June está fuera de sí. Arranca con fuerza la hoja garabateada de su cuaderno de ideas y la lanza en una explosión de furia y frustración contra la pared. Es justo en ese momento cuando la escritora queda cautivada por la trayectoria que sigue su pelota improvisada, girando perezosamente sobre sí misma al tiempo que la luz mortecina del LED de la pantalla realza los pliegues de incontables dimensiones de lo que antes era una superficie lisa en 2D. Todo sucede en apenas unas décimas de segundo. Y sin embargo las palabras acuden en tromba a su mente, describiendo con increíble belleza y precisión aquella escena tan trivial como preocupantemente frecuente.
Pero no es ahí a donde June quiere dirigir su atención.
Y sin embargo la pelota continua su curso y acude presta a los brazo de su sino, estrellándose de lleno contra el titán de yeso y granito, precipitándose acto seguido contra suelo. Un cadáver más junto al resto de sus predecesoras, desperdigadas sin orden ni concierto por la habitación.
June niega con la cabeza y vuelve a centrar su atención sobre la pantalla, abandonando por el momento el bloc de notas en el que apunta todo aquello que se le viene a la cabeza cuando no está cerca de su portátil.
27 de Octubre, en un apartamento de Longwood, Boston, MA.
Genial, son las 19.46. Otra tarde de trabajo tirada a la basura. Y es que el encargo de la editorial Chapman & Hill se te resiste. ¿Quién sería el gracioso que te recomendó como escritora de capítulos de ambientación para manuales de juegos de rol de fantasía propios de geeks y nerds adolescentes? Desde luego la paga no es mala, pero te planteas si realmente merece la pena el esfuerzo, pues ya llevas dos semanas de retraso con la editorial. Tal vez sea la temática de los textos. O tal vez sea el estilo farragoso y endemoniado de los 60 que te obligan a seguir. No lo sabes a ciencia cierta, pero la verdad es que por primera vez en mucho tiempo las palabras no fluyen.
O al menos no fluyen para el encargo. Porque ya te has visto sorprendida en más de una ocasión por algún fragmento que aunque nada tiene que ver con lo que buscan los chupatintas de Chapman & Hill, es francamente inspirador. Lástima que cada vez te cueste más controlar esos arranques de genialidad.
Suspiras y abres el navegador. Clicas por inercia en tus marcadores favoritos, entre los que se encuentran distintos blogs y diarios de información alternativos. No es que sean una gran fuente de rigor periodístico, pero una nunca sabe dónde puede encontrar la inspiración.
Entonces un titular llama tu atención: “Aparece brutalmente asesinada la modelo desaparecida.” La historia promete. Abres la noticia y comienzas a leer el artículo en diagonal, a la caza de algún elemento que pueda resultar inspirador. Es una tragedia cruda y basta, sí. Pero ese tipo de historias tienen buena acogida entre el público de las revistas en las que escribes cuando no pierdes tu tiempo con los desgraciados de Chapman & Hill.
Sarah Steiner, la modelo desaparecida el bla, bla, bla… Fue encontrada a las afueras de Whintrop bla, bla, bla. Ingresada de urgencias en el Hospital General de Massachusetts, bla,bla, bla… Lamentablemente los médicos no pudieron hacer nada. La policía sigue tras la pista de su asesino, bla, bla, bla… Restos de ketamina en su cuerpo, las evidencias forenses apuntan a que la víctima estaba consciente en todo momento…
Y entonces te quedas petrificada. El aire escapa rápidamente de tus pulmones. Notas como por algún motivo la sangre de tu cuerpo no fluye como debería. Tu rostro comienza a perder el color, tomando una lividez mortecina. Y una sensación de desasosiego te invade de repente.
Porque conoces esa historia. Tú misma la escribiste: un relato corto desde el punto de vista de un psicópata ensañándose con víctima en un oscuro cobertizo, practicándole incisiones en los mismos puntos que sugiere el artículo. Arrancando poco a poco cada pedazo de cuerpo, de su piel y de su alma a medida que el asesino continua con su inexorable y meticuloso ritual. Pero algo le interrumpía y le obligaba a abonar la escena a toda prisa. Recuerdas que entonces cambiabas el punto de vista a la víctima, que consciente en todo momento contemplaba con horror las mutilaciones a las que había sido sometida. Al final un desconocido la encontraba y avisaba a las autoridades. Pero ya era demasiado tarde, pues mientras un maremágnum de luces y sonidos se entremezclan, la pobre víctima exhala su último aliento.
