Partida Rol por web

Todos los tertulianos se miran entre ellos y hacen gestos con las manos como si estuvieran hablando al igual que ves expresiones en sus caras... La clériga de Loviatar parece hasta furiosa y al cabo de un rato de deliberación silenciosa el soldado te entrega una bolsa. 

La abres y observas que es una bolsa de contención*, dentro hay un anillo de Asmodeus

Este es tu salvoconducto en ESTA ciudad... los soldados lo reconocerán y te permitirán campar a tus anchas además de tener algún privilegio... pero no seas demasiado libertino con tus derechos... o te serán denegados.

Abro los ojos sorprendido, no solo habian atendido a mi petición sino que ademas habian dado un anillo del Dios al que seguia, francaente, no me lo esperaba, me pongo el anillo  mientras escucho lo que dicen.

--- Por supuesto, caballeros, no pensaba que mis servicios fuesen tan buenos como para que me indultasen todo el principado, en fin, ha sido un placer trabajar con ustedes, si alguna vez necesitan algun trabajo pueden venir a buscarme- digo a la vez que me retiro, cuando paso junto a mis compañeros sonrio de manera picara.

---Bueno, muchachos, yo ya he acabado aqui asi que voy a volver con Helena ¡Chao!- digo mientras agito la mano cuando ya les he dado la espalda y comienzo a caminar a paso lento hacia la posada.

Cuando se abren las puertas veo a mis compañeros y me quedo observandoles un rato sin perder la sonrisa picara que normalmente llevo y con los brazos en los bolsillos.Avanzo hasta ellos y paso a su lado sin decir nada, hasta que finalmente me detengo a poco metros de la puerta de salida, suelto un suspiro y miro al techo sin girarme

--- Bueno, muchachos, creo que las cosas acaban aqui, por mi parte yo ya he acabado asi que voy a volver con Helena- abro las puertas y levanto las manos donde podeis ver mis guantaletes y un anillo que antes no tenia- ¡ Chao!

Y salvo que alguno no me diga algo, camino con tranquilidad por las calles hasta la posada

Bargoth se limito a escupir al suelo al ver al cobarde pasar. La primera noticia del dia, no volveria a ver su cara de diablo.

Bargoth te pediría que no escupieras en un edificio gubernamental, los impuestos de los ciudadanos ya son suficiente elevados.... dice el Comandante de Helmo desde la puerta que está abriendo...

Eres el siguiente Maese Enano. 

Bargoth echo a andar.

- Esta bien. Acabemos con esto cuanto antes. 

La puerta se abre y ante ti contemplas una sala de unas dimensiones que jamás te habrías imaginado para una construcción humana.

Todo es nácar, mármol y baldosa pulida. Podrías perderte en aquél lugar... pero ves que al fondo hay una gran tarima y encima de ella una enorme mesa en la que se sientan a modo de jueces siete magos encapuchados y a los laterales ves clérigos de Waukeen, Helmo, Cyric, Loviatar y Lathander. 

Te acercas y tu prótesis va repiqueteando en el suelo pulido hasta detenerte delante de la mesa.

La voz de un mago encapuchado te habla... pero no sabes de qué figura es... es más ni siquiera sabes si es sólo un mago o te están hablando todos a la vez.

Arquitecto... Has hecho un buen papel y serás recompensado por ello. ¿Quieres decirnos algo antes de que te otorguemos la libertad?

-Toda mi vida he disfrutado del don de la labia y la locuacidad. Sin embargo, frente a todos ustedes noto que me cuesta hablar de lo que me ha pasado en los ultimos dias. Ha sido un descenso al Abismo en muchos sentidos y siento que, en realidad, pese al peso que he tenido en esta historia y a que he cumplido con mi obligacion de traer a todos a salvo excepto a Kalehid, sali de alli con la sensacion de dejar el trabajo inacabado.

Les relatare los sucesos tal y como los recuerdo. Alguno de ellos -dijo señalando su pierna- me han dejado marcado y no los olvidare nunca.

No se que buscan ustedes allá abajo pero tengo la humilde opinion que nada de lo que encontraran estaba destinado a nosotros. Creo que lo que en esa caverna descansa no es de este mundo y no deberiamos relacionarnos con ello. Pero... ¿Qué se yo? Soy tan solo un enano solitario que recorre el mundo en busca de dragones...

Después de tu discurso hay un largo silencio. Los parlamentarios mueven la cabeza y las manos, como si discutieran o debatieran largamente... si no fuera por un sólo detalle... nadie está hablando. El clérigo de Cyric parece un poco molesto y se levanta. Luego hace lo mismo el de Lathander. Pero este se acerca a ti en el momento que habla o hablan los magos encapuchados.

Has sido tenaz y ciertamente no te compete a ti lo que hay en el interior de aquel lugar. Pero tu recompensa te será devuelta en forma de salud, resistencia y riqueza. 

El clérigo de Lathander se acerca. Es un anciano con una cara realmente bondadosa y pese a que tenga muchos años a su espalda parece que vive en paz y felicidad. Se arrodilla ante ti y te dice: Tranquilo muchacho, te curaré esa pata. Tras un pase de manos y una oración al dios de la Mañana tu pierna vuelve a estar tras el muñón que había antes.  

El viejo se levanta y se va, cruzándose con un soldado de Amn, que viene con un gran escudo rojo y una bolsa en su cinturón. Te entrega la bolsa y el escudo. Luego el clérigo de Helmo habla.

