Bertrie miró de reojo a Nora Loxley y al escuchar todo aquello alzó una ceja. No podía creer lo vil y rastrera que era aquella falsa y desagradecida mujer. Bueno... más bien si podía creerlo. ¿Qué otra cosa podía esperar de una vagina sangrante? Posiblemente estuviera sangrado en esos momentos. Las mujerzuelas como ella, cuando sangraban por el mismo orificio por el que obtenían placer sexual, no eran de fiar y eso se lo acababan de volver a demostrar.
- ¡Maldita zorra hija de la gran puta! - Pensó indignado el buen abad. - ¡Mujeres!
Los ojos de Mallory Grimes se cruzaron con los de Tyris y por un momento la joven tuvo la sensación de que un círculo se cerraba. La frialdad y el odio que emanaban de aquellos ojos volvieron a provocarle un escalofrío que recorrió todo su cuerpo como si fuera la primera vez. Aún podía sentir el tacto del acero en su garganta. Las manos de aquella mujer presionando su cuello. Lentamente Mallory ascendió las escaleras dirigiéndose hacia Tyris y arrastrando a Nora con ella. Parecía que por fin había recuperado a su amiga. Por fin Nora había recobrado la razón. Le dio un apretón suave de cariño en la mano mientras ambas andaban hacia la imponente guerrera. Una vez a su lado Mallory la miró, pero esta vez sin miedo ni desconfianza sino con los ojos cargados de comprensión para después lanzar una gélida mirada a Bertrand Dotter.
- Sé lo que hiciste Bertrand. Sé que Tyris era tu guardaespaldas. Ella confió en ti, te protegió en la Abadía de Puente Galeón. Y tú la traicionaste. La violaste y la mataste. Habrías hecho lo mismo con nosotras si hubieras tenido la oportunidad. Ni siquiera te esfuerces en negarlo. - Mallory volvió su mirada hacia Tyris y posó su mano en el musculoso hombro de la temible mujer. - La última vez que nos vimos me dijiste que la caza estaba llegando a su fin. Tenías razón. Tyris, espero que encuentres la paz, en este mundo o en el otro. - Con un sonrisa triste Mallory miró por última vez a Bertrand Dotter. - Nowhere está plagado de monstruos, supongo que ahora tú pasarás a ser uno más de ellos. El infierno lleva demasiados años esperándote. Adiós, Bertrand Dotter. -
Dicho lo cual, Mallory Grimes aferró la mano de Nora y se dirigió con decisión a la puerta tras la que se escondía otro monstruo, no tan distinto de Bertrand Dotter, aunque infinitamente más peligroso.
BOOM! xD
Tras la interpretación magistral del bueno de Bertie en su rol de "Taimado mentiroso protagonista", este se disponía a lanzar un deshonroso espadazo con su letal mandoble cuando empezaron a sucederse una tras otra en imparable avalancha traiciones absolutamente inesperadas para este narrador.
Primero fue la traición señorita Loxley. Increíble, pero cierto.
Aquella joven, quizás la única fémina que había estado a punto de caer en las garras de Bertrand Dotter de forma incomprensible y, quizás lo más inquietante, voluntaria y sin previa enajenación mental, le dio la espalda al abad que había estado a punto de beneficiarse en la sala de torturas de la Iglesia de Santa María del Cuchillo.
Qué giros da esta historia, ¿eh?
En segundo lugar, la traición de Mallory Grimes. Esta última de todo punto esperada por la afición desde el prólogo de la historia y avalada por el selecto elenco de groupies de la pelirroja.
Y en tercer lugar, la última revelación en lo que a traiciones inenarrables, deleznables y viles se refiere: el lumbago. You, filthy bitch...
Un terrible crujido de espalda del ahora vejestorio Bertie le previno de que alzar su acero con intención homicida contra Tyris iba a tener dolorosísimas consecuencias sobre su espinazo. Y tan dolorosas fueron que el abad, notando una aguda punzada en la raspa, puso primero los ojos en blanco para, a continuación, emitir un lastimero y anticlimático quejido de puro dolor lacerante y caer de espaldas por las escaleras.
Pobre Bertie.
Su hora estaba cerca del final.
-Marchaos-, advirtió Tyris sin perder de vista a Bertrand. -Aún podéis salir de aquí-.
Sus grebas resonaban en los escalones mientras descendía cual ángel vengador sobre su presa.
A su paso, un rastro de pétalos marchitos quedaba en la escalera.
Se detuvo un instante. No miró atrás.
-Te deseo suerte, Mallory Grimes. Ojalá puedas sacar a tu amiga de aquí-.
* * * * *
Tyris se detuvo ante Bertrand, su espada presta, dispuesta a atravesar la carne de su asesino.
Bert maldijo su suerte. Su fiel espadón quedaba demasiado lejos. En realidad, estaba cerca, pero el dolor de su espalda era paralizante. Esta vez, no iba a poder escapar de su asesina holística particular. Estaba muerto de miedo.
-Matarte a ti, es matarme a mí...-, dijo la mujer con ojos inmisericordes, brillantes como el agua del mar al amanecer.
-Es una consecuencia que acepto gustosa. No tendrás una muerte dulce. Tampoco será rápida. Te aguarda un final a la altura de tu infame leyenda, abad. Tienes mi palabra-, deslizó con patente desprecio en un tono tan aterrador que Bertie notó como le temblaban los pies.
Un breve silencio colmó el espacio entre los dos. Ambos contenían la respiración.
Tyris susurró.
-¿Últimas palabras...?-, inquirió agarrando su filo y preparándolo para lo que se intuía una ejecución en toda regla.