Recuerdas muy bien esa historia. La escribiste poco después de separarte de DeAndre. Aunque el periodista ha omitido un detalle: a la mujer lo último que le extirparon fue el rostro…
Pero algo te saca de pronto tu estupor. Se trata de tu móvil, que resuena desde la otra punta de la casa, en la cocina, con persistente insistencia.
Acerca la desvencijada pluma que antaño le regalo su hermana y se muerde el dedo gordo, allí donde sus dientes ya han dejado dolorosas marcas, justo antes de dejar que su mano forme las letras, luego las sílabas y finalmente las frases, descontroladas y amontonadas en una caligrafía diminuta e indescifrable, emborronadas por la velocidad con la que la mano se desliza. Respira ansiosamente; el pecho arriba y abajo. Un mechón alborotado se remueve inquieto, acompasado a sus pulsaciones y a la adrenalina que libera cada vez que arremete contra el papel. La sensación es excitante, pero momentánea.
Cinco minutos después se separa de la destartalada mesa. Vuelve a morderse el dedo manchado de tinta, se acerca, se aleja, se remueve el pelo frenéticamente y finalmente aparta bruscamente la libreta, como quien rehúye de algo. Céntrate de una jodida vez. El trabajo para Chapman & Hill sigue en blanco, desde hace dos semanas. Bueno, no. Ha escrito un párrafo, eso es un gran avance, sí. Desafía a la pantalla del ordenador y casi puede imaginarse al editor que la contrató, al otro lado, subiéndose por las paredes y maldiciendo a toda su familia. Se muerde el labio con fuerza, practicándose un leve castigo. Quiere acabarlo, pero es una temática más o menos cerrada que le resulta increíblemente pesada. Había escrito antes sobre cruentas batallas, imponentes navíos zarpando a través de un angosto mar, ciudades invadidas y mundos mágicos y antiguos. Pero hoy no puede ser. A la mierda, que les den, otra vez.
Su interés se desvía fácilmente a otros asuntos; eso es el cotilleo morboso y malsano, pero adictivo. Encuentra con facilidad la distracción perfecta, un artículo escabroso. Suele pensar que, cuanto más detallado y truculento es el caso, más interés tiene. Por enfermizo que parezca, disfruta ligeramente con esto, le gusta recrearse, imaginar la escena en su cabeza y añadir detalles. Y se juega la mano buena a que no es la única que lo hace.
Pero de pronto palidece. Siente como sus ojos se abren de par en par y las pulsaciones vuelven a acelerarse descontroladamente, sólo que esta vez por un motivo distinto. Lo primero que le acude a la cabeza; miedo. Lo segundo; miedo. Lo tercero…El móvil suena. Reconoce la melodía, pero parece que la información no llega a su cerebro. Nota los músculos congelados, como en rigor mortis. Tarda unos tres segundos en reaccionar y volver a la realidad de su cuarto, para a continuación lanzarse atropelladamente por el pasillo hasta alcanzar el móvil. Piensa en no cogerlo, pero finalmente lo descuelga.
¿..Sí?
¿Qué era lo tercero que pensaba? Ah sí, fascinación.
¡Maldita sea! ¡El teléfono otra vez!
Atraviesas a toda velocidad tu apartamento hacia el dichoso móvil, aún con la congoja en el cuerpo, hasta que finalmente alcanzas tu dispositivo y descuelgas. Respondes enseguida pero quien sea que esté al otro lado de la línea… no dice nada. Escuchas un sollozo, un lamento entrecortado que queda sepultado por el intenso sonido del tráfico. La persona toma aire y entonces toma la palabra.
—¿June? —pregunta una voz femenina, familiar. Dice algo más, pero un estruendo seguido de un claxon eclipsa las palabras. Finamente la persona al otro lado del auricular eleva la voz hasta que se hace reconocible. Es Fiona—. June, tía… necesito verte. No sé por qué lo he hecho pero lo he hecho… —dice atropelladamente—. Ha sido un error. El mayor error de mi vida pero aun así… ¿Podemos quedar? Te necesito.
