El mal tiempo simplemente parece no querer irse. Pendones mojados flamean en la fresca mañana mientras una ominosa y empapada multitud se agolpa alrededor del cadalso de madera en la plaza del mercado. Los guardias de la ciudad, protegidos tras capotes de color oscuro, vigilan la villa.
Vakaipa y Vakazara llegan a la herrería para ver que está cerrada, un cartel anuncia que estará cerrada durante la ejecución, al parecer nadie quiere perdérselo.
Un verdugo enmascarado sube al cadalso y espera. Asiente a un delgado caballero, empapado y enfundado en una armadura, que se acerca cojeando a través de la gente, un mandoble enorme enfundado a la espalda. Se levanta como un pilar de luz en la oscuridad y se mantiene alerta, observando todos los preparativos. Unos pocos pasos detrás de él, le sigue un elfo serio de aspecto noble vestido con una capa gris de excelente calidad.
La animadversión de la multitud se transforma en odio cuando un prisionero es llevado hacia el cadalso por un par de guardias. El mago con el cráneo afeitado no lleva más que unos calzones, y la mayor parte de su delgado cuerpo aparece cubierto por tatuajes de aspecto serpentino. Sus muñecas y tobillos están atados con cuerdas y sus párpados y labios han sido cosidos, una visión que lleva una mueca de disgusto al caballero de la armadura.
El sonido de la tormenta no puede ensordecer los gritos de la multitud. Gritos de -¡Matad al mago! -empiezan a sonar. Una anciana grita también: -¡la basura para los gusanos!
Un pesado carruaje tirado por caballos ricamente enjaezados y rodeados de guardias se detiene al lado de la multitud. A través de las ventanas cubiertas de gotas de lluvias podéis ver el pálido rostro del Duque Maldwyn, que permanece atento a todo el proceso.
Mientras la cuerda se aprieta alrededor del cuello del mago, los tatuajes en su piel empiezan a culebrear. La gente grita de terror, y el caballero de la armadura empuña su mandoble-
Momentos más tarde, el capitán de la guardia le hace una seña al verdugo para que este abra la trampilla. Una corta caída trae el final del mago. Un relámpago brilla y por un momento esperáis que el cuerpo del mago desaparezca en su estallido, pero su cuerpo permanece balanceándose al final de la cuerda, los tatuajes inmóviles por fin
-¡A los nueves infiernos con él! -grita uno de los aldeanos.
El caballero parece más relajado mientras la multitud comienza a dispersarse.
De repente, un jinete montado en un caballo negro entra a todo galope en la plaza, sorprendiendo a todo el mundo. Parece dirigirse directamente hacia el caballero de la armadura.
-¡Mi señor! ¡Mi señor! ¡Terribles noticias!, ¡la baronía de Cromm ha sido atacada por un dragón negro!
Una intensa incomodidad se apoderó de Vakaipa cuando se notó a sí mismo aburrido mientras el resto del populacho reaccionó con griteríos, emoción, susto y por último alivio durante la ejecución; lo que allí llamaban ejecución estaba limitado a la aplicación del castigo frente a la gente, no el festival de creativo dolor que tendía a prolongarse durante una a tres horas, a veces con entremeses teatrales, piezas musicales y pausas para el excusado en la Ciudad de Dis.
- Creo que llegamos tarde para pedir hablar con el mago en vida, lo siento Vakazara, al final ni lanza nueva ni oportunidad de interrogatorio- viendo colgar al pobre desgraciado le arrancó una sonrisa al Tiefling, qué muerte tan propia y digna en territorio hostil; la gente del Vado era de lo más considerada. Con disimulo le susurró a su melliza-. ¿Sabes si al final hay que aplaudir aunque no haya sido un gran espectáculo?
Fue entonces que llegó el mensajero con las nuevas sobre el ataque a la Baronía de Cromm que, por más que se esforzase Vakaipa en rememorar, no terminaba de caer en qué dirección caía por la inmediata curiosidad que le generaba saber si dicho ataque se podría ver desde las torres más próximas o no.
- No quería comentarlo delante de los demás, no después de lo mal que lo han pasado, pero las arcas del Cónclave Celeste andan escasas, bastante, mucho- los ojos de su hermana fulminaban así que expulsó la verdad de su pecho para que la asumiesen juntos-: quedan 15 monedas de oro; de lo que quedó tras los asaltos e incendios se fue todo a convertir esa casita en un refugio.
Frotando índice y pulgar mientras miraba en dirección al Duque Maldwyn le dio a entender a Vakazara que quizás se ofreciesen incentivos por colaborar en el rescate de la baronía, incentivos que su orden necesitaba para sobrevivir más allá de la semana.