Creo que este mensaje merecía ir en abierto a todos ;)
Ahora voy con vosotras, chicas ^^
Fue Mallory la que abrió la puerta al final de la escalera.
Adentro, aguardaba el amo y señor de aquella pesadilla.
Un artista cruel, de ambición infinita y creador de una obra inmortal en las Tierras del Sueño.
Se trataba de Nowhere, un lugar en el que nada tenía especial sentido.
Nada... A menos que estuvieses en la trastornada mente de Alain D'Alembert.
* * * * *
El interior de la habitación recordaba a un estudio. La sala de trabajo de un artista. Caótica, desordenada y con un penetrante olor a pintura fresca. Engrilletada a una especie de potro de tortura, una mujer de larga y frondosa cabellera castaña yacía inmóvil, desnuda, de espaldas al puerta de la habitación. Su espalda estaba surcada de arañazos y por sus caderas se deslizaban finos hilos de sangre. Pareció temblar al escuchar el resonar de los pasos de Mallory y Nora en la habitación.
No había duda.
Se trataba de la chica que reflejaba el cuadro que había captado su atención en la subasta organizada por el profesor Santana.
Camille.
En el centro de la estancia, un hombre bañado en sombras. Se trataba del mismo tipo de rostro afilado y mirada glauca que había aparecido ante ellas en aquella lóbrega habitación, antes del ataque del Relojero.
El hombre era consciente de su presencia, pero parecía abstraído en algo, algo que tenía frente a sí.
Una casa de muñecas.
D'Alembert alzó sus cejas y sus ojos, azules como dos zafiros, fueron a clavarse primero en Nora Loxley, luego en Mallory Grimes.
El hombre estaba vestido únicamente con una bata de seda de un color rojo sangre. Parecía pensativo, ligeramente molesto con la intrusión.
Ahora, tan de cerca, su mirada resultaba intimidante.
-Mis obras despiertan pasiones ocultas, ¿verdad?-, comenzó diciendo mientras esbozaba una sonrisa autosuficiente. -Lo sé bien-. Rio sin despegar los labios, manteniendo un dedo en el mentón.
-He pensado que tu piel podría ser un excelente tapiz para el salón-, dijo señalando a Nora. -Aunque la cabeza podría tener otros usos más... interesantes. Sí-. No parecía requerir la opinión de nadie. Simplemente, parecía pensar en voz alta.
-En cambio, tú...-. Miró a Mallory muy satisfecho. -Tú podrías ser el armazón perfecto para mi arpa-.
Se levantó de su asiento, una silla baja. En pie, era un hombre bastante alto, desgarbado y de una complexión enjuta. No era un hombre bien parecido, pero sí rebosaba un atractivo extraño, diríase onírico.
-Bien, estáis aquí por el cuadro, ¿no? Queréis formar parte de esto. De lo contrario, no habríais traspasado la frontera del sueño. Al igual que yo, queréis trascender, ¿Me equivoco?-.
Estáis al final de la aventura.
Decidid el destino de vuestros PJ's ;)
Se podía decir que Betrand estaba aterrado. Pero no seria verdad. Fastidiado tal vez y es que ya se había acostumbrado a ese cuerpo. Un organismo totalmente imperfecto, pues no era ni atractivo, ni fuerte, ni atlético y en esos momentos menos que nunca, pues había envejecido todo lo que no lo había hecho en los últimos siglos desde que se encontrara con el Guardián del Tiempo y además, le dolía terriblemente la espalda.
Si, estaba fastidiado porque después de tantos siglos, ya se había acostumbrado a ese imperfecto cuerpo y hasta le había cogido cierto cariño. Se llevaba bien con su organismo, el cual le había sacado anteriormente de infinidad de situaciones inverosímiles en las que se había visto contra las cuerdas y más muerto que vivo, pero en aquella ocasión sería diferente. Herido, traicionado, inmóvil y dolorido, nada tenía que hacer contra una asesina interdimensional como Tyris.
Sabía que no podía fiarse de las Vaginas Sangrantes y eran tres las que le rodeaban, a cual más vil y rastrera. Sólo Tyris conservaba cierto honor, pues en parte y bajo su punto de vista distorsionado, tenía ciertos motivos para matarle, pero en lo que se refería a Nora Loxley y Mallorie Grimes... a ellas no les había hecho nada y le habían dejado tirado como un perro en una gasolinera. Mala suerte. No siempre uno podía ganar y esas harpías habían jugado bien sus cartas.
Mujeres, los seres más despreciables de la existencia humana. Todas las que habían sido importantes en su vida le habían traído problemas. Desde Lachard, la deseable, lujuriosa y caprichosa Lachard, hasta la demente Nora Loxley, cuyos cambios de humor y sus tremendos celos eran cuanto menos épicos. Mallorie nunca había sido de su agrado y nunca se había fiado de ella, por lo que no le sorprendió nada su reacción. Y Tyris... tan letal, tan inquebrantable, tan bella...
Luchando contra el terrible y lacerante dolor de espalda, el Buen Abad se irguió y colocó sus brazos en cruz. Miró directamente a esos profundos y azules ojos. Los ojos de su asesina, quien iba al fin a encontrar su merecida venganza. No iba a perder el tiempo en volver a explicarle lo sucedido, como tampoco iba a gastar saliva en ello. Insistir en que nunca quiso que sucediera lo que sucedió, volver a incidir en que él solo se defendió de su desmesurada reacción y que cuando pasó todo aquello él no era dueño de sus actos y que su mente estaba controlada por ese maldito baatezu, no servir de nada, como no sirvió en ocasiones anteriores.
