Partida Rol por web

Recostada como podía, Lúthien dormitaba de hora en hora, relajándose de los golpes sufridos y vigilando que Lordo no empeorara su estado.

Al cerrar los ojos volvió a soñar con tabernas cálidas, con citaras orientales y laúdes que vibraban al son de su voz, con palmas y risas, con el sonido de las monedas al amontonarse.

Abría un ojo, comprobaba que no estaba en una taberna y lo volvía a cerrar con la esperanza de retomar el sueño donde lo había dejado.

Endolorido por la incómoda postura en la que apenas he conseguido pegar un par de cabezadas, semiaplastado por un semiorco que apenas cabe en el agujero, me despierto convencido de que ya no voy a volver a pegar ojo. Me incorporo y asomo mi cabeza al exterior. El temporal ha cesado, dejando un frescor y un buen aroma a tierra y hierba mojada en el ambiente. Salgo del todo del tronco y me desperezo exageradamente.

Creo que deberíamos continuar.

- ¡Eh, vosotros! -les grito volviéndome a asomar al interior.- Despertad, perezosos, que ha quedado un día precioso.
 

Thokk rezongó ante los gritos del elfo- Yo creo que necesito descansar un poco más -dijo el semiorco que portaba unas heridas más que interesantes. Pestañeó un poco y volvió a quedarse medio dormido.

Lúthien se incorporó desenredándose el pelo con los dedos, quitándose ramitas de helechos adheridas a los oscuros mechones, dándole un aspecto asalvajado.

-Por favor, Rel, que casi mueren...

- Como tú digas, hermanita. -le contesto con una sonrisa de oreja a oreja.

Pero yo no me vuelvo a meter en el agujero, no señor. Me siento en la parte opuesta del árbol, con la espalda apoyada en el grueso tronco, mirando el cielo azul y escuchando los trinos de la fauna del bosque.

Lo cierto es que no creo que tarde en volverme a quedar dormido.

Salió del agujero  resbalando por la tierra sentándose recostada contra el tronco y una sonrisilla divertida bailando en la comisura de los labios recordando la mención al falso parentesco entre ambos elfos. Giró el rostro a tiempo de ver como la cabeza de Reluë cedía sobre el pecho respirando acompasado... o eso creía.

Vamos, que te vuelves a dormir. Pensó enarcando las cejas de buen talante, inspiró hondo sacando pecho y soltó el aire muy despacito, tarareando en voz baja y arrastrando un dedo por la tierra en extrañas espirales para distraerse.

Pasaron las horas y un nuevo día llegó. Habíais recuperado un poco de fuerzas y salisteis de vuestro agujero.

El suelo estaba embarrado debido a la lluvia, pero podíais caminar sobre el barro sin mucho problema.

- ¿Están listos para partir los dormilones? -pregunto al ver asomarse por la "puerta" al grandullón y al pequeñín.

He pasado las últimas horas entre cabeceos, escuchando en silencio la dulce voz de los tarareos de mi hermanita. Hace ya un rato que el sol ha despuntado entre las colinas, y hay un pirata malo al que inspeccionarle los botines.

Paseó por la zona, sin perder de vista a Reluë  ni el lugar de reposo de sus compañeros, arrastrando los pies sobre la tierra y la hierba, abriendo pequeños surcos que luego se ocupaba de tapar.

-...- alzó la cabeza con interés al escuchar la voz del elfo llamando a los heridos y  se sopló un mechón oscuro que caía sobre su nariz, apartándolo. Después volvió sobre sus pasos, hasta el lugar donde las huellas de sus dedos habían trazado espirales inconexas entre ellas sobre el barro.

-Si tuviera pigmento de alabastro podríamos pintarles las caras- dijo como quien no quiere la cosa apoyando un hombro en el borde de la oquedad.

Lordo abre los ojos y se estira. Sus heridas han menguado, pero aún sigue magullado.

Está bien, pero me quedaré un poco en la retaguardia, no quiero que me maten... Otra vez.

Se acerca a Thokk y comienza a zarandearle.

Thokk, ¡Thokk! ¡Despierta!

-¿eh? ¿qué...? -decía el orco mientras abría un ojo agotado. Estaba algo mejor, pero aún no estaba al cien por cien- ¿qué ocurre? -dijo con una voz pastosa y somnoliento- ¿pasa algo?

¿Has descansado? Creo que deberíamos continuar. ¡Tenemos una misión! dijo Lordo con alegría, a pesar de sus magulladuras.

Lúthien sonrió, arrugó un poco la nariz en una graciosa mueca y se separó de la oquedad.

-Tomáoslo con tranquilidad, no queremos sustos innecesarios.

Pues andando que todo esto me huele a peste- digo en son gruñon continuando a la par de todos.

Viendo que la comitiva está presta para partir, me acerco a mi caballo, le acaricio la cara unos momentos y, de un grácil y estiloso salto, me subo a su grupa.

- Pues si ya estamos todos... ¡en marcha! -digo, a la par que le doy un toquecito suave a mi montura para que inicie el camino. Acto seguido, me pongo a silbar para mí una alegre tonadilla, dispuesto a disfrutar del paisaje hasta que lleguemos al campamento de los malos.