Partida Rol por web

Entraron en la cueva. Con más o menos ímpetu. Encontraron en el suelo el cadáver de la Caponata, aquella gallina que Cú-cú robó del gallinero de Papá Picacarne para tener muchas plumas. Era una buena noticia... Si el cacareo de último suspiro que escucharon desde el exterior era el de la gallina, puede que los oseznos lechuza siguiesen vivos.

Sorprendieron a la estatua grande fea de cojones inclinándose hacia el nido de los oseznos lechuza, convertido en un revoltijo de sangre y paja. Sus puntos fuertes eran los fuegos artificiales para hacer pum y la olla coquilla que le protegía los genitales. ¡Por Kurtulmak! ¡Su aspecto era el de una estatua grande fea de cojones invencible! Con movimientos espasmódicos, el torso del constructo se torció para que la estatua grande fea de cojones les mirase intensa y malévolamente con sus ojos luminosos.

Goaaaaaaaak...

- ¿Pero qué demonios? – Smoralek no comprendía qué hacía una estatua como ésa cobrando vida. ¿Habría matado a los osos-lechuza? Desde luego era la responsable de la masacre de la tribu.

- Esa estatua no se ha animado sola. – dijo a sus compañeros. Aferró su arma con fuerza y no se amilanó ante el enorme tamaño de aquel grotesco constructo. – Encontrad a su creador y saquémosle las tripas. – Indicó. – Mientras tanto… yo le entretengo. –

Tras esas palabras arremetió contra la estatua gritando como un poseso lleno de ira por la muerte de sus adoradores y lacayos. Por fin se habían convertido jefes, y aquel revoltijo de metal y fuegos de artificio les había arrebatado todo.

- ¡Maldito! ¡Muere! ¡Muere! -

Iba corriendo cú-cú cuando sus patas se vieron diminutas al lado de las ancladas de Smoralek, que mientras corría decía que buscaban al culpable. ¿A caso esa chatarra no era la culpable? Iba a correr y cargar en toas sus fuerzas, pero de algún modo confiaba en los trijefes, cosa rara pero si.

Mientras Smoralek iba a proteger a sus preciados koblech, el se dedicó a buscar al que hubiera dado vida ala esa cosa, desde mirarse en su espejito de acero pulido, bajo sus pies, o incluso bajo las piedras, como osaba atentar contra su caponata, ahora tendrían pocas plumas, y prescindirían de su huevo duro diario,... si existía ese alguien, daría con él.

- PD - pensó - ¿a que trijefe she shupone que she parece esto?

Como acto instintivo, Rashud empezó a ascender por la pared del túnel ententando encontrar un lugar desde el que el cacharro ese no le llegara con los garrotazos, y lanzó una primera descarga arcana... pero la dureza de aquella construcción era engañosa y absorbió el impacto arcano.

-Joder con el cacharro, lo que nos espera...

¡Klucky y yo también ayudaremoz, Zmoralek! ¡Kyaaaaah...!

Ambos aliados cargaron a la vez. Cuando el monstruo se giró hacia ellos, la fricción de dos de sus partes metálicas produjeron una chispa que encendió los fuegos artificiales de sus brazos.

Ay, ay, ay... ¡qué miedito!

Klucky y Slorba corrieron a refugiarse tras una estalagmita, también llamado por los geólogos kóbold "eza roca que zale del zuelo y termina en punta". Esta vez no contarían con la ayuda de esos dos... ¿pero cuando la necesitaron?

El constructo, herido por los rayos de la muerte de Rashud y el rajaperros flamígero de Smoralek, contraatacó. Uno de sus brazos golpearon al heroico kóbold y haciéndole pupa.

Cú-cú no tardó en cumplir su misión. Estaba buscando en el sitio que no era, pero al mirar entre las rendijas de la puerta del horno que formaba el torso de la estatua, halló al culpable en el interior...

¡Era Pincho! Aquella maldita comadreja conejo que había huído de ellos en la granja de Papá Picacarne jurando venganza por la muerte de su ama Mentecata, movía palancas y pulsaba botones en el interior de la estatua, haciendo que se moviera. Y pensar que Cú-cú le había salvado la vida a la réplica en paja de Pincho durante el combate de bolas de nieve de esta mañana... ¡Desagradecido!

A cú-cú se le escapó una lagrimita, o tal vez era un poco de sudor pensando en buscar y quemar la estatua de paja de pincho como ventaja, colocó su capa de por medio para pasar desapercibido y se acercó a la rejilla de aquella comadreja, empotrando su última onza de pegamento, esperando que las palancas se bloquearan y no pudiera moverlas más.

