- mmm... sabes, no es mala la cena. Nada mala... Solo necesitamos pasar inadvertidos y llegar a una de la mesa.
Sentado sobre el mármol del lavabo, pensativo y mordisqueando una de sus orejas.
- ¡Ya lo tengo! - cientos de toallitas de papel volaron por el baño mientras el conejo, enérgicamente, cortaba, plegaba y volvía a plegar los trozos de papel que no flotaban por el aire. Obteniendo, luego de unos extensos minutos, una precioso caballito cornudo hecho en papel. El cual mostro a sus compañeros con una amplia sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Miren!
-¿Entienden? - una vez más las caras de WTF en sus compañeros desilusionó al conejo, pero junto fuerzas y comenzó a explicar el nuevo plan. Chuck lo había instruido en no rendirse, en ningún tipo de situación.
- Los duendes tienen una debilidad por los unicornios y cuando lo vean vendrán por él - la excitación por el magnífico plan que estaba tramando lo hacía hablar cada vez más rápidamente - y cuando vengan los emboscamos y los golpeamos para luego ocupar sus lugares. ¿Les parece bien?
Bilbo miró el unicornio. Luego miró a Adalverto. Y luego de nuevo al unicornio. Estaba totalmente desconcertado. Finalmente se encogió de hombros y echándose la katana al hombro avanzó hacia el comedor.
- Vale... voy a pedir una hamburguesa completa y de paso les digo que tienes un unicornio...
La verdad es que para ser un duende el pequeño Bilbo no parecía demasiado impresionado por aquel caballo cornudo.
Peee... peroo el unicornio - Bilbo se marcho en dirección al comedor, por lo visto no había entendido el plan - es muy simple, el unicornio ¿entiendes? el unicornio -
Comenzó a caminar tras el duende de la suerte hacia el comedor con las orejas caídas indignado
- El plan era perfecto, perfec... to
Dejando caer el unicornio en el pasillo caminó triste arrastrando los pies en busca de una hamburguesa con zanahorias fritas que le levante el ánimo.
Tenia que desquitarme, no habia podido merendar...
Siguiendo al resto de mis compañeros, encontre muuuuuchos papeles por el suelo, y solo aquel caballo cornudo me llamo la atencion...
Oh la la!
Me lleve al equino celuloso a la boca, relamiendome despues...
-Y por esto iban a venir?? Si no sabe a nada...
Despues segui al duende y al conejo, me hacian reir, aunque no sabia de que hablaran...
Horario no dejaba de lado su cara de "sorete", el olor era horrendo, y eso aún lo ponia de peor humor, tomo los papeles que le lanzo el conejo y se limpio la cara, a pesar de ellos dejaba de ser suficiente, sin más remedio, camino atravesando el rencito, dejando a su paso suciedad y olor fetido, miro como midiendo al caido, y un gesto de idea aparecio en su rostro.
-: Conejo, me gusta tu plan, bueno, no todo tu plan sino la parte en la cual tomamos los trajes de obreros.
Luego se saco su pestilente ropa y se realizo un baño polaco en los lavados de manos, para terminar desvistiendo al viejo y tomando sus ropas.
-: Ahora si!
Ya menos oloroso y de mejor humor Horacio estaba listo para continuar.
Horacio apuró el paso hasta sobrepasar a todos. En su mono de limpieza, el gorro puntiagudo bamboleandose sobre él, pasaba completamente desapercibido entre las dos docenas de esclavos que aún se encontraban en el comedor.
El grupo se lanzó a paso decidido tras el gnomo de jardín. El olor a comida frita, cruda, hervida o directamente pasado inundó sus naricillas.
Detrás del mostrados los observó un obeso cocinero.
- Ah, uhm!! Otro grupo de retrasados! En más de un sentido, veo... dice mientras observa las armas a la espalda, en las manos, o en las zarpas. Tal vez, uhm, uhm, sería mejor si esas cosas no las viera la guardia que está por venir hacia aquí, uhm, uhm?
Como si sus palabras la hubieran invocado, una mujer vestida de rojo navideño entra en la sala grande. De momento parece distraida con varios esclavos que le indican algo como un pobre caballito con babas! por allí! hacia la zona de los baños, pero cuanto tardará en voltear y verlos?
- Si, uhm, no quieren que los vea, tal vez, uhm, uhm, dice el cocinero con el bigote irritado y la papada temblorosa, les convenga esconderse allí, uhm.
Señala detrá de él una enorme olla con capacidad para varios conejos, u otro animal de caza.
Se esconderán? Enfrentarán al guardia? Huirán con el rabo entre las patas? Vuestro turno!
