El que había elegido su tapadera, o era un genio o un verdadero loco. Ahora representaba la vida de una estudiante de Erasmus en Roma, en un curso de postgrado sobre los orígenes de la cultura latina en España.
Sin duda, algo que ella fácilmente podría representar. Durante el último mes, había vivido como cualquier otra estudiante, casi dejando atrás todo el entrenamiento de la Granja.
Se movía y respiraba como cualquiera de los miles de estudiantes que se movían por la ciudad. Salía a tomar cafés, de fiesta a veces, y sobre todo visitaba bibliotecas y lugares de interés cultural. Había que aprovechar.
Elena Chirino, era el nombre por el que todo el mundo la llamaba. Una estudiante de Bellas Artes, que también había cursado dos cursos de Historia, y por eso estaba allí. Viviendo en una residencia para jóvenes, bastante chula, y con una asignación que en más de una ocasión, tenía que aparentar no tener, porque era muy superior a la de las jóvenes que allí convivían con ella.
El bullicio de las calles atestadas de coches se fue apagando según sus pies bajaban los escalones del metro. Hoy le tocaba ir a unas clases especiales, en no sabías que parte de la ciudad, y el mapa del metro no conseguía aclararte muy bien a donde ir.
Aun estabas aprendiendo un poco de italiano.
Roma había sido sin duda toda una experiencia, pero tenía sus cosas mala. El trafico. Era odioso, millones de coches que conducían como locos y no respetaban señal alguna. Era una verdadera locura. Y los medios de transporte alternativos, si bien eran baratos, no eran fáciles de entender.
Mientras, en la radio podía escucharse las noticias. Nada de interés. La economía jodida, vacunas milagrosas, y escándalos de políticos aficionados a las faldas. Sin duda un país muy civilizado.
Gente pasaba a tu alrededor sin parar. Unos entraban, otros salían. En ese momento notaste como algo vibraba en tu bolso. Seria alguna de la chicas, quizás Rennata, una italiana alocada que siempre quería ir de copas.
Al poco de llegar, habías decidido ser como todos los demás, y comprarte una blackberry para mantenerte al día. Sin embargo, el teléfono que sonaba era otro mucho más viejo y peculiar. Era tu teléfono de espía.
Viste que aparecía en su pantalla verde y negra un número desconocido, pero sabias perfectamente de que se trataba.
Iban a activarte, o a cambiarte de tapadera.
Te hiciste a un lado mientras el gentío pasaba ajeno a tu vida y tu nerviosismo. Y contestaste. Una voz masculina con cierto acento francés dijo.
Hola, necesita usted un cortacésped con motor en V.
Sabias que esa era tu clave, tu entrada. Al dejarte en tu tapadera, te habían dado esta clave, y la respuesta que debías comunicar. En caso de equivocarte, podían dejarte tirada dónde estabas.
Pero afortunadamente tu mente era un hacha a la hora de recordarte detalles como aquellos. Tu código era: No tengo césped, pero me gustaría un limpia cristales.
Sin duda, la frase de espías más tonta que se podía haber inventado nunca. Pero tenias que reconocer que era imposible que alguien la dijera por accidente. Ahora, el hombre que esperaba al otro lado de la línea necesitaba escuchar tu voz. Y te preguntabas si estabas lista para entrar realmente en acción.
¿Realmente necesitaba contestar a ese viejo móvil? La vida no era tan mala si pasabas desapercibida, y si nadie se dedicaba a odiarte por lo que eras o intentara aprovecharse de los dones que el destino tuvo a bien otorgarte la vida podía ser perfecta.
Había pulsado la tecla verde con la esperanza de que se hubieran equivocado. No era así. Acompañé mentalmente las absurdas palabras sobre el cortacesped, anticipándome apenas medio segundo a cada una de las palabras que mi interlocutor me decía. Y dudé a la hora de responder. Sabía que si contestaba ya no había vuelta atrás, sabía que estaba a punto de perder mi juventud, mi vida, mi futuro. Ese era uno de esos momentos de especial trascendencia para mi futuro y mi vida pasó con rapidez ante mis ojos. Nunca había sido demasiado normal pero había disfrutado la vida. Había memorizado la Torah con apenas 8 años y discutido con rabinos y doctores de la Ley pocos meses antes de perder la fe en sus supersticiones y en la religión de mis padres. había leido textos y manuales universitarios a los 12, una década antes de lo que se esperaría de mi, solo para estar segura de que me interesaría lo que me tocaría estudiar en la Universidad. Las tareas del instituto eran tan irrelevantes y aburridas... a los 18 había acabado con un historial irrepetible en un Instituto de educación secundaria en tel Aviv. Cuando mis tutores sugirieron que debería ir a un instituto especial para niños superdotados en Jerusalen me hice la idiota. No tenía intención de saber mucho sino de ganar mi tiempo para disfrutar de mis aficiones favoritas: la música y salir con chicos. Nunca había sido la clásica empollona porque no lo había necesitado. Había disfrutado mi juventud.
Licenciada en el ejército por debilidad, parcialmente fingida y exagerada (no me gustaba el ambiente), accedí a la Universidad de Haifa a los 18 años, algo antes de lo que se esperaba de una chica normal. Habría elegido musiocología pero en el kibutz alguien había decidido que sería malgastar mi talento y forzó mi ingreso en la facultad de Ciencias Naturales en la especialidad de Biología.Y conocí a Antunes y encontré la explicación a lo que nunca habría creido que fuera explicable: mi "talento", mi don divino. Y para entonces ya había leido todo lo que estaba en ingles, castellano y hebreo sobre Biología y genética. Ya podía discutir con mis profesores sin tener aún la licenciatura.
luego todo se aceleró. Mi estancia en Madrid fue efímera. Vino el viaje a Hamburgo y el test en Flemming & Co KG GmbH. Y mi estancia en La Granja. Y luego Roma. Y mi nueva vida. o mi nuevo sin vivir.