Repite el mismo monosílabo, a la espera de una respuesta que se hace de rogar y que no hace más que acrecentar sus ya de por sí alterados nervios. Quiere –y no quiere a la vez- volver al refugio de su habitación y devorar aquella noticia de nuevo, tratando de hallar respuestas o más desconcierto si cabe. Frunce el ceño y, cuando está a punto de mandar a la mierda a su interlocutor y colgar, escucha al fin un sollozo. Agudiza el oído y nota como sus músculos se tensan.
—Fiona…—suelta en un suspiro, a medio camino entre el sosiego, ahora que sabe de quién se trata, y el nerviosismo. Escucha atentamente y decide no hacer preguntas. Intuye de que se trata...¿problemas maritales? Suspira.—Tranquila...Dime donde estás exactamente y voy para allá.- contesta con una voz suave, tratando de sonar reconfortante.
Fiona te responde entre sollozos, entrecortados por el pulso nocturno de la ciudad.
—Estoy en Staniford con Cambridge. —¿En el Hospital Central? ¿Qué hace Fiona ahí?—. Yo… Estoy bien June, no es nada. Aun así… ¿Podemos vernos en el Fox Caffe?
Sabes que no te lo pediría si no fuera importante. El problema es que últimamente el umbral entre aquello que es de importancia y aquello que no lo es cada vez está más difuso en la vida de Fiona. Desde el nacimiento de Amy, su segunda hija, la vida de Fiona está patas arriba: problemas con la casa, antidepresivos, broncas constantes con el marido y una sensación cada vez más intrusiva de futilidad y vacío existencial. Al menos eso hablasteis en la última ocasión. ¿Cuánto hace ya de aquellos? ¿Dos meses? ¿Tres? La verdad es que el trabajo te ha tenido bastante absorbida, incluso antes del bloqueo con Champan & Hill.
Tratas de tranquilizarla y los sollozos de tu amiga cada vez son menos frecuentes. Parece que la antigua librera consigue al fin serenarse y recuperar parcialmente la compostura. Sin mucho más que decir, quedáis en el Fox Caffe, en Haymarket, en pleno centro. No mucho ahondáis en el motivo de la llamada, pero parece que ha tenido problemas con su marido, para variar.
***
El viento sacude tus cabellos cuando abandonas la estación de metro y te diriges hacia la cafetería. Hay bastante movimiento por la zona, un sinfín de transeúntes salen y en entran en tromba de la estación. Las calles bullen de actividad, con los comercios y los restaurantes repletos de gente. Las luces brillan con profusión, iluminando prácticamente en su totalidad la avenida principal y desdibujando las estrellas que se alzan sobre el firmamento.
No tardas en llegar a la cafetería, repleta de clientes —oficinistas en su mayoría— en ese momento.
Distingues a Fiona en una mesa solitaria, casi escondida en una de las equinas del local, escribiendo algo en un bloc de notas. Un caffe machiato a medio terminar preside la mesa junto a un par de velas y una flor de plástico. La librera parece absorta en su tarea y no parece darse cuenta de que has entrado en la sala. Según te aproximas a ella reparas en el que lleva el pelo bastante desarreglado, recogido en un moño precario que las inclemencias del tiempo no han conseguido desenlazar. Restos de maquillaje perfilan sus ojos y lleva puesta una vieja sudadera de la universidad.
Un escalofrío se adueña de su cuerpo cuando sale a la calle. Se arrebuja en su vieja chupa de cuero y se frota los brazos mecánicamente, aunque sabe de sobras que no es el frío el causante. Llevaba días sin salir al mundo, y ahora éste se le antoja apabullante, extraño y distante, todo a la vez. De hecho nota la piel más sensible de lo normal y por un momento su vista se emborrona, provocando que parpadee un par de veces, tratando de enfocar. Cuando abre los ojos descubre que, ahí en medio, entre el bullicio de la ciudad, su imaginación se vuelve más osada y maliciosa; encuentra hadas siseándole desde las esquinas, insectos susurrantes y sombras amenazantes. Se rasca el dorso de la mano compulsivamente, tratando de apaciguar su interior. Cuando consigue serenarse por fin, pone rumbo a la cafetería.