- Espero que lo disfrutes. - Le dijo sonriente y sin hacer un solo ademán por defender su vida. No podía y lo sabía, por lo que no valía la pena ni intentarlo. Morir con dignidad era quizás el último e impredecible giro que le quedaba a Bertrand antes de que su existencia se disipara. - La muerte no es el final. - Le recordó a la paladín de Mitra y asintió con la cabeza justo antes de cerrar los ojos y bajar la cabeza mostrando su cuello al filo castigador de su rubia asesina favorita.
- La muerte no es el final, la muerte no es el final, la muerte no es el final... - Comenzó a repetir aceptando su final y a la espera de una rápida decapitación.
- Espero que lo disfrutes-.
Los ojos de Tyris centellearon. La guerrera hincó una rodilla, quedando a la altura de Bert, y clavó la espada en el suelo con un golpe seco. Aunque joven, Tyris siempre había sido una mujer atlética dotada de una fuerza respetable. Bertie sintió cierta fascinación por la propia ceremonia que otorgaba a la muerte. Desde luego, había tenido largo tiempo para pensarla, para ultimarla.
-No sabes cuánto-.
Agarró a Bertrand del cabello y ajustó su cuello al filo de su arma, a la altura de la empuñadura. A tan corta distancia, los ojos de Tyris eran un mar embravecido, tan intensos en su mirada que Bert se sintió ligeramente hipnotizado.
La muerte no es el final.
Épica frase final de Bertrand "Bertie" Dotter
La guerrera interrumpió el mantra de su víctima con un pausado susurro.
-No tienes... Ni la menor idea... De lo acertado que estás-.
Deslizó la cabeza de Bertie hacia el suelo con un movimiento firme. El truhan más vil de esta historia, el hombre que durante siglos había escapado no solamente al tiempo, sino también al espacio, notó una punzada, rápida y mortal de necesidad en la yugular.
-Te obsequio con una muerte de caballero, para alguien que una vez fue un paladín de Mitra-, pronunció con solemnidad Tyris mientras se ponía en pie, viendo como el anciano que antaño la había ultrajado caía al suelo con el cuello abierto y la sangre manando indómita por el frío suelo.
-Mi regalo de despedida para ti, Bertrand Dotter-.
Y allí, en pie, contemplando el último aliento de Bertie, Tyris notó como su mera presencia comenzaba a desvanecerse lenta e inexorablemente, pues como espectro de la perdición y la venganza, su existencia estaba vinculada a la de su víctima. Y es que, sin Bertrand Dotter, Tyris no habría existido jamás en esta historia. Y, a buen seguro, sin Tyris, Bertrand Dotter no habría dejado de existir.
Antes de volatilizarse en el éter de aquel vestíbulo, la joven sonrió una última vez, aceptando su sino.
Había encontrado paz.
Escena final de Tyris.
Mi amado Bertrand debe aguardar aún al Epílogo. Aún le guardo una sorpresa que sé que será de su agrado (?) xDDDD
Lo dejo en abierto porque, sinceramente, Bert merece el aplauso de la afición ^^
No demasiado lejos, una espada clamó venganza por su portador.
-¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! ¿¡PERO QUÉ HAS HECHO, ZORRAAAAAAA!? ¡¡¡HAS MATADO A MI BERTIEEEEEEEEE!!! ¡¡¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO!!! ¡¡¡LOS NIVELES DE DRAMA SE HAN DISPARAAA...!!!-.
Castigador, la única espada conocida en toda Comunidad Umbría que había cambiado de sexo por coherencia argumental con los trastornos mentales de su amado Bertie, ahora desligada del alma de su único y digno usuario, explotó en mil pedazos.
De entre las sombras, emergió una gatuna y elegante sombra de mirada ambarina que caminó con garbo hasta el cadáver de Bertie y se sentó a su lado.
-Bueno, ¿Qué puedo decir, Lemonades? Te juntaste con dos malas pécoras que te la jugaron justo al final y resulta que tenías a otra siguiéndote los talones con una navaja XXL... Así es la vida de los gatos callejeros, ¿sabes? Uno nunca sabe de dónde vendrá la puñalada final-.
El felino suspiró mientras se lamía su pata. No parecía afectado en absoluto, pero en el fondo sí estaba algo apenado por haber perdido un proyecto de socio y proveedor de recursos.
Es bien sabido que la relación con los gatos siempre es estrictamente profesional.
-Pues no sé qué más decirte... Cantabas bastante mal, pero te escuché cantar algo cuando pululabas por la ciudad. Supongo que servirá-. Carraspeó mientras se atusaba los bigotes. -Allá voy. Va por ti, Lemonades-.
;)
Notó el frío acero lacerando su cuello. No fue una sensación agradable, pero tampoco fue tan mala como cabía esperar. No lloró, su rostro no mutó en un rictus de extremo pavor. Tampoco trató de contener la hemorragia con sus manos, pues sabía que era inútil. Su vida se escapaba a borbotones en forma de plasma carmesí. Pero estaba tranquilo, sobre todo gracias a Melitón.
Sabía que aquel felino tenía un papel importante en aquella historia y desde luego entonar aquella preciosa canción era, desde luego, un muy buen motivo. Aquella melodía le transportó a un tiempo lejano, en un lugar extraño. Bertrand evocó aquellos momentos previos de pura felicidad en los que se encontró a si mismo en un bote remando y sin que nadie acudiera a él con extrañas y molestas peticiones o exigencias demenciales.
Starry, starry night.
Portraits hung in empty halls,
Frameless head on nameless walls,
With eyes that watch the world and can't forget.
Cerró los ojos. Recordó al bueno de Vincent. ¿Dónde estaría en esos momentos? Oh si... muerto. Pronto se reencontrarían, pues como bien le había dicho Bertrand a su asesina favorita, "la muerte no es el final" y de hecho...