¿Qué pasaría si dijera al francés anónimo que me hablaba que se habían equivocado? ¿Volvería al kibutz? ¿Que posibilidades habría de que hubiera sido detectada y de que vinieran a cazarme? ¿O sería agradable vivir allí tras el recrudecimiento de la intifada? ¿Y no podría perderme en Roma? era grande y caótica. Ni siquiera Fleming o Kaufmann podrían rastrearme aquí... o eso creia.
No tengo césped, pero me gustaría un limpia cristales. respondí, aunque segundos después de lo que se esperaba de mi. Quizás mi lentitud habia hecho sospechar a mi interlocutor pero ya me daba igual. Ya no podía decepcionar a Antunes.
Ciao Renata. Posiblemente ya nunca podremos compartir esas alocadas fiestas a altas horas de la madrugada aunque tampoco me resultaba fácil seguirte el ritmo me hubiera gustado despedirme de ti.
Ciao Proffessore Grimaldi: a no tendría que ir a esos seminarios y aburridas charlas sobre Tácito y Plinio el viejo.
¿Ciao Roma? ¿Ciao Helena?
Ya no era Helena durante mucho mas tiempo.
Volvía a ser Sharon. Ese era mi nombre de pila real. O Lilith, como la diablesa de las viejas supersticiones de mi tierra y como se habían empeñado en llamarme los muchachos de la Granja.
Se acabó el juego y hemos cruzado el umbral. se acabó el entrenamiento. Ahora soy adulta y el mundo y mi destino me esperan.
Un segundo, dos segundos. Estabas convencida de que estabas fuera. Que te habías quedado tirada en aquel lugar para siempre, por haber tardado en dar la frase de respuesta, y sin embargo.
Tome nota. Hay un billete a su nombre en AirEuropa para el Aeropuerto Intercontinental Leonardo da Vinci, sale a las 18:00. Tiene que estar mañana a las 13:00 horas en Paris. Rue Bottello Nº 37. 2º Derecha. Allí recibirá instrucciones.
Piiii….piii…piiii….piiii…
El interlocutor corto la llamada una vez había acabado su mensaje. Y casi no tuviste tiempo de apuntar mentalmente lo que había dicho, menos mal que tu mente era prodigiosa en más de un sentido.
Durante un par de minutos no supiste que hacer. Tenías tantas cosas que preguntar, y aquella llamada había sido tan corta. Ahora empezaban La Organización a cobrarse todo lo que habían hecho por ti. Era el precio que tú misma habías pactado.
Un tiempo atrás, tras los estudios sobre tus poderes, ellos te hablaron de pasar a la clandestinidad, o bien jugarte el tipo por la Agencia. Tú elegiste. Ahora es el momento de saber si lo hiciste bien.
Consciente de que eras una presa fácil había decidido aprender a sacarte partido, no solo en lo mental, sino en lo demás. Eras joven y decidida, y ese espíritu estaba ahí cuando te viste a ti misma cruzando la ciudad para recoger de tu residencia lo que necesitabas para irte a parís.
En menos de 4 horas y media habías llegado a la terminal internacional del Aeropuerto. Todo un record, contando con haberte movido en una de las ciudades con peor tránsito de pasajeros.
Recogiste los billetes sin incidencias. Efectivamente salías en vuelo de ida a Paris esa misma tarde. Pero eso era todo, no sabias donde estaba el punto de reunión, ni donde te quedarías a pasar la noche.
No habías estado nunca en Paris, y tu francés, bueno tu francés era inexistente. El italiano por el tema de las raíces latinas no había sido tan difícil de intuir. Pero el francés era otro tema.
Tras tomar aire, te diste cuenta de que aun estabas en Italia. Y que tenias que esperar una hora y media antes de pasar al vuelo. Cierto era que aun tenias que pasar los filtros de seguridad de aeropuerto.
¡Esos idiotas de las oficinas que querían dar un aire misterioso a sus llamadas!
¿Y si se hubiera perdido un poco la cobertura, cómo podría haber dicho a mi interlocutor que no le había entendido y que me lo repitiera? Eso podría pasar y mas con estos teléfonos tan medievales que nos proporcionaban en la fundación.
Llegué al aeropuerto. Reserva de billetes a mi nombre... ¿Sharon o Helena? Helena no tendría por que salir de la ciudad y alguien mas perdería esa cobertura. Además, "Helena Chirino". Un nombre italiano para alguien que aprende ese idioma a duras penas. Estupendo... si pretendían que no llamara la atención no lo han conseguido. Menos malo que lo camuflé como que viví toda mi niñez en la Argentina y bobadas del estilo que nadie se molestó en comprobar.
No obstante a la Organización les parecía funcionar estas tretas de jugar a los espías. Al menos habían conseguido sobrevivir en el cruel mundo. Mientras ojeaba el Corriere della Sera pensé en lo decepcionado que se habría sentido mi mentor, el profesor Antunes si no hubiera aceptado incorporarme a la Organización.
El doctor Antunes... le odié profundamente cuando me mandó a Hamburgo, a un pais al que no podría perdonar jamás lo que hizo a mis abuelos hace casi un siglo y al que había jurado no visitar jamás. Y como me dejó en los laboratorios secretos de esa sección secreta de ese hospital privado para hacer mil experimentos y análisis donde me dejaron los brazos plagados de minúsculos agujeros ahí donde las hipodérmicas se clavaban para hacer sus tests y pruebas, y donde me obligaban a concentrarme hasta el límite, hasta aquel punto en el que usar mi pequeño talento me resultaba doloroso y agotador. Y el doctor ni siquiera me telefoneó a ver como me iba, y no se dignó a venir hasta el mismo dia en el que me daban de alta, con una caja plagada de todas las cosas que guardaba en aquella habitación alquilada en Vallecas que me hicieron abandonar tan precipitadamente. ¿No comprendía lo sola y abandonada que me sentía en ese frio lugar donde no entendía el idioma y vagamente sospechaba aquello que me estaban haciendo? Las nauseas y las jaquecas eran no ya frecuentes sino crónicas. Él me había traido allí, ¿por qué al menos no me daba apoyo moral?