Vakazara sonrió ante el comentario de su hermano.- Por sus caras creo que no es momento de aplausos ni vítores. Luego podremos desquitarnos en la Vaca o en el Río si vamos al mercado. De todos modos ha sido bastante aburrido, ni siquiera ha habido luces, y la sangre sigue en su cuerpo.
Esperaba que hubieran amenizado el evento con pasteles o comida copiosa. Pero bueno, ya habían tenido su primera ejecución y empezaba a conocer mejor a la gente del pueblo.
Su cara cambió sin embargo cuando su hermano siguió hablando... ¿¡Solo nos queda eso!? ¿Se perdió también lo que había en el cofre? Su hermano llevaba la economía y hasta entonces no se había preocupado de saber de cuánto contaban. Desde el ataque nunca había faltado nada, salvo sus antiguas pertenencias que quedaron destrozadas. Era por eso que confiaba en él.
- Tengo unas cuantas monedas que llevaba encima aquel día y guardé por si acaso. Tenía la esperanza de recuperar mi antiguo equipo algún día, pero si es necesario contaremos con ellas.- Le dio un beso. - No te preocupes, saldremos adelante. Quizá si que nos venga bien lo que está ocurriendo. - Había leído lo que pensaba su mellizo al cruzar su mirada.
- Vamos ahí delante a ver si nos enteramos de algo.- Cogiendo a Vakaipa de la mano se acercó al cadalso para escuchar mejor qué detalles daba el jinete a su señor. Hasta ahora no había visto ningún dragón negro y ni siquiera creía que hubiera alguno por estas tierras, pero la idea le parecía excitante.
Leo estaba apoyado contra una de las paredes de la herrería, donde se había protegido de la lluvia por un canalón en la noche y separado de la multitud, pero sin perder detalle de la plaza. Había ido hasta allí con la intención de vender las armas de guerra de su abuelo, para conseguir unas más sencillas. Las llevaba bajo el brazo, envueltas en paños y telas sucias, que, junto con el lamentable aspecto del alfarero, hacía que pocos pensaran la pequeña fortuna que llevaba consigo.
En la ciudad, la gente sólo piensa en dinero, sus conversaciones son en torno a este y como conseguir más, lo tratan como un dios, no sería raro que en el futuro hicieran templos en su honor donde reverenciarlo, acumularlo y sacrificar almas y vidas bajo su bota inmisericorde, donde la avaricia sería sería un valioso atributo escondido tras la palabra ambición, en vez de un encadenante pecado.
Es por eso que tenía ganas de deshacerse de ellas cuanto antes. Mientras es espectador apático de la ejecución de un hechicero. No sabe que delito ha cometido, pero la multitud lo odia, debe haber hecho algo atroz. Leo, se coloca bien las mochilas y las pega contra la pared, para que sus provisiones de comida se mojen lo menos posible de los últimos gotones perezosos que de cuando en cuando se lanzan desde el borde de los tejados para morir contra el suelo, donde renacen como barros y charcos.
Estira la cabeza curioso cuando entra el montado en la plaza gritando advertencias sobre, nada más y nada menos, un Dragón. Esto atrae su interés mucho más que esa ejecución, pues nunca ha visto a un dragón y dando unos pasos hacia la salida del estrecho callejón se asoma poseído por el huroneo, para enterarse mejor que está ocurriendo en la hacienda de ese tal barón.
A su lado un perro callejero, de pelaje marrón encrispado, al que le ha pasado un poco de alimento en las últimas horas, levanta las orejas, queriendo ser partícipe de lo que atrae la atención de su nuevo mejor amigo.
Al entrar al pequeño poblado, asombrado aun de la cantidad de gente que arribaba a este, con mercaderías de todo tipo, mas su asombre era más grande al ver que todos realmente se dirigían al centro para poder observar la ejecución.
Traía consigo un bolso con unas aves silvestres las cuales fue a llevar a casa de Lucy y sus padres, al llegar a esta, se dio cuenta que casi nadie se encontraba en el vecindario, procedió a entrar a la casa.
Llamo a Greta, la madre de la joven, la cual atendió rápidamente –Aquí traigo lo que pido mi señora-, esta le agradeció y el centauro procedió a caminar para buscar sus cosas y marcharse al centro a hacer su labor.
Tras unos minutos ya estaba allí, haciéndose espacio entre la muchedumbre, al llegar al puesto asignado, se mantuvo expectante de lo que sucedía a su alrededor.
