Ethan, Max y Cathbad se sentaban en el asiento de atrás del taxi que habían acordado tomar para dirigirse a la residencia de los Weaver mientras Norna tomaba asiento en el lugar del copiloto para ofrecer indicaciones en caso de que éstas fuesen necesarias.
La joven parecía inquieta, y tras ofrecer una dirección sacaba de sus bolsillos un ipod mini, que toqueteaba antes de poner en cada uno de sus oídos un extremo de sus auriculares. Emitió un suspiro entrecortado, y entrecerró los ojos, ajena a lo que los tres hombres pudiesen hablar entre si.
Escena paralela requerida por los jugadores, meramente narrativa. No se permite la realización de efectos ni acciones drásticas que pudieran cambiar lo ya narrado en las escenas principales.
-Conozco el barrio al que vamos. -Comentó Ethan a los otros dos Magos en voz lo suficientemente baja como para que los ocupantes de la parte delantera del vehículo no pudieran escucharlo. -Desde aquí, aún tardaremos un buen rato en llegar. Habrá que considerarlo una tregua... -Añadió con una media sonrisa. -Porque no sé qué puede estar esperándonos allí. De todos modos estará bien ir en grupo.
¡Genial! ¡¡Gracias, Seishi!!
Por cierto, propongo usar un estilo menos recargado y más directamente enfocado a la conversación, siempre que todos podamos mantener cierta velocidad de posteo. Creo que quedaría más natural usar menos parrafadas y contestar siempre reaccionando al último post. Ya que estamos tres, deberíamos poder mantenerlo bien.
Los ojos de Cathbad miraban la ciudad a través de la ventanilla, fijándose en cómo los altos edificios del centro daban paso a las casas bajas, de no más de tres o cuatro plantas, de las zonas residenciales. Hacía tanto tiempo que no iba en taxi que ya casi ni recordaba la última vez, y ciertamente, nunca había ido acompañado. Ahora, sin embargo, para bien o para mal, se veía obligado por las circunstancias a compartir el exiguo espacio del asiento trasero con otros dos hombres, y tal era la estrechez que su hombro estaba apretado contra el de Ethan*. El aire del vehículo empezaba a quedar impregnado por el olor del brujo, que aunque fuerte y extraño, no era tan desagradable como cabría esperar: en las distancias cortas, Cathbad desprendía un olor penetrante, dulzón y pungente, como a humo mezclado con el aroma de las flores al secarse, y algo que podría ser cebolla. Al irlandés no parecía preocuparle si los demás notaban ese olor; de hecho, ni siquiera parecía consciente de él.
Ethan fue el primero en hablar, proponiendo una «tregua» entre ellos. Cathbad lo miró confundido. ¿Una tregua? Por lo que a él respectaba, no tenía absolutamente nada en contra de ninguno de los otros ni albergaba animosidad alguna hacia ellos. Eran diferentes, y eso era inevitable y necesario. En cambio, Ethan sí tenía razón en la conveniencia de no viajar solos. El sin hogar ladeó ligeramente la cabeza y frunció los labios, tardando varios segundos en responder. Parecía estar pensando qué podría decir que resultase apropiado.
—Estoy de acuerdo —dijo al final sin más, soltando un ligero resoplido por la nariz. Sus ojos pasaron a mirar al frente, atravesando el reposacabezas del conductor como si hubiese algo realmente interesante al otro lado. Después de alrededor de un minuto, Cathbad empezó a pensar que quizá podría añadir algo. Se aclaró la garganta—. Lo estáis haciendo bien.
«Qué alarde de naturalidad», se dijo.
*He asumido que Ethan va en medio del sándwich trasero XD, porque le pega, y porque además así puede echarle un vistazo a Norna.
¿Estilo recargado? No sé por qué lo dirás XDDD. Me parece bien. Este post lo he alargado un poco más para «entrar en ambiente» y crear un poco de atmósfera, pero desde ahora los abreviaré para que la conversación fluya (aunque no sé si eso será mucho decir, teniendo en cuenta lo hablador que es Cathbad XDDDDD).
