La mente humana, tan simple y tan compleja al mismo tiempo. Podemos memorizar cientos de caras, direcciones e incluso sabores; pero cuando sabemos que se nos olvida algo, no sabemos el qué. ¿Alguna vez os ha gustado tanto algo que permaneció muchísimo tiempo en vuestra mente? Pues bien, éso le ocurría a Kaori con el sexo.
Tras recoger todas sus pertenencias en el aeropuerto, a los Sonoda todavía les quedaba un largo viaje en tren, pues la pequeña ciudad de Nekogi no podía permitirse un aeropuerto. Los padres de Kaori se habían dormido debido al cansancio acumulado en el viaje desde los EEUU hasta Japón; en cambio, la joven continuaba despierta, contemplando el entorno. En los asientos separados por el pequeño pasillo del tren había un grupo de chicos de su edad charlando animadamente; a juzgar por los peluches y gorras de algunos, estarían volviendo de aquel parque temático que vio pasar hace no demasiado tiempo. Delante suya, una señora con un libro en sus manos: Lolita, de Vladimir Navokov... Qué ironia. ¿Era éso en lo que se había convertido Kaori? ¿En una Lolita...?
Yo no quería mudarme. Lo que menos quería era cambiar de país cuando ya tenía hecha mi vida en otro y mucho menos a Japón, que a pesar de ser el lugar en el que había nacido, seguro que no me gustaba ni la cuarta parte de lo que me gustaban los Estados Unidos.
Mis padres me habían dicho eso de irnos en el último momento, pues ya se debían de imaginar que iba a montarles un buen pollo por esto que me estaban haciendo, pero por mucho que llorase o patalease no había otra opción, sólo irnos a un país al que no conocía repleto de gente que no conocía.
Me quedé mirando a la mujer que iba delante en aquel tren por hacer algo, pues mis padres se habían dormido y yo no tenía nada mejor que hacer, pero reparé en el libro que tenía entre las manos.
- ¿ Ironías del destino?
Cerré los ojos en el asiento, pero mi mente se puso a trabajar rápidamente y no tardé en sonreír por lo que se pasaba por mi cabeza, pues si algún día se cumplía la mitad de lo que soñaba seguro que me lo iba a pasar muy bien.
Para cuando volví a abrir los ojos estaba un poco acalorada, así que me puse en pie y me dirigí al baño, a ver si entre el paseo y mojarme un poco la cara se me relajaban " las ideas ".
El baño del tren era pequeño, pero al menos estaba limpio. Comprimidos en la pequeña cabina habían un lavabo, un inodoro, una papelera e incluso un espejo. Sin duda alguna, ése lugar provocaría claustrofobia a cualquiera que pasase más de una hora ahí dentro.
Kaori podía sentir el traqueteo del tren bajo sus pies mientras se lavaba la cara, éste se fue haciendo más débil hasta frenar por completo. Sonó el típico aviso acompañado de la parada.
- ... Nekogi, por favor no se olviden de sus pertenencias. Gracias por escoger... - Hogar, dulce hogar. Kaori había llegado a la ciudad en la que a partir de aquel día viviría. Al salir del baño pudo comprobar que sus padres ya estaban recogiendo las pocas maletas que habían traído, pues el resto de sus pertenencias ya vendrían con el resto de objetos de la mudanza.
Apenas había llegado a mojarme la cara cuando escuché que habíamos llegado y por unos segundos me planteé quedarme allí dentro y no salir.
- ¿ Por qué habremos tenido que venir aquí? - Ya me había hinchado a llorar por este motivo, pero aún así tuve que contener mis ganas de ponerme a llorar de nuevo para poder salir e ir a donde había dejado a mis padres.
No dije nada en absoluto, con los mismos " morros " que tenía desde que habíamos salido de casa para volver a lo que mis padres llamaban su hogar, pero que para mí era aquello que me había separado de todo lo que había conseguido en la vida.
Estaba convencida que ni los institutos en Japón serían lugares normales.
Ya con mis cosas encima, mi bolso y mi chaqueta, me bajé del tren detrás de mis padres.
- Ojalá pasara otro y nos llevara por delante. - Pensé cabreada por lo que me había tocado.