Pero luego entendí que me había salvado la vida. ¿Cuánto tiempo habría tardado en localizarme alguna oficina especial gubernamental? ¿Cuánto tiempo habría sobrevivido en sus laboratorios? No podía creer la suerte y las coincidencias que habían hecho que Antunes me descubriera o mas bien que yo descubriera la organización gracias a Antunes. Y supe que tenía que luchar por mi y por los que eran como yo; para que el mundo fuera mas habitable. Mi entrenamiento intensivo en La Granja que completó las técnicas de defensa que me había enseñado el ejército israelí; y allí me enseñaron también a controlar mi talento, a que yo misma pudiera decidir cuando emplearlo y a conocer mis límites al usarlo. Ya daba igual mi carrera universitaria y lo que el kibutz invertía en mi formación. El propio Antunes me había dicho que no había nada mas que pudieran enseñarme, que ya había leido todo y que podría estar dando clases en vez de recibirlas en cualquier universidad. Y todo eso cuando apenas me faltan dos meses para cumplir los 20 años.
Pagué el pequeño manual de "hable francés en 10 días" (sabía que necesitaría menos que esos 10 días para asimilarlo por completo pero mucho mas para conseguir cumplir el objetivo que marcaba el engañoso título del libro) que tenía intención de leer en el avión y me dirigí hacia el control de seguridad. Un mero control de identidad al pasar el arco detector de objetos metálicos. Y como no, mi pasaporte era falso. Helena Chirino no existía. Suponía que todo estaría en orden a los ojos del funcionario, no parecía sospechosa, pero ¿por qué arriesgarse si puedo usar lo que pensaba que era un regalo de Dios y que resultó tener también una base científica?
Entré en los desiertos lavabos y todo se detuvo a mi alrededor. Salí con rapidez y corrí hacia el control de seguridad. Caminé entre los inmóviles turistas que se estaban despojando de cinturones, abrigos e incluso de zapatos; y entre funcionarios sin pasar el arco detector de metales. Pensé en atravesarlo, solo por probar a ver si pitaría cuando el tiempo corriera de nuevo aunque yo ya no estuviera allí desde hacía 0 segundos reales y unos 120 virtuales pero no me apetecía comprobarlo, así que lo rodee.
Y entonces me encerré en otro servicio al otro lado del arco de seguridad y dejé que el tiempo corriera de nuevo. Antes de salir revisé todo lo que llevaba conmigo. Una mochila con algo de ropa y la bolsa de aseo por si se perdía mi pequeña maleta facturada, un catálogo de instrumentos musicales de la colección Medici ¿tendría tiempo de visitar el Musee de la Musique parisino?., un libro para aprender francés en diez días recien adquirido, algo de maquillaje, un ipod y una de mis guitarras. Pensé en si sería conveniente llevar también alguna pistola automática aprovechando mi regalo de Dios pero preferiría no hacerlo. Todavía me sentia segura sin ella.
Y mientras miraba la funda de la guitarra pensé nostálgica en mi estupenda colección de instrumento musicales que tenía en esa comuna al lado de Tel Aviv mientras dejé que el reloj volviera a correr.Sabría que tarde o temprano podría regresar y visitar a mis padres, mis primos, mis hermanos, mis amigos de la infancia... y les visitaría como yo misma. Como Sharon. No necesitaría nombres falsos. Y la organización me ayudarí a aque asi fuera. Y yo a ellos, como una perfecta simbiosis.
Y salí del servicio para dirigirme hacia la puerta de embarque, como una viajante mas.
El aeropuerto estaba densamente transitado, y el diseñador no había pensado en colocar más asientos, unos asientos que por cierto eran muy necesarios.
Así que inteligente como tu sola, esperaste hasta que algún soltero se moviera para ir a los cubículos para fumadores.
Verdaderos ceniceros cuadrados donde se concentraba todo el hedor del tabaco, así como mucha conversación intrascendental.
Habías sorteado un control de seguridad de un aeropuerto, y estabas segura de que nada podía pasarte ya donde te encontrabas. Nadie tenía que saber dónde estabas, y a donde ibas.
Sin embargo, justo cuando tus ojos divisaron la típica expresión de necesito un cigarro en un hombre joven, te fijaste en que había dos hombres, que bien podían haber salido de una película de acción hollywoodiense.
Parecía que buscaban a alguien, pues su lenguaje físico era claro. Miradas en barrido, gestos de impaciencia.
Eso te llevo a recordar aquella tarde gris del febrero pasado, tras visitar la casa de Antúnez por última vez.
FEBRERO DEL 2010 – BARRIO DE LA LATINA – ESPAÑA
Aun te duraba el rubor de lo sucedido hacia solo unos minutos. Antúnez se había descuidado y habías conseguido colarle un beso. Algo que estabas segura que él esperaba, aunque fuera en lo más oscuro de su alma.
De repente, la gente de la calle pareció desaparecer, todo se volvió más oscuro, mas frio. Volviste la mirada atrás, y miraste para el balcón de la casa del profesor que tanto te hacia suspirar.
Te sacaba solo 12 años, pero para ti las barreras físicas eran puramente teóricas. Lo que importaba de verdad era la barrera intelectual, y con tu maestro, aquel muro hacía tiempo que había caído.
Sin embargo, algo hizo que te diera el vuelco el corazón, y tras solo dos segundos, la alarma de un coche empezó a sonar y pudiste ver como los cristales de la casa de tu hoy no tan platónico amor salían volando por los aires.
No te paraste a pensar cómo era posible que lo hubieras sabido antes de que pasara, ahora solo importaba ver si Rafael, aunque odiara ese nombre, estaba bien.
Corriste hacia el portal, pero cuando viste a dos hombre con pasamontañas aparecer por la puerta.