Max permaneció un buen rato mirando por la ventanilla, casi con la frente apoyada en el cristal. Se le antojaba raro estar ahí. Se le antojaba extraño no estar conduciendo su propio vehículo. Y más aún, seguía dándole vueltas a cómo pensaban pagar aquel taxi. Al menos si compartían entre los tres Despertados no sería una cantidad tan elevada. Miró el taxímetro mientras avanzaba y se preguntó por qué demonios no se habría hecho taxista. Luego recordó que lo había intentado, pero que el coste de la licencia distaba por mucho de lo que él se podía permitir. Mierda de capitalismo y mierda de mundo empresarial. La sociedad americana no funcionaba. A los ricos les iba bien, cada vez mejor. A la clase media, o media-baja, sólo podía irles a peor.
Ethan comenzó a hablar, y tras un tenso silencio, Cathbad respondió. Max observó al aparente indigente. Tenía que haberse parado a rellenar su petaca. Inspiró hondo, echó la cabeza hacia atrás hasta notar el contacto con el reposacabezas del asiento y respondió también él.
- ¿Una tregua? No deberíamos estar enfrentados entre nosotros... y pese a los ánimos calientes de allí atrás... creo que nos está yendo bien juntos. - Admitió.
- Esa chica... - Dijo señalando con disimulo a Norna, aunque sentado detrás de ella, era imposible que la joven le viera. - Acaba de meterse en el lío más grande de su vida. -
Se encogió de hombros. - Y aunque no me ayude a pagar las facturas, vamos a ayudarla. -
- ¿Tenéis idea de quién o qué es ese Cob del que hablaba el reverendo? - Preguntó yendo un poco más al grano. - Todo esto se me queda un poco grande. - Admitió.
-Creo que se nos queda un poco grande a todos... –Respondió Ethan al momento, y después dejó pasar un par de segundos, reflexionando. Su ceño fruncido revelaba que los engranajes de su mente giraban a gran velocidad. –Y la verdad es que no tengo ni idea de qué o quién es lo que puede ser Cob. Por la forma en el que el reverendo manejaba a las arañas de la Umbra… podría ser quizá un espíritu poderoso con el que hubiera pactado. Algún tipo de Umbrole relacionado con la Tejedora. O con los tecnócratas… parece demasiada casualidad que aparecieran justo en ese momento.
Tras la larga frase, el joven mago cerró los ojos y dejó escapar un profundo y prolongado suspiro, en el que se mezclaban a partes iguales la frustración y el cansancio. Pero cuando los abrió, en ellos brillaba la determinación.
-Estoy seguro de que mi maestro podría saber algo… pero contactar con él no es sencillo. Aparece y desaparece a su entero antojo. De todos modos, tan pronto como podamos detenernos a tomar fuerzas, cruzaré la Celosía y traeré de vuelta algunas respuestas. No podemos seguir ciegos.
-Oh, y por cierto, creo que me habéis malinterpretado con respecto con lo de la tregua. –Añadió, recuperando por momentos su habitual actitud optimista. Las nubes oscuras que parecían haber rodeado su ánimo se disipaban por momentos, y su energía comenzaba a resultar casi contagiosa. -En realidad, me refería a una tregua en lo que está pasando, no entre nosotros. Bastantes problemas se nos echan encima como para desgastarnos entre nosotros. Aunque, siendo sincero, no sé qué pensar de Steeve. –Concluyó, encogiéndose ligeramente de hombros.
Cathbad escuchó a sus acompañantes con atención, sin interrumpirlos en ningún momento. En cierto modo, se alegró por que ninguno de ellos considerase que existían motivos para estar enfrentados. Sin embargo, decidió intervenir cuando Ethan mencionó a Steeve.
