Partida Rol por web

Aprovechando la velocidad que recorría su cuerpo Aire emprendió un cegador trotecillo que le llevó a la puerta que acababan de abandonar con intención de tener una visual del Dr. Heinfronth y Sunny en orden de determinar si necesitaban algún tipo de ayuda. De no verles volvería haciendo el movimiento inverso en orden de no separarse de sus compañeros ante la una vez más creciente bruma.

La maga comenzó a preparar de nuevo su hechizo de dispar magia, si la bruma continuaba subiendo puede que fuera necesario.  En cuanto a las enredaderas no tenía hechizos de fuego con las que carbonizarlas, a lo sumo un hechizo de hielo. Puede que una buena opción sea retroceder, descansar e intentarlo más tarde.

Por su parte Thimaz, el cual a todas luces parecía una persona más simple que el mecanismo de un botijo, tan solo tenía algo en mente, y ese algo era talar de una buena vez y por todas aquella malnacida planta infernal que tanto daño, pena y pesar le había hecho pasar.

-¡Te cortaré por la mitad y prepararé una ensalada con tus restos!.

Venga, vamos a tirar... Jajaja...-dijo, divertido, Aixlet.

Aixlet y Flame tiraron de la cuerda, alcanzando un punto de equilibrio. El capullo verde en el que estaba envuelta Leiath quedó a diez pies del muro sin que la cepa llegase a soltar. Entonces Onfale leyó su pergamino. Leiath creció, y la planta tuvo que soltarla. La sacerdotisa rodó en dirección a Aixlet y Flame hasta frenarse con el suelo. Los brotes que la enmarañaban había cedido y la vaina se había convertido en unos brotes dispersos de vegetación que ataban las carnes de la giganta Leiath como una ristra de chorizos.

Entonces fue Thimaz, que tras podar un poco la planta, terminó agarrado por la planta como poco antes había estado Leiath. La vegetación subía por sus piernas tratando de convertirlo en una nueva vaina.

Aire volvió a la cocina, que estaría en completa oscuridad si no fuese por la luz del broquel de Aire. Vió la bata blanca del Doctor Heinfronth justo antes de que cruzase el umbral hacia la habitación de al lado, cerrando la puerta tras de sí.

Y mientras, las brumas subieron hasta las rodillas...

Llevo un conjuro de Luz en el broquel. Lo lancé hace un par de minutos.

El asombro de Leiath ante su nuevo tamaño le impidió dar las gracias como era debido a sus salvadores. Claro que tampoco es que estuviese aún a salvo.

Intentó moverse pero resultó inútil, había que acabar con esas plantas si querían seguir adelante. Dónde se habían metido Aire y Alice? Esperaba que no hubiesen ido tras los fugados, sería un suicidio.

La bruja hizo lo único que podía hacer en aquel momento, o eso creía ella, usó su varita mágica para atacar las cepas que subían por las cortas piernas del enano y amenazaban con envolverle.

Contento por el resultado de su hechizo el mago se apresuró a tratar de ayudar a Leiath a quitarse de la piel los restos de vegetación que aún la quedaban encima. No sabía cómo hacerlo. Si usaba el afilado estoque podría dañar a la fiel servidora de Hala y usar sus manos...bueno, ya estaba la situación bastante incómoda con Leiath , después de lo del beso, como para manosearla.

Qué diablos...- Ya habría tiempo de remilgos cuando salieran de ahí. Ahora tenía que ayudarla. Trató, con la mano libre, de arrancar uno de los dispersos brotes del cuerpo de la sacerdotisa con tan mala suerte que le manoseó uno de los enormes pechos. Y decía enormes porque habían crecido, al igual que el resto de su cuerpo, por gracia del conjuro. De no ser así Leiath era plana como una tabla rasa.

- ¡FLAME!- Gritó incómodo y algo ruborizado pro la situación.- Ayúdame aquí.