Estaba de acuerdo con las normas a ser cumplidas, por lo que no provocaba en el remordimiento alguno, más si se sentía algo incómodo de la gente y como se comportaban ante este evento… en el tiempo que tenía allí, nunca los había visto así.
Tras el sonar seco de la cuerda al impedir que cuerpo siguiera en caída libre, no pudo evitar girar un poco la cabeza para observarlo y notar el movimiento de los tatuajes –Por los dioses- se dio a sí mismo, observo nuevamente al público algo consternado y pidió que Lucy no se encontrase allí presente.
El bufón había llegado a la ciudad en busca de algo de trabajo que pudiera llenarle la bolsa lo bastante como para seguir viajando. Porque la vida no era fácil cuando no te podías quedar en un mismo sitio demasiado tiempo. Pero... Tal era el día a día de los que elegían ser asesinos en la oscuridad. A ver, que no es que todos los asesinos lo pasaran mal, antes todo lo contrario, pero en el caso particular de Giacomo y su compañera drow Ashara... Digamos que habían conseguido cabrear mucho a quien no debían. Claro, que si aquel estúpido pseudo-cacique que lideraba el gremio de asesinos de Luskan no hubiera querido propasarse con Ashara, ella no le habría rajado como a un cerdo. Y si su lugarteniente no se hubiera querido pasar de listo intentando "ejecutarles por alta traición", él no le habría partido el cuello. Cosas que pasan, la cuestión era que cuanto más lejos estuvieran de esa ciudad, mejor.
De ahí que sus pasos les hubieran llevado a la ciudad de Vado de la Daga. Giacomo había llegado antes, ya que habían decidido tomar caminos separados para despistar a posibles perseguidores. Ashara no tardaría demasiado en llegar, no obstante, por lo que él la esperaría en esa ciudad.
Que con buena fortuna había llegado, ya que a pesar de la incesante y densa lluvia, estaba a tiempo de presenciar una ejecución pública, al parecer de un mago acusado de mil horribles crímenes, crímen arriba, crímen abajo. La ejecución prometía ser rápida y brutal, como le gustaban a Giacomo, ya que el verdugo que subió tenía pinta de poder decapitar a un buey si se lo proponía. Sin embargo, algo pasó con los tatuajes de aquel hombre. Algo... Extraño. Serpenteaban como si estuvieran vivos, retorciéndose y agitándose como gusanos moribundos. Y entonces, a la vista del pánico que el mago estaba causando, un guerrero le decapitó de un espadazo, poniendo fin al movimiento de aquellas marcas y ganándose la ovación de la gente.
Pero la alegría duró más bien poco, ya que un jinete entró de repente en la plaza donde se estaba celebrando la ejecución con nefastas noticias. Un dragón estaba atacando un lugar llamado Baronía de Cromm. Al escuchar semejante comunicado, Giacomo sonrió. El último lugar donde el gremio de Luskan les buscaría sería cerca de un dragón negro. Sin dejar de sonreír, GioGio se acercó al cadalso a ver qué más podía oír. Fingir su desaparición en las fauces de un dragón sonaba a un buen plan a oídos del bufón, a ver qué le podían decir de esa criatura escamosa. ¡Qué ganas de que su Cuchi-Cuchi llegar para poder contarle la buena noticia!
Las noticias del ataque en la baronía de Cromm desatan el pánico en la plaza del mercado. Mientras la gente se desperdiga inmediatamente en busca de refugio por la lluvia, el Duque Maldwyn trata de calmar a la multitud con palabras tranquilizadoras. Mientras tanto Isteval ordena a los miembros de la milicia de la villa que recluten a clérigos y a soldados para marchar hacia la Baronía de Cromm.
Hay otro destello de relámpago cuando el caballero de la armadura, Sir Isteval, se vuelve hacia vosotros.
-La Baronía de Cromm está bien defendida, pero un dragón puede ser una amenaza demasiado grande incluso para la baronesa Wynne. Si no tenéis ningún otro asunto que solucionar, nos vendría bien que nos echarais una mano.
El Duque Maldwyn echa una mirada preocupada a los cielos tormentosos y se vuelve hacia Isteval.
-La mayor parte de la milicia se quedará en la villa, en caso de que el dragón nos ataque
-Por supuesto, su gracia -responde el Caballero-. Eso sería lo más sabio. Treinta aguerridos hombres a caballo deberían ser suficientes
El Duque Maldwyn no tiene reparos en permitir que Isteval lidere a los refuerzos que marchen hacia la Baronía de Cromm. Está contento de dejar el asunto en las capaces manos del caballero y se retira inmediatamente a la seguridad de su castillo
Parece que estamos de suerte, el susurro de Vakazara sonó casi inaudible para su hermano.- Por supuesto que os acompañamos, cualquier ayuda va a ser necesaria si de verdad se trata de un dragón.