- La muerte es sólo el principio... - Pensó Bertrand ante su último estertor y entonces se fue con una sonrisa y tranquilo. Tyris, con el justo castigo, quizás y sólo quizás, obtendría el perdón de Mitra.
- ¿FIN? -
Y la traición comenzó a tomar forma de mujer, fue entones cuando el mito de Adán y Eva pudo ser comprendido, la perdición de un hombre siempre sería potestad de una fémina y allí, Bertrand rodeado por tres, estaba claramente jodido. Loxley abrió los ojos mientras observaba a Tyris enfrentarse, llena de ira contra Dotter, a la par que Mallory indicaba los porqués de sus decisiones, al final todo tenía sentido menos la supervivencia de Bertrand.
La extraña mujer les recomendó que se marchasen y Loxley no se lo pensaría dos veces, mientras tomaba de la mano a su Mall, la pelirroja que en ningún momento le había dejado sola, siendo su amiga más fiel, alguien en quien confiar, la propia voz de su conciencia. Nunca se había dado cuenta pero de una manera profunda la amaba. Ella era mejor que las antigüedades, más que incluso Louie, el muñeco diabólico que extrañaba y que quería que riera por las noches. No había hombre alguno que pudiera eclipsar esa unión.
Mallory abrió la puerta que estaba al final de la escalera, atravesando ambas el umbral. Allí aguardaba el que había conseguido trastornarla, Alain D´Alembert, en un estudio donde el olor a pintura fresca penetraba por sus fosas nasales y donde una bonita mujer yacía inmóvil, mostrando las marcas del sufrimiento sobre la superficie de su piel.
- Eres un tirano, mira lo que has hecho, cuánto daño has provocado... Y sin contar conmigo... - dijo Nora observando al artista, mientras éste le devolvía su mirada. Loxley disfrutó aquel instante en el que daría rienda suelta a su locura -...Yo sí trascenderé, ella no... - señaló a Grimes -...Pero no seré parte de tu obra, no quiero que mi piel sea un triste tapiz.... - camina despacio hacia Alain, como si estudiara sus reacciones, parando momentáneamente al lado de Camille, metiendo su dedo índice en la herida abierta de la espalda -...¿Duele querida?....JAJAJAJAJAJAJAJAA... - risa sádica -....¿Sabes a cuánta gente podríamos atraer ambos si trabajásemos en comunión?... ¿Sabes lo perfecto que puede ser este lienzo si dejas que ponga mi impronta?....
Nora Loxley se acercó a las pinturas y se quitó la camisa, dejando sus pechos descubiertos. Luego los pintó con tonalidad verdosa, dejando los pezones en un color azul eléctrico, haciendo que la obra fuera extraña, atrayente aún dentro del mal gusto. La anticuaria sonrió.
- Mallory Grimes.... ¿Ves la casa de muñecas?... Vas a entrar allí, y saldrás por la puerta principal, esa abertura te devolverá a casa... - giró el cuello hacia donde estaba su amiga -...Te amo, he vivido en una completa negación desde que te conozco, cuando mi mayor deseo siempre ha sido quererte, desearte, buscarte... - toma aire antes de seguir explicando sus porqués -...Quise acercarme a Bertrand para darte celos, para que te fijases en mi, para que lucharas por lo nuestro... Y nunca dejaste de quererme, pero no de la manera que yo deseo... Así que lo mejor es que te alejes de mí, de la obra, de Nowhere....
Loxley cogió el tarro de disolvente y lo olió, luego miró a D´Alembert y no dudó en tirarle el líquido a la cara, quizás así desapareciera del particular lienzo donde se encontraban -...¡¡¡Márchate Grimes!!!....¡¡¡Vuelve a la realidad y haz pública mi obra!!!!...¡¡¡Quiero mujeres bellas en Nowhere que me recuerden a ti!!!!.... ¡¡¡Deja que sea lo que siempre he querido!!!!....¡¡¡¡YO SOY ALAIN D´ALEMBERT!!!....¡¡¡¡ESTE CUADRO ES MÍO!!!!
Y en la mente de Loxley había algo muy claro. Ella no quería compartir el lienzo con el pintor, quería ser la artista, quería matar, quería torturar, quería la sangre de las mujeres que se parecieran a Grimes porque ella la inspiraba. Pero no podía dañar a Mallory, no, porque inmortalizarla en el lienzo sería un vil retrato, una obra imperfecta ante la inmensidad de sentimientos que la pelirroja simbolizaba para ella. La amaba. Así que su obra perfecta permanecería en la memoria y la intentaría mejorar a base de muertes, pero jamás eliminaría a su musa principal, ella era intocable, abarcando el mundo platónico de las ideas.
Mallory Grimes estaba exhausta. Asustada. Pero también estaba cabreada. El tal D´Alembert, francamente asqueroso por otra parte, había montado todo aquel tinglado para poder "TRASCENDER". Los ojos de Mallory se clavaron en los de aquel ser despreciable para luego pasar al magullado y maltratado cuerpo de Camille, atada a aquel potro de tortura como si fuera un animal. Un objeto. - Trascender... - Mallory escupió la palabra con desprecio. - ¿Esta es tu idea de trascender? ¿Torturar a una pobre mujer para poder obtener la inspiración que no puedes conseguir de otra manera? ¿Quién eres tú sin ella? Un jodido mediocre. Y lo sabes... De lo contrario, no la tendrías esposada. Joder, nadie sabe quién eres fuera de aquí. Yo estudié Bellas Artes y ni siquiera había oído tu nombre hasta hace tres días -
Un escalofrío recorrió su espalda ante el sinsentido de aquel horror. Pero el escalofrío se convirtió en consternación ante la inesperada reacción de Nora. Su Nora. Había perdido la cabeza. Con los ojos como platos Mallory observó cómo la joven hundía su dedo en una de las heridas de Camille.