—Dadle un respiro al chaval —dijo con serenidad, casi con amabilidad en su áspera y grave voz—. Él solo trata de encontrar su camino, exactamente igual que el resto de nosotros. Y acaba de sufrir un importante varapalo ahí atrás. —Los miró entonces, primero al uno y después al otro—. Nuestros mentores estuvieron ahí para orientarnos y enderezarnos cuando estábamos perdidos. Steeve nos necesitará. —Se cruzó de brazos incómodamente en el precario espacio y apartó la mirada, como si no tuviese nada más que añadir al respecto. En realidad había otras muchas ideas y matices en su cabeza, pero Cathbad creía haber logrado transmitir lo fundamental: Steeve había chocado de frente con un error en su planteamiento, que seguramente iba a hacer que se cuestionase todo su razonamiento interno de por qué las cosas eran como eran. Se pasó una mano por la cara distraídamente, rascándose la barba—. Habéis preguntado quién o qué es Cob. Un Cuentasueños borracho me dijo una vez que Cob es un espíritu realmente antiguo y poderoso, que gobierna a toda una corte de arañas de cristal desde el centro de una inmensa telaraña. —Se encogió de hombros, restando importancia a sus propias palabras—. Nada que no sepamos ya a estas alturas.
El brujo lanzó un hondo suspiro y volvió a mirar por la ventanilla. Fuese lo que fuese lo que estaba sucediendo, tenía la firme sospecha de que iba a cambiarlos a todos, y cada vez estaba más convencido de que se iban a necesitar los unos a los otros no ya para comprender esos cambios, sino incluso para sobrevivir.
Aquellos tipos hablaban con la mayor naturalidad del mundo. Max supuso que sería normal, pero tenía muchos interrogantes en su mente y decidió que la mejor manera de obtener respuestas era preguntando.
- Esto parece algo casi habitual para vosotros... - Dijo sin miramientos. - ¿Cuánto tiempo lleváis haciendo cosas así? - Preguntó. - Siendo... - miró con precaución al taxista, que parecía ajeno a su conversación - bueno, ya sabéis, Despertados. -
Su mirada se centró sobre todo en Cathbad. Aquel tipo parecía tener la sangre tan fría como un témpano de hielo.
- Tío... No sé cómo no se te cayeron los huevos cuando aquella mezcla entre Terminator y el Motorista Fantasma te miró. -
Ethan estaba a punto de contestar a Max cuando de pronto, éste añadió su último comentario hacia Cathbad con tanta espontaneidad que el joven mago no pudo contener una carcajada tan alta que incluso Norna pareció moverse en el asiento delantero al escucharla.
-Desde luego, creo que no hubiera podido explicarme mejor. -Comentó, aún sonriendo, hacia Max. -La verdad es que, si esos Merodeadores hubieran buscado pelea de verdad, podríamos haberlo pasado mal. Yo no soy lo que se dice un especialista en combate precisamente.
-Y respecto a lo otro... -Ethan hizo una pequeña pausa, como si ordenara sus ideas, antes de continuar hablando. -Lo cierto es que creo que yo Desperté cuando era sólo un crío, cruzando al otro lado. Pero no supe darle un sentido, y tampoco había nadie que me enseñara, así que crecí con bastantes sueños y cosas raras a mi alrededor. Y hace poco más de un año que alguien me encontró... y me enseñó lo que yo era realmente. Así que no tanto, en realidad.
Max quería saber cuánto tiempo hacía que Ethan y Cathbad Despertaron. Su comentario acerca de la reacción del último al encuentro que habían tenido con los Merodeadores, así como la observación que Ethan hizo al respecto, encendieron en el vagabundo un destello de buen humor. El mago más joven relató su experiencia en el mundo Despierto. Al parecer, llevaba siendo consciente de la profundidad de la realidad desde su infancia, si bien no fue capaz de comprender y relacionar todas las percepciones que tenía hasta el momento en que fue instruido. Cathbad escuchó su breve historia con interés, empezando a hablar solo cuando él había concluido.