Uno de ellos tenía un corte, y el otro emanaba violencia con solo mirarlo. Al percatarse de que estabas allí frenaste en seco. Una elección natural, pues tu cuerpo te pedía algo que tu mente aun no había llegado a procesar.
Uno de los tipos dio un golpe al otro, y este segundo, el más feo de los dos sonrió. Sin pensárselo se movieron hacia ti.
De alguna manera sabias lo que querían. Hacerte daño.
A tu espalda un callejón que desde hacía solo unos segundos estaba vacío, y de frente dos tipos que quizás hubieran atentado contra la vida de tu único mentor en la vida. Era una dura decisión, correr a por lo que querías, o correr por tu vida.
Estas en un flashback. Pero se juega igual que si fuera el presente, asi que no dejes que te maten y esas cosas.
Correr y chillar. esa habría sido la reacción de cualquier otra chica.
Pero yo había nacido en uno de los lugares mas peligrosos del planeta y estaba acostumbrada a vivir con el peligro.
A los 17-18 años todos los jóvenes de Israel recibíamos instrucción militar donde se nos enseñaba a mantener la cabeza fria y a manejar armas para poder defendernos a nosotros y a nuestra milenaria patria que tanta sangre nos había costado recuperar.
Y ahora me veia obligada a defenderme en la lejana Sefarad. Dos hombres, adultos, fornidos y enmascarados, de aspecto peligroso.
Reculé, dos pasos, solo dos... mientras mis manos buscaban afanosamente el teléfono móvil en el bolso. No esperaba necesitar el spray de pimienta o el táser y por eso aquí no lo tenía. Madrid me parecía el pais de las piruletas si lo comparábamos con Haifa o Jerusalem.
Y pensé en el truco, el truco que hacía que la gente se quedara quieta mientras yo corría entre ellos. Pasaba a veces, pero no sabía como usarlo, aún se manifestaba por mera casualidad y no por mis deseos. A veces sucedía, a veces no. de niña pensaba que era la mismísima ayuda de Jehová o el ala protectora de un arcángel que me daba los poderes que otrora otorgaba a Moisés o a Sansón pero a medida que mi agnosticismo crecía me negaba a buscar una explicación divina en el suceso.
Y gracias a los archivos de Antunes le había encontrado una explicación. Y precisamente estaba tentada de contarle que yo podía hacer esas cosas tan extrañas gracias a una malformación en mis genes, la misma que Antunes estudió en Chernobyl. Y esa misma noche podía haber sido el momento, pero al final decidí prorrogarlo un poco mas. No quería asustarlo. Después de todo aún estaba bastante enfadado conmigo por haber fisgoneado en su ordenador en Haifa. Y me temía, temía lo que yo pudiera saber de sus secretos.
¿Cómo conseguir detener el tiempo y esfumarme en las narices de esos canallas? Ójala pudiera controlarlo. A veces bastaba con desearlo. Otras veces salía solo y en momentos inoportunos. Y otras veces salía solo en momentos oportunos, como cuando mis labios contactaron con los del doctor Antunes, con los de Rafael. para él no había pasado ni un segundo. Y yo me quedé extasiada durante mas de un minuto.
Mis manos contactaron con el teléfono móvil. busqué el teclado. 100. ¡No! ese era el número de la policía en Israel. ¿Cuál era la de Sefarad? Las páginas de la guia del estudiante de la Universidad aparecían en mi mente y el número surgió con total claridad. 091. Pero no funcionaría. Serian muy lentos.
Llamaría a Rafael. al doctor Antunes. saldría asalvarme. Y yo correría y ellos me seguirían. Y cuando quisieran volver, Rafael no estaría en casa. Su bello apartamento hecho trizas por una bomba incendiaria pero Antunes no estaría allí sino recorriendo las calles de Chueca buscándome.
Mis dedos comenzaron a pulsar a ciegas el número de Rafael, que aparecía en mi mente con total claridad. Pero hablaba con los matones para distraerlos. Fingí estar asustada. Y comencé a tartamudear usando el idioma de mis padres que tan cómico resultaba en este siglo y en este país.
¿E vos que deseays fazer?. Dejen-me em payx o gritaré desvelando a medio veçindaryo
Bueno, interpreto que aún Rafael no sabe que tengo poderes, porque aún no se lo he dicho. e interpreto que aun no los controlo.
no había pensado en liarme con el doctor Antunes, pero puede ser un giro argumental interesante. Le seguí por curiosidad científica mas que por un romance pero me vale la opción.
La situación era complicada, los dos hombre no frenaban y ambos sacaron armas de fuego al acercarse a ti.
Por el motivo que fuera, la calle estaba desierta. Como podía ser posible. El teléfono dejaba que teclearas a velocidad de vértigo las teclas, pero no podias equivocarte. Y faltaban escasos instantes para que te atraparan.
Y que seria de ti, si un par de hombres extraños trataban de agarrarte por la fuerza en un país que no era el tuyo, donde la única protección que tenias era la que tu misma podias procurarte.
Y que le habría pasado a Rafael Antunez, tu mentor, y desde hacia solo unas semanas, tu amor plantónico. Esos bestias le habrían atacado. ¿Estaria a salvo?
Haz una tirada de Destreza a Dif: Normal, para teclear un numero en el movil sin equivocarte en esta situacion de estres.
Teclee con rapidez y pulsé la tecla de llamada. Pero ahora comenzaba a esospechar que esos cerdos le habían dejado inconsciente y el gas abierto junto a una sartén calentándose en la cocina. Un pequeño accidente casero y no hay sospechosos. O quizás simplemente habían colocado una bomba o algo así.
Si acaso Rafael hubiera contestado, cosa que ignoraba, podría oirme. tenía que hacer que saliera de casa como sea. Comencé a hablar mientras caminaba hacia atrás fingiendo cara de susto. Y estaba asustada realmente, así que no me costó demasiado. Los palestinos no solían tener pistolas sino dolorosos tirachinas.