- ¡LOXY, NO! ¡¿Qué demonios estás haciendo?! - Mallory corrió hacia Camille y observó su cuerpo con una tristeza creciente. Con cuidado, Mallory posó la mano en el hombro de la bella joven y lo acarició con ternura.
...Te amo, he vivido en una completa negación desde que te conozco, cuando mi mayor deseo siempre ha sido quererte, desearte, buscarte... - toma aire antes de seguir explicando sus porqués -...Quise acercarme a Bertrand para darte celos, para que te fijases en mi, para que lucharas por lo nuestro... Y nunca dejaste de quererme, pero no de la manera que yo deseo... Así que lo mejor es que te alejes de mí, de la obra, de Nowhere....
- Oh...Loxy...- Los ojos de Mallory se llenaron de lágrimas mientras contemplaba a su mejor amiga. Todo aquel sufrimiento. Todo aquel dolor. Había sido por un estúpido afán de darle celos. Los sentimientos desbordaron su pecho y por un instante sintió que no podía respirar. Debía dejarlo salir o se asfixiaría. De repente, la luz de la habitación comenzó a cambiar y el olor del mar inundó sus fosas nasales. El sonido de las olas parecía acunarlas. Ya no estaban en Nowhere. Una playa de arena infinita se extendía bajo sus pies descalzos mientras la brisa marina revolvía su pelo rojo como el fuego. Nora estaba a pocos metros de ella, más bella que nunca. Mallory se acercó lentamente mientras una sonrisa curvaba sus labios. Al llegar a su lado no se detuvo. Nada en el mundo podría detenerla. Sus labios rozaron los de Nora fundiéndolas en un beso eterno. Un beso lleno de ternura y amor con el que Nora comprendió todo lo que Mallory había callado hasta ese momento. Con los ojos brillantes Mallory la miró y de repente la imagen comenzó a difuminarse. La oscuridad cayó de nuevo sobre ellas y un abismo insondable se instaló entre ambas.
La verdad golpeó a Mallory como si fuera una bola de demolición. Ella siempre había estado enamorada de Nora. Su amiga siempre había tenido un lado salvaje y ella siempre la había amado por ello. Pero ahora veía lo parecidas que eran Aileen y Nora. Las dos habían conseguido arrastrarla al lado oscuro y habían puesto en peligro su vida. No sabía qué era lo que Nora sentía por ella, pero desde luego no era amor. Al igual que D´Alembert no amaba a Camille. Cuando amas a alguien no intentas herirle. No intentas darle celos. No le pones en peligro. Y entonces lo supo con un certeza tan inamovible como los mismos pilares del universo. No quería morir allí. No quería nada de aquello. Quería ser feliz. Quería... volver a casa. Inmediatamente sintió que algo en ella se liberaba. Se sintió menos atada a aquel lugar. Más ligera. Más fuerte.
¡¡¡Márchate Grimes!!!....¡¡¡Vuelve a la realidad y haz pública mi obra!!!!...¡¡¡Quiero mujeres bellas en Nowhere que me recuerden a ti!!!!.... ¡¡¡Deja que sea lo que siempre he querido!!!!....¡¡¡¡YO SOY ALAIN D´ALEMBERT!!!....¡¡¡¡ESTE CUADRO ES MÍO!!!!
Una lágrima rodó por su mejilla mientras miraba con cariño a la perturbada en que se había convertido su amiga y asentía con la cabeza. - Te quiero, Loxy. Siempre te querré. Pero no puedo seguirte a la oscuridad. Esta vez no - Con las mejillas rojas y los ojos brillantes Mallory Grimes observó a D´Alembert. "SALVA A LA CHICA, MATA A LA BESTIA" - la voz de su padre resonó en su cabeza como si de la narración de un antiguo cuento se tratara. Con el rabillo del ojo miró a Camille y su voluntad se reforzó. Concentró todo su miedo, toda su rabia, todo su dolor, todo su amor, toda su locura, toda su energía en el centro de su ser. - No has entendido una mierda, ¿verdad, capullo? Los que miran tu cuadro no sienten fascinación por ti, sienten fascinación por ella. - Dicho lo cual extendió sus manos hacia delante y lanzó un estocada hacia la Bestia mientras sentía que todo su ser se iluminaba y un grito rasgaba su garganta.
Motivo: Poder
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 28 (Exito) [28]
Dewey, hago una estocada de vacío en honor al Conde! MU LOCAAAA!!
P.D. Los besos que merecen la pena siempre llegan cuando menos los esperas xD
D'Alembert notó un hormigueo en su entrepierna ante aquel espectáculo mitad lésbico, mitad melodramático, potenciado por el componente fantástico que subyacía en aquel, su castillo onírico.
-Coño-, se limitó a decir con una sonrisa vulpina estirándose en su rostro triangular, evidenciando una sorpresa que en otra circunstancia habría sido competencia de nuestro finado Bertie.
Se llevó la mano al rostro y se pasó la pintura con la que le había rociado Nora por la mitad de su faz. Ahora parecía una versión diabólica del jodido David Bowie en la célebre ilustración con el rayo bicolor surcando su rostro ebonita.
En dramáticos Capítulos anteriores...