Tras salir de la estación, los Sonoda llamaron a un taxi, yendo el padre en el asiento del copiloto mientras que Kaori quedaba junto a su madre en los asientos de atrás. Aika no podía evitar sentir algo de lástima por su hija, era consciente de todo lo que había tenido que dejar atrás en la mudanza, pero al fin y al cabo era lo mejor para el bien familiar. Sonrió a su hija con ternura, tratando de animarla.
- Ya verás cómo al final no es tan malo. He oído que es una ciudad estupenda... Está tan cerca del mar cómo de un parque temático. Podríamos ir algún día. - Pero lo que se veía a través de la ventanilla del taxi no animaba mucho. Nekogi era una ciudad pequeña en vías de desarrollo, así que aunque contaba con algunos lugares de moda, no tenía nada que ver con su anterior residencia en los EEUU.
El taxi paró frente a la que a partir de ése día sería su casa. Una vivienda corriente de estilo japonés, con su valla de piedra y su jardincito. La familia se adentró en el hogar cargando lo poco que llevaban.
- ¿Ves? Es cuca...
A pesar de que mi madre parecía dispuesta a hacer que aquello me fuera lo más fácil posible, yo en aquel momento sólo veía el lado malo de las cosas, como si no tuviera nada bueno lo que me estaban haciendo. De todas formas, como era uno de esos temas que siempre terminan conmigo llorando y con mi padre diciéndome que en su casa se va a hacer lo que él diga, decidí simplemente decir " sí " a todo y no montar ningún lío, aunque eso no quería decir que fuera a estar de buen humor o a tener ganas de colaborar en lo que quisieran hacer allí.
Mi madre lo intentaba y yo traté de no ser demasiado desagradable, aunque realmente la hubiera dicho que se podía meter el parque de atracciones por donde la cupiera. Lógicamente no fue eso lo que dije.
- Seguro que lo es... - Lo dije sin ningún todo irónico. - Bueno...
Desde que había terminado de hacer las maletas antes del viaje apenas me habían escuchado hablar.
Al llegar a la casa miré a mi madre y luego aquel lugar.
- Y lo peor está por venir.- Era plenamente consciente de que encima tendría que empezar en un instituto nuevo, conocer gente nueva...
Aika hizo un pequeño tour por la casa. Era amplia, pero nada del otro mundo, al menos contaba con dos baños, garaje e incluso les sobraba una habitación para invitados (aunque a saber que invitados habiéndose mudado aquel mismo día). La habitación perteneciente a Kaori era la de tamaño medio, situada en el piso superior. Al estar apenas amueblada con una cama y un armario empotrado parecía bastante básica, pero seguramente una vez llegasen sus muebles podría hacerla más "habitable".
Aika subió las escaleras para ver a su hija, siempre manteniendo la sonrisa.
- ¿Por qué no sales a dar una vuelta? Así vas conociendo un poco la zona... ¡Y el aire fresco te vendrá bien, gruñona! - Comentó con tono bromista.
Yo no había visto nada de aquella casa. Casi no había prestado atención cuando mis padres habían querido enseñarme las fotos de aquella casa así que todo era una novedad.
Mi habitación así vacía no es que fuera una maravilla, pero con todo el tiempo que iba a pasar encerrada en ella seguro que terminaba poniéndola a mi gusto. No es que me apeteciera volver a hacer amigos, a fin de cuentas, ¿ quién me decía que cuando los hiciera a mi padre no se le iba a cruzar el cable y se le iba a ocurrir mudarse, no sé, a Europa por ejemplo?
Miré a mi madre y como ya había previsto, negué con la cabeza. Ella intentaba sonreír, pero yo no podía ni aunque quisiera.
- Estoy cansada del viaje. Creo que me quedaré aquí si no te importa...
En realidad no estaba tan cansada como para tener que quedarme ahí, pero no tenía ninguna gana de ver el pueblo ni de conocer a nadie. Lo único que realmente me apetecía era que me dejaran en paz y que cerraran la puerta al salir.
Aika no insistió más, simplemente salió del cuarto cerrando la puerta y dejando a Kaori sola. Las mudanzas no suelen ser fáciles, seguramente tras tantos años sin pisar su tierra natal, a Kaori se le habría olvidado todo lo que solía conocer sobre el país. Ya no había marcha atrás, tendría que familiarizarse con todo otra vez si quería que su vidaallí fuese más fácil.
Todo estaba por cambiar...
FIN CAPÍTULO 0.