Y mentalmente calculé la distancia que tendría hasta llegar a la esquina mas cercana y el tiempo que tardaría en recorrerla. Debía llegar hasta allí antes de que pudieran darme alcance y aceleré mis pasos en consecuencia.
Apenas tengo dinero, soy estudiante, por favor... apenas 15 euros y un billete de metro, se lo daré pero no me hagan daño ¡Ah, Señor, tienen pistolas!
¿Me estaría oyendo Rafael? si tan solo saliera de casa... Sea como sea no veo nada sencillo poder deshacerme de estos dos rufianes. van armados y tienen malas intenciones. Salvo que detuviera el tiempo. A veces lo hacía cuando quería y a veces me salía solo sin desearlo y otras veces deseaba hacerlo y no podía. Y tenía que hacerlo del modo mas disimulado posible. Si tan solo pudiera girar la esquina y detener el tiempo, un minuto, quizá dos. Estos canallas solo me habrían visto huir en una dirección pero cuando llegaran hasta donde me vieron por última vez yo estaría en casa de Rafael: unos cuantos metros detrás suyo y en el lugar que juzgarían mas improbable. Ellos me estarían buscando en otra dirección.
Si lo conseguía podría sacar a Rafael. Si no lo conseguía solo contaba con que el profesor decidiera salir de su casa a buscarme salvando su vida y a mi solo me quedaría correr y correr por las céntricas calles de la Latina.
Motivo: destreza
Tirada: 1d20
Dificultad: 9+
Resultado: 16 (Exito)
La joven dudo demasiado, el teléfono seguía dando tonos, y se podían oír en el silencio misterioso de la calle. Todo estaba más oscuro, mas frio más aterrador.
Ella buscaba en su interior poner en funcionamiento una parte de su ser, que casi no entendía, que apenas podía llegar a controlar, pero tuvo su respuesta.
Pudo ver a cámara lenta como uno de los dos hombres se lanzaba a por ella y la agarraba del brazo, el brazo que sostenía al teléfono móvil que esperaba desesperado a que su mentor, su amor, su salvación apareciera y la pusiera a salvo.
El hombre apretó su ante brazo de una manera satánica. Produciendo un gemido de dolor, y el gesto involuntario de tirar de el hacia atrás, lo que produjo una segunda oleada de dolor.
Sharon podía ver todo aquello a cámara lenta, mientras el otro asaltante apuntaba su arma directamente a su cabeza. Mientras, el feo asaltante que la tenia sujeta, empezaba a sonreír con una sonrisa marcada por las manchas, donde dientes sucios de comer basura mostraban hasta qué punto el hombre que la sujetaba era un desalmado.
El tiempo se paraba, tu corazón latía con más fuerza, y el tiempo se agotaba, se anclada. No sabías que pasaría si él te tenía cogida por el brazo. Podría pasar que lo arrastraras contigo.
Nunca llegaste a responder a esa pregunta, pues antes de escuchar el sonido, antes siquiera de verlo, pudiste sentir en tu piel la sangre proyectada del cráneo de tu atacante. Y luego lentamente pudiste ver como un agujero aparecía en su cabeza, a un lado, y como la vida de aquel atacante se despedía del mundo lentamente.
El tiempo volvió a correr de repente, sin advertencias, y el sujeto callo a plomo al suelo. Desde el portal de Antunes la boca humeante de un arma dejaba escapar el efluvio de la pólvora que había producido aquella muerte.
Luego vino el caos. Del portal salió un hombre rubio, joven. Quizás guapo, pero al mismo tiempo fiero. Seguro de su mismo. El otro agresor no lo dudo y apunto y disparo a este.
Sin embargo tus ojos ya no funcionaban bien. El tipo esquivaba las balas, se movía despacio, pero en fracciones de segundo cambia de posiciones mientras seguía caminando.
El asaltante, juro en algún idioma que aun no habías oído antes. Aunque estabas segura de que se trataba de era de Europa del este.
Saco una segunda arma. Mientras tu extraño y misterioso salvador aun tenia la suya apuntando al suelo. Y levanto el otro brazo, el desarmado a la altura de su cabeza.
Con un chasquido de los dedos, una luz, fija, pequeña y potente surgió en aquel lugar. Te dejo ciega. Solo tus oídos pudieron recibir y guardar en tu mente los siguientes dos segundos.
Un solo disparo desde el portal, y luego un cuerpo cayendo a plomo, como antes que él había caído el hombre que te tenia sujeta.
Aun podías sentir el dolor en el antebrazo cuando recuperaste la vista. El hombre rubio te estaba mirando. Luego se volvió hacia el portal. Y ayudo a alguien a salir de allí. Era Antunes. El profesor estaba vivo, allí frente a ti. Aquel extraño lo había salvado. Y ahora te miraba sonriendo.
Parpadee algo confusa y boquiabierta sin haber comprendido bien lo que había sucedido. Pero los pandilleros que hace poco estaban amenazando con llevarse mi vida por delante ahora se postraban moribundos o fallecidos ya ante mis pies, y mientas mis doloridos ojos volvían a acostumbrarse a la oscuridad tras ese flash cegador y era consciente del panorama desolador que ante mi se cernía, vi la silueta del hombre todavía con la humeante pistola en la mano pero sin parecer amenazador contra mi. Y se cvolvió al portal y ayudó a salir al doctor Antunes.
No había estallado aún su balcón, pero lo haría, y él estaba a salvo. lejos de su apartamento. Y no pude evitar correr hacia él porque el hombre rubio ya no me parecía una amenaza. Y si lo era daba igual.
Y como una impresionable quinceañera me abracé a su cuerpo, deseando que la calidez de su cuerpo me alejara de la cruda realidad y de esos dos cadáveres que se agolpaban a mis pies. Los dos primeros que veia en toda mi vida pese a que venia de uno de los paises mas peligrosos del mundo. Debia ser tan paleta... nunca habia salido del kibutz pero esta prueba de fuego era demasiado cruel y dolorosa.