—Mi caso es exactamente el contrario al tuyo. He estado completamente ciego a la realidad durante la mayor parte de mi vida. No me avergüenza decir que como aprendiz fui francamente obtuso. Un desastre. —Se encogió de hombros—. No importaba cuánto se esforzase mi mentora, todas las cosas que me enseñase. Me empeñaba en continuar Dormido. Necesitaba algo más. Necesitaba ver lo enfermo que estaba el mundo, sufrirlo en mi propia carne, infectarme de su necrosis. Y con la mortificación, surgió la chispa. —Chasqueó los dedos, pero sus ojos estaban perdidos, sin mirar a ningún lugar en concreto. Su voz sonó monocorde y distante a lo largo de todo su soliloquio—. En cuanto a mi enfrentamiento con aquel Merodeador… —Una ligerísima, casi imperceptible sonrisa le cruzó el rostro—. Tenía que plantarle cara, demostrarle que no lo temía. Si me hubiese acobardado, esa cosa me habría destruido. De todos modos, tampoco pude hacer otra cosa.
Cathbad hizo un sonido con la lengua, como si de repente se hubiese cansado de hablar del tema. Había cosas que no terminaba de comprender acerca de sí mismo, y que quizá prefería no saber.
Max tragó saliva un momento.
- Bueno, al menos parece que tenéis más claro que yo unas cuantas cosas. - Afirmó. - Cuando aquel tipo se presentó en mi despacho lo primero que pensé era que estaba chalado. - Explicó. - Pero un chalado con pasta, así que no iba a negarme a trabajar en su caso... -
Volvió a encogerse levemente de hombros. - Un par de días después ya había visto más cosas raras que en el resto de mi vida, y había escuchado en más de una ocasión que resulta que soy un puto mago... - Comentó mostrando una sonrisa divertida al recordarlo. - Lo primero que pregunté a mi maestro fue que si no podía chasquear los dedos y que apareciera un fajo de billetes en mi escritorio. - Explicó.
La cara de Robert había sido todo un poema. - Cuesta adaptarse a este cambio... pero más aún sabiendo que esto no es todo lo guay que supuestamente debería ser. ¿No? Al menos hasta ahora sólo me he topado con más problemas que ventajas...-
Inspiró hondo, quizá no estaría mal una calada... pero dentro del taxi no iba a poder fumar, y no tenía cigarrillos. Pensó en pedirle uno a Cathbad, pero quizá más tarde, cuando bajaran del coche y después de que hablaran con la madre de Norna. - Pero es lo que soy así que más me vale ir acostumbrándome a mi nueva vida. -
Ethan miró con cierta compasión a Max mientras se sinceraba con su propia situación. Lo cierto es que no parecía que le hubieran ido especialmente bien las cosas, y Despertar en una mala situación no podría definirse precisamente como la mejor de las experiencias. Norna, que continuaba en el asiento delantero inmersa en su música, era un ejemplo perfecto. En ese sentido, Ethan no podía quejarse. Aunque en ocasiones había creído estar volviéndose loco, la verdad era que su transición había sido más suave.
-Es lo que todos somos. -Añadió Ethan al comentario de Max. -Pero desde luego, cuesta acostumbrarse. Yo he estudiado una ingeniería... ya sabes, todo números y fórmulas. A vece me resulta un poco absurdo haber aprendido todo eso cuando... bueno... puedes cambiarlo con un pensamiento. ¿Qué valor ha tenido todo, entonces?
Dejando la pregunta en el aire, hizo un gesto y sacó su móvil del bolsillo interior de su chaqueta, observando con ojo crítico la pantalla completamente negra. La alta tecnología había perdido su duelo contra Madame Cleo.
-Bueno. -Chasqueó la lengua. -Por lo menos espero que me sirva para arreglar esto. Me costó cuatrocientos dólares, y no tenía ni un año.