Sin lugar a dudas, aún habiendo recuperado el hacha, el destino de Thimaz no había mejorado. Algunos incluso podrían discutir que había empeorado bastante al ser presa de una enorme planta que lo estaba atrapando entre sus garras, o mejor dicho, lo equivalente que tuviera una planta a las garras.

-¡Maldita sea! ¿Ahora a mi? -Exclamó a la planta- ¡Podías atacar al resto! ¡Ahora sí que me has enfadado!.

Por su parte, el enano no estaba dispuesto a ser enmarañado, a fin de cuentas, tenía su orgullo de enano y ser derrotado por una mísera planta, por muy salvaje o grande que fuera esta, no era parte de los planes presentes de Thimaz. De hecho los planes presentes de Thimaz ni el mismo los sabía con certeza, solo que quizás hubiera una cabra entre ellos.

Aixlet echó el espadón y preparó su arco para disparar flechas a la enredadera. Flame ayudó a liberar a Leiath, que se pudo poner de pie con su nuevo y gigantesco cuerpo.

Thimaz seguía a lo suyo, y consiguió pasar el brazo por debajo de la cepa para poder hacer palanca y facilitar su escape.

Y mientras, la niebla seguía subiendo... hasta la altura del muslo. En el caso de Thimaz, la niebla le llegaba a la altura de la cintura, y si tardaba mucho más en liberarse se podría encontrar más adelante perdido y desorientado. Le quedaban doce segundos para escapar antes de que eso sucediese.

La bruja no malinterpretaría de nuevo al perfumista, y pese a sus torpes tocamientos, comprendió que no eran más que un intento por ayudarla. Menos mal que a Flame se le dio algo mejor el asunto y  pudo así liberar sus manos para, de una vez por todas, descargar la varita sobre las plantas que intentaban apresar al guerrero enano.

Debían moverse hasta el muro antes de que la bruma les volviese a engullir.

- Maese Thimaz, agárrese a la cuerda, debemos salir de aquí!

Tenían que darse prisa o la bruma los envolvería de nuevo y entonces no tendrían otro remedio que acercarse al muro con la peligrosa enredadera. Al ver que Aixlet preparaba su arco pensó en hacer lo mismo y sacar su ballesta. Guardó su preciado estoque mágico y, antes de ponerse a disparar, untó los dedos en los aceites esencial y frotó las manos con avidez. El pelo se le encrespó al formar el mudra suchi.

-Vishnu Vammmmmm Aśman.- Desde la distancia el rayo fue certero, impactando de lleno una zona del muro cubierta de enredadera. ¿Sería suficiente? Puesto que era eunuco sus hechizos ofensivos daban pena ya que sacaban la energía del chakra Svadhisthana mucho más abierto en personas con su sexualidad completa.

La hiedra que agarraba a Thimaz se marchitó al recibir el impacto de dos proyectiles mágicos y un rayo. El enano se zafó del agarre y volvió a la seguridad del jardín. Aixlet se guardó el arco, para poder trepar el muro, pero mientras lo hacía desistió de la idea cuando vió coronar a Flame la pared...

Había una nueva defensa, que no habían previsto: una de las puntas de hierro que adornaban el muro se alabeó y se alargó, serpenteando hasta ensartar a Flame por el estómago. Luego la punta se retiró y volvió a alcanzar la verticalidad. Flame había sobrevivido. Sonrió triunfante a sus amigos, pero justo después se arrodilló en la pared del muro, llevándose la mano al corazón.

Ve... veneno-dijo Flame.

Una segunda púa en el muro empezó a moverse. Y en el suelo, la niebla alcanzó la altura de la cintura, o en el caso de Thimaz, la altura de la barriga.

Desde luego la frase que habían leído en la cocina antes de salir al patio no iba mal encaminada.  El Sanatorio se empeñaba en no dejarlos salir. Sin embargo el Aquelarre era, en su conjunto, un ente cabezota también. Ahora que estaban tan cerca de escapar no iban a rendirse. Gracias al sacrificio de Flame los curiosos ojos azabache del perfumista habían podido estudiar el mecanismo de aquella peligrosa e ingeniosa trapa. Seis segundos parecía el tiempo que tenía entre cada activación. Podría trepar con la agilidad de un gato y tratar de desactivarlo. Era complicado debido a la presión pero podría obtener algo de tiempo para que fueran pasando los demás, o para saltar una cuerda a los pinchos.