Doktor Antunes... ¿está byen?.... y mis ojos se lenaron de lágrimas cuando la tensión contenida afloró inconteniblemente. Y llore amargamente sobre el pecho del sabio profesor sin preocuparme por la presencia del joven eslavo quién quizás con toda seguridad me había salvado la vida..
Vámonos, por favor
La situación te había superado, tus lágrimas, guardadas fielmente bajo llave habían explotado en tus ojos, derramando tus sentimientos.
Antunes de devolvió el abrazo. Pero no duro mucho, el hombre rubio hablo, en un perfecto ingles, y pedía que nos moviéramos con urgencia.
Tras andar solo unos pasos, este llamo por teléfono, pidiendo una asistenta. Una reacción extraña.
Sin embargo volviste tu vista hacia atrás, hacia la casa de Antunes, que había sido atacado sin duda, y había salvado la vida, gracias al hombre rubio.
Este te miraba sonriendo.
Mi nombre es….
El balcón de la casa exploto, con un ruido ensordecedor que ya habías vivido antes....
EN LA ACTUALIDAD – TERMINAL DEL AEROPUERTO DE ROMA –
Un niño pequeño dejo caer un camión de juguete casi en tus pies. Te sobresalto. Habías dejado que tu mente te llevara a unos recuerdos confusos y dolorosos. Uno de los momentos que marcaron la decisión de trabajar para la organización.
Sin embargo, los dos hombres de ahora, terriblemente parecidos en forma y tamaño, aunque sus caras fueran distintas seguían allí, buscando a alguien.
Notas, como algo corre a tu espalda, y al girarte ves una puerta del aseo de caballeros cerrándose con diligencia pero sin discreción.
Todo empieza a ir más rápido. Los dos hombres parecen satisfechos y se encaminan a paso apresurado, casi corriendo hacia el baño de hombres.
La situación te suena demasiado. Algo se remueve en tu estomago. Puede que el del baño sea alguien como tú, o simplemente un chaval normal, al que los problemas siguen…
Imaginaba que hace varios meses si no hubiera aparecido aquel hombre rubio en La Latina, Antunes estaría muerto. Y yo también, casi con total seguridad. Y ahora quizás estábamos a punto de vivir una situación parecida y era yo aquella la que debía de hacer de arcángel guardián de mis hermanos y de guia en el éxodo del desierto para guiar al pueblo elegido a la tierra prometida. Solo que ya no era nadie de las 7 tribus de Judá el que tenía que ser guiado, sino aquellos que teniamos nuestros genes extrañamente mutados. Ese era mi nuevo pueblo, mi nueva gente. Aquellos que nos ofreciamos protección mutua y cuidábamos de los nuestros.
Si no lo hubiera hecho así, habría decepcionado a mucha gente que pensó y confió en mi y que invirtió mucho dinero y tiempo en mi formación. No pensaba mucho en Antunes. pues a él no me hubiera importado decepcionarle: me dejó sola en Hamburgo esas dos largas semanas llenas de pruebas mentales y fisiológicas en aquella sección secreta de ese laboratorio del sótano del edificio que alberga a la corporación Fleming; que me dejaban agotada física y psíquicamente, con los fármacos que corrían por mis venas provocándome nauseas y retortijones constantes y horribles jaquecas y agotamiento mental. Mis brazos tenían tantas marcas allí donde la aguja epidérmica había buscado mi vena que cualquiera que me viera pensaría que era una yonqui terminal. Y nadie me decía nada, ni me explicaban lo que estaban haciendo. Solo me hablaban en un idioma que no entendía y me daban alimentos sin preocuparse de si comía o no cerdo. Antunes no me llamó ni una sola vez para darme apoyo y solo se dejó caer por allí el día en que me dieron "el alta" para explicarme ciertas cosas sobre la organización y preparar mi estancia en La Granja. Todavía le guardo algo de rencor por dejarme sola. Pero pensaba en los compañeros, en los instructores, en toda esa gente llena de bondad que se preocupaba por mi bienestar y mi futuro. No les habría gustado que no hubiera ayudado aun compañero cuando pude. Y quizás ahora podía.
¿Sería realmente uno de los mios? Habia hecho una estupidez buscando protección lejos de la multitud, de la muchedumbre, y encerrándose en un servicio. Algo me decía que así era, que era uno de los mios aunque quizás aun no habia estado en La Granja. Me imaginaba mi rostro de estupidez si en realidad hubieran sido las autoridades aduaneras de incógnito persiguiendo a un camello o a un inmigrante ilegal; pero algo me decia que no era así, y debía escuchar a mi instinto. Mis premoniciones solian ser acertadas gracias a mis extrañas capacidades.
Memoricé mi posición en el aeropuerto para regresar unos minutos mas tarde y detuve el tiempo. Esta vez ya sabía como hacerlo. Creía que un par de minutos bastarían y que no sería una chapuza intermitente como aquella madrugada madrileña. Corrí hacia los hombres, inmóviles en su carrera apresurada, y comprobé sus sobaqueras y cinturones, buscando sus armas. Imaginaba que llevarían pistolas, como aquellos matones de aquella noche de Febrero.
Vale, mi idea es la siguiente: voy a quitarles las pistolas y voy a correr hasta los servicios, voy a mirar el futuro que podía haber sido para estar segura de que es uno de los mios y luego pondré una pistola a la vista del muchacho. Si estaba encerrándose le colocaría una pistola sobre la tapa del inodoro, o sobre la cisterna por ejemplo. O a su lado en el lavabo. Y como último recurso en su chaqueta. Luego correré hasta mi última posición antes de detener el tiempo, mas que nada para que nadie que me pueda estar mirando en ese preciso momento vea como desaparezco de golpe; y con otra pistola en el bolso dejaré que el tiempo vuelva a fluir y caminaré con calma hacia los servicios, detrás de esos hombres, que se me habrán adelantado ignorando que el cazador ahora que no tenía armas era el cazado.
