Desde luego su nuevo jefe sabía cómo hacer la vida de sus subordinados más fácil. Sin embargo, había algo que no le acababa de encajar en el mercader. ¿Estaba intentando echar a sus compañeros? Cuando le dijo aquella expresión en el idioma que le enseñó su madre, al ladrón no le quedaron dudas: Malk’Evar quería hablar a solas con él. Cuando se intentó librar del paladín poniéndole a él como excusa, Serge le siguió el juego, intrigado por los asuntos que querría discutir con él.
-Bien sûr, sólo tengo un par de dudas sin importancia. No os molestaré apenas, monsieur.
Tras la marcha del caballero de dorada armadura, el ladrón aceptó esa copa extra de vino mientras escuchaba lo que su jefe tenía que decirle. Era todo realmente interesante, pero las palabras “muy bien pagada” resonaron en su mente con el mismo melodioso retintín de las monedas de oro cayendo a sus pies.
-No soy un hombre que precise de muchos caprichos, monsieur Malk’Evar. No obstante, si pudierais decirme dónde encontrar a alguien de confiance que limpie y engrase mis armas, os lo agradeceré. Y en cuanto a mes talents… -bebió un sorbo de vino antes de continuar- Sé que sois todo lo contrario a un necio monsieur, así que no me andaré con rodeos. Soy un adorador de Olidammara. Ladrón o ratero son los qualificatifs que más gustan de emplear las gentes corrientes para definirnos a mí y a los míos. Llevo pratiquant este noble arte desde que supe coordinar bien mes mains. Si hay algo en lo que mis habilidades puedan seros útiles, por un módico precio estoy más que disposé a serviros.
Malk no pudo evitar sonreír con cierta malicia al ver que sus sospechas eran confirmadas, estaba claro que Serge era su hombre y no estaba dispuesto a perder la oportunidad de salirse con la suya.-Bien, más tarde os daré las indicaciones para dar con mi herrero, un buen hombre, le encontré en la costa de Espadas, os aseguro que se trata de un hombre capaz que dará buena cuenta de vuestras armas, ahora bien... pasemos a asuntos más importantes.- Tras ver que Serge tomaba la copa Malk se hizo con otra para él y rodeo la mesa para coger su asiento. -Bien, pero no os he hecho quedar para tratar estos asuntos, no me malinterpretéis, en verdad no tengo nada contra Maverick, pero supongo que ya sabréis como son los paladines, siempre tan vehementes y estrictos con sus códigos y éticas que, en demasiados aspectos, se encuentran obsoletas.
Pero no os detuve tampoco para hablar de estos asuntos, a lo que voy es a que deseo que os hagáis con algo muy especial dentro de la torre del viajero, deseo que me traigáis la Esfera de Hron, si es que aún existe. Se trata de una esfera de caminante, una reliquia extremadamente rara debido a que se perdió el arte de fabricarlas, por ello desearía que me la trajeseis a espaldas de Maverick. Puedo aseguraros que no es nada que temer y a diferencia de muchos otros magos mi sed solo se centra en el conocimiento, pero los paladines son muy exquisitos con este tipo de artefactos y sin duda querrán esconderlo en algún templo bajo llave para que jamás caiga en "malas manos" y bla bla bla.- El gesto del comerciante fue bastante irrespetuoso e irreverente pero el tono del mismo era el de una broma para ilustrar mejor su argumento. -Si deseáis decírselo a alguien más para que os ayude, no tengo problemas, la reliquia debería de encontrarse en la segunda planta, en la sala del estudio dentro de un arcón pequeño de plata con incrustaciones de marfil y perlas. Si lográis dar con ella y me la traéis os pagare cinco mil piezas de oro, pero llegaré hasta las doce mil monedas si su chispa aún no se ha apagado y sigue funcionando. Creo que es una oferta más que generosa incluso si buscáis algún socio con el que repartirla y aún esto quedaría a parte de lo que os pagaría por el resto de mercancías que seáis capaces de traerme y las cien monedas acordadas solo por regresar. ¿Qué me decís?-
La codicia brilló en los ojos de Serge al oír la cuantía de la recompensa.
-Monsieur, no os preocupéis. Contad conmigo para esta tarea. Os traeré la esfera saine et sauve.
¿De cinco mil a doce mil monedas de oro por una chuchería mágica? Desde luego ese hombre debía tener un castillo hecho de oro para prometer semejantes recompensas. Y por descontado que en un principio trabajaría solo. Cuanto menos fueran a repartir mejor. Aunque siempre podía mentir con respecto a la cantidad a recibir y asegurarse de quedarse con un beneficio mínimo.