Por cierto, me está gustando un montón esta charla, la estaba echando de menos
Max continuó hablando, explicando a los otros el modo casi accidental en que se tropezó con su Despertar, y cómo hubo de acostumbrarse rápidamente a aceptar cosas que hasta entonces daba por imposibles, al mismo tiempo que se daba de bruces con el hecho de que todo ese supuesto poder no servía para hacer desaparecer mágicamente todos sus problemas, sino que le daba otros nuevos y potencialmente mortales. Cathbad emitió una risa amarga que más bien pareció una tos seca, sintiéndose extrañamente identificado con el desafortunado detective. Parecía increíble lo mucho que se parecían las personas una vez rascabas un poco la piel y empezabas a escarbar.
Ethan, por otro lado, parecía abrumado por la futilidad de todo lo aprendido una vez sabías que podías imponer tu voluntad a la realidad que te habían enseñado. Cathbad no sabía nada de ciencias ni de los modos extraños y delicados en los que todas las cosas estaban interconectadas, pero tenía su propio modo de comprender ese precario equilibrio. Meneó la cabeza a un lado y a otro, pensativo.
—Tienes que aprender cuáles son las reglas para poder saltártelas —afirmó con un encogimiento de hombros casual—. No puedes trastear con un aspecto de la realidad que no conoces y esperar que haga lo que quieres. Tienes que entenderlo. Y esa ingeniería que has estudiado es la forma que has elegido de comprenderlo. Una manera tan buena como cualquiera, siempre que tengas claro que no define la verdad; solo es una herramienta, un leguaje para que tú la comprendas y puedas negociar con ella.
Sonrió, satisfecho por el modo en que había conseguido expresar su opinión. Aquella charla estaba resultando más refrescante de lo que esperaba.
Same hereee! Me está encantando obligar a Cathbad a socializar un poco ^^. Si al final seremos amiguitos, ya veréis.
-Entiendo lo que dices. -Respondió Ethan a la argumentación de su compañero. -A lo que me refería es que es difícil afrontar tus propias limitaciones frente a una realidad completamente cambiante. Nadie está completamente preparado para eso... Por eso entiendo cómo te debes de sentir, Max. Ser un mago no es fácil. O por lo menos no es todo lo fácil que uno creería... Pero no te preocupes, no estás solo. -Añadió sonriente hacia el detective. Sin embargo, de pronto una idea desagradable debió de cruzar por la mente del joven Despertado, porque su semblante se oscureció visiblemente.
-Y hablando de eso... Nos hemos unido por una razón o por otra, pero el eje de todo esto sigue siendo ella. -Dijo en un tono más bajo, como si quisiera asegurarse de que Norna no lo escuchaba ni siquiera a través de la música que inundaba a sus oídos. -Hemos decidido ayudarla, hemos decidido protegerla... Estoy orgulloso de haberlo hecho... Pero lo cierto es que no sabemos nada. Estamos ciegos en esto, chicos. Y necesitamos abrir los ojos.
- Tienes que aprender las reglas... - Repitió Max las palabras de Cathbad... Aunque no acabó la frase igual para poder saltártelas. - Eso mismo dice siempre mi maestro. - Admitió. Suponía que con el mismo sentido que le decía Cathbad, pero con otro objetivo, con otra finalidad.
Robert no creía que se pudieran saltar las reglas... ni cambiarlas. Pero se podía aprovechar de los huecos... de los vacíos legales, que según Robert siempre había. Cathbad parecía comprender aquello bien.
Entonces Ethan se puso más serio y tocó un tema que les concernía a todos.
- Norna... Estamos asumiendo que ella acaba de Despertar y es uno de los nuestros... - Musitó. - Pero como dices, - dijo refiriéndose a Ethan, - estamos ciegos. Ni sabemos si eso es cierto... ni sabemos quién la persigue ni por qué. Bueno sí, ese tal Cob pero... - Era lo mismo que no saber nada.