Vale, los tipos no llevan Pistolas. Pero si taser. Porras electricas. Y no llevan acreditacion de ser Policias.
Si quieres cambiar de accion, comentamelo editando las notas del post anterior.
PD: Si llegan a llevar pistolas. Es que son o polis, o tios muy muy chungos. Como tu, jajajaja.
Pero mis manos palparon un par de tasers. Eso ayudaba a reforzar mis sospechas. A ese tipo lo querían vivo y no eran policías.
No los necesitarán, son dos contra uno. Era justo equilibrar el juego desarmando a los que estaban en superioridad. O dos contra dos, ¿por qué no intervenir? .
me llevé los tasers y corrí hacia los servicios para ver qué hubiera sucedido en los próximos minutos y para decidir si dar uno al chico para que se defienda o emplearlos yo misma contra sus futuros agresores.
Y mientras tanto me notaba acelerada. Creia que aun estaba sobrada de tiempo pero no quería arriesgarme a rozar el límite.
Claro que como parece muy evidente el desenlace de la escena de los servicios, me fiaré de la cara que tenga el chico porque no tengo nada mas que eso y mi intuición :)
Tu cerebro traza un plan que sinceramente no estás segura de que tu cuerpo pueda seguir. Sabes que tras los experimentos, tu cuerpo sufre una especie de colapso cuando pasas el límite.
También sabes que cinco minutos aproximados es el máximo de tiempo que puedes estar fuera del curso natural del tiempo. Y que ese tiempo se reduce con cada cosa que desanclas.
Ahora dos taser han reducido tu tiempo, y no tienes manera de saber cuanto a pasado, porque cualquier reloj que mires, marcara el mismo segundo exacto que cuando usaste tu poder. Así que no corres riesgos, y te lanzas en una carrera contra reloj para ir al baño.
Al llegar ves a un joven, de unos 20 años, podría ser cualquiera. Podría ser un chico normal. Lo único reseñable, es que tanto su pinta, como su ropa, te hacían sospechar que era un friki, un empollón, uno de esos tipos listos que hay por todas partes, y que son blanco de las mofas y las miradas de superioridad de todos aquellos menos listos que ellos.
Había llegado el momento de darlo todo por el todo. Querías ver un poco el futuro. Un truco sencillo, pero que hasta el día de hoy no habías podido hacer mientras estabas anclada. Así que en cierta manera no sabias muy bien cómo hacerlo.
Te concentraste, pero no sentías nada. Te empezaste a estresar, no tenias tiempo que perder, incluso no sabias cuanto tiempo reduciría tu anclaje el hacer aquella maniobra. Sencillamente no podías creerte que fuera más difícil que de costumbre.
Respirando hondo, y rápido, y moviendo los brazos, conseguiste hacer una onda en el espacio tiempo. Delante de ti se abrió una ventana, que no podías mover de sitio. El tiempo transcurría, y el chico salía de mear, alguien le hablo en algún idioma de Europa del este, y el chico se asusto.
Luego, el otro, con un italiano aun peor que el tuyo le pidió al joven unos planos. Y este casi se vuelve a mear encima, y contesta que no con la cabeza.
Algo recorre tu mejilla, y al tocarte, ves una lágrima de sangre. Lo que está haciendo está pasando factura a tu cuerpo. Así que frenas en seco, sales caminando del baño, hasta el sitio donde debes aparecer cuando el tiempo vuelva a correr.
Tienes que electrocutar a aquellos hombres antes de que el tiempo te pille fuera de lugar.
Llegas y notas como ahora las lágrimas son más profusas. Desde luego, aquella maniobra te está pasando factura. Sabes que no te queda tiempo, que has corrido, que has estado todo lo ágil que has podido, no tienes tiempo de hacer milagros. Así que desesperada usas los dos taser con uno de ellos. No pasa nada, no sabes si ha funcionado.
Luego casi arrastrándote, suplicando por unos segundos que quizás no sean tuyos, llegas hasta el punto de tu elección.
Te pones derecha, y como otras tantas veces, como si alguien le diera al play en una película. El color, el sonido, el movimiento vuelven en tromba sobre el mundo. Y según llegan tú caes.
Desde el suelo, puedes ver como una pareja se acercan corriendo a donde estas. Tu cabeza duele, duele mucho. Allí desde el suelo, puedes ver, y sonríes, cuando el malo, sufre una especie de crisis, se menea y cae tan redondo como tu al suelo. Y su compañero se para en seco. Dejando de mirar el baño.
Alguien llama a un medico. Tu finges tener solamente un fallo medico, y le comentas a el, y a los agentes que vienen más tarde, que vas a Paris al Hospital. Eres vehemente, todo el mundo te cree.
Lo mismo pasa con los malos. Los revisan. Le dicen al gorila que está bien, que su amigo ha sufrido algo parecido a un corto circuito. Que tiene quemaduras del impacto eléctrico en el pecho.
Lo interrogan, y la policía se pega a ellos, hasta que deciden llevárselos. Ya sentada sobre una de las butacas ves la escena. Al gorila con los ojos fuera de órbita cuando su objetivo se escapa de sus manos.
El chico, asustado y aliviado camina hacia donde estas tu, y al ver tu cara da un bote. Ves en sus ojos que te ha reconocido. Y no sabes muy bien como. Sea como sea, el ha decidido salir de allí casi a la carrera. Y tú no puedes moverte.
De hecho, tienen que subirte al avión en una silla de ruedas. Allí, en tu asiento de primera clase, les dices a las azafatas que te dejen dormir. Porque realmente necesitas descansar tu cuerpo. No puedes estar segura de hasta qué punto has puesto en peligro tu vida con aquella maniobra, y el descanso te dará quizás algunas repuestas.
