Partida Rol por web

Un, dos, tres, ¡despierta!-dijo el Doctor Rehner, haciendo chasquear sus dedos.

Bianca ya no estaba en el comedor, ni tenía el cuchillo. Despertó en una habitación pequeña, con paredes de metal desprovistas de puertas, junto a una gran semiesfera en el centro de su suelo. En una de las paredes, a través de un ventanuco, el Doctor Otto Rehner la miraba con esos ojos vacíos y fustigadores.

Vaya, vaya... Pobre Bianca-de nuevo, como cada vez que quería hacer daño, usando ese nombre-. Traicionada por los suyos y traída a mí por las personas en las que más confiaba.

Ella no entendió a qué se refería el doctor. Casi todas las personas que Bianca conoció antes de llegar aquí están muertas. Por lo menos de entre las que recuerda, antes de la desmemoria y los huecos que no lograba rellenar.

Estás en la sala de tratamiento número ocho. El hombre que me vendió la semiesfera que tienes a tu lado me contó que tiene origen alienígena. Un artefacto llegado de otro plano de la realidad. Yo, obviamente, no lo creo. ¿Alienígenas? No es racional. Pero independientemente de quién la construyera y con qué fin, su utilidad en mis investigaciones está contrastada.

Normalmente hacemos un test al paciente antes y después de someterlo a este experimento. En tu caso no será necesario, Bianca. Vamos a someterte a la dosis más lesiva del tratamiento. Quizás no sea lo más adecuado para curar tu amnesia, pero sí será un correctivo efectivo para que aprendas a evitar comportamientos desviados y asociales.

El doctor hizo una pausa, seguramente esperando unas súplicas de la paciente que alimentasen su propio sadismo. Sin embargo, Bianca podría aprovecharlo para hacer las preguntas que estimase oportunas antes de sufrir su inevitable castigo.

Despierto de un sueño pesado y sobrenatural, más parecido a la muerte que al inquieto duermevela en el que me sumo desde que tengo uso de razón. Me fuerzo a despegar los párpados y me encuentro en una celda desconocida e inquietante. Una habitación en la que no recuerdo haber estado antes.

Me llevo una mano al estómago y hago una mueca de dolor aunque sin atreverme a mirar bajo la túnica el tamaño del moratón que se oculta debajo. Tal vez incluso tenga alguna costilla fisurada. La visión de la túnica trae a mi memoria el recuerdo del manicomio en el que he sido encerrada y de su escalofriante director. Estaba a punto de matarle y ahora estoy aquí pero no estoy del todo segura de si logré llevar a cabo mi propósito antes de terminar en este lugar.

La voz del doctor Rehner despeja cualquier asomo de dudas. Fracasé. Y cada vez que he fallado en mi corta vida, esos fracasos han venido recompensados con sufrimientos terribles.

Tiemblo al descubrir la extraña semiesfera y al escuchar a mi torturador. Me odio a mí misma por hacerlo pero no puedo evitar que mi voz tiemble al preguntar:

—¿Qué va a hacerme esa cosa?

La esfera empezará a vibrar, creando un molesto zumbido. En el primer minuto alcanzarás un dolor extremo en los tímpanos que se mantendrá durante toda la sesión. Tras cinco minutos, afectará a tu oído interno, con lo cual perderás el equilibrio y te caerás si para entonces todavía estás en pie. En el minuto quince, tu mente tratará de racionalizar el ruido... Empezarás a creer que los zumbidos son una mezcla de susurros que tratan de decirte algo.

Ahí radica la utilidad de este aparato: tu subconsciente saldrá a relucir dotando al ruido con las palabras adecuadas, mostrando traumas ocultos que te ayudarán a comprender qué funciona mal dentro de tu cabeza. Pueden tomar forma de fantasmas que te hacen reproches, o de recuerdos que afloran de la niñez.

Por supuesto hay efectos secundarios. Estar expuesto al zumbido durante horas es tan insoportable que algunas facultades nerviosas se ven alteradas. Pérdida de consciencia, baile de san vito, descontrol de los esfínteres... Todo eso llegará a lo largo de la sesión, y en cualquier orden. Que pases una buena noche, Bianca.

El Doctor Rehner cerró el ventanuco, dejándola solo con las luces de la semiesfera mecánica. No tardó en dar comienzo el tratamiento, y el artefacto empezó a vibrar.

btttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttzzzzzzzzzzzzzzz...

btttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttzzzzzzzzzzzzzzz...

btttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttzzzzzzzzzzzzzzz...

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btttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttzzzzzzzzzzzzzzz...

btttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttttzzzzzzzzzzzzzzz...

btttttttttz... btttttttttttttttttttttttttzzzzzzz... Btzianca... btzzzzzzzzzzzzzzz... tú me matastzzzzzzzzz...

btzoy un condentzador de inteligencias colectttzzzz... Escucha, Btzianca... Hablé con otro paciente...

bttttttzzzz... ¿Por qué me mataste, Bianca? Bttttttzzzzz... Iré a butzzcarte desde el mismo infiertzzzz...

dzzijo que sabía cómo escapar del Sanitarium... Btttttttzzzz... Dijo que lo llevarían a la torre. Btz. Btz.

bttttzzzz... Los Ba'al Verzi te traiciobbbbtttzzz... Los Ba'al Verzi te mandaron aquí... bttttttttzzzzzzz...

que nadie escapa de la torre... btttttzzz... ni siquiera él puede escapar de la torre solo... btttttttzzz...

El zumbido es molesto.

El zumbido es irritante.

El zumbido es delirante.

¡¡¡Dioses, acabad con este tormento!!!

Al principio intento cantar a voz a todo volumen para ahogarlo pero pronto queda claro que mis esfuerzos resultan en vano. Grito toda suerte de amenazas vacías al responsable de mi tormento, después suplico, después solo puedo chillar de forma desgarradora pero nada de eso logra ni siquiera atenuar un sufrimiento que se va volviendo más terrible por momentos. Segundos que parecen años.

Me araño los oídos consciente de que no puedo apagar el sonido de este modo pero confiando en que, de algún modo, el dolor logre distraerme. A través de los agujeros de la máscara puedo ver la sangre y los jirones de carne bajo las uñas de esas manos que son demasiado grandes para ser las mías.

Me lanzo contra las paredes de mi celda, golpeándome la cabeza contra ellas. En algún momento creo haberme desmayado porque no recuerdo cómo he acabado tentida en el suelo bocarriba, convulsionando y sobre un charco de olor sospechoso y color chocolate claro.

No oigo porque no puedo oír nada más allá del enervante zumbido, pero puedo sentir voces hablándole directamente a mi cabeza sin pasar por mis saturados pabellones auditivos. Voces incoherentes, voces mentirosas, voces que hacen daño.

—¡¿QUIÉN ES BIANCA?! —aúllo desesperada. No puedo escuchar ni mi propia voz así que continúo en un gemido lastimero e inaudible. Tal vez simplemente me limite a mover los labios sin articular sonido alguno—. ¿Quiénes son el Ba'al Verzi? ¿Por qué me mandaron aquí? ¿Dónde es aquí?

Me quedo tendida sobre mis propias heces, agitando los brazos arriba y abajo como si estuviera haciendo un siniestro y repugnante ángel de nieve mientras mis babas y mis lágrimas se escurren por mi rostro y resbalan por mi cuello.