Durante el trayecto sus pensamientos se han centrado en Fiona; en su voz azorada y en lo que se intuye en ella. Hacía un año era June la que la llamaba en medio de la noche, berreando, sufriendo un ataque de histeria. Aún podía recordar su mandíbula dolorida de tanto apretarla y las marcas de las uñas en la palma de la mano y eso que hacía tiempo que no pensaba en su propio divorcio. Quizás era aventurarse demasiado, pero Fiona no estaba bien, desde hacía tiempo. Era amargo ver que no podía hacer mucho, pero…en ocasiones se preguntaba si realmente se había escabullido, si había evitado hacer algo que pudiera apaciguar la situación. ¿Habría sido buena amiga? ¿Realmente el trabajo amontonado justificaba aquellos dos meses de poquísimo contacto?
Sacude la cabeza, desviando esos pensamientos para otro momento, cuando la localiza en una desangelada mesa de la cafetería, sumergida en sus pensamientos. Sufre de pronto un extraño dejavú; se recuerda en la trastienda de la pequeña tienda de libros antiguos, durante un descanso, cotilleando una antigua edición de El signo de los cuatro de Sir Arthur Conan Doyle mientras escucha -o hace ver que escucha, ya se conoce la canción- a Fiona hablando de su novio y de sus perspectivas de futuro; joven, enérgica, divertida, riendo sin parar. La mujer que está sentada en esa mesa parece hoy muy distinta; ladea la cabeza, suspira y arrancando una sonrisa de alguna parte se acerca y la abraza por sorpresa, cariñosamente, arrebujándola entre sus brazos.
—Ya estoy aquí.- le susurra al oído. Se separa y se sienta frente a ella, examinando la mesa.—¿Café? ¿En serio?- le dice formando una sonrisa divertida y haciéndole una señal al camarero, a la vez, para que venga a tomarles nota.—Necesitamos algo más fuerte.-un silencio incómodo se instaura por un momento, pero June lo rompe con pasmosa facilidad.—Vamos, cuéntame…¿Qué ha pasado? ¿Qué hacías en el hospital?
Fiona da un respingo al notar el contacto de los brazos de su amiga rodeándola, pero enseguida se deja envolver por el abrazo reconfortante de June.
—June —susurra clavando su mirada en los ojos de la escritora. Espera a su amiga tome asiento y es entonces cuando suelta el bolígrafo y esboza una sonrisa cargada de melancolía—. Sí, creo que me hace falta algo más intenso —responde a la invitación de su amiga.
Fiona se retrepa en su asiento, desperezándose para luego arrebujarse en su maltrecha sudadera. Un camarero de anchas espaldas y mandíbula cuadrada se acerca hacia las dos jóvenes para tomar nota del pedido: un vodka con limón para Fiona y un Gin Rickey1 para June.
—Yo… —Fiona desplaza la vista hacia la superficie de la mesa y niega con la cabeza—. Es sólo que… —Se revuelve inquieta en su asiento y te devuelve la mirada, adoptando una expresión repentinamente adusta—. June, he cometido la mayor estupidez de mi vida. Ya sabes que las cosas en casa están difíciles. Pero eso no es una excusa. Se trata de Mark.
Fiona se interrumpe cuando el camarero vuelve a la mesa y deposita las copas frente a vosotras. Un tenso silencio envuelve a las viejas amigas. Fiona toma su copa enseguida y la observa pensativa antes de darle un largo trago.
—Me encontré con Mark el otro día. Y… bueno, estuvimos hablando. Está muy cambiado, June. Y me recordó los viejos tiempos con demasiada intensidad… —Vuelve entonces a tomar otro sorbo—. Y una cosa llevó a la otra. Soy una estúpida.
1: he elegido un cócktel hipster para June. Si no te convence, podemos ponerle otra cosa :P
La recorre lenta y minuciosamente con la mirada mientras trata de encontrar las palabras adecuadas, oliéndose de que va todo esto. Dirige una mirada de soslayo a aquella libreta en la que había estado garabateando, queriendo saciar su curiosidad, pero rápidamente sacude la cabeza y vuelve a centrarse en su amiga. Ahora no. Mientras escucha su suave voz dirige su mano derecha a su brazo, para acariciarlo con suavidad, tratando de reconfortarla. Intenta expresarle con la mirada que todo va bien, aunque sepa que no es verdad.