@Mallory: - Trascender... - Mallory escupió la palabra con desprecio. - ¿Esta es tu idea de trascender? ¿Torturar a una pobre mujer para poder obtener la inspiración que no puedes conseguir de otra manera? ¿Quién eres tú sin ella? Un jodido mediocre. Y lo sabes... De lo contrario, no la tendrías esposada. Joder, nadie sabe quién eres fuera de aquí. Yo estudié Bellas Artes y ni siquiera había oído tu nombre hasta hace tres días -
-Creo que tienes un ligerísimo error de concepto, ma cherie-, dijo mirando a Mallory mientras reía divertido. -No somos nadie sin ellas-. Señaló a la sollozante prisionera, que entendiendo que su captor se refería a ella, giró el rostro en la penumbra de la estancia. El único ojo que podía vérsele al trasluz relucía con la intensidad de un zafiro estelar.
-Mi musa-, dijo muy satisfecho D'Alembert caminando hacia ella. -Vagué perdido en el Valle de las Sombras hasta dar con ella. Por naturaleza escurridizas, fui muy hábil para atraerla a mi viejo apartamento. Allí comprendí bien lo que es la inspiración... sin límites-.
D'Alembert dio una sonora palmada en las nalgas a la joven encadenada, que profirió un grito ahogado.
-¿Crees que no sé qué queréis ambas?-, inquirió con una mirada de súbito peligrosísima. -La obsesión por ella no tiene límites, ¿verdad, Mallory Grimes? ¿No es así, Nora Loxley?-.
El cómo sabía sus nombres era algo que daba para perder el sueño durante las noches venideras.
-Eres la única que queda cuerda en mi castillo de locura, mi templo dedicado al Innombrable-, dijo alzando un dedo acusador contra Mallory. -Pero eso, querida, se va a acabar... Mi última obra, reservada a ti: La decisión de Mallory Grimes-.
@Mallory: - No has entendido una mierda, ¿verdad, capullo? Los que miran tu cuadro no sienten fascinación por ti, sienten fascinación por ella.
La pelirroja hizo acopio de su considerable fuerza interior y canalizó el hechizo que le había confiado el Conde, la terrible Estocada de Vacío. Era la primera vez que recitaba el sortilegio y desconocía por completo sus efectos. Mallory cerró los ojos imaginándose retornando a Nueva York, con su ahora añorado E.B., saliendo para siempre de aquella pesadilla de locura y horror. La joven profirió un alarido que fue una mezcla de rabia y liberación, y de sus palmas emergieron sendos haces de oscuridad, unas tinieblas devoradoras de todo cuanto se interponía entre ella y su objetivo final.
Nora y D'Alembert se vieron propulsados en un vuelo sin motor por aquella caótica habitación, cayendo de espaldas contra el suelo, ambos malheridos. Nora parecía bordear la inconsciencia, quizás porque el conjuro realizado por Mallory pilló desprevenidos a todos los allí presentes. Sin embargo, el egocéntrico artista frunció el ceño, levantándose pesadamente, trastabillando desorientado. Su paciencia tenía un límite. Su sonrisa se convirtió en una mueca asesina.
-Toi... Fille de putaine...-, dijo para después lanzar un esputo al suelo. -Soy yo quien tiene la última palabra en mi reino. ¿Es que acaso no lo entiendes...? Esta... Esta es mi obra... Mi obra maestra...-.
Agarró a Nora del cabello y la alzó con violencia hasta incorporarla. De ninguna parte en apariencia el artista cruel tenía un estilete afiladísimo en su zurda. Presionó con la punta la yugular de la joven Loxley.
-Mi turno...-, siseó D'Alembert.
El tiempo pareció congelarse por un breve instante.
Los ojos de Mallory pasaron de fijarse en la mirada de depredador del pintor maldito a clavarse en el rostro confundido de su enloquecida amiga Nora.
La hoja del estilete hendió la carne, haciendo manar sangre.
Un hilo de un rojo oscuro manó por la garganta pálida de Nora.
-Como decía... La decisión de Mallory Grimes...-. El francés rio como si supiese con antelación el gran final del mejor chiste de la noche. -Puedes salvar a una. Considéralo mi noble obra de la noche. Salvar a una sola, Mallory Grimes. ¡Tú decides! ¡CAMILLE...! ¡...O NORA! ¿A quién quieres salvar? ¿A la pobre alma que te arrastró aquí...? ¿O a la musa que me quieres arrebatar?-.
Impotente, sabiéndose por entero dependiente de la decisión última de la pelirroja, Camille la miró con ojos suplicantes.
¿Y Nora? ¿Cómo reaccionaría Nora Loxley?
Los ojos de D'Alembert bullían de emoción, reconociéndose a sí mismo su genio creativo por orquestar la tortura definitiva para aquella intrépida joven que había osado desafiarle en su reino.
-Quiero que sepas algo antes de elegir, Mallory Grimes... Si eliges a Nora, quiero que sepas que cada vez que posea a Camille, tú serás la última responsable-, advirtió el enloquecido artista con una sonrisa maníaca y aterradora en el rostro. -Si eliges a Camille, puedes estar segura de que me encargaré de que tu buena amiga Nora pronuncie tu nombre cada vez que la ultraje... ¿Y sabes qué? Elijas lo que elijas, Mallory Grimes... Elijas lo que elijas, te dejaré recordarlo... Cuando despiertes-.
Mallory se enfrentaba con el artista. Desde luego no compartían la misma opinión sobre la trascendencia, dejando claro que para lo que uno era arte, para la otra tenía un fondo un tanto más mundano, tortura se llamaba, provocando que la pelirroja despreciase la obra del lienzo, aquel toque de color sádico que llevaban por firma las acciones de D´Alembert
Pero nada de eso importó en el instante en que Grimes se aproximó a Loxley para regalarle un dulce, suave y exquisito beso en los labios, que iluminó la mirada de la joven anticuaria -...Así es como debe sentirse todo... - dijo suspirando, teniendo más claro que nunca que su amiga debía abandonar Nowhere cuanto antes, de lo contrario, se jugaba la vida en el proceso -...Yo a ti también te querré siempre, y por eso debes marcharte... - limpió la lágrima que caía por su mejilla, regalándole la mejor de sus sonrisas -... Y no, no espero que te quedes ni me sigas. Nunca fue este tu lugar... Jamás...