Tus ojos se cierran, con la imagen del chico dando un bote al ver tu cara. Al ver tu cara. Tu cara. Como podía conocer tu cara.
Ding
Señorita. Ya hemos llegado a Orly.
Una azafata sonríe y te mira esperando a que digas algo….
Respiré aliviada. Mi cabeza me dolía horrores pero después de la corta siesta me sentía algo mejor. Ahora tenía miedo. No sabía si uno de los dos canallas había relacionado mi caida con la de su compañero. Pero sentía que el esfuerzo había valido la pena. Me había puesto en peligro pero ahora sabía un poco mas sobre mi, sobre mi cuerpo y sobre mis capacidades. Había llorado sangre, el esfuerzo debería haber sido supremo. Pero quizás había salvado la vida a ese joven. Y él lo sabía. Estaba segura de que había merecido la pena.
Muchas gracias comenté a la auxiliar de vuelo mientras me ponía en pie agarrándome con fuerza a los asientos para no caer. Recogí mi bolso y algo confusa miré a mi alrededor.
Me encuentro algo mejor, creo que no necesitaré la silla dije intentando caminar lentamente, por mi propio pie y dirigiéndome hacia la salida del avión. Me puse las gafas de sol, no tanto por el dolor de cabeza y las migrañas que las luces podían haber provocado en mi sino por miedo a haber llorado sangre nuevamente durante mi sueño. Si hubiera sido así debería tener un aspecto horrible.
La noche parisina ante mi y no lo podía disfrutar. Estaba sola y cansada. Debería buscar un hotel cerca del aeropuerto y recuperarme. Por suerte tenía tiempo antes de tener que visitar esa dirección de París. Y ahora definitivamente ya no había vuelta atrás. Había comenzado mi nueva vida.
Salir del aeropuerto no fue un problema. Recogida de equipajes fue un mero trámite, pues llevabas contigo todo lo necesario.
Al salir a la noche parisina, notaste que hacia algo más que fresco. Se acercaba el invierno, pero decididamente este aun no había decido anclarse en Paris. Pero poco debía de faltarle.
Coges un taxi, que te recomienda como no, un hotel algo alejado del aeropuerto, pero con buenas conexiones. Como no tienes ganas de discutir, y no te importa gastar tu dinero. Le das permiso para llevarte allí.
Es bastante tarde cuando entras en la habitación del hotel después del check in. Todo esta cálido y ordenado, y tú necesitas una ducha y seguir durmiendo.
Ya habría tiempo de reflexionar sobre lo que había pasado en Italia. Y lo que habías sacrificado. Caes rendida rápidamente.
El teléfono de la habitación suena. Has pedido que te despierten temprano, y debía de serlo porque desde la ventana se podía ver las vistas de Paris.
Aun así, aun te quedaste una hora y media más en la cama. Ahora, solo te quedaba averiguar dónde estaba la dirección que te habían dado.
Tras una relajante ducha y un rápido desayuno salí animada a la fresca mañana parisina. Mi hotel se encontaba muy cerca del Sena y del glamuroso y romántico centro de la ciudad. Una pena que no viniera de vacaciones. Tenía que andar con mil ojos desde este preciso instante. Pero me sentía despejada y fresca. Pasee un rato mirando escaparates hasta que finalmente me detuve en un kiosko para adquirir un callejero de la ciudad. Tenía un móvil de última generación que me permitiría buscar esa dirección en internet y en el GPS del teléfono, pero algo me decía que era mejor usar el método mas clásico y tradicional. Ese móvil era de Sharon Mizrahi. Y Sharon Mizrahi supuestamente seguía en Madrid. ¿las conexiones de mis enemigos llegaban hasta el punto de saber lo que estaba buscando en google mobile? prefería no arriesgarme.
y mis ojos buscaron en el índice de calles mientras degustaba un espresso en una terraza bajo los últimos rayos de sol de la temporada que apenas llegaban a calentar mi piel bajo mi abrigo. Bottello. Rue Bottello.
Y decidí que en esta ocasión viajaría en metro. Me gustaba perderme entre la gente. La gran ciudad me lo permitía. Busqué la estación de metro mas cercana y adquirí un billete. Y cuando el tren metropolitano se perdió en el subsuelo en dirección a la estación mas cercana a Rue Bottello miré con curiosidad la guía de la ciudad. ¿tendría tiempo de hacer turismo en mi nueva vida? Paris era tan grande que me sentía ridículamente pequeña. Ilocalizable entre la gran cantidad de gente que camina en la inmensidad de la metropoli. ¿correría peligro aquí? ¿me localizarían con facilidad?
Todo paso muy rápido, las calles las gentes las idas y venidas de cada parisino, pendiente prácticamente de lo que tenían en la cabeza.
Cierto era, que de vez en cuando alguno giraba el cuello al verte. Pero los hombres eran así, no había que darle muchas vueltas.
Pensabas que ibas con tiempo. Sin embargo dos malos transbordos en el metro hicieron que el tiempo se te pegara al culo.
Al final diste con la parada que andaba cerca de la dirección que buscabas. El problema fue que al salir a la calle no tenias ni idea de a dónde dirigirte. Porque el metro no mostraba direcciones, y no sabias desde donde habías venido.
En cualquier caso, tras un par de tensos minutos llegaste a dar con la calle. Era una calle bien iluminada, aunque el tiempo amenazaba con estropearse, indicando que el invierno no estaba muy lejos de llegar a Paris, y a tu vida por añadidura.
Caminaste tranquila, porque sabias en los diez minutos que te quedaban para llegar la dirección tenías tiempo de sobra para localizar el lugar y subir. Eras una chica aplicada, y nadie podría decirte nunca que no te tomabas aquel nuevo estilo de vida en serio. Si no fuera así, no habrías salido de Roma, te hubieras quedado allí, fingiendo una vida que no era la tuya, pero que fácilmente podía haberlo sido.
Fin del prologo. Felicidades. Ahora a la escena personal....