Calibra la información recibida y decide que lo primero es lo primero, y eso es darle un larguísimo trago al Gyn, imitando a Fiona. Nota el brebaje potente, más cargado de lo habitual, ardiendo en su esófago y sus entrañas y es una sensación agradable, espléndida y real, lo había echado de menos. Suspira y, jugueteando con la pajita del cóctel, piensa en Mark, en sus problemas y mierdas personales que dinamitaron la relación con Fiona –si es que no estaba jodida ya- y con sus amigos. No es que June se considerara una gran amiga de Mark, pero sí había tenido la sensación de que el tío lo había mandado todo a tomar por culo. Aunque bueno, ella no era la más adecuada para juzgar las miserias, adicciones y abandonos de otros, no, claro que no, así que más le valía frenar y no ser tan gilipollas. Da orden a la información…Mark…hospital central…puede ser que...no....de pronto da un respingo, como si hubiera recibido un doloroso latigazo. Nota un hormigueo recorriendo su espalda que deja a su paso una sensación mortecina.
—No…-¿cómo expresarlo?—No hubo condón.-murmura, con tono dubitativo, clavando sus ojos en ella.—¿Vienes del hospital por eso...?- traga saliva y la toma por ambas manos, apretándolas con cariño. No lo sabe, pero siente igualmente la necesidad de brindarle esas caricias, ese apoyo que ha escaseado durante estos meses. Intenta que sus ojos no muestren preocupación, pero no sabe si lo consigue.—No pasa nada Fiona. Estas cosas pasan. Se la de mierda que estás tragando. Está bien…-repite como un mantra.
Me parece bien esa bebida de modernos para June <3
Separa las manos de las de su amiga y se aferra con fuerza al vaso. Lo levanta con el pulso tembloroso y da un largo trago, apurando el contenido casi en su totalidad.
—La historia es un poco más enrevesada, June… aunque no termina tan mal —esboza una tímida sonrisa—. Todo comenzó hace un par de meses. Me encontré con Mark de casualidad y quedamos para tomar un café. Al principio estaba reticente pero… tía, tenías que haberle visto. Estaba tan cambiado… y a la vez era el mismo de siempre. Decía haber transcendido. Me contó que estuvo dos años por China, el Tibet y la India y que la experiencia le había cambiado la vida. Había vuelto hace poco a la ciudad y se decidió a fundar una pequeña cooperativa a las afueras, con la que combatir las miserias de los menos favorecidos… Una manera de revertir el orden social y de ayudar a todos los miembros de la cooperativa a conectar con su lado espiritual.
Mark siempre tuvo unas ideas un tanto… controvertidas. Le iba el rollo libertario y tenía un puntito de socialista que a menudo chocaba con las concepciones políticas del resto de la gente con la que ambas amigas solían quedar. Pero June —y no era la única— siempre sospechó que todo no era más que una pose. Una fachada con la que hacerse el interesante y el centro de atención. Porque lo cierto es que Mark siempre se las arreglaba para no pagar nada. De algún modo, que el ex Fiona hubiese montado su propia secta, tal y como Fiona la describía, no era ninguna sorpresa. Y aún así…
—Ya sabes que las cosas no me van bien con Phil en casa. Desde la llegada de Amy, apenas pasa tiempo con nosotras. Y que Mark volviese a estar aquí… caí. Como una tonta me dejé engatusar por su idealismo, su mirada y... —Fiona traga saliva y desvía la mirada—. Me acosté con él, June. He sido a infiel a Phil desde entonces… Mark me hacía sentir deseada, interesante, viva. Me convenció para fugarnos, para marcharnos a Tailandia y dejarlo todo atrás. Nuestro sueño de juventud… Le di el dinero, lo poco que he ido ahorrando durante los últimos años, para que comprase los billetes y se pusiera en contacto con unos amigos. Íbamos a desaparecer completamente. Documentos falsos, nuevos nombres. Estaba decidida a dejarlo todo atrás… Pero Mark ha desaparecido, June. No consigo contactarle. Habíamos quedado hace seis horas y… —comienza a sollozar de nuevo—. Soy estúpida, June. Una idiota.
A medida que va añadiendo información a la historia su ánimo se va avinagrando más y más, sintiendo un potente ardor en el estómago que asciende lentamente por su garganta. La rabia. A fin de cuentas, ¿qué es la rabia a nivel fisiológico? El sentir arder tu cuerpo, la dilatación pupilar, la liberación de hormonas generando violaciones sinápticas...esas descargas eléctricas que provocan el desear arrancar la faringe de cuajo a más de una persona, ver brotar la sangre roja sin pudor alguno, sin avergonzarse de mostrarse al mundo…Aparta bruscamente la mirada de Fionna y se centra en su copa, hincando las yemas de los dedos en las ranuras del vaso. Cálmate.