¡Vamos!- Sin pensárselo mucho más salió raudo hacia el muro sacando las ganzúas y colocándolas en la boca, como hacían los piratas con los cuchillos cuando iban al abordaje. Desde luego trepaba como una salamandra. Pegó un salto, apoyó el pie en la pared y se impulso hasta que su mano se agarró al borde del muro. Impulsó su escaso peso y en tremendo equilibrio se mantuvo en lo alto del muro.

- Ahora tú.- Dijo mirando desafiante al mecanismo que activaba los pinchos y cogiendo la ganzúa entre sus manos. No tendría huevos pero se sentía inspirado.

Por su parte, Thimaz logró estar en una mejor situación que la que estaba hace unos cuantos minutos, pese a ello, no era la mejor de todas, a fin de cuentas, el enano bien podía estar en alguna taberna o cantina bebiendo y comiendo, en una cama blandita y mullidita durmiendo o descansando, o quejándose de alguna cosa por cualquier motivo.

Pese a ello, ahí se encontraba, tratando de escalar para salir del lugar...

La punzada que recibió Flame la sintió como si se la hubiese llevado ella misma, tal era la empatía de la joven bruja.

- Estás bien?

La mejor forma era ir a verlo y gracias a la notable maestría de Onfale con las trampas, el camino parecía libre.

La gigantona Leiath se elevó por el aire e intentó atar la cuerda en la pica que había deshabilitado el perfumista. Luego descendió al otro lado donde se había dejado caer la guerrera lagartona.

Estaban por fin libres? Habían dejado el sanatorio atrás? Era demasiado bueno para ser verdad.

Aire sacudió la cabeza pensando en las inescrutables intenciones del Doctor Heinfronth para con la inconsciente niña que llevaba en sus brazos, tras lo que decidió reunirse con el resto. No tenía claro a qué se debía aquella desesperación repentina por salir de aquel lugar a toda costa, aún dejando a gente atrás. Quizás tenían otro plan en mente y aún no lo habían comentado así que valiéndose de la velocidad que la magia imprimía a sus piernas alcanzó al resto, preparada para intentar pasar al otro lado del muro cuando el camino estuviera despejado o escuchar sus reflexiones sobre los que no habían llegado hasta allí.

- ¿Vamos a dejar al Doctor Heinfronth y a Sunny atrás? -

Alice preparo su último conjuro ofensivo, un rayo de hielo. Iba a terminar con esa maldita púa que había ensartado a Flame.  Hubiera sido mejor una rayo de fuego o incluso una bola de fuego, pero la maga estaba cansada y era lo que había.

¡Ahora yo!

Aixlet cogió carrerilla, acelerado aún por el conjuro, y saltó agarrándose a las picas, subiéndose con la fuerza de sus brazos y pasando al otro lado. Aire también lo pasó al segundo intento. Thimaz lo logró en el segundo intento, ya que aunque se había librado de la presa, las plantas todavía le estorbaban un poco. Solo Alice necesitó la ayuda de la cuerda de Leiath.

Todas las lanzas de metal que coronaban el muro recobraron vida y se retorcieron hacia el exterior tratando de alcanzarles. Cuando las Brumas cubrieron por completo el Sunny Tear Sanitarium, las picas retrocedieron hasta desaparecer. Entonces Flame se desplomó por culpa del veneno.

¡Libre! ¡Libre al fin, después de tantos años!

Alguien suspicaz pensaría que en aquel momento Aixlet se transformaría en un demonio o en un liche. No era la primera vez que liberaban a un Mal omnisciente. Ya les pasó con la hermosa Sandansola, que resultó ser El Gentil que Llama. Pero no, Aixlet se marchó tan humano como lo encontraron, con el mal gusto de irse sin saber si Flame se recuperaría del veneno. Hala intercedió, y Leiath ayudó al organismo de su feligresa a pasar el mal trago.

