momento de apresurarse o todo Razmir se les echaría encima...
De los cuerpos se encargaría Rhylen. Aletheia se podía quedar con su amado y Tanyl también. Lo importante era que los dedos ágiles de Togo se pusiesen en funcionamiento.

¡Por supuesto! - dijo en respuesta a la pitonisa.

Sabiendo que el hechizo le duraría un tiempo, lo fue activando por si hubiese en los alrededores algo mágico que se les hubiese pasado por alto.

- A ver, déjame pasar por favor.....

Tanyl se tuvo que volver a arrastrar contra la pared para poder pasar a través del inmenso lobo y seguir a Togo hacía la cámara de los tesoros.

Rhylen se puso firme y asintió con la cabeza cuando Hostawen le dio esa orden, al igual que un obediente soldado.  No es que estuviese dispuesto a recibir órdenes de una joven inexperta como lo era la elfa, sin embargo en esta ocasión coincidía con ella en que era la mejor opción. Todos y cada uno del resto de sus compañeros podrían ser de gran utilidad a la hora de adentrarse en la cámara de los tesoros del templo. Alétheia con el poder de su Dios, Tanyl con sus trucos de magia, Togo por si hubiese que enfrentarse a alguna engorrosa cerradura y Hostawen podría manejar al chucho que le acompañaba en caso de que hubiese problemas. – Sí, intentad entreteneros lo menos posible…, respondió finalmente.

Mientras sus compañeros se adentraban en el oscuro pasadizo, Rhylen podría encargarse de registrar más a fondo los cadáveres, ocultarlos y en el caso de que llegaran los refuerzos, la máscara de Krant, que todavía llevaba puesta, podría aun ser útil para ganar algo de tiempo, aunque esto último esperaba que no tuviese que ser necesario. – Suerte, chicos… ¡volved con la joyas!, se despidió así para ponerse manos a la obra. 

Bastaron un par de asentimientos para que los aventureros se pusiesen en marcha y dejaran a Rhylen atrás haciéndose cargo de los cuerpos. Alétheia, sirviendo de nexo entre ambos grupos, acompañó al resto hasta la puerta que daba a la cámara que precedía a la tesorería que Rakna encontrase en su anterior visita. No pasó desapercibido para la Pitonisa del Débil la cantidad de huesos dispersos en el foso, señal inequívoca de que las muertes en el interior del templo no habían sido algo esporádico. Para ella, por primera vez, y para Togo, Hostawen y Tanyl, por vez segunda, percibieron la inconfundible y embriagadora fragancia de los inciensos que ardían en los braseros, la cual se colaba por debajo de la puerta y era muy nítida junto a ésta. Con cuidado, temerosos de que una posible trampa o emboscada pudiese malograr lo conseguido hasta aquel momento, los compañeros abrieron la puerta y, tras ver que la sala seguía vacía, se adentraron en su interior.

Poco había cambiado desde su anterior visita. El trono enjoyado, las cortinas cubriendo las paredes, los braseros humeantes, y la miríada de alfombras y cojines seguían inalterados. Sólo las cadenas de las que el día anterior colgaba Wenton estaban en una posición distinta; habían sido retraídas hasta el techo utilizando las poleas, lugar que presumiblemente ocupaban cuando nadie colgaba de ellas. Cuando los compañeros se reunieron frente a la puerta se apresuraron a echar a Togo a un lado para evitar que volviese a tocar la puerta de la que en su día aparecieron los elementales de piedra. Ahora, con la contraseña que Krant les había proporcionado, "Razmir es el camino a la riqueza", la puerta se abrió sin que nadie tuviese que acercarse hasta la ella. Con un ligero empujón por parte de Togo, la puerta se hizo a un lado mostrando su oscuro interior.

La estancia era diminuta y sencilla comparada con la anterior, sobre todo teniendo en cuenta que varios cofres de madera junto con una mesa y una silla ocupaba la mayor parte del espacio.Dos de ellos eran de pequeño tamaño y, entre ellos, descansando junto a una mesa de madera, reposaba otro mucho mayor que los otros dos. Sobre la mesa los compañeros distinguieron las formas de varios sacos.

Al poco de que sus compañeros se adentrasen en el pasillo que daba a la cámara de los placeres, como más tarde sería conocida, Rhylen quedó solo con sus pensamientos y con los cuerpos de los dos heraldos. Sin embargo no tardaron los sucesos más que esperables en sacar al veterano guerrero de su concentración. Primero un par de golpes en la puerta que Tanyl había cerrado con llave, y luego varios gritos de diferentes personas pidiendo con insistencia que se abriese, hicieron comprender a Rhylen que las voces de los fallecidos habían alertado a los acólitos que cenaban en el salón cuando ellos llegaron.

Togo evitó mirar cómo el indefenso Nímidar era masacrado en el suelo sin piedad. Son malos, son malos... Susurraba el mediano sin cesar  mientras permanecía con los ojos fuertemente cerrados, ajeno a lo que estaba sucediendo. Tan sólo el grito de Hostawen pronunciando su nombre le hizo reaccionar 

~~Rhylen, custodia la puerta...¡Togo, vamos!

Como un resorte el pequeño avanzó rápidamente por la pasarela hacia la puerta, la cual abrió lentamente temeroso de que algún tipo de custodio estuviera esperándolos al otro lado. Sin embargo la opulenta sala parecía estar totalmente vacía y además esta vez no hubo ningún problema en abrir la puerta del almacén, pues al parecer unas acertadas palabras sirvieron como contraseña para evitar a los guardianes y a la cerradura. Tanyl  observó la sala buscando auras mágicas mientras Togo permanecía detrás esperando información. Mientras el mago empezaba a sentir la magia que emanaba del lugar, el mediano sacó sus mejores herramientas y se dispuso a comenzar con la búsqueda de las deseadas joyas.

Una señal de Tanyl para que el mediano entendiera que uno de los cofres emitía la magia suficiente como para ser el primero en el que mirar. Sin mediar palabra Togo se puso frente a él, se remangó la camisa y empezó a investigarlo temeroso de que alguna trampa lo protegiera. Tras eso se dispuso a abrirlo con escasa esperanza de encontrar allí lo que buscaban. Algo le decía al mediano que las joyas estarían guardadas en algún otro lugar. Aquello parecía más bien el almacén donde se guardaban las donaciones y riquezas del templo. Sin embargo las joyas  parecían tener algún otro tipo de interés además del estrictamente monetario... 

Lo que parecía en un primer momento un cofre sin más protección aparente que su propio peso, la sólida cerradura y sus gruesas paredes de madera, acabó por darle un susto al pequeño mediano. Según manipulaba la complicada cerradura, un movimiento desafortunado con el tensor que utilizaba para estabilizar una de las ganzúas provocó que un pequeño resorte saltase en el interior de la cerradura. Sin darle tiempo a reaccionar a ninguno de ellos, una pequeña aguja salió despedida por el hueco de la cerradura impactando en el brazo del muchacho. Si bien el que provocó en no fue más allá de un pequeño rasguño, éste comenzó a escocer de una madera endiablada. Aquel detalle hizo que Togo temiese porque aquella diminuta aguja llevase impregnada en ella alguna suerte de sustancia.