Pero no había forma de contenerse ante soberano cabrón. ¿De verdad Mark había ganado mágicamente tal poder de convencimiento? Siempre había sido un vendehúmos con mucha labia, pero era fácil de descifrar. Joder, ¿pero acaso era cierto algo de lo que había contado? Podía entender qué había empujado a Fionna a los brazos de Mark, comprendía la desazón que provocaba un marido ausente, un matrimonio fallido, la sensación de soledad y desapego, la falta de cariño. Pero….¡joder! Da, de sopetón, un fuerte y ruidoso manotazo en la mesa, tratando de canalizar la rabia…hasta que escucha sobre la desaparición de ese imbécil.
—¡¡Joder!!-grita, llamando la atención de algunas miradas curiosas.—¡¿Cómo pudiste creer nada de lo que te dijo?! ¡Ya lo conoces, Fionna! ¡Nunca se comprometió, jamás! ¿Porque iba a hacerlo ahora?-aprieta los puños y frunce el ceño, arrugando su rostro en una mueca desagradable, terriblemente dura. Chasquea la lengua y desvía nuevamente la mirada a la mesa. Su pecho asciende y desciende sincopadamente, siente los latidos en las sienes. Tiene que controlarse, cuanto antes, Fionna no tiene la culpa de nada. Trata de recuperar la calma mientras traga saliva. Cierra los ojos.—Lo siento...es sólo que...—suspira.-perdóname. Quiero ayudarte, entiendo la infidelidad, sin necesidad de justificaciones, pero...tengo que hacerme a la idea.-murmura entre dientes, sin mirarla todavía. Desliza nuevamente la mano a la suya, esta vez más tímidamente. Se hace un largo silencio que rompe abruptamente.—¿Dónde os veíais? ¿Te habló de alguien, de algún lugar...? ¿Por qué me has llamado desde el hospital?
El arrebato de June atrae alguna miradas hacia su mesa, pero la escritora enseguida recupera la compostura y el local vuelve a llenarse con el rumor de las conversaciones de los oficinistas. Fiona se queda en silencio y apura el contenido de su copa. El camarero vuelve a pasarse y las amigas, visto que la conversación va para largo, le ordenan otra ronda.
—Es una idea tonta pero… Creí a Mark cuando me propuso su idea. Parecía realmente decidido a dejarlo todo atrás —desvía la mirada hacia la mesa, evitando el contacto ocular con June—. Pensé que podía haberle pasado algo, así que he preguntado en todos los hospitales de la ciudad. El hospital general era el último que me quedaba por revisar y cuándo las enfermeras me confirmaron que Mark no estaba allí… empecé a plantearme otras explicaciones… —levanta la vista hacia la escritora—. Por eso te llamé desde el hospital, June. Porque me resistía a creer que me hubiera abandonado.
Se queda en silencio al ver acercarse al camarero, quien deposita las dos copas sobre la superficie de madera y se retira discretamente.
—No me contó todos los detalles —continua—, pero sé que pidió algún tipo de préstamo para fundar la cooperativa a las afueras, en una pequeña parcela de Pendelton Park. Pensé que tal vez ha tenido algún tipo de problema por esto y por eso no ha venido a nuestra cita…
A medida que Fiona prosigue su relato las piezas comienzan a encajar para la escritora. Si Mark había conseguido financiación para su descabellado proyecto, a buen seguro que no prevenía de fuentes “legales”. Ningún banco en su sano juicio se dejaría embaucar por un charlatán de tres al cuarto como Mark. Eso reducía las posibilidades a un montón de usureros y… de familias criminales de los bajos fondos.
—Tendrías que haber visto lo que estaba montando. Era un proyecto sumamente precioso, una comunidad autogestionable al estilo de las antiguas agrupaciones Beatnik. La gente estaba realmente comprometida a hacerlo funcionar. Por eso me sorprendió que quisiera dejarlo todo de repente… —toma un sorbo de su copa y vuelve la mirada hacia el exterior. Ha comenzado a llover—. Pero la idea era tan tentadora… marcharse a Tailandia, empezar una nueva vida… —niega con la cabeza, volviendo en sí—. Estoy desvariando, June. Perdona.