Entusiasmada, aún no podía creer que fueran a ver uno. Durante años había leído sobre el poder devastador que éstos tenían, por lo que la idea podría ser ridícula pero una sensación de felicidad le embargaba. Agarró a su mellizo de la mano y se dirigió donde estaba Isteval.
No quería saber nada sobre si les pagarían, aunque sabía que lo necesitaban, o si no serían suficientes para afrontar a la bestia y la partida acababa en desastre, pero si sabía que quería ir y contemplar por fin lo que los humanos consideraban su peor pesadilla.
Cerrando los ojos al sonreír con ganas Vakaipa le hizo saber a su hermana que compartía su ilusión, se dejó arrastrar como cuando en las callejuelas de Dis huían de demonions barbudos a los que les había robado una pieza de fruta en el mercado. Aquel recuerdo casi le hizo soltar una carcajada.
- Tal y como dice la sacerdotisa de Selûne, el Cónclave Celeste le está agradecido al duque y a sus gentes por acogernos- habló en alto, alzando su báculo; no podía perder la oportunidad de anunciar públicamente el interés de la fe de su hermana en ayudar a quienes lo necesitasen, puede que así más gente se pasase a su feligresía y para la próxima luna llena tuviesen a suficientes como para hacer un gran círculo en campo abierto-; ¡Contad con nosostros!
Pero cómo... ¿Le traicionaban sus oídos? ¡Aquello era miel sobre hojuelas! Él necesitaba un trabajo cerca de esa baronía y ese noble caballero se lo estaba ofreciendo. Con la sonrisa en los labios, Giacomo se acercó a la pareja de tieflings, los cuales le resultaban lo bastante parecidos como para ser hermanos o unos amantes muy narcisistas.
En cuanto terminaron de ofrecerse, el bufón levantó la mano para añadirse al grupo que se estaba reclutando.
-Noble señor, si voluntarios es lo que buscáis, aquí tenéis uno más. Giacomo Biancarella es mi nombre y aunque mi aspecto os resulte chocante, sabed que soy ducho en el combate. No sé si mis habilidades físicas valdrán contra un dragón, pero creedme que no perderéis nada por dejarme intentarlo. Además, tengo una compañera con habilidades similares a las mías que también estará encantada de tomar parte en todo este asunto. No debería tardar en reunirme con ella.
O eso esperaba, al menos. Porque, si había venido hacia el Vado de la Daga pasando cerca de la Baronía esa justo en el momento del ataque del dragón... Nah, sería demasiada casualidad. Las ganas que tenía de estrecharla entre sus brazos, que le jugaban malas pasadas mentales.
Ante tal alboroto y al escuchar las noticias, conservo la calma, avanzó en dirección a Sir Isteval y lleno de un sentimiento del deber, pronuncio lo siguiente –He sido bendecido por este pueblo al ser acogido y tratado como un igual- recordaba los bellos momentos que le brindaron la familia de Lucy –No he de pensar en una sola razón del por qué no prestar mis armas a su causa-
Más que gloria o recompensas económicas, el joven centauro solo veía la necesidad de dar protección a este poblado y proteger a sus seres queridos.
Es sabido por todos, que cuando un dragón inicia un asedio, este no solo se limita a un pequeño poblado… por lo que eliminar esta alimaña, es una prioridad antes de que ataque por esta zona.
El antiguo alfarero, actualmente sin rumbo fijo, más allá de una venganza, que, aunque arde fuerza en su corazón ahora mismo, puede ser apagada por la erosión del tiempo. Pero de momento, se apuntaría a casi cualquier empresa alocada, mientras eso lo mantenga en acción, como puede ser acercarse a menos de 1 km de un dragón vivo.
Así que cuando quiere la casualidad que al aproximarse para escuchar mejor, donde estaban unos aventureros reunidos, y lo toman como a uno de ellos, se hace pasar por un guerrero. Así que desenvuelve las armas que llevaba para vender en la armería, una espada larga y un escudo, que ciñe a su brazo y asiente hacia Sir Isteval y se une al grupo que marchará hacia la Baronía de Cromm. Camina junto a un joven centauro, dos de una especie desconocida para él, una suerte de ¿hombres-cabras? y un humano de colores brillantes. Quien le diría que ese primer paso sería el primero de muchos hacia un destino que no imaginaba.
-Yo también iré- parece que hay que confirmarlo- mi nombre es Leo.