Mientras caminas por el mercado interesado en añadir algunos objetos de interés a tus pertenencias (armaduras, armas, objetos de arte, especias, etc...), un chico de apariencia andrajosa tropieza contigo, y sin mediar palabra o pedir disculpa, sale adelante escabulléndose entre el gentío. En seguida, te echas las manos al cinto para descubrir que la bolsa de las monedas ya no está. Sales en persecución al chico que se escabulle en un estrecho callejón.
Sin darse cuenta, distraído en ti al ver que le persigues, tropieza de nuevo con un hombre con la cara cubierta y vestido con ropas pardas. El sujeto arroja al niño al suelo.
- "Maldito crío! ¡Ven aquí, voy a rajarte como a una rata, maldita escorita!"
Tu turno
El niño era un vulgar ladrón, pero de todas formas un niño. Quizás robaba para comer, o quizás lo hacía por deporte. Lo único seguro era que no iba a lastimar a un pequeño niño por eso, tan sólo iba a darle una lección, y a llevarlo con el párroco del lugar.
Al ver que se tropieza con otro hombre y que éste lo amenaza, me acerco lo más rápidamente posible para agarrar al chico y protegerlo del extraño. También está en mis intenciones recuperar la bolsa con las monedas.
- Oiga, no lo lastime! Es un niño! - le grito al extraño, mientras me acerco corriendo a toda velocidad.
Master, qué armas tengo conmigo? Si es a mi elección, una espada y un cuchillo sería suficiente por ahora.
Siempre llevo conmigo la cruz de Jesús, y algún colgante o anillo que demuestre que soy de "La Orden de la Espada"
Otra cosita: ¿es de día o noche? :P
D.M: Ibas a comprar cosas al mercado así que es de día o por la tarde de noche no, de todas formas estás en el callejón nadie te ve.
Le sigue pegando si no intervienes crees que matará al niño...el niño está en el suelo recibiendo en la cara los puñetazos del hombre.
Viendo que el hombre no se iba a abstener de seguir golpeando al niño, me acerco hacia el tipo y lo empujo, intentando alejarlo del pequeño. Me interpongo entre ambos, con mi mirada dirigida hacia el hombre encapuchado.
- ¡Déjalo en paz! ¡Tan sólo es un niño, maldito maniático!
Debido a tu fuerza el empujón es suficiente para desestabilizar al hombre y echarlo al suelo, éste en cuanto se incorpora sale corriendo del callejón por el otro lado...
El chico está en el suelo magullado pero ¡Vivo! y poco a poco se va incorporando...
Ganas 1 punto de conciencia y otro en humanidad, además de 1 punto en el trasfondo de criados, ya que Ernest, que así se llama el chico, entrará a tu servicio.
Observo al niño mientras el extraño sale corriendo. Me agacho para socorrerlo, y lo agarro entre mis brazos para ver si sigue con vida. Las monedas hasta este entonces ya perdieron mi interés, aunque si siguen allí las colgaré de nuevo en mi cinturón, mientras agarro al pequeño y lo llevo hacia alguien que pueda ayudarme con sus heridas.
- No te preocupes, estará todo bien, niño. - digo al tiempo que veo que está aún vivo.
El haber salvado al niño rejuvenece mi fé, y me asegura haber hecho lo correcto este día. Siento como Dios vive a través de mi, llenando mi alma de Santidad y buenas acciones. Me siento como una persona bendita
El chico al entrar bajo tu protección te da el dinero y además lo que le había robado al hombre una carta, la carta no tiene nada especial, es un pergamino enrollado escrito a mano con tinta. No tiene ni sello ni seña alguna. Lo único que indica es lo siguiente:
Reúnete conmigo en el lugar indicado. No tardes, el plan ha de hacerse lo más rápido posible. El asesinato del Arzobispo no debe fallar.
Al leer dicha carta, mis ojos se abren en asombro. ¡Alguien iba a intentar asesinar al Arzobispo! Por supuesto que no lo podía permitir.
- Mantente en el camino de Dios, niño. No hagas cosas malas, pues al final serás tú quien lo pague. Ahora ven conmigo, tenemos que hablar con el Arzobispo. Sólo sígueme y no hagas nada tonto, ¿está bien?
Luego de decirle eso, comienzo a ir rápidamente hacia la Catedral, donde calculo estará el Arzobispo junto a los demás clérigos. Siendo yo mismo un hombre de Dios, sentía que Él había puesto esta misión en mis propias manos para salvar al Arzobispo. Me sentía más que afortunado, pues el Señor definitivamente tenía planes para mi...