- ¿te shalvo de la hoguera y atacash a mish koblech? ¡malpinchomigo!

Sin hacer grandes alardes, y procurando pasar más o menos desapercibido, Rashud lanzó una nueva descarga mágica al cachibache, para luego buscar un nuevo punto en el techo, alguna estactita o alguna irregualaridad para tener algo de coberturo por parte de esos fuegos artificiales que habían prendido en el cacharro.

-Oh-ho.

Smoralek se enfureció al no poder esquivar aquel golpe de esa montaña de hojalata. No estaba seguro de qué había visto Cú-cú en el interior de aquel bicho, pero sospechaba que ahí dentro estaría el origen del mal, el origen de sus problemas.

- ¡Has matado a la tribu! - Se escuchó gritar mientras aferraba el rajaperros y golpeaba una y otra vez procurando rajar, quemar, doblar y destrozar aquella cosa. - ¡Nos las pagarás! -

El brazo de Smoralek se levantaba una y otra vez con velocidad, precisión y una fuerza nacida de la rabia mientras golpeaba tratando de partir por la mitad aquel cachibache.

El pegote de pegamento se quedó pegado al torso de metal, lejos de la rejilla por la que Cú-cú pretendía lanzarlo. Smoralek y Rashud seguían intentando acabar con el monstruo abominable a la vieja usanza: con rayos de la muerte y hostias. Muchas hostias.

Pero el robot steam punk de Pincho era duro de pelar, y contraatacó. Uno de sus brazos golpeó a Smoralek, haciéndole escupir sus tripas (por fortuna, solo metafóricamente). Y volvió a recurrir a los fuegos articiales, esta vez no para asustar a Slorba y Klucky, sino para disparar uno de los cohetes del brazo al techo de la caverna.

El cohete explotó cerca de Rashud, cogiéndole la explosión, y haciendo que un pergamino cayese de la mochilita del brujo al suelo de la caverna. Klucky salió de detrás de la estalagmita y se acercó a ver.

¿Qué ez ezto...?-se preguntó el consejero, inclinándose para coger el pergamino mágico.

Rashud apartó el rostro de la pequeña explosión del petardo, escapando de la peor parte del daño, pero aún así, junto con el resto de daño acumulado por durante la noche, hacía que el brujo kobold estuviera ya gravemente herido a estas alturas de la desventura... Esta vez, en lugar de atacar, sacó uno de sus viales, de los que había compartido con Cú-cú y Smoralek, y engulló su contenido con avidez.

Cú-cú y su fracaso a la hora de cegar a Pincho con el pegamento preparó sus herramientas de ladrón llamadas por él como "los palitos que abren de todo y su respectiva palanquita". Miró por todos lados buscando tonillos y cerraduras, y comenzó agarrado al bicho metálico a desmontarlo/abrirlo.

Se iba a ver cara a cara con aquel desagradecido para pasarle la factura, el constructor iba como regalo de la casa, pero el juicio por acribillar a todos recién empezaba.

A Smoralek no le gustaba mucho cómo estaba desarrollándose aquel combate. El rival, pese a que el Ministro de las Cosas Pequeñas procuraba llamar su atención, era capaz de atacar a Rashud.

Smoralek estaba enfadado, debía conseguir que aquel ser centrara sus esfuerzos en él, en lugar de en sus compañeros, para que Rashud y Cú-cú fueran capaces de ayudarle a destrozar ese constructo.

Alzó el brazo y golpeó de nuevo con su espada mientras preparaba el escudo con la mano izquierda dispuesto a tratar de repeler los ataques de aquel ser.

- ¡Maldito mequetrefe! - Gritó Smoralek. - ¡Métete con alguien de tu tamaño! - Gritó enfadado. Lo cual no dejaba de ser irónico dado el tamaño del pequeño kobold.

Visto en perspectiva, a lo mejor Smoralek no debió provocar a la estatua, porque se llevó dos tortas como dos soles, y un montón de chispas de fuegos artificiales le salpicaron quemándole la piel.

Mientras Smoralek se debatía entre la vida y la muerte, y Rashud resolvía ese debate eligiendo vida y tomándose una poción de tiritas, el siempre observador Cú-cú se dió cuenta de algo. De algo importante. O no. Se fijó en que la rendija del horno que formaba el torso principal de la estatua robot estaba oxidada. Seguramente esa portezuela metálica no podría abrirse. ¿Pero entonces cómo se coló Pincho en el interior del horno?

