Partida Rol por web

Mallory Grimes despertó sobresaltada y empapada en sudor. Debía haberse quedado traspuesta un buen rato en el sillón del refugio subterráneo tras la cena.

Una pregunta reverberó en su mente: ¿Dónde estaba Nora?

Mallory sintió una presión en las sienes y al levantarse se vio recompensada por su osadía con un ligero mareo. Consideró la posibilidad de que Bertrand Dotter, ese perturbado rufián, las hubiese drogado durante la cena o algo así. La pelirroja palideció de repente pensando que igual ese loco las había narcotizado para secuestrarlas y abusar de ellas. Ya desde la subasta, ese chalado había mirado a Nora de forma muy lasciva en opinión de Mallory.

Entonces llegó a ella un olor a chamusquina cuyo origen no supo concretar hasta revisar concienzudamente la cocina. Recordó a Bob, aquella extraña criatura lejanamente parecida a un camaleón con esmoquin, ahora cadáver con buena parte del lomo presentando un estado solo catalogable como carbonizado.

Pobre Bob.

¿Qué le habría pasado?

Fue entonces cuando una mano se posó delicadamente en el hombro de Mallory.

Nora Loxley permanecía en el umbral de la puerta de la cocina luciendo el vestido de gala que vestía durante la subasta la noche anterior. Sus ojos oscuros sonreían de alegría al ver a Mallory.

-Eh, menuda noche de locura, ¿eh? ¿Qué te parece si nos marchamos de aquí tú… y yo?-, preguntó con infinita dulzura en la voz.

El rostro de Mallory se cubrió de lágrimas al tiempo que se fundía en un silencioso abrazo con ella, creyéndola perdida en lo que ahora asemejaba una distante y terrible pesadilla.

Todo había sido un sueño.

Uno muy real, muy vívido.

Volvían a estar juntas. D’Alembert había sido derrotado. Le habían vencido finalmente. Nowhere había caído para siempre.

Sonó un timbre.

Mallory y Nora, ambas cogidas de la mano tras el sobresalto, intuyeron que quizás fuese la Policía. Antes o después, era un hecho, darían con ellas. Fue entonces cuando Mallory comprobó nerviosa su móvil.

47 llamadas perdidas de E.B. Tannenbaum en un intervalo de cuatro horas.

No, si a celo protector de sus clientes NADIE ganaba al bueno de E.B.

¿Le habría instalado esa app que permitía seguirle los movimientos por GPS?

¿¡HABRÍA SIDO CAPAZ DE TAMAÑO DESCARO!?

Mallory tuvo que reconocerse a sí misma que su abogado personal era de ese tipo de personas.

Surgió entonces otra duda razonable: ¿Dónde estaba Bertrand Dotter? Es decir, razonaba Mallory, si Nora está aquí, ¿por qué no está Bertrand? ¿Qué diablos había ocurrido con él?

En ese momento, Mallory consideró que lo único que quizás podría ayudar a E.B. a orquestar su defensa era el cuadro de Camille. Quizás el astuto letrado pudiese culpar del robo a Dotter. Y del secuestro. Y de las drogas. Y de algún crimen más que seguro que se inventaría E.B. ¡Maldito dolor de cabeza! ¡Maldito Bertrand “Psycho” Dotter!

Decidida a encontrar el cuadro, Mallory rebuscó ayudada por Nora por las habitaciones mientras el molesto e irritante sonido del timbre resonaba cada cierto tiempo. ¿Cómo había dado la Policía con ellos tan rápido? ¡Si que era eficiente el NYPD! Sin duda era la dichosa app que E.B. le había instalado a traición.

Accedieron a una salita de la Dotter Fortress en la que hallaron una inquietante revelación.

El cuadro.

Era distinto.

Camille no estaba en él.

En su lugar, una silueta recortada sobre el lienzo.

A Mallory le dio un vuelco el corazón. Ese loco de Bertrand había mutilado el cuadro. ¡Seguro que había recortado a Camille para colgarla en su santuario onanista secreto!

El solo pensar con esta posibilidad le generó arcadas.

Nora tiró de ella con suavidad al tiempo que le acariciaba el pelo.

-Déjalo, cariño. No perdamos más tiempo. Salgamos de aquí-, dijo con suavidad mientras la besaba en la sien. De repente, el dolor de cabeza remitió. Mal no encontró motivo para negarse ante la evidencia. El timbre seguía taladrando el aire y el cuadro estaba irreconocible. Aún estaban en serios problemas, sí; pero estaban juntas.

Fuera como fuese, Mallory y Nora avanzaron raudas hacia la puerta del refugio subterráneo dando por hecho que Bert sabría arreglárselas solo. Ya le atraparía la Policía. Además, la pelirroja sospechaba que E.B. estaría encantado de centrar sus esfuerzos en cazar a tan singular y extravagante ladronzuelo. Tenía la intuición de que el abogado y Dotter no se caían bien desde que se conocieron en la subasta.

¿Le había caído bien Dotter a alguien en aquella noche?

Mallory albergaba dudas.

¿Puede que al Narrador de esta traumática odisea…?

Nunca lo sabremos.

Como tampoco sabremos la mueca de incredulidad y profundo terror que embargó a las dos amigas cuando abrieron la puerta del refugio.

¿Quién creéis que llamaba al timbre…?

Frío, frío…

-HOLA, CHICASSSSS... QUIERO JUGAR A UN JUEGO... ¡JIJIJIJIJI!-.

Morir y resucitar.

Todo era posible con cada obra de arte que llegaba hasta sus manos.

Y allí estaba ella, Nora Loxley, viva y junto a la mujer que amaba, y por la cual sentía fascinación, Mallory Grimes.

El futuro juntas ya no era tan incierto, o pudiera ser que sí, Louie había entrado en sus vidas, tal y como hiciera Bertrand en el pasado. 

Dos muñecos diabólicos, uno vencido y otro aún por conocer.