El artista volvía a tomar protagonismo, no dejaba de solicitarlo de manera constante, indicando los no límites de la obsesión, algo que bien conocía Loxley. Ella había estado siempre obsesionada con cada misterio, con cada objeto encantado, con Grimes, con Louie.... Su enfermedad mental venía de largo, no era nada nuevo, pero sí el dejarlo a relucir porque venía el final y lo sabía, por eso debía mostrarse tal y como era, para que Mallory tuviera siempre claro que lo único que acabó moviéndola era su sola presencia.
Mallory recitó un sortilegio y provocó que tanto ella como el maldito pintor de almas cayesen al suelo, provocando heridas profundas en todo su cuerpo, como si hubiera sucedido una detonación.
- No... no.... - susurró en el límite de la inconsciencia mientras unas palabras masculinas volvían a resonar y generar eco, haciendo sentir a la anticuaria cierta dosis de dolor, surgiendo una herida en su delicado y frágil cuello, provocado por un estilete que hizo manar la sangre como si de un cerdo se tratara -... Llévate a Camille, que ella se salve porque él sin su musa pierde su magia, Mallory.... Y conmigo no va a poder, solo es cuestión de tiempo que sucumba, que desaparezca, porque esta obra es mía... Siempre fue mía... - risa, le encantaba aquello a pesar de que veía todo el suceso como si de un velo se tratase, no siendo completamente consciente de la realidad -....D'Alembert.... hoy vas a morir porque has perdido la visión de lo que querías transmitir en tu obra, te lo mostraré y serás lo último que veas....
Y con tanta sutileza Nora Loxley usó su poder telekinético para mover el estilete y clavárselo con profundidad al artista en el ojo, con clara intención de atravesar su cerebro y quebrarlo. Merecía morir, y solo deseaba sentir la sangre de D'Alembert recorriendo su cuerpo.
- Mi amor no va a llevarte a la oscuridad, Mallory Grimes. Huye y recuerda que siempre estaré contigo, sobre todo cuando te masturbes por las noches... Nunca dejes de pensar en mi..... - Y bien podía morir Nora de buen grado si su amor acababa salvada, porque Loxley sería eterna a través de su recuerdo.
Mallory Grimes sintió que su corazón se quebraba ante la certeza de que su querida Nora no podría volver con ella. Aunque quisiera salvarla de D´Alembert jamás podría salvarla de sí misma. Atrás quedaban los paseos por Central Park, las noches de pelis de serie B y palomitas, las cenas temáticas, las aventuras en el Soho y Chinatown, las compras en tiendas de segunda mano, las tardes de museo. Parecía imposible que apenas unos días antes ambas se hubieran enfundado en sus mejores galas para asistir a aquella subasta que lo destruiría todo. Ahora Nora había tomado su decisión y ambas tendrían que vivir con ella.
Mallory empezaba a dudar si aquella locura había anidado siempre en su amiga. Siempre había sabido que era diferente. Especial. Aunque jamás pudo imaginar hasta qué punto. Una parte de ella quería creer que aquel cambio era culpa del horrible lugar en el que se encontraban, aunque en lo más profundo intuía que Nora nunca había llegado a mostrarse tan auténtica como lo hacía en aquel momento. Sublime, desatada y seriamente perturbada.
Puedes salvar a una. Considéralo mi noble obra de la noche. Salvar a una sola, Mallory Grimes. ¡Tú decides! ¡CAMILLE...! ¡...O NORA! ¿A quién quieres salvar? ¿A la pobre alma que te arrastró aquí...? ¿O a la musa que me quieres arrebatar? ¿Y sabes qué? Elijas lo que elijas, Mallory Grimes... Elijas lo que elijas, te dejaré recordarlo... Cuando despiertes.
Por un instante, Mallory observó los ojos de aquel ser despreciable y pareció mirar al abismo. No podía dejar allí a Nora. No podía abandonarla a merced de aquel monstruo. Pero tampoco podía abandonar a Camille. Las palabras del Conde resonaron en su cabeza. - Descubrid sus mayores miedos. Exponedle ante sus creaciones. Hacedlo y será juzgado. -
Mallory debía huir con Camille. Ella era la única verdaderamente inocente en aquella habitación. Nada deseaba más en el mundo que poder huir con Camille, pero no podría vivir en paz sabiendo que Nora permanecería allí, bien siendo torturada y violada por aquel degenerado, bien habiéndose convertido en una versión corrompida y oscura de sí misma.
- Mi amor no va a llevarte a la oscuridad, Mallory Grimes. Huye y recuerda que siempre estaré contigo, sobre todo cuando te masturbes por las noches... Nunca dejes de pensar en mi....
Una lágrima solitaria rodó por la mejilla de Mallory que asintió lentamente. - Está bien, D´Alembert. Si quieres jugar, juguemos. Ya he tomado mi decisión. Elijo a Camille. ¿Serás capaz de dejarla marchar? - Pero entonces algo ocurrió. Nora parecía estar impulsando el bisturí hacia su captor con algún tipo de poder mental. Aquella chica nunca dejaría de sorprenderla. Era más fuerte de lo que nunca sería Mallory. Y también más trastornada, por qué no decirlo...
Y el telón comenzó a precipitarse sobre el escenario en aquella tragedia llamada “Pesadilla en Nowhere”.