Bilbo no comprendía a que venía aquella urgencia por esconderse. Lo que él tenía era hambre. Se lanzó hacia la olla cuando la señaló el cocinero pero luego volvió su cara sorprendida hacia sus amigos:
- ¡Esta vacía! - dijo tremendamente ofendido - ¡Vacía! - repitió mirando al gordo cocinero como si el hambre mundial fuera por su culpa - ¡V-A-C-I-A! ¡BE HACHE A CE IGRIEGA HACHE A! - deletreó empezando a echar la mano a la katana al ver que el gordo no había solucionado el problema todavía.
Un director de cine había visto en una ocasión, durante una borrachera, a un duende hambriento. Luego se forró vendiendo la idea en una película llamada Gremlins... pero no se atrevió a poner lo terrible que era de verdad un duende hambriento.
Horario Miro a sus compañero y mientra tomaba distancia de ellos paso a paso, dado que era el unico que no llevata un arma visible mas que sus manos, les dijo.
-: Escondanse estupidos! hay un guardia y mucha gente por aqui, si hacen lio se nos vendran todos los secuaces del gordo encima...yo me encargo que no tengo armas encima. Y tu cocinero, dale algo de comer al sonriente o seras rebanado en julianas.
Se da media vuelta y se termina de alejar del grupo mezclandose con el resto de la chusma y tratando de hacercarse al guardia para "neutralizarlo".
Si me hubiesen escuchado, si me hubiesen escuchado. Teníamos que usar el unicornio! - tanteo en sus bolsillos pero al momento recordó que había arrojado la escultura de papel en la puerta del baño. Desilusionado, se golpeo el rostro con la palma de su mano y miró al duende hambriento y furioso.
- Mi plan era mucho mejor... mucho mejor, el unicornio... Debo hacer algo, debo hacer algo, vamos conejo, piensa conejo piensa - hablando con sigo mismo se le ocurrió una idea.- Bilbo, ¡A la cacerola! Si nos escondemos ahí nos llevaran a la cocina donde esta toda la reserva de comida del gordo. ¡Vamos! - agarrando a Bilbo de su chaqueta y Sdahí de una de sus orejas los arrastro hasta el escondite indicado por el cocinero.
- Mantengan silencio por un rato y luego podrán comer todo lo que quieran y trocear a todos los secuaces navideños que se les crucen. Dejemos actuar a Horacio. Shhh! Shhh! ahí vienen.
El conejo término de tapar la cacerola dejando una pequeña rendija para espiar a los guardias mientras acariciaba la empuñadura de su espada con las orejas.
Bilbo no entendía nada. Se vio arrastrado a la cacerola con la mano del conejo tapando toda su boca. Indignado seguía pataleando:
- Ndjdjfggghh.... ¡djddhfhf! ¡ddkkkffhh!
Finalmente, viendo que en aquella maldita cacerola no había espacio ni para sacar la uzi, decidió quedarse quieto a la espera de que la promesa de Adalverto no fuera una mentira y que el cocinero hubiera entendido bien la petición de Horacio.
La verdad es que se estaba calentito en aquella olla. Y al estar a oscuras... ¿hacía cuanto que no se echaba una siesta?
- Zzzzzzz...
Hecho un ovillo y con un dedo en la boca el pequeño duende de la suerte, más sonriente que nunca, esperó a que sus compañeros lo despertasen si había algún problema.
Cuando el conejo me solto, ya dentro de la cacerola, me acaricie suavemente la oreja mientras le gruñia.
Al ir a lanzarme a morderle la suya, vi que el enano sonriente estaba quieto... Demasiado...
-Que te pasa?? chst chst!!
Si el estaba en silencio, era, seguramente, necesario pasar inadvertidos, asi que me sente, y despues de rascarme un poco detras de la oreja con la pata, me acurruque, mientras abrazaba efusivamente mi oreja y miraba al conejo con una sonrisa maliciosa...
-Pues yo me he comido tu unicuernio...
Una sonrisa ilumino el rostro del conejo - Yo sabía que a los duendes le gustaban los unicornios, jijiji, yo sabía... yo sabiiaaaa.
Al ver al cocinero aún cerca de la cacerola y no poder ver el movimiento de Horacio en el salón asomo levemente su hocico entre la tapa y la cacerola.
- Pshh, cocinero, psshh. Llevamos a la cocina!
La olla comenzó a moverse, despertando al pobre Bilbo. Pudieron ver como era levantada por dos forzudos ayudantes de cocina, y llevada en andas ante los urgentes ademanes del cocinero. Horacio dio una última mirada atrás, viendo como sus compañeros desaparecían tras las hojas dobles de la cocina...
El gnomo se giró hacia el guardia, deslizándose entre los demás ocupantes del comedor. Cuando por fin estuvo cerca...
Fin de escena.
Horacio pasará a No puedes manejar la verdad!
y Adalverto, Bilbo y Sdahí a Huele a Jamones?