Veámoslo con un divertido e interactivo... ¡FLASHBACK!

Catorce horas antes...

 Hermano, ¿qué vamoz a hacer? No podemoz terminar la eztatua para loz miniztroz, porque el horno tiene una brecha aquí. Zí, aquí. Juzto donde eztoy zeñalando. Podría colarze una ardilla dentro. O peor, una comadreja dizfrazada de conejo. Eze tipo de cozaz pazan máz a menudo de lo que te creez.

 Hermano, ya zé lo que haremoz. Pondremoz ezta olla a modo de coquilla, tapando el abujero para que no ze vea. ¡Uy! ¡No ze zujeta! A ver zi puedo encontrar una cadena y un candado para zujetar la olla. Ven, hermano, démonoz la vuelta para dar la ezpalda a la eztatua de loz jefez mientraz rebuzcamoz en ezte cajón de traztoz.

Mientras tanto, Pincho se acercaba a la escena cargando con una caja de herramientas. Hizo una pausa para dejar la caja de herramientas en el suelo y así poder frotarse las garrillas como un maquiavélico malvado de espectáculo de títeres.

 Ñijñijñijñij...

Pues sí. Había un candado sujetando la cadena que a modo de cinturón rodeaba la panza metálica del robot. Si Cú-cú conseguía abrirlo, la cadena y la olla se soltarían, y el agujero quedaría libre para poder colarse dentro y luchar hocico con hocico contra Pincho. Pero la estatua robot no iba a hacer la estatua y quedarse quieta para que Cú-cú jugara con la cerradura, así que solo intentarlo implicaba exponerse a un dolor inenarrable y miríadas de pupa, pupa por todo el cuerpo.

No muy lejos de allí, Klucky desenrollaba el pergamino que se le había caído a Rashud.

¡Por loz porroz de mi abuela! ¡¿Qué ez ezto?!

Con gran horror, comprobó que tenía letras. Letras de esas que te roban el alma si las lees. Con menos horror, también se dió cuenta que aquellos trazos no eran más que instrucciones de cómo realizar un conjuro. Un conjuro mágico. Y por algún motivo, puede que por la cantidad de hierba que se había fumado a lo largo de los años, Klucky sabía cómo interpretar esos símbolos arcanos.

¿Pillarle desprevenido? Eso nunca sucedería a menos que un extraño recipiente de 20 cara cayera entre cifras que no se deben decurpara evitar "robos de alma" por encima de una cifra que cú-cú no sabia como se decía demasiado bien. Cosas de dioses que manipulan piedras con formas raras...

Sin pensarlo mucho, supo que si llegada a caer seria recordado como "el que dejo en bolas a la estatua de los jefes que no se parecía a ningún jefe", o "el que palmo" para abreviar, mientras que si no lo hacía sería recordado como "el que pudo demostrar que era una estatua hembra y no lo hizo porque vivo s'está mas mejor que donde váyase a ver", o "el cangueli" para seguir abreviando.

Dos nombres muy tentadores, pero oiga usted, que el kobold jefe cú-cú era todo un kobold perezoso, y ya tenía las herramientas de ladrón en mano, para ser "el cangueli" tenía que guardar las herramientas, bajarse del monstruo metálico, buscarse algo de "yerba" para que el consejero klucky no dijera nada, mandar a Slorba a luchar por que el seguiría perezoso, y mandar también cansaba,... en fin, un mogollón de cosas que aburrirían a todo kobold perezoso,... en cambio para ser "el que palmo" solo necesitaba alargar un poco la mano... y le quedaba la terceraopción transformarse en "el que dejó en bolas a la estatua de los jefes que no se parecía a ningún jefe", que podía sonar igual que la de "el que palmo' pero que se abreviaba diferente como "el que tuvo la potra de no palmar", o para abreviar más "el rey brujo", ¡y joder que si molaba esa abreviación!

- ¡YAAAAAARGGGH! - Smolarek gritó al recibir dos nuevos impactos de aquella monstruosa y poderosa mole de metal y cachibaches raros. Arrugó el hocico y enseñó los dientes. El pequeño kobold estaba más que dispuesto a destrozar a esa cosa y a lo que hubiera dentro de ella.