Sea como fuere, ese trabajo estaba a la altura del legendario ladrón Serge Leblanc. Cosas como esa hacían que su madre estuviera orgullosa de él…
-Perfecto, sabía que podría confiar en ti. Me distéis un buen presentimiento cuando os vi aparecer y estaba seguro de que no podía estar equivocado.- El mercader parecía complacido con la respuesta de Serge y no se molesto en contener su entusiasmo. -Bueno, pero no os quiero hacer perder más el tiempo, si deseáis una puesta a punto de vuestras armas dirigíos a la tienda de Thorgrim, no os costará mucho encontrarla, solo debéis de seguir recto una vez salgáis de aquí y no os preocupéis, ese enano pareciera no necesitar dormir, así que podéis dejarle vuestras armas e iros a descansar, mañana os la tendrá listas.- Malk esperó por Serge para ver si este tenía algo más por añadir, aunque en verdad lo dudaba, habían llegado a un buen acuerdo satisfactorio para ambos y tenía casi más interés que el pícaro en que este descasase correctamente para que cumpliese con el cometido que le había encargado.
Tal y como le advirtió Malk, el camino hacía la forja era sencillo, seguramente incluso sin las indicaciones de su patrón la hubiera encontrado, se trataba de la única tienda en la que aún brillaba la luz con fuerza y el repiqueteo del choque de metales parecía provenir justo de la misma dirección. Poco después el pícaro se encontró cara a cara frente a un enano con cara de pocos amigo, algo que parecía venirles de fábrica, quizás Zorba fuese una de las pocas excepciones.
Era evidente que Thorgrim había visto a Serge pero no le importó lo más mínimo su presencia, simplemente soltó un leve gruñido de queja como lo haría un escriba al sentir una mosca tras la oreja en la biblioteca. En esos momentos estaba terminando lo que parecían ser unas herraduras, costaba creer que algo tan sencillo fuera capaz de alejarle tanto del mundo que lo rodeaba, pero los enanos y el metal tenían una estrecha relación que pocas razas podían llegar a comprender.
Un par de minutos después el enano levantó la cabeza y se dirigió hacia la entrada en busca del cambiaformas, era un anciano, o eso parecía, resultaba difícil de saber a ciencia cierta con una raza que ponía tan poco esmero en cuidar su aspecto. -Debes de ser nuevo por aquí, no me lo digas, el último miembro de los infelices que Malk'Evar ha contratado para su expedición, Cierto.- La voz ronca del enano profirió aquellas palabras como si fueran una pregunta, pero parecía no buscar respuesta a ellas, pues de inmediato prosiguió. -Si quieres que ponga a punto tus armas puedo hacerlo en unas horas, armaduras o cualquier otra clase de herramienta podría llevarme más, así que si partís mañana es posible que no las tenga listas para cuando despiertes, así que si no quieres correr riesgos ya sabes lo que hacer ¿Y bien, qué será?- El enano apoyo el martillo y se aproximó a Serge en espera de su respuesta y que le mostrara lo que quería que reparase o pusiera a punto.
El ladrón sonrió al ver al huraño enano. Se había cruzado con dos enanos en el mismo día y los dos eran realmente diferentes entre sí.
-No os preocupéis, sólo se trata de poner a punto a mes petites anges.
Serge sacó su espada corta y su daga personalizadas y se las entregó al enano.
-Os las confío, monsieur. Sé que las cuidaréis muy bien.
Dicho esto el ladrón se giró para ir a buscar un lugar en el que descansar, pero en el último momento volvió a encarar al enano.
-No sabríais por coïncidence dónde podría ir a descansar en este campamento, ¿verdad?
Tras seguir las instrucciones del enano, Serge logró encontrar sin excesiva dificultad las tiendas a las que le dirigió. El problema de cual era para él se resolvió en cuanto pudo observar que todas las que no se encontraban ocupadas estaban abiertas de par en par, así que no perdió más tiempo, escogió una y se preparó para descansar lo que restaba de noche soñando con la gran cantidad de oro que acababan de prometerle, seguramente una suma tan elevada no vendría exenta de riesgos, pero eso era algo con lo que podría lidiar perfectamente cuando su mente se encontrase más despejada tras un confortable sueño.
La noche pasó tranquila permitiendo al cambiante pasarla de una sola sentada, hacía tiempo que no descansaba sobre un lecho tan confortable, desde luego seguía siendo una cama mediocre de viaje, pero una maravilla en comparación con las noches a la intemperie que había tenido que sufrir tras aquella huida inesperada de las tierras del noble. Un rayo de sol se colo por las rendijas que dejaba la tela haciendo que su descanso se viera interrumpido, entonces pudo oír como unas botas pesadas se detenían justo frente a su puerta de entrada.