Suspira mientras trata de diluir el amasijo de sentimientos que se arremolina en sus entrañas con copiosos tragos de la bebida que les ha traído el camarero. Por mucho que lo intente, sigue sin poder entender como Fiona ha podido creer nada de lo que ha dicho Mark. Las alarmas saltan cuando intuye de donde viene el dinero. ¿De verdad eso no la hizo vacilar?
Sacude la cabeza; se había comprometido a ayudarla, pero sabe que están entrando en un terreno peligroso. Arruga el gesto y traga saliva, ahora mismo no siente ni el más mínimo apego por ese cretino mentiroso, pero…no puede negar que…¿siente curiosidad?
—Esto tiene mala pinta…A ver como podemos encontrar a ese imbécil.-masculla con desdén, intentando pensar por donde podrían tirar.
Perdona otra vez por la tardanza.
A ver, quiero y pienso que debería seguir la pista de esos usureros y mafiosos de los bajos fondos y quiero tirar por la habilidad que creas más sentido tiene o es más conveniente para ese fin, que no acabo de ver cual podría ser. ¿Qué opinas? No estoy muy..."en forma" con esto de los dados y...agradezco mucho la ayuda xD
Fiona esboza una sonrisa melancólica.
—Te lo juro, tía, parecía tan… cambiado —la librera parece más tranquila ahora que June ha promedio echarle un cable con todo este asunto—. Ya no es el mismo aguililla con afán de protagonismo de la universidad. Estaba más serio, había cambiado. Me preguntó incluso por cómo le iban las cosas a los demás miembros de la pandilla, por ti, por Graham y por DeAndre sobretodo. Creo que planeaba ponerse en contacto con vosotros para hablaros también de la cooperativa. Aunque eso fue antes de… bueno de que quisiera tirarlo todo por la borda.
Apoya entonces la cabeza sobre su mano derecha, pensativa.
—Ahora que lo pienso, su cambio de actitud fue muy repentino. Paso de querer cambiar el mundo a abandonarlo demasiado rápido. Crees… ¿crees que tan sólo quería sacarme el dinero? —su voz se quiebra durante un instante—. Esta vez me pareció que iba más en serio, June. Aunque no sé por qué me sorprendo. Puede que al fin y al cabo Mark no sea más que el mismo de siempre. Un Mark con nuevos y elaborados argumentos… pero el mismo cantamañanas que me rompió el corazón.
Se tensa como la cuerda de un arco cuando menciona a su mejor amigo, pero sobretodo a DeAndre. Deja escapar un bufido; se remueve el pelo, vuelve a adecentarlo, se muerde el dedo gordo y finalmente la mira, con el ceño fruncido, tratando de hallar las palabras correctas. Dada la situación y sus nervios, no las hay, así que decide no contestar nada, de momento. Cree que ya quedó clara su postura con su cabreo. No obstante, ese hilillo de voz desolado, se le clava como una afilada aguja justo en el centro de su pecho. Le frota el brazo con cariño y se desliza por la mesa para darle un corto abrazo.
—Me duele decirlo, pero Mark siempre fue egoísta. No puedo cuestionar las impresiones que te causó, pero…Ambas sabemos cómo era en el pasado. No dudo del cambio, pero parece una casualidad buscada con toda la intención…-al final no ha podido morderse la lengua.
Medita en las posibles opciones.
—Quizás Mark llegó a contactar con ellos. ¿Sabes cuanto tiempo llevaba por aquí? Podríamos asegurarnos llamando a Graham o DeAndre.-propone. Hay otras opciones, pero antes de adentrarse en asuntos turbios deberían cerrar ese frente. Si pasaba más tiempo debían llamar a la policía, pero antes intentaría con sus contactos.
Post corto y meh, pero para avanzar. Además te lo debía de hace días. El offtopic te lo contesto mañana :P
Fiona acepta la muestra de cariño de June, y le corresponde estrechando a su amiga entre sus brazos. Está temblando, presa de la emoción. Se nota que todo el tema del capullo de Mark le ha afectado demasiado.
—Mark… —te responde frunciendo el entrecejo, haciendo memoria—, creo que volvió hace seis meses. No contactó conmigo hasta que tuvo todo el chiringuito de la comuna bien montado, hace dos meses. Y de Graham y DeAndre hablamos hace un par de semanas. Por lo que me contó llevaba sin verlos desde hace años…
No tardáis en pagar la cuenta y en abandonar el local, de vuelta a las frías calles de Boston. Fiona se muestra de acuerdo en llamar a Graham primero y en dejar a DeAndre para el final, por razones evidentes. Así que la escritora coge el móvil y llama a su antiguo amigo, consciente de que el tiempo es importante: hay que localizar a Mark cuánto antes.