El artista cruel, Alain D’Alembert, a punto estaba de degollar a Nora Loxley cuando la joven, su mente fracturada para siempre por la locura, empleó sus ocultos poderes de telequinesia para convertir el escalpelo cuyo filo hendía su carótida en el arma con la que ajusticiar al tirano.
D’Alembert cayó muerto al suelo con el globo ocular atravesado y la sangre manando salvaje por su rostro pintado, congelado en una mueca de sorpresa. Nora se tambaleó, ya sin fuerzas, cayendo de rodillas al suelo ante Mallory Grimes. Había agotado sus últimas fuerzas para canalizar su ira contra el pintor maldito, el amo y señor de Nowhere.
La pelirroja contempló rota de dolor el triste y siniestro reflejo de la que había sido su mejor amiga y supo que tenía que escapar de aquel infierno onírico como fuera. Liberó con manos temblorosas a la musa. La cabellera de Camille era tan frondosa que cubría su nacarado rostro, escuchándose únicamente su sollozar. Se abrazó a Mallory, evidenciando que no podía caminar. El bastardo de D’Alembert debió cortarle los tendones de Aquiles hacía tiempo para que no pudiese escapar de aquella prisión revestida con apariencia de opulenta mansión.
Mallory se giró una última vez para mirar a su desquiciada amiga a la cara. Supo entonces que aquel sueño no terminaba bien.
D’Alembert emergió como una sombra a espaldas de Nora. Un orbe de coagulada oscuridad en el lugar en el que debiera hallarse su ojo derecho.
Sonreía.
-En el país de los ciegos, el tuerto es el Rey-, susurró al oído de la usurpadora.
Con pulso firme y un raudo movimiento del bisturí del enloquecido artista, el cuello de Nora Loxley se abrió rociando la estancia con un salpicón de brillante sangre que alcanzó los restos de la casa de muñecas, destrozada tras el potente sortilegio que había emergido de las manos de Mallory unos segundos antes.
Fue en ese preciso instante, cuando Nora Loxley caía al suelo y Mallory gritaba rota de dolor por la muerte de su amiga, cuando D’Alembert lo supo.
La puerta.
La puerta de la casa de muñecas.
Estaba abierta.
-Non... Non... Noooooooon!-.
Motivo: Resistencia Telequinesis (POD Nora vs POD D'Alembert) 80 vs 90
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 79 (Fracaso) [79]
Motivo: Pérdida de puntos de poder (D'Alembert
Tirada: 1d10
Resultado: 1 [1]
Puede observarse que he respetado el GORE deseado por la señorita Loxley, si bien vuestro oponente es considerablemente resistente en su reino de locura, algo que resulta apropiado para un final dramáticamente explosivo ;)
La habitación fue recorrida por un estruendo cuando la puerta de doble hoja se abrió de par en par y una furiosa turba, armada con horcas y portando antorchas, avanzó hasta detenerse, ligeramente horrorizada, ante la visión del gran tirano. Solamente una permaneció inalterable, impertérrita.
Él.
Le Comte.
-La Larga Noche toca a su fin, déspota-, dijo con afrancesado timbre vocal el Conde de piel azabache, tan negrísima como la brea.
El aristócrata desvió un instante la mirada a Mallory y asintió, satisfecho.
-Sabía que eras diferente, mademoiselle Grimes. Ahora vete… Lo que está a punto de suceder, aunque de una forma primitiva y violenta, es la más poética expresión de la Justicia-.
D’Alembert quedóse lívido ante la visión de la multitud enfervorecida por las palabras del líder rebelde, ese maldito Conde francés.
-¿Cómo os atrevéis…? ¡Este es mi reino! ¡Y vosotros mis súbditos! ¡SOIS MIS CREACIONES!-, advirtió el artista apuntándoles con el escalpelo bañado en sangre aún fresca. -¿¡Osáis rebelaros contra mí!?-, inquirió, estupefacto.
El Conde clavó su mirada glauca en el sátrapa y una sonrisa audaz se dibujó en su rostro.
-Contestando a su pregunta, señor, le recuerdo que nacimos de la trastornada mente de un francés… Llevamos la Revolución en la sangre-, sentenció con frialdad.
El aristócrata, acaso el reflejo honorable del que una vez fue un hombre cuerdo, desenvainó el estoque que llevaba camuflado en su bastón. Su hoja de acero centelleó por un momento reflejando las llamas que danzaban en las antorchas de sus seguidores. Dirigió la punta al opresor mientras una sonrisa esmaltada amanecía en su oscuro rostro ante la mera idea de bañarla en la sangre del creador de aquella pesadilla.
-Damas y caballeros… La hora de la verdad ha llegado. La hora de callar y luchar. La hora de creer y, por fin, vencer. La hora de romper las cadenas y colgar de la soga al truhan. Damas y caballeros, es la hora de la liberación. Larga ha sido nuestra noche… ¡Ahora solo resta conseguir nuestro anhelado amanecer! ¡Sin miedo! ¡Sin piedad! ¡POR NUESTRA LIBERTADORA! ¡POR MALLORY GRIMES!-.
Un atronador coro de voces embravecidas por la arenga condal secundó al carismático aristócrata.
-¡¡¡POR MALLORY GRIMES!!!-.
Y allá que el Conde cargó con aquellos pueblerinos enardecidos dispuesto a reducir a D’Alembert y otorgarle una muerte definitiva, quizás en forma de guillotina. ¿Quién lo sabe? Al fin y al cabo, los sueños, sueños son.
Mallory, la única superviviente de aquella terrorífica odisea, aprovechó el caos que se arremolinó en la estancia para huir con Camille a través de unos pasillos cada vez más distorsionados hasta que, simplemente, despertó.
FIN DE ESCENA.
PASAMOS A EPÍLOGO.