No les quedaban muchas más energías después de haber pasado todo un día corriendo sin parar, así que tuvieron que acampar allí mismo, con una casa encantada entre ellos y los Inevitables que avanzaban por el túnel. Pero los evitaron. A la mañana siguiente, las Brumas se llevaron el viejo Sunny Tear Sanitarium, llevándose con él al Doctor Heinfronth y a la nieta del Doctor Rehner, aunque el nuevo Sunny Tear Sanitarium II sí se le veía coronar la colina. Vecky no se llegó a comunicar con ellos, y no sabían si Jadewo y ella habían sobrevivido también, pero cuando pasaron las horas y los Inevitables no hicieron aparición, fueron conscientes de que ellos al menos sí lo consiguieron.

- F I N -

Cuando por fin estuvieron todos a salvo y las heridas sanadas, la bruja de Hala estuvo preparada para lo más difícil; anunciar su retiro espiritual.

Tanto viajar, ver cómo hasta pueblos enteros quedaban masacrados por su ineptitud, habían dejado exhausta a la bruja de Hala. Necesitaba un tiempo para la introspección, un tiempo para meditar y poner sus pensamientos y vida en orden.

Comunicó a su aquelarre que marcharía a Barovia, a la cabaña-hospicio que había pertenecido a su madre y que no la molestasen a no ser que fuera algo realmente importante. Repartió bendiciones y les deseó suerte a todos. Al día siguiente ya no quedaba rastro de la joven bonachona que perdida entre la niebla caminaba repleta de sueños e ilusiones junto su aguerrido escolta por las montañas de Balinok.

La sensación de que la muerte les pisaba los talones se fue desvaneciendo al mismo tiempo que la silueta del sanatorio, en lo alto de la colina, se hacía más y más pequeña. Desaparecida la angustia de una pronta muerte el perfumista podía ocupar la mente en el futuro, algo en lo que hacía mucho tiempo que no pensaba. Se había visto sumergido en una vorágine de acontecimientos que lo habían tenido ocupado en sobrevivir. ¿Y ahora qué? Tenía claro su primer paso.

- Debo encontrar a Perezoso.- Aquellos que habían compartido ya camino con el eunuco sabían que tenía un familiar. Un pequeño camaleón de ojos saltones y tan poco expresivo como una hoja en blanco. Solía permanecer oculto en contacto con el cálido cuerpo del perfumista y las pocas veces que se dejaba lo hacía encaramándose a su delicado hombro.

Leiath expresó su voluntad de regresar al hospicio abandonado de su madre en las montañas lo cual suponía una separación, al menos temporal. Aunque la mujer había dejado claras sus intenciones de que no la molestasen el perfumista tampoco tenía la más mínima intención de acompañarla. ¿Qué podía hacer alguien como él en un lugar de culto como ese, apartado de toda civilización? Su fe en Hala era sincera, pero no daba para tanto sacrificio, no mientras no le amenazara en partirle en dos.

- Al menos vayamos juntos hasta que nuestros caminos nos obliguen a separarnos.- Aquellas tierras, en las que Onfale era sólo un extranjero, eran peligrosas. La verdad es que él no tenía donde caerse muerto, un lugar al que llamar hogar. Su hogar, si es que un esclavo podía llamarlo así, se había desvanecido en el naufragio de la flota de su Creador,del cual había sido el único superviviente. No podía volver, ni quería hacerlo. Lo más parecido a una familia que tenía era el Aquelarre y, fuera de él, a Lovina Watcher. 

Sí, eso podría funcionar.- Al oeste de la ciudad de Vallaki podría tomar el Camino Viejo de Svalich hasta Krezc, donde Lovina Era la Burgomaestre. Una figura de poder que lo protegiera era justo lo que necesitaba y Lovina sabía de lo que Onfale era capaz. Podría trabajar para ella.