- Cuando la dejemos con su madre deberíamos investigar un poco... Esto es como un caso en el que el asesino va siempre un paso por delante... Nosotros somos los buenos y tenemos que adelantarnos. -
«Los buenos». Cathbad dejó escapar un resoplido por la nariz al oír aquella expresión. Tal y como lo veía, aquella no era una cuestión de bien o mal, sino de sensatez, de instinto de preservación. Estaba claro que lo que fuera que Cob y sus esbirros Tecnócratas estuviesen planeando no iba a ser nada beneficioso, ni para los magos de las Tradiciones ni para la población de San Francisco en general, ni siquiera para los habitantes del paraje espiritual; aquellos que podían hacer algo debían hacerlo, no por bondad, sino para acabar de una pieza. Sus ojos miraron a Norna durante un segundo. La chica parecía ausente en su mundo, con los auriculares conectados a su cerebro, pero Cathbad sabía que empezaba a ser consciente de la situación y de su importancia.
¿Serviría de algo todo aquello, o solo estaban retrasando lo inevitable? Fuese como fuese, no tardarían en salir de dudas.
Yo por mi parte ya he terminado, a menos que alguien diga algo que me haga volver a intervenir :).
-Eso sería lo ideal, ¿verdad? -Replicó Ethan tras esperar un instante, en el que quedó claro que Cathbad se había sumergido de nuevo en sus propias reflexiones. -Pero si somos inteligentes, deberíamos tener en cuenta algo. Damos por hecho que "el asesino" va un paso por delante... pero puede que vaya mucho más allá. No estamos seguros de qué nos espera en casa de Norna. No tenemos confianza en que todo vaya a ir bien. Y por eso vamos todos, a pesar de que su madre nos mirará como a una panda de raritos, a pesar de que todos necesitamos dormir y una ducha. Vamos porque seguimos temiendo por ella. Y creo que tenemos motivos de sobra.
-Por eso... -Continuó hablando el mago más joven, exponiendo sus ideas. De algún modo, se sentía responsable. De Norna, sí, pero también del extraño grupo que se había formado a su alrededor. De ese grupo de desconocidos que, por caprichos del azar, parecía condenado a necesitarse. Y alguien tratar de que tuvieran un rumbo. O intentarlo, al menos. Y él solía aceptar la responsabilidad siempre que la tenía cerca. -Creo que lo mejor será trazar un plan, al menos, si todo se descontrola al llegar. Si nos esperan Tecnócratas en la casa, o arañas en la Umbra, mejor estar preparados. Como poco, deberíamos saber qué es lo que podemos hacer para coordinarnos... y tener un plan para escapar si todo falla. -Una última pausa precedió a sus últimas palabras. -Porque yo... yo podría escapar más allá de la Celosía, pero no puedo dejaros atrás.
Max meditó un par de segundos las palabras de Ethan. Se llevó una mano al mentón y luego respondió.
- Va a ser difícil. Por mucho que tengamos un plan, si nos están esperando habrá problemas... y será un caos. Nuestra mejor opción es permanecer unidos salvo que sean muchos... demasiados. En ese caso votaría por separarnos y reunirnos más tarde en algún punto franco. - Sugirió.
- O tener algún medio de comunicación entre nosotros que no puedan interceptar... Dudo que nos hayan identificado... al menos por ahora. Apúntate mi número de móvil y pásame el tuyo. - Dijo a Ethan* antes de mirar a Cathbad.- Tú... ¿tienes móvil? - preguntó. Por las pintas todo parecía indicar que no, pero el mendigo les había sorprendido en más de una ocasión y era mucho más de lo que aparentaba.
Tragó saliva. Si les tendían una trampa y había que escapar... su magia no le iba a servir de mucho. Tendría que correr, y el ejercicio físico no le gustaba demasiado. Cuando era más joven estaba en forma pero hacía ya años de eso.
*Le doy mi número de móvil, y si accede me apunto el suyo.