La tela de entrada se abrió de lleno haciendo que el pícaro quedase completamente deslumbrado por un momento víctima de una gloriosa lluvia dorada que lo obligó a llevarse las manos a la cara para taparse. Una risa con cierto eco metálico fue lo que recibió por sus quejas. -Buenos días, Monsieur Leblanc, creedme si os digo que no era mi intención despertaron de un modo tan repentino, pero se nos hace tarde si queremos aprovechar las horas de sol para el viaje.- La armadura perfectamente bruñida del paladín asomó por la entrada, el paladín se encontraba allí sosteniendo las armas del pícaro en espera de que este reaccionase. -Thorgrim me dió esto para vos, parece que causastéis una buena impresión al enano, pese a lo soez que encontró la decoración de vuestras armas. Bueno, os las dejaré aquí, preparaos lo más rápido que podáis y reuniros con nosotros fuera, si tardáis demasiado tendréis que desayunar por el camino, aunque de todos modos os rogaría que lo hicieráis para ir más rápido. Bueno, os dejo.- Tras decir aquello el paladín volvió a dejar a solas al cambiante, aunque lo había pedido de una manera ciertamente educada y estaba claro que Maverick estaba de buen humor, estaba claro que el caballero quería salir cuanto antes de allí y que esperaba que Serge lo contentase en ese sentido.
Por un instante creyó que aquel resplandor dorado era parte de las montañas de oro que le rodeaban en su sueño. Poco tardó el ladrón en darse cuenta de la cruda realidad.
Atendió a medias al paladín tras murmurar un “buenos días” medio ininteligible. Sonrió cuando escuchó la opinión del enano respecto a sus armas. Seguro que no le habían gustado porque las figuras de mujer no tenían barba. Asintió a todo lo que Maverick dijo y, cuando éste se marchó, Serge se tomó sus buenos cinco minutos en terminar de despertarse y levantarse del cómodo lecho que le atrapaba.
Tras volver a atar sus armas al cinto, salió de la tienda estirándose y bostezando. Lo primero era coger algo de desayunar y luego salir de viaje. No era su plan favorito, pero quería estar en buenos términos con el paladín. Y si él quería salir ya, pues saldrían ya.
-Bonne journée, mes amis. Siento no haber sido el más matinal, a cambio me conformaré con desayunar cualquier cosa que haya mientras nous entreprenons la marcha. Tenemos un objetivo al que dirigirnos y un tiempo limitado, n’est pas? Cuando antes salgamos, mejor.
La llegada de Serge no fue recibida de igual manera por todos. Candance, a quien se encontró en primer lugar, se limitó a lanzar de soslayo una de sus miradas fulminantes seguida por un bufido y un esputo al suelo. Parsian, por su parte, le dedicarle unas palabras mucho más amables.
-Buenos días camarada, parece que Fharlanghn nos sonríe con un hermoso día para señalar que aprueba nuestro viaje.- El gnomo parecía sincero en su afirmación, al parecer lo sucedido la noche anterior no había hecho mella alguna en su humor, es más, parecía decidido a aprovechar la situación para componer algunos versos ya que tras dirigirse a Serge saco su laúd y comenzó a afinar las cuerdas. -Los víveres los lleva Engra, dirígete a ella si deseas algo.- Acto seguido puso una mano para cubrirse la boca y añadir por lo bajo. -Y tranquilo, creo que no eres el único al que se pegaron las sábanas hoy, pero no hagas comentarios, parece que el efecto del aguamiel y la cerveza aún no se han pasado... jijijiji- Dicho aquello, retomó los preparativos de su instrumento musical y el bardo comenzó a canturrear sobre la buena fortuna de los héroes.
-Buenod diad, Serge.- Sonrió la piel verde ante la proximidad del pícaro. -Zi te apetece tenemoz buenaz piezaz de fruta, las mazanaz eztan eztupendaz...- Sin dejar tiempo a responder, Engra deslizó su mano derecha hacia una de las sacas cargadas a su montura para tomar una manzana roja que ofreció al cambiante. -No te preocupez, hay provicionez de zobraz... provisiones de sobras.- Se esforzó por añadir con remarcando su sonrisa infantil.
Serge Leblanc saludó afablemente al bardo y le agradeció tanto el saludo como la información.
-Es un buen día, sí. El aire fresco y el beau temps seguro que ayudarán a disipar cualquier malestar provocado por les boissons spiritueuses.
Después fue directamente hacia la joven de piel verde para conseguir algo que llevarse a la boca. Sonrió cuando Engra le ofreció una hermosa manzana, la cual aceptó gustosamente.
-Perfecto, merci beaucoup ma cherie. Con esto me puedo apañar de momento.
Y tras dedicarle una encantadora sonrisa, el ladrón mordió la pieza de fruta dejando que refrescara su garganta y llenara su estómago. No es que fuera el desayuno de sus sueños, pero a caballo regalado… Y hablando de caballos... Serge se giró hacia Engra para preguntar:
-¿Están listos ya los chevaux?