Pero en ese instante vio cómo el aparato escupía fuegos malévolos de dudoso origen y con intenciones nocivas sobre él. Smoralek los vió en el último momento y trató de apartarse. El kobold era ágil, muy ágil, pero no lo fue lo suficiente y las llamaradas pasaron rozándole el hombro. Aquello fue más que de sobra para derribarlo, maltrecho como estaba por tanto golpe.

Y el ministro de las cosas pequeñas lo vio todo negro de repente. Notó el viento en su cara y cómo su flamante rajaperros ya no estaba en contacto con su patita y su garra. Y luego un golpe sordo, seguramente el chocar de su cuerpo contra el suelo.

Después... oscuridad.

Bueno, poco a poco iba recuperando las energías perdidas, pero aún le quedaba tela para recuperarse, pero no le quedaba tanto para diñarla si no hacía algo contra el cacharro ese, quien ya había dejado fuera de combate al aguerrido de Smoralek. Sin pensárselo dos veces lanzó un nuevo rayo de la muerte...

... pero mantenerse en el techo, ver como caían los demás, que ya había muerto casi toda la tribu, y lanzar rayos no era cosa fácil, y así pudo constatarlo el pobre brujo cuando le estalló la energía arcana en la mano.

Siendo un flashback interactivo, Cú-cú podría haberles pedido a los hermanos Hierbaenana que pusiesen un candado facilito, de los sencillos. No lo hizo, y el candado que había en la cadena-cinturón tenía su dificultad, pero nada que un Jefe de Tribu no pudiese abrir.

La olla cayó al suelo en un breve estruendo, descubriendo una brecha através de la cual las miradas de Pincho y Cú-cú se cruzaron. El conejo asesino lanzó un chillido de pánico, y se avalanzó sobre una de las palancas de su cabina de pilotaje, lo que hizo que el torso de la estatua fea de cojones se rotase. El brazo del robot lanzó a Cú-cú por los aires, golpeándose la cabeza en el aterrizaje contra una estalagmita, y quedando incosciente.

Smoralek se tambaleaba luchando por permanecer en pie tras los fuegos artificiales y las chiribitas. Pincho movió las palancas para preparar un último puñetazo, pero al final el conejo diabólico se acercó a la rejilla del horno que hacía de ventanuco y sopló. El empuje de ese aliento terminó de desequilibrar a Smoralek y hacer que cayese hacia atrás. Otro jefe kóbold que estaba fuera de combate.

Mientras, Klucky empezaba a leer el pergamino para abrir un portal dimensional, aunque eso le costase que las letras le llevasen el alma. Su voz se torno grave, como cuando tienes un catarro o estás invocando a fuerzas antiguas más poderosas de lo que tu mente mortal puede soportar.

ഞാൻ ദ്വിമാന പോർട്ടലിന്റെ ഏടുകൾ വായിക്കാൻ തുടങ്ങുന്ന പിരിയുകയാണ് അതു എന്റെ പ്രാണനെ എന്നെ അക്ഷരങ്ങൾ ചിലവ് പോലും ...

Un portal se empezó a abrir en una de las paredes de la caverna, haciendo succión y levantando algo de viento. Una brisilla demasiado leve como para atraer a una estatua robot fea que te cagas de quinquimil libras de peso, aunque cuando le pregunta la gente diga que en realidad solo pesa tropocientas libras.

Tan solo necesitaban tiempo para que el portal se ensanchase lo suficiente como para tragarse la estatua, y contaban con Rashud para hacerlo posible. Rashud, ese al que le había vuelto a explotar en la cara la infusión del rayo de la muerte tras volver a pifiarla, pero que había sobrevivido porque tiene muchas agallas y, porqué no decirlo, porque sus rayos de la muerte son un poco psé y nunca matan a nadie.

Poco duró. Pincho lanzó la última ondanada de fuegos artificiales al techo, dejando a Rashud algo quemado, inconsciente, y cayendo, y haciendo un sonoro splorch al aterrizar contra el suelo de la caverna. El robot estatua fea de los cojones caminó hasta Klucky y le abrió la cabeza dejando caer su puño cerrado sobre el druida. El portal a medio crear se cerró cuando el kóbold que leía el pergamino cayó.

Slorb, al ver eso, tiró su peluca al suelo y salió huyendo. Pincho no le persiguió, se quedó en la cueva para terminar el trabajo y consumar su venganza, rematando a todo kóbold inconsciente. Los asesinos de su dueña Mentecata al fin habían recibido Justicia. Dolorosa y desproporcionada Justicia.

- F I N -