Cathbad sacudió la cabeza, ligeramente hastiado. Tantas conjeturas le estaban dando ardor de estómago. Miró a sus acompañantes con los brazos cruzados.
—«Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo». No podemos estar más preparados de lo que ya estamos. Si realmente nos están esperando, puede que la policía ya haya rodeado la zona. La influencia que tiene la Tecnocracia en la sociedad Durmiente no es despreciable. Estoy convencido de que, un minuto después de llevarnos a Norna, todas las comisarías de los alrededores ya tenían expedientes delictivos con antecedentes falsos y nuestras fotos en ellos. Así que calma. —Los ojos del irlandés volvieron a traspasar el asiento delantero. Su voz salía como un murmullo ronco—. Solo hay una cosa en la que nunca podrán ganarnos: ellos no tienen nuestra capacidad de improvisación. Planificarán cuidadosamente cada posible paso nuestro, cada curso de acción probable, pero son incapaces de toda forma de pensamiento creativo. Y por ello, no nos atraparán.
Cathbad parecía realmente convencido de sus propias palabras, aunque su rostro no mostraba ningún indicio de entusiasmo o esperanza; tan solo férrea determinación. Era un hombre que creía en la voluntad. Si uno hacía lo que debía sin dejarse arrastrar por distracciones o miedos irracionales, sus pasos lo llevarían un poco más cerca de su objetivo, fuese cual fuese. Sin embargo, cuando Max propuso intercambiar sus números de teléfono, llegando incluso a preguntar si Cathbad tenía uno, el mendigo soltó una estrepitosa e inesperada carcajada.
—¿Y de qué iba a servirme un trasto de esos? Ya he visto lo bien que funcionan. —Su expresión era seria, traicionada únicamente por una ceja levantada con diversión—. Chaval, si quieres hablar conmigo, enciende seis velas pensando en mí y di mi nombre tres veces mirando a un espejo.
El mago más joven escuchó a los otros dos mientras soltaba con habilidad la tapa trasera del móvil y observaba con ojo crítico los componentes que se adivinaban allí.
-Bueno, pero no siempre se tienen velas a mano. –Replicó tras unos instantes, haciendo gala de una fina ironía, a las últimas palabras de Cathbad. –Sin embargo, yo sí suelo tener el móvil a mano, así que podría ser útil tener nuestros números si algo sucede. Y si consigo arreglar este trasto, claro… pero tiene mala pinta. –Añadió, mientras seguía mirando el interior de los circuitos como si éstos pudieran darle alguna pista. Finalmente, suspiró, volvió a guardar el estropeado móvil, y sacó una libreta, que tendió a Max.
-Apúntamelo ahí… cuando pueda pasar por casa, ya me ocuparé de cargarlo. –Añadió, cuando de pronto se percató de un cambio en el exterior del coche. El escenario había cambiado, y ahora transitaban por una carretera casi desierta, rodeada de lujosas casas y mansiones que parecían sacadas de otra época. El tiempo había transcurrido más rápido de lo que esperaba mientras discutían, pero lo cierto es que apenas unos minutos los separaban de su siguiente destino… y de lo que sea que allí los esperara.
-Casi hemos llegado... –Comentó, y sacó de su cartera un puñado de billetes. Lisos, en buen estado, recién sacados de un cajero automático. De algún modo, Ethan tenía la sospecha de que era el único que había considerado prudente pasar por el banco antes de ir a meterse en líos. Y la mirada soñadora que Max le dedicó cuando sacó los billetes sólo acentuó su sospecha. Así que decidió ser generoso.
–Bueno, este taxi corre de mi cuenta, que ha sido idea mía. Ya me invitaréis a beber algo cuando todo esto acabe. –Bromeó con una media sonrisa, y después añadió en voz baja. –De veras, no sabemos qué es lo que tenemos delante. Creo que está de más decirlo, pero vamos a intentar cuidarnos entre nosotros… porque no creo que nadie más vaya a hacerlo.