Sacrificaste tu armadura para luchar hasta el final. Por ello te otorgamos un escudo de dragón para un señor dragón. Has luchado bien Maese enano, si no tienes nada que añadir ya puedes retirarte.

Bargoth salió del Hall caminando. Caminando, si. Con una nueva pierna. Se le antojaba raro el caminar facil despues de acostumbrarse al desequilibrio del remiendo que hicieron sus compañeros. De su brazo izquierdo colgaba un espectacular escudo recubierto de escamas con aspecto draconil que Bargoth lucia orgulloso. colgando del cinto, una nueva bolsa.

-Gente rara. Pero sus regalos me han emocionado.  Es maravilloso - dijo mientras se le escapaba una lagrimilla. 

Arnold abre la puerta y dice con desgana... Por lo visto también invitan el gnomo a reunirse con el parlamento de Amn.

"El gnomo" echó a andar hacia donde le indicaron, para su propia sorpresa. 

Había estado pensando en ignorarles a todos, puesto que el no había sido contratado por ellos y no tenía que rendirles cuentas, pero tras ver la recuperación de Bargoth, decidió entrar. ¿Quien se iba a negar a un premio?

La puerta se abre y ante ti contemplas una sala de unas dimensiones que jamás te habrías imaginado para una construcción humana.

Todo es nácar, mármol y baldosa pulida. Podrías perderte en aquél lugar... pero ves que al fondo hay una gran tarima y encima de ella una enorme mesa en la que se sientan a modo de jueces siete magos encapuchados y a los laterales ves clérigos de Waukeen, Helmo, Cyric, Loviatar y Lathander. 

Tus pequeñas piernas van adentrándote hasta la mesa, donde te detienes y esperas a ver que sucede.

La voz de un mago encapuchado te habla... pero no sabes de qué figura es... es más ni siquiera sabes si es sólo un mago o te están hablando todos a la vez.

El hijo adoptivo de un diablo... ¿Tienes algo que decir ante nuestra presencia?

- ¿El hijo adoptivo de un Diablo? - pensó - No se si sentir admiración por la información que manejan o desprecio por el poco uso que le dan a la misma. Mi señor Khezzastos se quedaría mudo ante tan ruin acusación, la de "adoptar" a un mortal como yo.

- No tengo que rendiros cuentas - habló en voz alta, para que le oyeran todos, pero lo suficientemente baja como para que tuvieran que callar y prestarle atención para oírle - Vosotros no me mandasteis a ese lugar, y no soy vuestro siervo ni vuestro esclavo. Aún así, fueron vuestras fuerzas y vuestros "mercenarios" los que me sacaron del lugar, y en agradecimiento os daré lo que pedís.

Empezó a hablar entonces, desde que su señor Khezzastos le enviara hasta el momento en que se quedó congelado, y desde que el grupo de Bargoth le encontrara hasta el momento. No hizo mención al nombre de su señor ni a su procedencia, aunque estuviera ya bastante clara. Tampoco dejó de aportar su opinión a parte de los datos lógicos. No dejó en muy buen lugar a Méredith, y a Astaroth le disculpó: - "Tiene ascendencia Tanar'ri, no se puede esperar nada mejor". Alegó que su estupidez le disculpaba de casi todo, excepto en el tema de las galletas, en el que hizo hincapié varias veces. Cuando acabó su relato añadió algo mas, casi como si lo acabara de recordar:

- Ah, y los guardianes que patrullaban la estructura de metal en la caverna, tienen un parecido razonable a.. bueno que demonios, son exactamente iguales a Arnold Schwain. Sólo para que lo sepan.

Todos los ocupantes de la mesa se miran y gesticulan mientras mueven las manos como si estuvieran discutiendo algo... pero no oyes sonido alguno. El clérigo de Helmo se levanta enfadado mientras sige gesticulando y luego te señala desde la tarima mientras observa a los otros clérigos. El clérigo de Cyric se levanta en oposición al de Helmo y gesticula moviendo los brazos. Ni siquiera se calman cuando el sacerdote del alba de Lathander se levanta e intenta poner paz. 

El clérigo de Waukin sólo hace que reírse de todo ello, como si nada de aquello fuera con él. 

Finalmente se calman por haber llegado, quizá, a algún acuerdo y es entonces cuando habla la Sacerdotisa de Loviatar, que parece no haber discutido (según a ti te parece) el asunto:

Mi precioso warlock... hay mucha gente que por tu condición te quieren muerto en tierras de Amn. Por ello, aunque tu impertinencia te niegue a usarlo te daré un salvoconducto de Loviatar. Haz con ello lo que te plazca. 

Se acerca un soldado de Amn y te entrega una bolsa de contención con un colgante con el símbolo de Loviatar en su interior.

Y ahora bonito, si no tienes nada que añadir, ya puedes desfilar. 

Kobalos salió de la sala silbando, con los cordones de una bolsa alrededor de los dedos, haciendola girar. La misma parece casi vacía.

- Bueno, siguiente. - sonrió - Estad preparados, gritan mucho y esas paredes hacen eco. Da dolor de cabeza.

Se quedó allí, con expresión divertida, a presenciar el resto de las "salidas".

La hechicera será la siguiente... dijo el Comandante Shwain desde la puerta. 

Méredith caminó hacia la puerta, con los brazos cruzados y mirada sombría, al son de una marcha fúnebre que solo ella escuchaba.