El teléfono no tarda en dar tonos, pero no parece que nadie vaya a responder al otro lado del auricular. Fiona se revuelve inquieta mientras contempla la expresión impaciente de su amiga. Entonces, justo cuando parecía que la llamada iba a colgarse, alguien descuelga.
—¿June? —pregunta la voz de Graham—. ¿Eres tú?
Sumidas en un nuevo silencio, amenizado por el ruido de cadenas que emiten sus aparatosas botas y las pisadas temblorosas de Fiona, caminan parsimoniosamente cogidas de la mano. June ha entrelazado sus dedos a los suyos sin darse cuenta, en un acto instintivo, extrañamente maternal y protector; palabras que no casaban del todo con ella. Tira de Fiona y con la otra mano atina el teléfono móvil para marcar el número de Graham, el cual se sabe de memoria. Se para un momento y le indica a su amiga que le pase el paquete de tabaco que precavidamente ha comprado en la máquina del local. Con el tubito incandescente entre los labios, lo enciende y aspira con ahínco mientras echa la cabeza atrás y se remueve el pelo. Esto la relaja sobremanera, o lo mínimo para no mandar todo a la mierda.
—¿Quién te iba a dar por saco a estas horas?-contesta, desenfadadamente, tratando de liberar tensión, cuando escucha su voz al otro lado de la línea.—Soy yo, Gra1. ¿Qué tal? ¿Te pillo en un mal momento?-es una pregunta retórica, claro. Continúa con su parloteo ansioso, sin pararse a pensar mucho.—Estoy con Fiona y, bueno…verás, tenemos un problema.-mira a la joven.—¿Estás enterado de que Mark ha vuelto a Boston? Contactó con Fiona, se vieron y…ahora ese capullo ha desaparecido. Lleva horas sin dar señales de vida, está ilocalizable y estamos preocupadas. Y antes de que digas nada…se como es Mark, sabemos que solía hacer mierdas de este tipo, pero es importante encontrarlo. Más que nunca.-resume, sin dar muchos datos sobre la aventura, porque ¿para qué? No era el momento adecuado.—¿Se ha puesto en contacto contigo? ¿Sabes algo?
1Le llama cariñosamente así, es una especie de diminutivo.
Un ruido incesante acompaña a las palabras de June al otro lado del teléfono, pero eso no detiene a la escritora en su conversación con el bueno de Graham. Una guitarra principal, acompasada por un bajo que de vez en cuando despunta acordes un tanto funky y una batería suave suena de fondo y a un volumen endemoniado. Gra te pide un momento y la música parece mitigarse, aunque se sigue escuchando de fondo.
—¿Pero qué dices, Jun1? —pregunta cuando el sonido de la guitarra se hace más intenso al otro lado de la línea—. ¿También se ha puesto en contacto con Fiona? Menudo personaje, Jun. A mí también vino a verme, a pedirme pasta más concretamente —hace una pausa, pensativo—. Oye, me pillas ahora un poco liado, estamos ahora en el Brighton Music Hall—lo conoces, es uno de los garitos de rock alternativo más famosos de la ciudad, a unos 15 minutos en metro desde el centro—, y salimos en media hora. Por qué no os pasáis por aquí y lo hablamos con más calma después del concierto.
1 El apelativo que utiliza Graham, haciendo que el nombre de June suene algo más tontillo. Una broma interna.
—Pero será imbécil…
Es lo primero que masculla porque es lo primero que asimila, por enésima vez. Que, efectivamente, Mark es un jodido personaje. ¿En qué demonios andaba metido para tratar de timar a sus amigos, para engañar de aquella forma a Fiona? ¿Debía dinero, había molestado a alguien o se había enganchado otra vez? Arruga la nariz en un ademán visiblemente crispado que ni si quiera se molesta en disimular. Puede notar la mirada ávida y perdida, a la vez, de Fiona; se muerde el labio y a continuación mira su reloj de muñeca, haciendo cálculos.
—Vale, nos vemos allí. ¿El Brighton Music Hall? Vaya, vaya Gra…sonaba estupendamente, por cierto.-añade amigablemente.—¿Te esperamos fuera?